viernes, 28 de febrero de 2025

Sábado de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario

 


Eclo 17, 1-15

Estableció con ellos una Alianza perpetua y les enseñó sus decretos.

Sir 17, 12

Los judíos, al principio, visualizaban la vida como un segmento encerrado entre dos paréntesis de oscuridad y vacío, después de eso, otra vez la nada. Ya hemos dicho que este Libro data del II Siglo a.C. la perícopa nos deja entrever que falta todavía mucho para entrar en la Revelación de que el ser humano tiene un momento de nacimiento, pero -pese a tener una muerte física- está destinado a levantarse en una Realidad Trascendente, que genéricamente denominamos “la Otra Vida”. Sólo al llegar la Revelación de Jesucristo, se rasga el Velo y nos es dado tener una visión -todavía no perfecta- pero si, más clara. (Como nos lo previene San Pablo, sólo veremos las cosas como son al llegar a la Santísima Presencia, mientras tanto, vemos como en un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conocemos parcialmente, pero entonces conoceremos con plenitud (Cfr. 1Cor 13,12))

 

En aquel momento lo que alcanzaba a entender el hagiógrafo, era una visión del ser humano, criatura puesta al mando y control con tres potencias que Dios le entregaba en su delegación de ¡administrador”: autoridad, fuerza y hegemonía. Todo esto desaparecía con el entierro, cuando el ser humano recuperaba la “nada” de la tierra.

 

Esta hegemonía tenía un rostro: el temor de todas las criaturas al hombre. Su hegemonía sobre la Creación está dada como conocimiento, entendimiento y discernimiento para segregar el bien del mal. Esto hay que pensarlo y usarlo con cuidado, porque a veces, -precisamente a causa del endurecimiento del corazón- nos cuesta tantísimo discernir, que nos mandamos de cabeza al abismo.

 

Tomemos un ejemplo, Dios nos socorrió la capacidad de asombrarnos de sus Obras, y gozar de sus Maravillas; pero inexplicablemente y de manera muy fácil, saltamos a una neblina mental, donde la “Serpiente” de nuevo nos seduce con sus falsedades, y el corazón pierde ese poder “estético” del asombro. En vez de la Alabanza y la Glorificación del Señor, caemos en la extracción desmesurada y la explotación hasta el daño de la “Casa Común”. Pensemos sólo por un momento en la calamidad ecológica que ha acarreado nuestro proceder irreflexivo con la realidad de la Creación.

 

Es el caso, sin querer, ni pretender agotar el asunto, tan multifacéticamente complejo que, Dios nos enseñó desde el principio la fraternidad, la solidaridad, la compasión, la acogida para que viviéramos armónicamente y pudiéramos expandir y ejercitar la sinodalidad, pero nosotros hemos llevado a limites exponenciales la fabricación de los más sutiles e “inteligentes” quijadas de burro; y, hemos perfeccionado la lógica que promueve la cultura de la muerte. No sabemos andar juntos, con excepción del pequeño tramo cuando invitamos al “hermano a dar un paseo, hasta que logramos llevarlo al campo -donde confiamos estar a salvo de testigos-, para atacarlo y matarlo (Cfr. Gn 4, 8).


 

Muchas veces se ha leído esta perícopa como un certificado, una cédula de autorización para hacer lo que más “convenga” a nuestros bajos intereses, alegando que “Dios nos dio el derecho”. La perícopa concluye hoy, -ese hoy que nos actualiza lo que de otra manera pensaríamos que no guarda ninguna relación con nosotros y que es, solamente una pieza histórica o un pasaje literario-  haciéndonos caer en la cuenta que «La conducta humana está siempre ante Dios, no puede ocultarse a sus Ojos».

 

Sal 103(102), 13-14. 15-16. 17-18a

El justo se lo heredará a todo su linaje

El hombre existe para contemplar tu obra, recibir tus bendiciones y darte gracias por ello. ¡Cuánto más cuidaras de él, heredero de tu tierra y rey de tu Creación!

Carlos González Vallés s.j.

Nos encontramos aquí una expresión que solemos traducir por “temor”, se trata de יָרֵא [yare], y que nosotros preferiríamos traducir por “Reverencia”. Y, entonces, no leeríamos “el Señor siente Ternura por los que le temen”, sino, por los que “lo reverencian”. La idea cambia, no es lo mismo tenerle miedo que rendirle reverencia. La reverencia tiene dos connotaciones: el respeto y la veneración. Entre otros, y en términos kinésicos significa hacer una venia, inclinando la cabeza y doblando el arco dorsal, lo que constituye un saludo muy común en oriente, además, también corriente entre los miembros de la nobleza de muchas sociedades europeas.

 

En otra vertiente, diremos que Amón-Ra (o Amón-Re), era una deidad egipcia, que unificaba dos deidades distintas: Amón el aire y Ra, el sol; honrado como dios-creador, y dios y patrono de los pobres y afligidos. Detentó la supremacía sobre todas las otras deidades. Llegó a ser identificado con Zeus y con Júpiter en las mitologías griega y latina respectivamente. A este dios se le compuso un himno -que se le atribuye a Amenofis IV- que el hagiógrafo hebreo retomó y depuro, eliminando de él, todo rastro de idolatría. Así pasó a ser uno de los Salmos de Acción de Gracias.


 

Uno de los aspectos interesantes en este salmo es que reconoce que Dios sabe que somos frágiles, que procedemos del barro, y ¡no se hace ilusiones más allá de nuestra propia naturaleza. Dios sabe que nuestros días en la tierra son de breve duración y que somos quebradizos.

 

El Justo recibirá su premio y será una presea hereditaria, pasará y se trasmitirá como los abolengos, de abuelos a padres, a hijos, y a nietos. Serán fortunas imperecederas, que el Señor conservará bajo el título del que ha sido Santo.  Nos conduce a la conclusión a la que llega el verso responsorial: “La Misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo reverencian” (Sal 103(102),17).

 

Mc 10, 13-16

¿Quién tiene derecho al reino?

Cada niño marginado, abandonado, que vive en la calle mendigando y con todo tipo de expedientes, sin escuela, sin atenciones médicas, es un grito que se eleva a Dios y que acusa al sistema que nosotros adultos hemos construido.

Papa Francisco

Muchas veces los “discípulos” se perciben a sí mismos como espantamoscas y consideran que la lealtad a su cargo consiste en la aplicación de ahuyentarle a su “amo”, todos aquellos que pudieran molestarlo o importunarlo. Por tanto, urgía tener a raya a los niños y a sus mamás para que no fueran a atosigar al Maestro ocupado de tan serios asuntos.

 


Vivimos una cultura de sumisión -que no tenemos la culpa de haber recibido, como tampoco nuestros formadores de habérnosla impartido-  así, muy ingenuamente hemos llegado al circuito de los escoltas, los guardianes, las comitivas, las antesalas, los lobbies, los turnos y citas previas, y … ¡el placer de hacernos esperar!

 

Pero hay un placer servil equivalente, ser el funcionario que administra los turnos, que dirije las filas y regula el acceso a las reuniones. Así que, si su necesidad es real, el próximo turno está ¡para de hoy en tres meses!

 

No hay ninguna malicia, sencillamente, se piensa que hacer esperar y tener un cerco preventivo de lejanía concede status. Y más con niños. No huelga recordar que en aquella cultura un niño era aproximadamente lo mismo que un molesto animalito que cobraba alguna utilidad cuando era capaz de empezar a aportar laboralmente. ¿Qué podía llevarle un niño a Jesús desde la óptica de sus “discípulos”?

 

Teorema 1: La importancia del personaje crece directamente proporcional con el tamaño de la sala de espera. Un gran médico tendrá una sala “repleta”.

 

Para completar el cuadro, diremos que hay carnets de diferentes colores para regular el orden de proximidad y las facilidades de acceso al “personaje”. Distancia se vuelve sinónimo de categoría. Es una cuestión de jerarquías.

 

«Tal vez el niño significativo no es tanto el ser que está a espaldas de cada uno de nosotros o de toda la sociedad, sino más bien, la persona más humana y más creyente que puede estar delante de nosotros: ella habita en el futuro y no en una época de oro remota, es fruto de un don y no de una rapiña.» (Beck, Benedetti, Brambillesca, etal).

 

Es obligatorio explicar que el “niño” personifica a todos los que son débiles, desatendidos, no escuchados, no tenidos en cuenta, perjudicados, segregados, discriminados, tenido por no importante. Los “pequeños” son aquellos a los que se les niegan sus derechos.

 

Jesús, por su parte, desmiente este trato discriminatorio, Él propone la acogida, significada con tres gestos:

1.    El abrazo,

2.    La bendición

3.    La imposición de manos.

 

«Dejen que los niños …: la frase suena como un reproche a los discípulos y como revelación de una verdad fundamental que concierne el reino de Dios, que se puede comprender solamente si uno está en esa disponibilidad interior sencilla que hace capaces de acoger un don grande, como lo muestran naturalmente los niños» (Beck, Benedetti, Brambillesca, etal).

 


«Cuando se trata de los niños, en todo caso, no se deberían oír esas fórmulas de defensa legal profesionales, como: “después de todo, nosotros no somos una entidad de beneficencia”; o también: “en su privacidad, cada uno es libre de hacer lo que quiere”; o incluso: “lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven cuando se trata de los niños.» (Papa Francisco)

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