sábado, 20 de octubre de 2012

«YA SABEN QUE LOS JEFES DE LAS NACIONES LAS GOBIERNAN COMO SI FUERAN SUS DUEÑOS Y QUE LOS PODEROSOS LAS OPRIMEN»


Una de las graves perversiones del discípulo es creer que nuestra condición de cristianos o nuestras responsabilidades en la Iglesia nos dan un poder de “Señores absolutos” sobre otras personas.
Gustavo Gutiérrez

Estoy bien en el último lugar,
y no en el primero.
Estoy hecho para servir,
y no para mandar.

Averardo Dini



«San Ireneo tiene una frase atrevida y gráfica: “El Espíritu Santo descendió sobre el Hijo de Dios, hecho hijo del hombre, para así acostumbrarse, con la experiencia de vivir en Cristo, a  vivir en todo el género humano”. Humor y sutileza en la teología del doctor de la Iglesia: no es fácil habitar en el corazón humano, y el Espíritu Santo tiene que ir acostumbrándose poco a poco. Desciende sobre Jesús –Uno con Él en Trinidad Eterna, y obra suya en humanidad creada-, y de este modo “aprende” lo que es habitar en el corazón de un hombre, para de allí pasar a todos los hombres y mujeres que se abren a su Presencia y a su Gracia.»[1]

La primera lectura que nos propone la liturgia para este XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B, está tomada del Deuteroisaías. Sabemos que el Libro de Isaías no fue escrito por un autor único, sino por una sería de autores de la misma Escuela. Este segundo Isaías abarca desde el capítulo 40 hasta el 55; luego el Trito-Isaías abarcará los capítulos 56-66. Ahora bien, en el Deutero-Isaías encontramos «los cuatro cánticos del Siervo de Dios… esta parte fue escrita por un discípulo de Isaías. El vivía junto al pueblo, en el cautiverio de Babilonia, alrededor del año 560 antes de Cristo, mucho después de la muerte del profeta Isaías….Mucha gente se pregunta: ¿Quién es el Siervo? ¿Es el pueblo? ¿Es Jesucristo? ¿Somos nosotros? ¿Es alguno de los profetas? ¿En quién estaba pensando Isaías Junior cuando escribió los cuatro cánticos? La respuesta más probable es la siguiente: La idea del Siervo la sacó Isaías Junior de la vida del profeta Jeremías, el gran Sufriente, que nunca bajó la cabeza delante de sus opresores y que hizo tanto por mantener en el pueblo l esperanza. Isaías Junior vio en él un ideal para el pueblo sufriente del cautiverio y se inspiró en él para hacer los cuatro cánticos. Pero al hacer los cánticos, la preocupación mayor de Isaías Junior… no era escribir la vida de Jesús, sino presentar al pueblo del cautiverio un modelo que lo ayudara a descubrir en la figura del Siervo, su misión como pueblo de Dios. Por tanto, para Isaías Junior, el Siervo de Dios es el pueblo del cautiverio! Más tarde, Jesús se inspiró en los cuatro cánticos del Siervo para realizar su misión aquí en la tierra. Por eso, el Siervo, es también Jesús.»[2] Esta extensa parrafada tomada de Carlos Mesters, nos parece esencial para situar el texto de la Primera Lectura.



La transitividad de la que nos habla San Ireneo, donde el Espíritu Divino se comunica a la humanidad a través de la mediación de Jesucristo, se visualiza en el fenómeno de composición y redacción del Cántico del Siervo: La Gracia Salvadora y Liberadora de Dios se “habitúa” al hombre, acomodándose en el Hombre-Dios, de esta manera se aclimata Dios Trinitario y se hace nuestro compañero y nuestro amigo. Pero no sólo para estar entre nosotros y con nosotros, sino además dándose, para nosotros, como modelo. Como propuesta de vida, como misión. El discipulado de nuestra fe implica y conlleva asumir la misión.

En el Evangelio de Marcos, en la perícopa que leemos hoy, Jesús propone esta transitividad diciendo: καὶ γὰρ ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου οὐκ ἦλθεν διακονηθῆναι ἀλλὰ διακονῆσαι καὶ δοῦναι τὴν ψυχὴν αὐτοῦ λύτρον ἀντὶ πολλῶν. “Así como el hijo del hombre no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.Mc 10, 45. Él mismo nos da instrucción para que lo imitemos, καὶ γὰρ “así como”. El Espíritu Santo se “acostumbró” a ser humano en Jesús; ahora Jesús nos propone que lo dejemos “inhabitar” en nosotros. La propuesta se lanza para todos aquellos que quieran ser pueblo de Dios, los que abren su corazón a la aceptación de ser Siervos.



Esta aceptación es, no sólo abajamiento, humildad, desacomodo, kénosis; sino que además es obediencia. Encontramos en el Evangelio de hoy esa obediencia como aceptación del Designio del Padre cuando Jesús dice: τὸ δὲ καθίσαι ἐκ δεξιῶν μου ἢ ἐξ εὐωνύμων οὐκ ἔστιν ἐμὸν δοῦναι, ἀλλ’ οἷς ἡτοίμασται. “pero lo de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado” Mc 10, 40. Jesús no trata de sobreponer su “autoridad” a la del Padre. Acepta todo lo que el Padre ha Escrito en el Libro de la Vida.

Sin embargo, no es que Jesús dude de nuestra capacidad de vivir el seguimiento, el discipulado: δύνασθε πιεῖν τὸ ποτήριον ὁ ἐγὼ πίνω ἢ τὸ βάπτισμα ὁ ἐγὼ βαπτίζομαι βαπτισθῆναι; “son capaces de beber la copa de vino que yo y el bautismo con que seré bautizado” Mc 10, 38b. Jesús reconoce que ellos serán capaces de beber, tanto el Cáliz (Sacramento de la Eucaristía) como el “sumergimiento” bautismal de ir hasta las últimas consecuencias, así como Él llegó hasta el Cáliz y el βάπτισμα de la Cruz.


Volvamos sobre el texto de Mesters que es muy explicativo y lúcido: «Primero había sólo la tierra, tierra de sufrimiento. Después apareció la semilla, semilla de resistencia. De la semilla nació un tallito verde de la esperanza, esperanza de liberación. De aquel hilito verde del tamaño del césped, surgió la espiga que se fue llenando en la paciencia del tiempo, tiempo de lucha y espera. Sólo después de todo esto, bien al final del crecimiento, apareció el fruto maduro que, hasta hoy, alimenta el pueblo y lo ilumina en su caminar. Y el fruto es este: El Siervo es Jesús, pero es también el pueblo este pueblo sufriente, que imita a Jesucristo resistiendo contra el dolor.»[3]

El magnifico texto de la Primera Lectura nos permite captar, detrás de una derrota aparente, la Victoria del Reino, el Siervo no está muerto, está Resucitado y Victorioso, su Victoria augura la nuestra.

2

En la Segunda Lectura que proviene de Hebreos, vemos a Jesús con otro título; estos títulos nos permiten conocer a Jesús, pero deben ser bien entendidos. Aquí recibirá el Título de “Sumo Sacerdote”.

A todo lo largo de la lectura del Evangelio de Marcos encontramos que sus Discípulos descubren en Él al Mesías. Sin embargo, la lectura atenta nos revela que se trata de una identificación a medias, puesto que ellos esperan a “otra clase de Mesías”. ἵνα εἷς σου ἐκ δεξιῶν καὶ εἷς ἐξ ἀριστερῶν καθίσωμεν ἐν τῇ δόξῃ σου. “que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu Gloria.” Mc 10, 37b-c. Ellos lo que esperan es un Mesías que reparta cargos, que elija para su corte, entre sus más cercanos, un Primer Ministro, que se sentaría a la derecha, y un Segundo Ministro, que ocuparía el trono a la izquierda del Mesías-Rey-Guerrero.


Y nos puede pasar lo mismo. Si, por ejemplo vemos sólo en el Sacerdote, aquel que recoge la Sangre y la riega alrededor del Ara donde reposaría “La Alianza”. El que sacrifica el cordero y recoge los baldados de sangre, es decir, como un simple cumplidor de rituales impregnados de fe.
«Diciendo: “Esto es mi cuerpo dado por vosotros…Esta es mi sangre derramada por vosotros”, Él se ofrecía al Padre en sacrificio por la humanidad: Aceptaba la suerte del Siervo de YHWH que el Padre le había anunciado en el momento de su bautismo en el Jordán; esta vez no ya en una perspectiva lejana e incierta, sino como una realidad concreta e inminente… En este sentido se dice hoy que la Eucaristía no es primariamente presencia real de una cosa (el cuerpo y la sangre de Cristo) sino de una acción (la oferta que Cristo hace de su propio Cuerpo y de su propia Sangre).»[4]

Entonces vemos en este Sumo Sacerdote (tema central de la Carta a los Hebreos) que se trata de un Sacerdote que ofrece el Sacrificio, pero que –a la vez- es el Cordero. Que no lleva al Altar una ofrenda impersonal, fría, indiferente, ajena. Se lleva a Sí mismo, se da por entero. No se reserva nada. Este Sumo Sacerdocio consiste en entregarse sin límites, sin ninguna ambición personal. ὃς ἂν θέλῃ μέγας γενέσθαι ἐν ὑμῖν ἔσται ὑμῶν διάκονος, ….πάντων δοῦλος “cualquiera que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor…. Que se haga esclavo de todos” Mc 10, 43. Sacerdocio es -διάκονος (servidor)- servicio, es entrega de sí, la auto-donación.


«Estamos siempre en peligro de deformar, según nuestros propios condicionamientos, la verdadera personalidad del Señor. Tendemos a hacer a Jesús a nuestra imagen y semejanza, a nuestra medida, justificando nuestras mediocridades e infidelidades. A adaptar a nosotros el mensaje de la personalidad de Cristo, y no nosotros a Él. La sola manera de escapar a esta permanente tentación será la vuelta continua a la contemplación del Cristo de los Evangelios.»[5]

3

Hemos insistido en uno de los llamados fundamentales de Jesús a sus discípulos, y por tanto a nosotros, que pretendemos serlo al llamarnos cristianos: la metanoia. Traducida como “Conversión”, implica un cambio radical, un giro de 180 grados. En el Evangelio de hoy Jesús –una vez más- nos dice de qué se trata.

En el texto marquiano se contraponen dos maneras de obrar. De una parte están los que tiranizan, los que oprimen. Están, de este mismo lado, los arrogantes, los prepotentes, los déspotas, los que humillan, los que gozan con el dolor ajeno, los que sacan partido y ganancia de los débiles.


Aquí viene la frase de Jesús que nos invita a la Conversión: “No debe ser así entre ustedes. Al contrario”

Es decir que nosotros lo que debemos es actuar como siervos, entregados al servicio como consigna de la vida cristiana; a la fraternidad, a la caridad, al tierno amor “ágape”, a la solidaridad. A sentirnos y conducirnos como hijos de Dios y Hermanos en Jesucristo.








[1] González Vallés, Carlos s.j. “CRECÍA EN SABIDURÍA…”  Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá – Colombia. 2001 p. 93
[2] Mesters, Carlos O.C.D. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE. LOS CÁNTICOS DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS. Ed. Vicaría Sur de Quito, EDICAY- Iglesia de Cuenca, Centro Bíblico “Verbo Divino”. Quito – Ecuador 1993. p.13
[3] Ibid. p. 15
[4] Cantalamessa, Raniero. “ESTO ES MI CUERPO” Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2007. pp. 52-53
[5] Galilea, Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. Santafé de Bogotá – Colombia. 1999. pp. 25-26

No hay comentarios:

Publicar un comentario