sábado, 30 de agosto de 2014

AMOR OBLATIVO PARA CAMINAR CON DIOS


Jer 20, 7-9; Sal 63(62), 2-6.8-9; Rm 12, 1-2; Mt 16, 21-27


Dios es Amor

Te metiste bajo mi piel
y, mirándome y poseyéndome,
me sedujiste en lo más profundo.

Ahora no puedo más que amarte a ti
y amar a mis hermanos como te amo a ti,
no puedo sino caminar contigo
Dondequiera que vayas.

Averardo Dini

בְתָּ֔ אֵ֖ת יְהוָ֣ה אֱלֹהֶ֑יךָ בְּכָל־לְבָבְךָ֥ וּבְכָל־נַפְשְׁךָ֖ וּבְכָל־מְאֹדֶֽךָ׃ וְאָ֣ה “Amarás a YHWH tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”. Eso es lo que leemos en Dt 6, 5. Esta expresión resume, por excelencia, la relación perfecta del hombre con respecto a Dios. Es una relación amorosa; pero no sólo amorosa sino amorosa-monógama porque en el verso anterior se nos ha dicho que “El Señor, nuestro Dios, es el Único Señor” (estrictamente dice “YHWH Dios es Uno” Dt 6, 4b), por eso, sólo a Él amaremos y reconoceremos como Dios. Lo que queremos destacar es el tema del Amor. La relación con Dios no puede entenderse de manera distinta a una Relación Amorosa, toda teología debe partir de allí; Dios nos “primereó” amándonos y, en consecuencia, nuestra respuesta tiene que insertarse en los cánones del amor; por aquello de que “Amor con amor se paga”, que en este caso requiere ponerle mayúscula el primer Amor porque es el Amor de Dios por nosotros.


En el amplísimo diccionario del amor contamos, entre otros muchos con el tema de la seducción. La palabra seducción alude a “un desvío”, esa es su etimología: reconducirlo, redirigirlo, secarlo de un rumbo para llevarlo a otro; digamos que la persona va por ahí, y hay algo que lo saca del camino, lo desvía, esa es la seducción. Por otra parte esta palabra conlleva cierta dosis de engaño, aun cuando ese engaño tenga la mejor de las intenciones, la de hacer caer en el amor.

En la Primera Lectura de este Domingo XXII Ordinario del ciclo A nos encontramos la palabra פִּתִּיתַ֤נִי que se suele traducir precisamente como “ha seducido”, la palabra en hebreo está relacionada con “ofrecer lisonjas”, “arrastrar a alucinación”, “inducir”, “incitar”; en muchas versiones dice simplemente “engañar”: “Señor, Tú me engañaste y yo me dejé engañar” Jer 20,7ab. Jeremías acusa a Dios de haberlo “seducido”, porque le ofreció -cuando lo llamó al profetismo- hacerlo “columna de hierro”, “muralla de bronce”, “ciudad fortificada”; y en cambio, acaba de recibir una paliza y luego ha sido encadenado en el cepo de un día para otro por orden de Pashur, Sumo Sacerdote del Templo.


Jeremías nos revela cómo funcionan los mecanismos del Amor en su corazón. Uno esperaría que después de la tortura Jeremías desistiera, se ablandara y abandonara el profetismo. Pero, por el contrario, si leemos Jer 20, 3-6 vemos que insiste y le comunica a Pashur el cambio de nombre que le ha hecho el propio Dios que ahora lo bautiza Magor-missabib que en hebreo traduce “terror por doquiera” porque todos sus pasos estarán sembrados de miseria en lo sucesivo. Todos, al ir leyendo el Libro del Profeta nos preguntamos, ¿cómo es posible que persista? ¿por qué no decae? ¿por qué no se ha dado por vencido?

La perícopa de hoy, en su segunda parte nos responde este triple interrogante. Es la fuerza del amor. Cuando el amor es verdadero, no se da por vencido –como lo comentábamos en otro lugar- si Dios es Amor, todo amor tiene el ADN Divino y en el ADN Divino el cromosoma imperante y dominante es el de “eternidad”. Por eso el gen del amor es el de perdurar, el de la fidelidad, el del Amor-duradero. Muchos preguntaran enseguida ¿entonces, por qué se acaban los amores humanos? Hay dos respuestas que en resumidas cuentas es la misma: a) Porque no era verdadero Amor b) Porque estaba genéticamente enfermo, con una malformación en el cromosoma Amor.


¡Es asombroso! Salta con facilidad la pregunta por qué el ser humano sería la criatura más “perfecta”, el pináculo de la creación, y la respuesta orbita en torno a esta ADN-Divino: «Por más que se esfuerce una piedra nunca podrá amar. Ni siquiera las estrellas más lucientes o los planetas más alejados. Nunca las inmensidades inconmensurables del universo podrán pronunciar un: ¡te amo! Solamente la persona, por su imagen y semejanza con Dios por su alma inmortal, por su conocimiento, voluntad y corazón, está capacitada para amar.»[1]

Este Amor-Verdadero en Jeremías está descrito como un Amor no superficial, es un Amor-saludable, todos sus cromosomas llevan nítidos los rasgos que deben comunicar e infundir en su portador. En el lenguaje de esa época en la que vivió el profeta, él se interpreta a sí mismo como portador de una fuerza que se mueve, se agita, se expresa en la médula de sus huesos: esa fuerza para él es un “fuego”, “un fuego incontenible”, כְּאֵ֣שׁ בֹּעֶ֔רֶת עָצֻ֖ר בְּעַצְמֹתָ֑י “fuego como ardiendo encerrado en mis huesos”. Esta imagen ha sido empleada con mucha frecuencia por muchos poetas para aludir a un amor impetuoso, poderosísimo, grandioso, indómito.


«Señor, Dios fiel, ayúdanos a descubrirte en nuestras crisis; en ellas es donde tu amor y grandeza nos salvan. Ayúdanos a desenterrar semillas de esperanza para dejarlas germinar, crecer y dar fruto. ¡Señor, hoy somos Jeremías!... Jeremías es el mejor precursosr de Jesús. Su fidelidad a su Dios y a su pueblo anuncian ya el Mesías…»[2]

Todo mi ser, sediento está de ti

Una característica del enamorado es el ansia de estar cerca del ser amado. Quien haya estado enamorado sabe que se llega a un punto en que uno ya no puede estar lejos del ser amado y que su ausencia duele. Por allá en 1956 Erich Fromm nos ofreció El Arte de Amar, donde se refería a la ausencia, la separación y la soledad en estos términos: «La vivencia de la separatidad provoca angustia, es, por cierto, la fuente de toda angustia. Estar separado significa estar desvalido, ser incapaz de aferrar el mundo –las cosas y las personas- activamente; significa que el mundo puede invadirme sin que yo pueda reaccionar… La conciencia de la separación humana –sin la reunión por el amor- es la fuente de la vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y la angustia. .. La necesidad más profunda del hombre es… la…de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad… el pánico del aislamiento total sólo puede vencerse por medio de un retraimiento tan radical del mundo exterior que el sentimiento de separación se desvanece –porque el mundo exterior, del cual se está separado, ha desaparecido…El hombre –de todas las edades y culturas- enfrenta la solución de un problema… cómo superar la separatidad, cómo lograr la unión, cómo trascender la propia vida individual y encontrar compensación.»[3]


Por eso, se organiza un hogar, para ya no estar separados, eso permite pasar a una etapa de “presencia” y “compañía”. Así se procura trascender la separatidad de la pareja, pero ¿la separatidad respecto de la Divinidad, cómo podemos superarla? Ese abismo está expresado en Las Confesiones de San Agustín donde dice “porque nos criasteis para Vos, Oh Señor, y nuestros corazones estarán inquietos hasta que descansen en Vos” (Confesiones, Capítulo 1).


Del Salmo 63(62) tomamos  para este Domingo, los versos 2-6.8-9. Veamos la expresión de este anhelo inefable de Dios en su conato de verbalización, que toca cimas literarias –no en vano es el Mismo Espíritu Santo quien las inspira-:

a) Tú eres mi Dios,
b) Con ansias te busco
c) אַתָּ֗ה אֲ‍ֽשַׁחֲ֫רֶ֥ךָּ צָמְאָ֬ה לְךָ֨ ׀ נַפְשִׁ֗י pues tengo sed de ti (aquí empieza una metáfora)
d) mi ser entero te desea
e) בְּאֶֽרֶץ־צִיָּ֖ה וְעָיֵ֣ף בְּלִי־מָֽיִם׃ cual tierra árida, sedienta, sin agua.

En el curso de un noviazgo se dan las “citas”; también el Salmista se pone cita con su Amado, en el “Santuario” y da un pretexto para “encontrarse”: contemplar tu Poder y tu Gloria.


Luego le garantiza un “presente”: alabarle, bendecirle, levantar hacia Él las manos en oración.

Inicia luego otra metáfora: Esa cita va a producir una especie de “llenura”, de “satisfacción” comparable a la que produce un banquete.

Luego, en los versos 8-9 se da un abrazo amoroso; como bajo las alas de la Gallina los polluelos están abrigados y se sienten seguros; o los aguiluchos se sentirán firmemente protegidos por las alas del Águila; así la Presencia de Dios se compara con וּבְצֵ֖ל כְּנָפֶ֣יךָ אֲרַנֵּֽן׃ Alas que “dan felicidad”.


Concluye con la imagen del niño que camina נַפְשִׁ֣י אַחֲרֶ֑יךָ בִּ֝֗י תָּמְכָ֥ה יְמִינֶֽךָ׃ de la-Mano Derecha-que-no-lo-suelta.

Es un salmo de un huésped de YHWH, se va a vivir al santuario para habitar bajo las Alas del Águila y hay amor constante entre el aguilucho y El Águila.

El tema somático

San Pablo nos propone –en continuidad y coherencia interna de la Liturgia. Primero se nos explica del amor, luego, se ponen una cita, ahora ¿qué llevar?, porque no se puede llegar con las manos vacías, es necesario llevar un “presente”- llevar como θυσίαν ζῶσαν “presente”, como “ofrenda”, como “Sacrificio Viviente”; no algo externo, algo impersonal; sino un regalo personalizado, el más personalizado posible: nuestros propios “Cuerpos”: τὰ σώματα ὑμῶν “Los cuerpos de ustedes”.


Sin embargo, si lo traducimos así, se podría hasta pensar que se trata de un tipo de ofrenda pagana, como subirse uno mismo al Altar para que en él nos maten. Entonces, hay que traducir de otra manera. Primero hay que mirar que significa σῶμα “cuerpo” en aquella cultura, porque, en ese caso, σῶμα está más cerca de “persona” que de “cuerpo”. La propuesta es traducir por “ofrézcanse ustedes mismos”.

Unos cuantos renglones después, se nos dice algo más clarificador, ¿cómo es eso de ofrendarse a uno mismo”? consiste en “cambiar la manera de pensar”, o sea cambiar la manera de vivir; también ofrecer nuestro σῶμα esforzarse en conocer la Voluntad de Dios para ascender al conocimiento –mejor aún- para llegar al δοκιμάζειν discernimiento de τὸ ἀγαθὸν καὶ εὐάρεστον καὶ τέλειον. lo que es bueno, lo que es grato y lo que es perfecto Rm 12, 2.


Aquí se nos aparece otro concepto vertebral para los textos de hoy. Se trata del concepto de “cambio” De lo somático pasamos a “la conversión”, cuando dice la Carta a los Romanos que μεταμορφοῦσθε, o sea, “cambiar” la manera de pensar; esto implica transformación (que estrictamente es la etimología de la palabra), pero no se queda allí, sino que nos remolca hasta las ideas de “re-forma”, de “transfiguración”. Esta metamorfosis obliga a un cambio radical, un giro de 180º para optar por lo que es agradable a Dios, dejando de lado lo que es agradable a los hombres, lo que nos propone el “mundo”, los que Pablo llama μὴ συνσχηματίζεσθε τῷ αἰῶνι τούτῳ “los criterios del tiempo presente”, lo de la época, lo de esa edad, lo de moda, lo que está al uso. A esto hay que prestarle mucha atención porque en más de una ocasión, lo que rige y orienta nuestra dirección es lo que está en boga, y entonces, es cuando empezamos a estar desorientados. La brújula firme es “tratar de complacer a Dios” que es al Único que debemos tener complacido.

Convertirnos en odres nuevos

En el Santo Evangelio nos encontramos con pautas y pautas a granel. Hay una verdadera prodigalidad en todos los tesoros que se nos ofrecen; sin embargo tratar de incurrir en todos ellos nos llevaría a una prolijidad exagerada, completamente allende los alcances que nos hemos propuesto. Para mantenernos dentro de los límites, nos conformaremos con un asomo a dos o tres puntos.


El tema de la “conversión” se nos vuelve a proponer en ciertas palabras. Por ejemplo, cuando Pedro le dice a Jesús: “¡Dios no lo quiera Señor! Esto no te puede pasar” Jesús στραφεὶς “se da vuelta” (giro de 180º) viene del verbo στρέφω que también quiere decir “convertirse”, cambiar”, “cambiar de dirección”. Si bien se entiende aquí como un giro que da Jesús sobre su propio eje, hay que notar que este giro físico está concatenado con un rotundo “cambio” de actitud de Jesús, Él viene de reconocer a Pedro el mérito de identificarlo como Mesías y lo premia con la delegatoria de la Mayordomía, pero, a partir de este entrevista de Jesús-Pedro-aparte, lo fustigará con severidad llegando incluso a llamarlo  Σατανᾶ Satanás!, en tanto y cuanto, funge ahora como Tentador al proponerle esquivar la Voluntad del Padre rechazando los designios salvíficos del Dios. «La reacción de Pedro es de una importancia capital: revela nuestra lejanía de Dios. Pedro ama a Jesus: Lo ama como a sí mismo. En esto es humano, muy humano, aún más, diabólico: cree que el bien es lo que piensa él... la salvación consiste en cambio en pedir que hagamos lo que Él quiere»[4] «Quien es injusto o no lucha por la justicia no tiene nada que ver con la comunidad de Jesús, porque la lucha por la justicia es el alma de esa comunidad…Jesús es duro con Pedro y con todos nosotros, que pensamos servir a Dios y, al mismo tiempo, satisfacer nuestros caprichos… si esto fue dicho al jefe de la Iglesia, que había confesado hace poco la mayor verdad ¿qué no se dirá de nosotros, que traicionamos la causa de la justicia en cada momento que nos ofrecen una pequeña regalía?... No podemos quedarnos con los pies en dos canoas, luchando por la justicia y disfrutando de la injusticia…»[5]


Al llegar a esta perícopa del Evangelio de San Mateo llegamos a un punto de inflexión. Se acabó la Primera Parte del Evangelio de San Mateo. Entramos en la Segunda y el Domingo anterior y este de hoy, nos ha dado la oportunidad de sumergirnos en el episodio-medular de esta segunda parte: La comunidad reconoce en Jesús al Mesías, por boca de Pedro, le reconoce un “titulo” el mesiánico, pero; y eso es lo que estamos tratando ahora, desconoce el verdadero contenido de ese “título”. Esto lleva a la Comunidad discipular a necesitar de otro “Éxodo” que lo lleve de Egipto (el falso mesianismo) a la Tierra-Prometida, donde la Comunidad deja de ser sectaria, nacionalista, racial, regional para abrirse a ser Iglesia-católica, comprometida constructora del verdadero Reinado de Dios.

Se requiere un  στρέφω dejar de ver un mesías (así con minúscula), líder político-militar, caudillo y rey, para empezarlo a ver Mesías-Salvador-Redentor-Crucificado; sólo este éxodo nos puede llevar a verlo Transfigurado-Glorioso-Resucitado. Por eso la reacción de Pedro tienta a Jesús, pero Jesús rechaza la tentación.

«”Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos” que tenía que sufrir y resucitar… en esta expresión… hay un nuevo giro en la predicación de Jesús. En adelante se consagrará a sus discípulos y, una vez que han confesado su mesianidad tiene que hacerles comprender que su misión tiene que cumplirse a través de la muerte.»[6] «El resto del evangelio mostrará quien es realmente el Cristo y el Hijo de Dios: el misterio de Jesús, que Pedro apenas ha intuido, será proclamado sin equívocos solamente sobre el Calvario.»[7]

Una vez más se nos invita a “cambiar” la manera de pensar cuando Jesús le dice a Pedro “no ve la cosas como las ve Dios sino como las ven los hombres”. «Pedro es “piedra” no sólo por cuanto reconoce a Jesús, sino también por cuanto se mide dramáticamente con Él, reconociéndose piedra de tropiezo.»[8] Entonces Jesús nos va a dar una serie de indicaciones apuntando a marcar las pautas de ese cambio:

a)    Olvidarse de sí mismo
b)    Cargar con la propia cruz
c)    No afanarse en “salvar la propia vida”, o sea no estar egoístamente centrado sino descentrado en favor de los otros, nuestros prójimos.


Por tanto, superar la piedra de tropiezo-tentación (en griego σκάνδαλον scandalon) comporta arriesgarse, “jugársela toda”, ser capaz de sacrificarse, de darse, aventurarse a las profundidades de la generosidad, desacomodarse, ser generoso con el propio σῶμα, comprometiendo la personalidad entera en el seguimiento de Jesús, en el discipulado.

«La cruz es el signo de que la causa de los justos y oprimidos, aparentemente fracasada, es ya aceptada por el Padre, y que por lo tanto ellos ya no están abandonados, sino que deben entregarse con más fuerza y hacer reinar la justicia… Seguir a Jesús no es repetir las formas históricas der su fidelidad (absolutamente irrepetibles), sino redimir la experiencia de nuestra propia fidelidad y en la experiencia profética del Hijo de Dios encontramos la inspiración para nuestro profetismo: ser fieles a la causa del Padre en el tejido de nuestra historia.»[9]


Evidentemente estas cosas se escriben y se dicen con suma facilidad pero requieren cuarenta años de vagabundeo por el desierto, para dejar allí enterradas nuestras taras y malformaciones, en este peregrinar iremos cambiando de piel, para –por fin- llegar a ser hombres-nuevos cristificados. Nos permita Nuestro Dios Misericordioso hacer la travesía completa, bendecidos con el arropamiento de sus Alas.

«El Papa Benedicto XVI señala que el cristiano, sino encuentra el amor verdadero, ni siquiera puede llamarse cristiano, porque “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.»[10]


«La muerte del egoísmo es el nacimiento del amor. Uno, si quiere ser uno mismo, debe dejar de pensar en sí mismo: sólo entonces tiene su “rostro”, vuelto hacia el otro.»[11]




[1] Guerra, Héctor. L.C. Ledesma, Juan Pablo L.C. ¡VENID Y VEREÍS! Ed. Planeta. Barcelona –España 2009. p. 31
[2] Caravias, Joé L. sj. DE ABRAHÁN A JESÚS LA EXPERIENCIA PROGRESIVA DE DIOS EN LOS PERSONAJES BÍBLICOS. Ed. Tierra Nueva Quito – Ecuador 2001. p. 87.
[3] Fromm, Erich. EL ARTE DE AMAR Ed. Unión Bogotá D.C. Colombia. 2002 pp. 14-15
[4] Fausti. Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo. 2ª imp. Bogotá-Colombia 2011. pp.362.364
[5] Storniolo, Ivo. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MATEO. EL CAMINO DE LA JUSTICIA. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999 p. 141
[6] Le Poittevin, P y Charpentier, Etienne EL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO Ed. Verbo Divino. Estela (Navarra) – España. 1999 p. 51
[7] Fausti. Silvano. Op. Cit  p. 362
[8] Ibid p. 364
[9] Galilea, Segundo. EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. Ed. San Pablo. Santafé de Bogotá- Colombia 1999. pp. 76-77
[10] Benedicto XVI, DEUS CARITAS EST, 1. Citado por Guerra, Héctor. L.C. Ledesma, Juan Pablo L.C. Op. Cit. p. 31
[11] Fausti. Silvano. Op. Cit. p. 365

sábado, 23 de agosto de 2014

POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL



“…definimos que por todos los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe… que la Sede Apostólica y el Romano Pontífice tiene el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro,…”
Dz. 694.

Concédeme , Señor,
un amor grande por tu Iglesia,
pues es por medio de ella
que me siento amado y salvado por Ti;
 es por medio de ella
que me abrazas y perdonas;…

Averardo Dini


Nuestras cosechas serán abundantes

Jesús pronuncia una bienaventuranza que recae sobre Pedro, pero que a través de Pedro  se hace extensiva a todos nosotros, los que reconocemos a Jesús como el Mesías:


Μακάριος εἶ, Σίμων Βαριωνᾶ, ὅτι σὰρξ καὶ αἷμα οὐκ ἀπεκάλυψέν σοι ἀλλ’ ὁ Πατήρ μου ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς. “Bienaventurado tú, Simón hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del Cielo” Mt 16, 17.

El tema es el del verbo eje: ἀπεκάλυψέν /ἀποκαλύπτω que significa, descubrir, retirarle el velo, develar, mostrar, exponer, poner a la luz. Este verbo griego nos habla del conocimiento de realidades trascendentes, de “cosas”, de “verdades” que están fuera de nuestro alcance, pero que por una especial Bondad de Dios, nos son dadas. Sus planes, sus arcanos (arcano es aquello que está encerrado en el arca o arcón, su develamiento, en ese caso, consistiría en sacarlo del arca) nos son develados, necesitan ser transportados, por así decirlo de la Dimensión Celestial a la Dimensión terrena y, además, requieren ser traducidos, también es una manera de expresar que provienen de un “idioma” que está fuera de nuestro alcance. Pongámoslo en estos términos, por más esfuerzo que hagamos nuestra inteligencia no lo puede “alcanzar”, sólo Dios El-Infinitamente-Bondadoso puede regalarlo, luego es una “suerte”, una “bendición, un “don”, es puro “regalo”. Ahí mismo debemos adjuntar, no es premio, no es contraprestación por algún mérito, insistimos enfáticos, es puro “don”, “dádiva” emanada de la Generosidad Plena, que espera nada a cambio. Recordemos que el Amor de Dios en lengua griega, es  ἀγάπη un amor que no se busca a sí mismo sino que su único interés es el bien del destinatario.

La palabra bienaventurado habla de promesa, de un futuro feliz, de que le sobrevendrán cosas agradables, que su futuro será fructífero, siendo una idea nacida en el seno de culturas agrarias, está relacionado con cosechas abundantes. Así pues esta palabra vaticina vida en abundancia, vida en plenitud, decimos nosotros los creyentes cristianos. Esta plenitud de vida forma parte de un proceso de pleromización, es decir, proceso de incorporación de la criatura al cuerpo Místico de Cristo, que el Doctor Enrique Neira Fernández define como la «compleción de lo creado y lo Increado teniendo como centro a Cristo»[1]

No podemos pensar la relación de Jesús con sus “amigos” y “discípulos” como que Él sacó un carnet del bolsillo y se identificó como Mesías ante ellos. Ya hemos insistido abundantemente que Dios no se revela de “una sola vez”, digamos que su revelación no se da “de golpe y porrazo”. Esta manifestación de lo Divino de Jesús en humanidad Encarnado tuvo que revestir un carácter de procesualidad.

El Mesías, denominado “Hijo de Hombre” en el profeta Daniel, está precisado con unos rasgos definitorios: ¿Quién es el Mesías? ¿Cuáles son los rasgos mesiánicos del Hijo de Hombre? Veámoslos en Daniel 7, 13:



a)    Venía entre las nubes (ya hemos visto que este es un signo teofánico)
b)    Fue donde estaba el Anciano (figura de Dios Padre)
c)    Le fue dado el poder, la gloria y el Reino
d)    Gente de todas las naciones y lenguas le servían.
e)    Su poder será siempre el mismo y su reino jamás será destruido (reinado eterno o sea reinado de Dios porque todo reino humano es “temporal”).

Ahora, precisemos: El Mesías es Rey, primero que todo es Rey. Pero su Reinado tiene una razón de ser, el Rey no es Rey por y para sí mismo. El Rey está puesto para gobernar, o sea, que el Rey es Rey para prestar un servicio a los otros, a sus “súbditos”. ¿Cómo sería “deseable” que gobernara el Rey? De manera tal que cada uno pueda “realizarse”, llegar a ser lo más plenamente, lo más cabalmente todo lo que puede ser esa persona. Es por eso que la Realeza Mesiánica encierra en sí los conceptos de liberación y de justicia. Liberación porque cualquiera necesita estar desatado para hacer mejor y todo lo que puede, y justicia porque da a cada uno según lo que necesita y pide y espera de cada uno todo y sólo lo que puede dar. Tan exacto como el rey que se encontró el Principito en uno de los asteroides que visitó: “A cada uno hay que exigirle lo que cada uno puede dar”. De manera tal que el Rey-Mesías tiene que ser justísimo y liberador para que sea el mismo tiempo nuestro Salvador: Nuestra salvación radica en que seamos libres y recibamos según justicia. Mesías es de por sí Rey porque para tal fue Ungido y ese es el significado primigenio de la palabra Mesías, “el Ungido”.



Seguramente nuestra ingenuidad nos hace imaginar sin mayor reflexión al rey como gobernante con ejércitos, probablemente porque así son los reyes que se han dado en la tierra y quienes han confiado su autoridad en el “poder” opresor y avasallador de las armas, de los combatientes, de la muerte. Pero un Rey-Dios nos obliga a llevar nuestra imaginación y nuestro corazón hasta las fronteras de lo Divino; y para alcanzar a ver tan allá, requerimos que Dios mismo nos habrá una “ventana” hacia su “realidad”. A esta ventana la llamamos Ἀποκάλυψις “Apocalipsis”. Y este rey-Mesías revelado se confía no a los poderes de la muerte sino a los poderes de la vida. El Mesías es, Hijo de Dios, y Dios es un Dios de vivos y no de muertos (Cfr. Mt 22, 32b).

El Mesías llama a unos, estos son sus convocados, sus “discípulos”; y la reunión de sus discípulos, de sus convocados forma la Ekklésia. Bueno, si pensamos en los reyes terrenales diríamos que son sus “Ministros”, palabra que deriva del latín, minister y que significa “el que sirve”, el que se abaja, el que se hace menos, por oposición al “magister”, el que se hace más. Entre esos “sirvientes”, se elige un “mayordomo” (de entre los que se hacen “menos” en la casa, se elige el que será puesto al frente, el “mayordomo” maior-domus. Este Mayordomo, en el léxico político vendría a ser el Primer Ministro. Jesús, el Mesías, (en griego “el Cristo”) de entre sus doce Ministros se elige un Mayordomo, y este será Pedro, en cuya cátedra (καϴεδρα silla en griego) se han sentado 111 sucesores.

Elección del Mayordomo

La Primera Lectura está tomada del profeta Isaías. Es del capítulo 22, por tanto es una perícopa extractada del Proto-Isaías. En Isaías 22, 22 leemos:
וְנָתַתִּ֛י מַפְתֵּ֥חַ בֵּית־דָּוִ֖ד עַל־שִׁכְמֹ֑ו וּפָתַח֙ וְאֵ֣ין סֹגֵ֔ר וְסָגַ֖ר וְאֵ֥ין פֹּתֵֽחַ׃

“Pondré la llave de la Casa de David en sus hombros, de manera que lo que abra nadie lo cierre; y lo que él cierre, ninguno lo abrirá”.


Ponerle en los hombros es colgarle (con un cordel, de la nuca) el llavero, para que nadie pueda usurparle la “llave”; para que él esté pendiente de la llave y así esté dormido no se la puedan “arrebatar” porque se daría cuenta.

Vemos en esta autoridad que se le asignan “amplios poderes”, están expresados de una forma que se podría reinterpretar como “de ninguna manera lo voy a desautorizar”, o “no lo contradiré, sino que sus decisiones contaran con mi respaldo”. «Lo que ates en la tierra. Atar y desatar significa prohibir y permitir, interpretando auténticamente la Palabra. Además significa admitir y excluir de la comunidad… se le da el don/compromiso de decir lo que es conforme o no con ella y, por consiguiente, quien pertenece o no al reino.»[2]

Aún cabe resaltar que Jesús es de la Casa de David, como nos lo enfatizó la cananea del Domingo Anterior que lo llamaba a gritos diciéndole “Hijo de David”.


Entonces, estas Lecturas son para el Romano Pontífice, que se encierre él en sus aposentos y se las lea él.

¡No es así! A través de Pedro todos estamos implicados. Todos nosotros, los creyentes somos discípulos, nos compete tener presente y muy presente este valor unificador del Papa. De muchas maneras nuestra unidad se mediatiza por medio de esta figura sucesora. Si bien Jesucristo es nuestra Piedra Angular, Él se escogió para Sí un mayordomo, a quien le colgó la Llave en los hombros, para mantener en nuestra diversidad una “Piedra” de unificación. Su ejercicio, su  ministerio no es el de Rey, pues Uno sólo es Nuestro Rey y Señor, y Ese es Jesucristo Nuestro Salvador (Jesús=Dios Salva); pero en el proceso Cristogenético (el Dr. Neira define este concepto Teilhardiano como “Elaboración en el curso de la evolución del Cristo Total, es decir de la Humanidad unida a Cristo”) el vector unificador está encargado al Sumo Pontífice, nuestro Papa.


Además, esta revelación no es sólo para el Papa; todos la disfrutamos, todos somos bienaventurados. A través del Mayordomo todos somos Ekklésia, esta Iglesia sigue, con la Voz de Jesucristo y en su Santo Nombre llamando. Y hemos sido llamados, llamados para que llamemos a otros, porque es una cadena testimonial. ¿Descubrimos en todo ello la importancia de la institución de esta Mayordomía que estaba en el Corazón de Dios desde los tiempos de Isaías (nombre que significa YHWH es el salvador)?.

Hijo de Hombre

En el Libro de Daniel, ya lo hemos dicho, aparece esta profecía, donde el Mesías es como (parecido a) un Hijo del Hombre. Ya hemos dicho también, que Dios se revela, en el Antiguo Testamento, en lo referente a כְּבַ֥ר “uno como Hijo de Hombre”; no es propiamente Hijo de Hombre sino “como”, “semejante”, “parecido”.

Cómo se revela Jesús a Pedro, cómo le comunica el que no es Hijo de Hombre sino “como una Hijo de Hombre” porque siendo humano es Dios, es como, pero no es exactamente. Él es completamente hombre pero también es totalmente Dios. Y se lo comunica a Pedro con la segunda frase de la perícopa de este Domingo XXI del Tiempo Ordinario, del ciclo A: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” Mt 16, 13b.


Así que Dios no le reveló a Pedro como en los tiempos de Daniel que se reveló por medio de Daniel que era carne y sangre σὰρξ καὶ αἷμα; sino a través del que es Dios y Hombre. No es que Pedro sea “inteligentísimo”, es que Jesús, Dios-y-hombre, le da la pista. El mérito de Pedro está en que conocía lo suficiente de la Escritura, y andaba al lado de Uno-como-Hijo-de-Hombre, los dos Elementos que en su mente y corazón lo forjan como criatura nueva, puso al lado de la Palabra de su Maestro la Palabra de la Escritura: «Esta respuesta genera a Pedro y lo hace hombre nuevo, participe del secreto de Dios. Con una sorpresa ulterior deberá comprender luego que “el” Cristo no es el que él piensa sino un Cristo inesperado para él; descubrirá también que “el” Hijo de Dios es un Hijo que ni siquiera él sospecha, y que el Dios vivo es otro, distinto del que él imagina.»[3]

En la Carta a los Romanos

Leemos: ὅτι ἐξ αὐτοῦ καὶ δι’ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν τὰ πάντα· αὐτῷ ἡ δόξα εἰς τοὺς αἰῶνας· ἀμήν. “Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él le gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

La propuesta consiste en mirar estas proposiciones: ἐξ de, δι’ por y εἰς para.

“De” implica origen, causa, procedencia, tomado de entre, o que sale o brota de su seno, de su interior. O sea que Él es la fuente de la que brota la Creación entera. Es Dios Creador. Teológicamente hablando sería Alfa.

“Por” Él lo justifica, a través, es mediación, es instrumentalidad, en el sentido en que no se activaría sino fuera porque la causa Primera se movió, Jesús, Dios-Hijo movió al Padre (Causa Primera) y hubo Creación, y brotaron las criaturas. Teológicamente hablando serían todas las letras intermedias entre Alfa y Omega (intervalo abierto, no se incluyen los extremos).

“Para” significa finalidad, meta, con un propósito específico y particular; como cuando digo que corte esta rosa “para” llevártela a ti, casi se podría implicar que de no haber sido por ti, la rosa no habría sido cortada y yo habría pasado de largo. De no haber sido por Jesús, nada habría sido Creado. Teológicamente hablando sería el Omega.

Nos parece enriquecedora la perspectiva Teilhardiana sobre este tema: «En 23 de septiembre de 1950, en el curso de una plática, Teilhard nos decía esto, poco más o menos:


Se puede considerar al Cristo histórico como el punto de partida de un movimiento religioso crístico: el Cristo histórico puede compararse a una especie de puntal sobre el que se ha edificado la bóveda, la religión crística. Si se quita a Cristo la cualidad de haber existido como elemento real, el movimiento cristiano se desplomaría….

El Cristo histórico aporta un elemento de realidad, de cosmicidad concreta.  Se necesita una célula, un germen para que el edificio se mantenga biológicamente. Si se quita a Cristo el hecho de haber sido una chispa, una célula biológica, todo el edificio queda inseguro.»[4]


La humanidad está llamada a “clonar” a Jesucristo-clonación no laboratorista sino evolutiva; su existencia biológica era indispensable para hacer factible el mapa génico para sus “clones”. Este cimiento-simiente es bio-teológicamente hablando la “Piedra Angular”.

Pero hay más todavía: «El Verbo, como Dios es eterno. Pero no deja de tener una cara evolutiva a través de su humanidad: su Cuerpo místico está en perpetuo devenir, puesto que no cesa de totalizarse y madurar hasta la Parusía… así pues en el Cristo Evolucionador, se juntan el Dios trascendente, el Dios del Hacia-Arriba, del antiguo Testamento y el Deus evolutivus, el Dios-evolutivo del Hacia-Adelante recientemente descubierto por los panteísmos humanitarios, y la charnela que articula ambos es el Evangelio con su Dios encarnado.»[5]


Así Jesús es Causa, Efecto y Finalidad de todas las cosas, pero muy especialmente nuestra, del género humano, porque vive desde la eternidad, es prototipo perfecto y nos atrae con su “polaridad” hacia lo ultrahumano, el Pleroma. De esta manera la expresión Jesucristo es “Señor del tiempo y de la historia” transporta y comunica un sentido de vida, un direccionamiento, una vectorialidad de vida y no sólo de la vida individual y personal sino de la vida comunitaria, corporativa. «Es la dialéctica del despegue para ponerse en órbita, del desapego terrenal para el apego de lo divino, de la muerte para llegar a la vida! Es este uno de los principios espirituales más acordes con el evangelio de Cristo.»[6]





[1] Neira Fernández, Enrique. CIENCIA, EVOLUCIÓN Y CRISTIANISMO SIGLO XXI. A LA LUZ DE TEILHARD DE CHARDIN. Folleto-Síntesis de su obra DEL αLFA AL ΩMEGA. EL PENSAMIENTO EVOLUTIVO DE TEILHARD DE CHARDIN. 2014
[2] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2011 p. 359
[3] Fausti, Silvano Loc Cit.
[4] Cuénot, Claude. TEILHARD DE CHARDIN Ed. Labor S.A. Barcelona-España 1966 p. 119
[5] Ibid. p. 118
[6] Neira Fernández, Enrique. Loc. Cit. p.41