sábado, 21 de febrero de 2015

LA VÍA DEL SERVICIO


Gn 9, 8-15; Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9; 1Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15

El lobo morará con el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito; el becerro, el leoncillo y el animal doméstico andarán juntos, y un niño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de pecho jugará junto a la cueva de la cobra, y el niño destetado extenderá su mano en la hura de la víbora.

Isaías 11, 6-8

Reconciliarme con la Creación, con la humanidad y con la naturaleza y por tanto vivir en coherencia con mis Hermanas y Hermanos sufrientes, dolientes. Vivir en armonía ecológica con la naturaleza, desde el compartir, más que desde el consumir, desde el trabajo por una realidad sostenible y solidaria…
José Luis Graus.

La Primera Lectura nos pone en contacto con el tema de la Alianza. En el sustrato de esta temática encontramos la bina obediencia-fidelidad. Así como la Santa Cruz (signo por excelencia de nuestra fe) tiene dos piezas, la vertical y la horizontal, así también la Alianza posee la misma bidimensionalidad: la ligazón entre Dios y el hombre y –en su horizontalidad- la fraternidad como eje vital, como exigencia moral, como praxis de la fe que no puede ser simple intimismo y vivencia recóndita.

Esta Alianza no se limita a una convivencia fraterna entre los humanos, como muy explícitamente lo dice la perícopa, se extiende a “los animales que los acompañaron, aves ganados y fieras… Alianza perpetua que yo establezco con ustedes y con todo ser viviente que esté con ustedes”. Es el correlato bíblico que llevó a San Francisco a hablar de todas las criaturas como sus hermanos –como lo dice Rubén Darío en su poema- los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos.

En la perícopa del Evangelio encontramos junto con las criaturas terrenas las criaturas espirituales: el Tentador y los ángeles. He oído que la divisa inscripta en el blasón del Maligno reza: “No serviré”. Los ángeles, en cambio, “le servían”.

En el Salmo recordamos que “El Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos”. Aquí, en la liturgia de este I Domingo de Cuaresma, el Señor nos muestra el camino para ejercitar la hermandad, para poder aplicar la armonía entre todos los seres vivientes: El servicio. Esa es la actividad en la que nos dan ejemplo las criaturas angélicas, servir al Señor, serle fiel y obedientes.

El Evangelio de San Marcos (después de hacer mención del Precursor) empieza revelando la identidad de Jesús en su bautismo en el Jordán, cuando se oye la Voz que lo identifica como Hijo, el Predilecto. Inmediatamente, a instancias del Espíritu, va al desierto, y vive su prueba. Pero esta prueba es más que eso, es el resumen del programa de Jesús para construir el Reino. Se trata de llevar a Galilea –valga decir, a todos los pueblos, no en exclusividad a los judíos- el anuncio del reinado de Dios, que es la consigna kerigmática que se nos propone con la imposición de la ceniza: μετανοεῖτε καὶ πιστεύετε ἐν τῷ εὐαγγελίῳ arrepiéntanse y crean en el Evangelio.”

Muchas armonías hemos conquistado pero el egoísmo-codicia ha impedido que el proceso de construcción del reinado de Dios avance de manera más expedita. La conversión, que consiste en arrepentimiento  y fe (creer) es la precondición, después podremos avanzar firmemente en la praxis del servicio con caridad, desinteresadamente y con ese sentido oblativo que nos enseñó Jesús: “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos”.


Jesús está allí –en representación de la humanidad- tendiendo un puente entre los animales feroces y la propuesta celestial del servicio. Él pacifica la relación deshecha  por la falta adámica y reconstituye la situación edénica  עדן (de delicia), que es el sueño que perseguimos: recobrar el Paraíso Perdido. Ningún sacrificio es demasiado para levantarnos de la Caída.

¿Cuál es la amenaza que se cierne en la tentación? Vivir de espaldas al Dios que nos ama! ¡Arrogarnos con prepotencia la autosuficiencia para salvarnos! ¡Imaginar que las fieras se pacificaran sin el concurso de lo espiritual! –en fin- ¡pensar que Dios sobra! En cambio, Jesús, ¿qué es lo que anuncia? No su propio reinado, sino el reinado de Dios.

«Nadie debe poner el pretexto, cuando caiga, de que la tentación fue más fuerte que él, ya que desde Cristo en adelante, quienes se dejan guiar por el Espíritu salen siempre victoriosos.»[1] “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador”.




[1] Álvarez Valdés, Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA? Ed. Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá-Colombia. p. 116

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