sábado, 23 de agosto de 2014

POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL



“…definimos que por todos los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe… que la Sede Apostólica y el Romano Pontífice tiene el primado sobre todo el orbe y que el mismo Romano Pontífice es el sucesor del bienaventurado Pedro,…”
Dz. 694.

Concédeme , Señor,
un amor grande por tu Iglesia,
pues es por medio de ella
que me siento amado y salvado por Ti;
 es por medio de ella
que me abrazas y perdonas;…

Averardo Dini


Nuestras cosechas serán abundantes

Jesús pronuncia una bienaventuranza que recae sobre Pedro, pero que a través de Pedro  se hace extensiva a todos nosotros, los que reconocemos a Jesús como el Mesías:


Μακάριος εἶ, Σίμων Βαριωνᾶ, ὅτι σὰρξ καὶ αἷμα οὐκ ἀπεκάλυψέν σοι ἀλλ’ ὁ Πατήρ μου ὁ ἐν τοῖς οὐρανοῖς. “Bienaventurado tú, Simón hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y sangre, sino mi Padre del Cielo” Mt 16, 17.

El tema es el del verbo eje: ἀπεκάλυψέν /ἀποκαλύπτω que significa, descubrir, retirarle el velo, develar, mostrar, exponer, poner a la luz. Este verbo griego nos habla del conocimiento de realidades trascendentes, de “cosas”, de “verdades” que están fuera de nuestro alcance, pero que por una especial Bondad de Dios, nos son dadas. Sus planes, sus arcanos (arcano es aquello que está encerrado en el arca o arcón, su develamiento, en ese caso, consistiría en sacarlo del arca) nos son develados, necesitan ser transportados, por así decirlo de la Dimensión Celestial a la Dimensión terrena y, además, requieren ser traducidos, también es una manera de expresar que provienen de un “idioma” que está fuera de nuestro alcance. Pongámoslo en estos términos, por más esfuerzo que hagamos nuestra inteligencia no lo puede “alcanzar”, sólo Dios El-Infinitamente-Bondadoso puede regalarlo, luego es una “suerte”, una “bendición, un “don”, es puro “regalo”. Ahí mismo debemos adjuntar, no es premio, no es contraprestación por algún mérito, insistimos enfáticos, es puro “don”, “dádiva” emanada de la Generosidad Plena, que espera nada a cambio. Recordemos que el Amor de Dios en lengua griega, es  ἀγάπη un amor que no se busca a sí mismo sino que su único interés es el bien del destinatario.

La palabra bienaventurado habla de promesa, de un futuro feliz, de que le sobrevendrán cosas agradables, que su futuro será fructífero, siendo una idea nacida en el seno de culturas agrarias, está relacionado con cosechas abundantes. Así pues esta palabra vaticina vida en abundancia, vida en plenitud, decimos nosotros los creyentes cristianos. Esta plenitud de vida forma parte de un proceso de pleromización, es decir, proceso de incorporación de la criatura al cuerpo Místico de Cristo, que el Doctor Enrique Neira Fernández define como la «compleción de lo creado y lo Increado teniendo como centro a Cristo»[1]

No podemos pensar la relación de Jesús con sus “amigos” y “discípulos” como que Él sacó un carnet del bolsillo y se identificó como Mesías ante ellos. Ya hemos insistido abundantemente que Dios no se revela de “una sola vez”, digamos que su revelación no se da “de golpe y porrazo”. Esta manifestación de lo Divino de Jesús en humanidad Encarnado tuvo que revestir un carácter de procesualidad.

El Mesías, denominado “Hijo de Hombre” en el profeta Daniel, está precisado con unos rasgos definitorios: ¿Quién es el Mesías? ¿Cuáles son los rasgos mesiánicos del Hijo de Hombre? Veámoslos en Daniel 7, 13:



a)    Venía entre las nubes (ya hemos visto que este es un signo teofánico)
b)    Fue donde estaba el Anciano (figura de Dios Padre)
c)    Le fue dado el poder, la gloria y el Reino
d)    Gente de todas las naciones y lenguas le servían.
e)    Su poder será siempre el mismo y su reino jamás será destruido (reinado eterno o sea reinado de Dios porque todo reino humano es “temporal”).

Ahora, precisemos: El Mesías es Rey, primero que todo es Rey. Pero su Reinado tiene una razón de ser, el Rey no es Rey por y para sí mismo. El Rey está puesto para gobernar, o sea, que el Rey es Rey para prestar un servicio a los otros, a sus “súbditos”. ¿Cómo sería “deseable” que gobernara el Rey? De manera tal que cada uno pueda “realizarse”, llegar a ser lo más plenamente, lo más cabalmente todo lo que puede ser esa persona. Es por eso que la Realeza Mesiánica encierra en sí los conceptos de liberación y de justicia. Liberación porque cualquiera necesita estar desatado para hacer mejor y todo lo que puede, y justicia porque da a cada uno según lo que necesita y pide y espera de cada uno todo y sólo lo que puede dar. Tan exacto como el rey que se encontró el Principito en uno de los asteroides que visitó: “A cada uno hay que exigirle lo que cada uno puede dar”. De manera tal que el Rey-Mesías tiene que ser justísimo y liberador para que sea el mismo tiempo nuestro Salvador: Nuestra salvación radica en que seamos libres y recibamos según justicia. Mesías es de por sí Rey porque para tal fue Ungido y ese es el significado primigenio de la palabra Mesías, “el Ungido”.



Seguramente nuestra ingenuidad nos hace imaginar sin mayor reflexión al rey como gobernante con ejércitos, probablemente porque así son los reyes que se han dado en la tierra y quienes han confiado su autoridad en el “poder” opresor y avasallador de las armas, de los combatientes, de la muerte. Pero un Rey-Dios nos obliga a llevar nuestra imaginación y nuestro corazón hasta las fronteras de lo Divino; y para alcanzar a ver tan allá, requerimos que Dios mismo nos habrá una “ventana” hacia su “realidad”. A esta ventana la llamamos Ἀποκάλυψις “Apocalipsis”. Y este rey-Mesías revelado se confía no a los poderes de la muerte sino a los poderes de la vida. El Mesías es, Hijo de Dios, y Dios es un Dios de vivos y no de muertos (Cfr. Mt 22, 32b).

El Mesías llama a unos, estos son sus convocados, sus “discípulos”; y la reunión de sus discípulos, de sus convocados forma la Ekklésia. Bueno, si pensamos en los reyes terrenales diríamos que son sus “Ministros”, palabra que deriva del latín, minister y que significa “el que sirve”, el que se abaja, el que se hace menos, por oposición al “magister”, el que se hace más. Entre esos “sirvientes”, se elige un “mayordomo” (de entre los que se hacen “menos” en la casa, se elige el que será puesto al frente, el “mayordomo” maior-domus. Este Mayordomo, en el léxico político vendría a ser el Primer Ministro. Jesús, el Mesías, (en griego “el Cristo”) de entre sus doce Ministros se elige un Mayordomo, y este será Pedro, en cuya cátedra (καϴεδρα silla en griego) se han sentado 111 sucesores.

Elección del Mayordomo

La Primera Lectura está tomada del profeta Isaías. Es del capítulo 22, por tanto es una perícopa extractada del Proto-Isaías. En Isaías 22, 22 leemos:
וְנָתַתִּ֛י מַפְתֵּ֥חַ בֵּית־דָּוִ֖ד עַל־שִׁכְמֹ֑ו וּפָתַח֙ וְאֵ֣ין סֹגֵ֔ר וְסָגַ֖ר וְאֵ֥ין פֹּתֵֽחַ׃

“Pondré la llave de la Casa de David en sus hombros, de manera que lo que abra nadie lo cierre; y lo que él cierre, ninguno lo abrirá”.


Ponerle en los hombros es colgarle (con un cordel, de la nuca) el llavero, para que nadie pueda usurparle la “llave”; para que él esté pendiente de la llave y así esté dormido no se la puedan “arrebatar” porque se daría cuenta.

Vemos en esta autoridad que se le asignan “amplios poderes”, están expresados de una forma que se podría reinterpretar como “de ninguna manera lo voy a desautorizar”, o “no lo contradiré, sino que sus decisiones contaran con mi respaldo”. «Lo que ates en la tierra. Atar y desatar significa prohibir y permitir, interpretando auténticamente la Palabra. Además significa admitir y excluir de la comunidad… se le da el don/compromiso de decir lo que es conforme o no con ella y, por consiguiente, quien pertenece o no al reino.»[2]

Aún cabe resaltar que Jesús es de la Casa de David, como nos lo enfatizó la cananea del Domingo Anterior que lo llamaba a gritos diciéndole “Hijo de David”.


Entonces, estas Lecturas son para el Romano Pontífice, que se encierre él en sus aposentos y se las lea él.

¡No es así! A través de Pedro todos estamos implicados. Todos nosotros, los creyentes somos discípulos, nos compete tener presente y muy presente este valor unificador del Papa. De muchas maneras nuestra unidad se mediatiza por medio de esta figura sucesora. Si bien Jesucristo es nuestra Piedra Angular, Él se escogió para Sí un mayordomo, a quien le colgó la Llave en los hombros, para mantener en nuestra diversidad una “Piedra” de unificación. Su ejercicio, su  ministerio no es el de Rey, pues Uno sólo es Nuestro Rey y Señor, y Ese es Jesucristo Nuestro Salvador (Jesús=Dios Salva); pero en el proceso Cristogenético (el Dr. Neira define este concepto Teilhardiano como “Elaboración en el curso de la evolución del Cristo Total, es decir de la Humanidad unida a Cristo”) el vector unificador está encargado al Sumo Pontífice, nuestro Papa.


Además, esta revelación no es sólo para el Papa; todos la disfrutamos, todos somos bienaventurados. A través del Mayordomo todos somos Ekklésia, esta Iglesia sigue, con la Voz de Jesucristo y en su Santo Nombre llamando. Y hemos sido llamados, llamados para que llamemos a otros, porque es una cadena testimonial. ¿Descubrimos en todo ello la importancia de la institución de esta Mayordomía que estaba en el Corazón de Dios desde los tiempos de Isaías (nombre que significa YHWH es el salvador)?.

Hijo de Hombre

En el Libro de Daniel, ya lo hemos dicho, aparece esta profecía, donde el Mesías es como (parecido a) un Hijo del Hombre. Ya hemos dicho también, que Dios se revela, en el Antiguo Testamento, en lo referente a כְּבַ֥ר “uno como Hijo de Hombre”; no es propiamente Hijo de Hombre sino “como”, “semejante”, “parecido”.

Cómo se revela Jesús a Pedro, cómo le comunica el que no es Hijo de Hombre sino “como una Hijo de Hombre” porque siendo humano es Dios, es como, pero no es exactamente. Él es completamente hombre pero también es totalmente Dios. Y se lo comunica a Pedro con la segunda frase de la perícopa de este Domingo XXI del Tiempo Ordinario, del ciclo A: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” Mt 16, 13b.


Así que Dios no le reveló a Pedro como en los tiempos de Daniel que se reveló por medio de Daniel que era carne y sangre σὰρξ καὶ αἷμα; sino a través del que es Dios y Hombre. No es que Pedro sea “inteligentísimo”, es que Jesús, Dios-y-hombre, le da la pista. El mérito de Pedro está en que conocía lo suficiente de la Escritura, y andaba al lado de Uno-como-Hijo-de-Hombre, los dos Elementos que en su mente y corazón lo forjan como criatura nueva, puso al lado de la Palabra de su Maestro la Palabra de la Escritura: «Esta respuesta genera a Pedro y lo hace hombre nuevo, participe del secreto de Dios. Con una sorpresa ulterior deberá comprender luego que “el” Cristo no es el que él piensa sino un Cristo inesperado para él; descubrirá también que “el” Hijo de Dios es un Hijo que ni siquiera él sospecha, y que el Dios vivo es otro, distinto del que él imagina.»[3]

En la Carta a los Romanos

Leemos: ὅτι ἐξ αὐτοῦ καὶ δι’ αὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν τὰ πάντα· αὐτῷ ἡ δόξα εἰς τοὺς αἰῶνας· ἀμήν. “Porque de Él y por Él y para Él son todas las cosas. A Él le gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

La propuesta consiste en mirar estas proposiciones: ἐξ de, δι’ por y εἰς para.

“De” implica origen, causa, procedencia, tomado de entre, o que sale o brota de su seno, de su interior. O sea que Él es la fuente de la que brota la Creación entera. Es Dios Creador. Teológicamente hablando sería Alfa.

“Por” Él lo justifica, a través, es mediación, es instrumentalidad, en el sentido en que no se activaría sino fuera porque la causa Primera se movió, Jesús, Dios-Hijo movió al Padre (Causa Primera) y hubo Creación, y brotaron las criaturas. Teológicamente hablando serían todas las letras intermedias entre Alfa y Omega (intervalo abierto, no se incluyen los extremos).

“Para” significa finalidad, meta, con un propósito específico y particular; como cuando digo que corte esta rosa “para” llevártela a ti, casi se podría implicar que de no haber sido por ti, la rosa no habría sido cortada y yo habría pasado de largo. De no haber sido por Jesús, nada habría sido Creado. Teológicamente hablando sería el Omega.

Nos parece enriquecedora la perspectiva Teilhardiana sobre este tema: «En 23 de septiembre de 1950, en el curso de una plática, Teilhard nos decía esto, poco más o menos:


Se puede considerar al Cristo histórico como el punto de partida de un movimiento religioso crístico: el Cristo histórico puede compararse a una especie de puntal sobre el que se ha edificado la bóveda, la religión crística. Si se quita a Cristo la cualidad de haber existido como elemento real, el movimiento cristiano se desplomaría….

El Cristo histórico aporta un elemento de realidad, de cosmicidad concreta.  Se necesita una célula, un germen para que el edificio se mantenga biológicamente. Si se quita a Cristo el hecho de haber sido una chispa, una célula biológica, todo el edificio queda inseguro.»[4]


La humanidad está llamada a “clonar” a Jesucristo-clonación no laboratorista sino evolutiva; su existencia biológica era indispensable para hacer factible el mapa génico para sus “clones”. Este cimiento-simiente es bio-teológicamente hablando la “Piedra Angular”.

Pero hay más todavía: «El Verbo, como Dios es eterno. Pero no deja de tener una cara evolutiva a través de su humanidad: su Cuerpo místico está en perpetuo devenir, puesto que no cesa de totalizarse y madurar hasta la Parusía… así pues en el Cristo Evolucionador, se juntan el Dios trascendente, el Dios del Hacia-Arriba, del antiguo Testamento y el Deus evolutivus, el Dios-evolutivo del Hacia-Adelante recientemente descubierto por los panteísmos humanitarios, y la charnela que articula ambos es el Evangelio con su Dios encarnado.»[5]


Así Jesús es Causa, Efecto y Finalidad de todas las cosas, pero muy especialmente nuestra, del género humano, porque vive desde la eternidad, es prototipo perfecto y nos atrae con su “polaridad” hacia lo ultrahumano, el Pleroma. De esta manera la expresión Jesucristo es “Señor del tiempo y de la historia” transporta y comunica un sentido de vida, un direccionamiento, una vectorialidad de vida y no sólo de la vida individual y personal sino de la vida comunitaria, corporativa. «Es la dialéctica del despegue para ponerse en órbita, del desapego terrenal para el apego de lo divino, de la muerte para llegar a la vida! Es este uno de los principios espirituales más acordes con el evangelio de Cristo.»[6]





[1] Neira Fernández, Enrique. CIENCIA, EVOLUCIÓN Y CRISTIANISMO SIGLO XXI. A LA LUZ DE TEILHARD DE CHARDIN. Folleto-Síntesis de su obra DEL αLFA AL ΩMEGA. EL PENSAMIENTO EVOLUTIVO DE TEILHARD DE CHARDIN. 2014
[2] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2011 p. 359
[3] Fausti, Silvano Loc Cit.
[4] Cuénot, Claude. TEILHARD DE CHARDIN Ed. Labor S.A. Barcelona-España 1966 p. 119
[5] Ibid. p. 118
[6] Neira Fernández, Enrique. Loc. Cit. p.41

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