sábado, 18 de mayo de 2024

Sábado de la Séptima Semana de Pascua


                        

Hch 28, 16-20. 30-31.

Y toda carne verá la σωτήριον τοῦ Θεοῦ [soterion tou Theo] “Salvación de Dios”.

Lc 3, 6

 

Se tiene la sensación de que San Pablo quiere abrirles los ojos a los “principales” del judaísmo en Roma. Denuncia que fueron los propios judíos los que lo entregaron a los romanos, muy a pesar de que él no había hecho nada contra las tradiciones de sus mayores y mucho menos contra su amado pueblo Israelita. Les relata que, al interrogarlo, los propios representantes de Roma, querían liberarlo; pero los judíos se empecinaron en contra suya, él tuvo que apelar al César -como ciudadano romano. Les dice que precisamente por eso fue que los convocó porque les quiere presentar que su coherencia con la causa judía y su confianza en las promesas que fueron hechas a su pueblo, él arrastra esta condena.

 

A veces, por algunas frases que se pronuncian, se puede y se ha llegado a pensar que Pablo dejó de lado a los judíos y se entregó por entero a la predicación entre los paganos. Lo que vemos aquí, en estas últimas páginas, es que el apóstol de los gentiles nunca los descuidó y estuvo al cuidado de ellos hasta sus últimos momentos. Ya el profeta Isaías se lo había predicho, son tercos, duros de corazón, hay que anunciarles, pero te estrellaras y quebraras tus élitros contra la dura roca de su corazón (cfr. Is 6, 9-10). Otro detalle muy válido de señalar es que Pablo no ve el cristianismo como una secta del judaísmo -como lo veían los romanos que no observaban con detalle los pormenores de esta Buena Noticia y pasaron desapercibidos de la novedad y la diferencia del Evangelio respecto del Vino viejo en los odres viejos. Es esto lo que Lucas quiere destacar en estos versos. Haber apelado al César llevó el Anuncio Apostólico a Roma, indirectamente el Imperio tomó a su cargo llevar al Mensajero a aquellos dominios y anunciar la Noticia del reino de Dios por los territorios imperiales.

 

Pablo vivía en Roma en su condición de “casa por cárcel”, como -en la época no había grilletes con señal electrónica, tenía un guardia que lo controlaba permanentemente. Allí recibía a todos los que venían a visitarlo, a consultarle, aprovechando toda oportunidad de predicar, y testificar en favor de Jesucristo. Y así pudo enseñar «lo que se refiere al señor Jesucristo con παρρησίας [parresias] “toda libertad”, ἀκωλύτως [akolutos] “sin estorbos”, “sin impedimentos”.» Esta es la palabra final de Los Hechos. 

 

Sal 11(10), 4. 5 y 7

Este salmo cae en el grupo de los salmos “proféticos”. De él -7 versos- se toman tres para organizar le perícopa de dos estrofas.

 

Dios está en su templo, en su Morada-Celestial, uno podría pensar que allí no le llega ninguna noticia de todo cuanto ocurre en esta tierra. Pero estamos muy equivocados, su Amor se expresa en su constante Mirada, tierna y cuidadora, que vela, así como un padre/madre terrenal vela por su criatura. Sus ojos no parpadean para cuidarnos y su Paternidad es constante en su Protección.

 

No quiere decir que Él no discierna entre nuestros comportamientos de buena o mala laya;

Distingue entre los que no tienen culpa de nada y el que ha sembrado las semillas de tempestades y está presto a cosechar tempestades. ¿hay alguien a quien Dios rechace? ¡Si! Al violento, al que usa la fuerza y su “autoridad” contra el desvalido, su sangre clamará el Cielo Eternamente y dios no lo olvidará. Así que ¡Solo los justos contemplaran el resplandor de su Rostro!

 

¡Está es, lo reiteramos, una profecía!

 

Jn 21, 20-25



Dejamos un poco a Pedro cumpliendo su Misión de pastorear. Nos acercamos al que tanto amaba al Señor y a su vez era amado por Él. No podemos olvidar que tenía la dicha de reclinar su cabeza en el pecho de Jesús. (Cfr. Jn 13, 23). A Él le entregó el Mandamiento del Amor, fue él el hagiógrafo a quien le cupo la dicha de consignar lo de la Amistad, porque Él no nos ve como “Siervos”, si del régimen de la servidumbre se trataba, no nos ve como esclavos, si el régimen imperante era el de la esclavitud, no nos ve como peones, si de labrar la tierra se ocupaba aquella sociedad. Nos ve como amigos, y llega a dar la vida para llegar al colmo del Amor por nosotros y dejar fundido a fuego el sello de la Amistad (Cfr. Jn 15, 13-17).

 

Pero nosotros siempre nos vamos por las ramas, nuestra dificultad para llegarnos a su Amistad consiste -no tanto en nuestra torpeza- más bien en esos desplazamientos, en esas evasivas para no ver la realidad a los ojos. Jesús nos está hablando de que lo prioritario es el cumplimiento de Su Santísima Voluntad, totalmente conforma a la del Padre, y ellos en cambio, se ponen a cavilar si eso tal vez significa que el Discípulo Amado iba a ser inmortal. Cualquier cosa es buena para desviar la atención y pasar al territorio de lo mágico, de lo pueril, de lo esotérico, de los mistérico. ¡Nuestra debilidad consiste en una obcecada dificultad para sacar el “tren de aterrizaje” y, en cambio, preferir un sobrevuelo a distancia sideral!

 

Otro ejemplo es este de los libros sin cuenta que se podrían escribir si el empeño consistiera en reparar en todos los detalles y anécdotas. Y no podemos aterrizar en que ya está todo lo necesario, que si algo faltara Él lo habría hecho incluir. Que Él que lo hace todo Bien y Completo, junto todas las piezas indispensables. No se trata de desvelarse calculando si tendría que ser una biblioteca como la de Alejandría, o la del Congreso en Washington, o la británica, o la Beinecke en la Universidad de Yale (New Heaven). O, dadas las técnicas actuales de almacenamiento de la información, si se podría constituir, por fin, la biblioteca exhaustiva sobre Jesús.

 

Es muy seductor sobrevolar a distancia y despistarse. Pero el amor, nada tiene que ver. El amor consiste en dar testimonio, y en que el “testimonio” sea ἀληθὴς [alethes] verdadero. Quepa destacar que este concepto entraña no tanto un acuerdo con la “realidad” sino más bien, una concepción ética de ser una información que no se puede ocultar, sino que se ha de difundir, algo que se tiene el deber de compartir, algo que sería “pecado” acaparar, porque todos dependen de Él para poderse Salvar.

viernes, 17 de mayo de 2024

Viernes de la Séptima Semana de Pascua


                          

Hch 25, 13b-21

En primera instancia parecía que el Gobernador entrante, reconocía la inocencia de Pablo. Hay muchos que piensan que el hagiógrafo, que estaba escribiendo en este momento las líneas de los Hechos de los Apóstoles, quiso -poniendo como imagen de toda la Comunidad Cristiana de ese entonces- declarar y dejar sentado que aquellos fieles no llevaban sobre sí culpa alguna, y que esto se supiera y llegara hasta el Emperador -Domiciano, en ese instante- quien había desatado una brutal persecución, y se ensañó contra los cristianos y también contra los judíos. La cosa era contra los judíos, pero como ellos no tenían claro quién era quien, ahí también cayeron atropellados los del “Camino”. Así las cosas, Lucas quiso aprovechar, el fallo de Festo. Festo, no había decidido en favor de Pablo, ni consignado un documento sobre su inocencia, sólo le dio largas al asunto, como dice él mismo, no entendía nada acerca de los argumentos que le presentaban los judíos contra el Apóstol, confundido en los vericuetos de la argumentación y, se sentía “perdido en semejante discusión”.

 

Pero la cosa se le volvió una “papa caliente”, porque, se lo iba a tener que remitir a Nerón, y ¿con qué acusación lo despacharía? En esto llegan Herodes Agripa II (gobernante del territorio de Judea) y su hermana Julia Berenice -que, si nos atenemos a Flavio Josefo, sostenían un amorío incestuoso-, que vinieron a ἀσπασάμενοι [aspasamenoi] “mostrar sus respetos” a Festo, delante de quienes Festo hace su tercera declaración de inocencia de Pablo. (Si seguimos el relato de este encarcelamiento de San Pablo, sería la quinta vez que es declarado inocente).

 

Sal 103(102), 1bc-2. 11-12. 19-20ab.

Este es un Salmo Eucarístico, es decir, de Acción de Gracias. Nosotros lo bendecimos a Él porque es fuente de nuestra Salud, de nuestra Salvación, de Vida Eterna. Pero, Él, que se complace en ser proveedor, no se queda con algo que Él no necesita; nos lo refleja, nos lo rebota. Es una Acción de Gracias porque todo, mis pobres alabanzas incluidas, son Su Obra y Su Obra es siempre Don. ¡Alabado y Bendito! Quiero poderte ofrecer algo, aun cuando sea sencillo, y tu me lo retornas, multiplicado.

 

La primera estrofa nos convoca a בָּרֲכִ֣י [berakí] “bendecir” a Dios, a alabarlo. Y, nos previene para evitar que lleguemos a olvidar, todo lo bueno que hace a nuestro favor.

 

En la segunda estrofa, habla de su bondad, comparándola con el firmamento que cobija toda la tierra, como diciéndonos que su bondad es indiscriminada, así como lo dijo Jesús: “Hace salir el sol sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). Y luego, menciona cómo hace ojos ciegos a nuestras faltas, y no nos castiga según merecen כַ֝עֲוֹנֹתֵ֗ינוּ
[kan avon o tenu] “nuestras culpas” (Sal 103(102), 12). Como se nota, aquí se registra el concepto de עָווֹן [Avon] “pecado”.

 

La tercera estrofa, para agradecerle a Dios tanto Amor inmerecido, reconoce que, Dios es nuestro Único y Verdadero Rey, con su Trono en los Cielos y cuya Autoridad abarca la tierra entera. Por tanto, no solo los humanos, sino hasta los Ángeles han de rendirle acatamiento y consagrarse a cumplir y hacer cumplir la Divina Voluntad y sus Amables Mandatos.

 

Este es pues un Himno pleno de gratitud, que los místicos nos recomiendan aprender de memoria. En este salmo se da cabida y expresión al inconmensurable Amor Divino, mostrado como Amor Paternal. Y -a la vez, nos muestra el fruto de este Árbol חָ֫סֶד, [chessed] Árbol de la Misericordia, el “Perdón”. Misericordioso, aquí, significa maternal, de Dios que es Padre-Madre, que nos ama desde Sus Entrañas. Por eso lo llamamos “Árbol Místico”; como también a Ese-Cuerpo, Cuerpo-Místico.

 

Jn 21, 15-19



Nos acostumbramos a recortar la imagen de San Pedro por una línea punteada que dice “corte por aquí”. Dentro de la línea queda el Primer Papa, el entusiasta que reconoce a Jesús como el Mesías, el cómodo que quiere quedarse en el Tabor a disfrutar de sus Amistades Celestiales y del “anticipo” del Reino, el “traidor” que es capaz de negar tres veces, y, a lo máximo, al amigo arrepentido que confiesa -para compensar la triple negación- por tres veces su Amor de Amistad.

 

A veces se añade a esta imagen una adenda: Pedro crucificado cabeza abajo. La sugerencia que queremos hacer es de fijarnos en su fidelidad, en su compromiso de toda la vida. Es importante y muy interesante para un camino de santificación la constancia, ese Don que se llama “perseverar”. Es el día tras día, el mes a mes, es la devoción y, la aplicación a la Misión.

 

No nos ponemos al lado de los que -refugiados en las fallas de los santos- hallan buen pretexto para “atropellar” al prójimo. En cambio, estamos en sólida comunión con los que, reconociendo nuestra imperfección, saben que caer no es desastre, el desastre consiste en permanecer postrado. Pudo Pedro haber caído tanto, y tan frecuentemente, y pese a ello, porque Dios así lo quiso, tener la tenacidad que así templó al que fue Pilar del Edificio Eclesial, esta institución salvífica, levantada sobre y por Voluntad, de la que es Su Piedra Angular.


 

En las páginas joánicas, Pedro se tropieza muy frecuentemente, y cae; en estos relatos, San Pedro recibe frecuentes coscorrones. Según los investigadores, hubo tensiones entre las comunidades Joánicas y las demás -que aquí aparecen en la figura de Pedro. Las acusaban de estar obsesionados por temas de jerarquía y meritocracia. Parece que -como se presenta en diversos relatos, estas comunidades seguían, una y otra vez averiguando, cuando les iba a tocar pasar a ellas al “Trono” y cuando era que sería restaurado el poderío de Jerusalén. El reto, por el contrario, consiste más bien en ser capaces de convocar, sin delirar por honra y honores. ¡Sólo a Él, sea dado Todo Honor y Toda Honra!

 

Pensar y reconocer en Simón -hijo de Juan-, la figura del Cuerpo Místico, como célula estructurante, de Este Cuerpo Espiritual, que no es Otro que Jesús-histórico continuado más allá de le temporalidad. Pedro no es la Cabeza -que siempre es-y-será Nuestro Señor Jesucristo- pero es la yema que primero floreció, que se mantuvo, el “pivote” de la Comunidad Naciente. Cumplió lo último que en este Evangelio le dijo Jesús: “Sígueme”.

 

En síntesis, ¿qué nos pide el Buen Pastor? ¡que también nosotros seamos buenos pastores! ¿Qué nos ocupemos de su rebañito! ¡Con Caridad fraterna!

jueves, 16 de mayo de 2024

Jueves de la Séptima Semana de Pascua


                          

Hch 22, 30; 23, 6-11

Habían llevado a Pablo a la fortaleza Antonia, Pablo, muestra que él es ciudadano romano y, como tal, no podía ser juzgado ni arrestado si no se había sometido antes a juicio y era condenado. Para los romanos, esto de acusar a Pablo y las razones religiosas que los motivaba, no eran comprensibles. Entonces el Tribuno resuelve llevar a Pablo ante las autoridades judías, los Sumos sacerdotes y el Sanedrín. San Pablo sabía que allí se encontraban dos facciones contradictorias: los fariseos y los saduceos. Pablo se declara fariseo y creyente en le resurrección.

 

Con estas palabras, los judíos quedan enfrentados según sus dos bandos, porque los saduceos no creen en la resurrección, ni en ángeles, ni en espíritus. Siendo así, se armó la algazara, los fariseos declararon inocente a Pablo, enardeciendo a sus contradictores. El tribuno, azorado por las acciones de alta violencia a las que quedaba expuesto Pablo, lo hizo llevar al cuartel escoltado por la guardia.

 

Se le apareció el Señor que le dijo que, así como había testimoniado su fe en Jerusalén, otro tanto haría en Roma. Y lo animó.

 

Sal 16(15), 1b-2a y 5. 7-8. 9-10.11

Este es un Salmo del Huésped de Yahvé. El huésped del Señor, se asombra, no entiende que encanto se puede encontrar en el paganismo. Estamos rodeados de paganismo, hay paganismo religioso, pero a su lado un océano completo de paganismo laico: la publicidad, el centro comercial, los ídolos del fútbol, de los diversos deportes, las sacerdotisas de la moda y el bien vestir, la bebida llevada siempre más allá de límite; las drogas psicotrópicas, los gritos, los aullidos, los parlantes atronadores ,… en fin, el culto a la violencia, pero también a lo feo, a lo malsonante, la veneración de lo que de ningún modo es venerable.

 

Para el fiel discípulo, sólo la fidelidad tiene sentido. Para la tribu sacerdotal, sólo el Servicio al Señor vale. Sólo Él tiene poder “real” para bajar hasta el territorio de la muerte a rescatarnos, y sacarnos del Sheol, y llevarnos a Su Lado, hasta la Dimensión Inmortal.

 

En la primera estrofa el salmista se entrega a su Amado, se declara su entera propiedad, y lo nombre “Refugio”. Como a él no le ha tocado tierra cultivable, su única tierra, la patria asignada es su Amadísimo Señor.

 

En la segunda estrofa, muestra al señor como tutor, como maestro y consejero. Sus lecciones no cesan nunca, hasta durante el sueño lo está enseñando y Su Enseñanza es arrojo, valentía, decisión.

 

Todo él está pletórico de dicha. Su alegría recorre sus entrañas, sus terminales nerviosas, sus haces musculares, su digestión, su respiración. Nada en él está destinado al sepulcro; la Vida Eternal se adueña de cada una de sus moléculas.

 

¿Cómo avanzar con certeza por la ruta salvífica? ¡El Señor nos va señalando la ruta, nos muestra donde pisar -que sea terreno firme- nos lleva de la mano, nos socorre con un mapa y nos lo va decodificando! Es nuestro Guía, el Baqueano, el Único que nos lleva al País de la Resurrección.

 

¿Cómo no refugiarnos en Él?

 

Jn 17, 20-26



Hoy empieza de una manera conmovedoramente hermosa.: No se limita a rogar por los que, en cierta época, los que vivían en su tiempo, por los discípulos que lo rodeaban en aquella época, en torno al año 30. Ruega también por nosotros, por los que en el futuro creerán y lo aceptarán como Hijo de Dios, Redentor y Salvador nuestro. Seis veces dice Padre, ¿dónde está la séptima vez? ¿La de la plenitud? La dejó para que nuestros labios la pronunciaran.

 

¡Igual sigue la historia plagada de paganismo! Pero, un leve murmullo de nuestros labios acalla el fragor de miles de generaciones. Con sólo musitarlo, Dios lo oye. No porque seamos muy meritorios, sino porque nuestro Hermano, se lo ha pedido al Padre en la Oración Sacerdotal. Ese significa “sacerdocio”, que cualquier susurro nuestro vale por todo el griterío y cancela el alboroto. Tenemos que cubrirnos la cara -como Moisés, porque nuestro rostro resplandece. ¿No ven que hemos mirado su Santa Faz? ¿No se dan cuenta que nuestra Amistad no sale de nosotros sino de la Suplica del Hijo del hombre, que entró al Sancta Sanctorum, de una vez para siempre? (Cfr. Ex 34, 35) ¡quién ha hecho la mediación? ¡La Palabra!

 

El ruego no es un ruego general e indiscriminado. Jesús ruega por los que acogen la Palabra. La Palabra es Su Nueva Encarnación. Sigue hablando por Siempre, por toda la Eternidad, para todas las generaciones. Pero, se nos ofrece un criterio, se nos propone una pauta de discernimiento, todo se juega y todo se prueba con la Unidad.


 

Que haya división es victoria del Malo. Cantamos la Glorificación de Dios en nuestra lucha valerosa por la Unidad. Tiene que dolernos profusamente que estemos separados. Llenar las brechas, acercarnos, construir la Unidad, que no es superficial, que tiene que ser sincera, aun cuando el avance sea milimétrico en su lento progreso.

 

La unidad no está en la uniformidad, está en la diversidad. En la consciencia fraternal que es capaz de sobrevolar las barreras. Malhaya el que hace división, el que se cree más fiel porque es más obcecado, en mala hora los fundamentalistas que quieren pasarlos a todos por un molde. Si a Dios le gustara la uniformidad nos habría hecho con una impresora 3-d.

 

Esta meta propuesta se nos dice, es la única fuerza que convence, que mueve a otros a creer: “Como Tú Padre, en mí y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado”. (Jn 20,21)

miércoles, 15 de mayo de 2024

Miércoles de la Séptima Semana de Pascua


                                 

Hch 20, 28-38

A los ancianos se dirige San Pablo en su discurso de despedida, y les da una función “episcopal” y les recomienda que se cuiden, antes que todo, de sí mismos, y, en segundo lugar, de sus respectivos rebaños. Esas ovejas que ellos tienen la misión de cuidar, son las que Jesús adquirió, pagando el carísimo precio de su Propia Sangre.

 

Hay, además, una previsión, les anuncia lo que va a pasar tan pronto el Ascienda a la Derecha del Padre, vendrán los “lobos feroces” a mezclarse entre ellos, serán despiadados con sus ovejitas. Todavía es mayor el riesgo, pues del grupo de los ἐπίσκοπος [epíscopos] “supervisores”, “capataces”, “obispos”; unos se voltearán, y despotricarán contra los “leales”, para arrastrar tras de sí a los discípulos. En estos casos se suele preguntar, ¿les suena conocido? Y, acto seguido se añade: “cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia”. Presiento que esta Palabra de Jesús -puesta en los labios de San Pablo- se hace, Hoy por hoy, tan cierta como entonces. ¡Quizás más!

 

San Pablo les hace caer en la cuenta que él ha perseverado, durante tres años, enseñándolos a discernir el peligro, a presentir las amenazas, a permanecer siempre muy “observador” para detectar a las fieras voraces, siempre al acecho. Ahora, cuando él parte definitivamente, en la misma línea de la oración sacerdotal, los encomienda al Altísimo, y pide, a la Gracia radicada en la Palabra, que obre con todo su Poder para trasformar a estos presbíteros “guardianes” a la santidad, edificándolos como heredad del Hijo.

 

Luego, arguye que los presbíteros no tienen que buscar el lucro a costas del rebaño, que la caridad se ejerce con los estipendios ganados con el propio esfuerzo y el propio trabajo. Inmediatamente expresa, con una oración gramatical que no se puede descontextualizar, y que él empieza -a pronunciarla- refiriéndose a sí mismo, “Hay más dicha en dar que en recibir”, expresión que encontramos -aproximadamente- en proverbios 11, 25: “el que es generoso prospera, el que da, también recibirá”. Ningún evangelista lo relata, pero, nada constituye óbice para que él (San Pablo) lo hubiera oído de uno de los discípulos del Señor Jesús, relatado de viva voz. En el contexto paulino, se enlaza firmemente con su consejo: “siempre les he enseñado que es trabajando como se debe socorrer a los necesitados”. Una forma de trabajar fue organizar la colecta para llevar socorro caritativo a la -paupérrima- comunidad hierosolimitana, auxilio pecuniario que, para mayor garantía, él quiso llevar y entregar personalmente, y no por interpuesta persona.

 


Acto seguido se postró de rodillas y se puso en oración, lo cual arrancó lágrimas a los asistentes que arrojándose a su cuello lo orlaban de besos. Así, con la intensa herida de separarse definitivamente, sin esperanza de volverse a encontrar, lo escoltaron a la nave.

 

Sal 68(67), 29-30. 33-35a. 35bc-36d

Pablo acaba de pedir a Dios y a Jesucristo que enriquezca a los “episcopos”, con su Gracia y la que proviene de la Palabra. El Salmo, da continuidad a esta súplica, dirigiéndose el Rey de reyes, a quienes el salmo responsorial pide cantar. Y ofrecerle tributos.

 

En la segunda estrofa, les pide, no limitarse a los cantos, sino reforzar con música de instrumentos, que sirvan de fondo a la Voz Divina, que nos ordena reconocer el Poder de Dios.

 

La tercera estrofa nos dice donde se visualiza Su Poder, “sobre las nubes”, desde donde envía sus rayos luminosos que reverberan sobre el Pueblo Escogido. ¡Por todo, Dios sea bendito!

 

Jn 11b-19



En este capítulo 17, ya se dijo, tenemos la “Oración Sacerdotal” -que subtitulamos “el Padre Nuestro Joánico”. Aquí se pasa revista a los conceptos fundamentales de este Evangelio. Pero no es un repaso, por repasar, por mejor aprender. Nos va mostrando cómo, con estas mismas piezas, intercambiándolas, se puede construir una escalinata al Cielo.

 

Mencionemos las piezas que se destacan en la perícopa de hoy:

a)    El Nombre Altísimo

b)    Unidad (como comunión).

c)    La tutela que Jesús ejerció mientras estuvo a nuestro lado físicamente.

d)    La Escritura, como Libro profético.

e)    Jesús regresa al origen del que se desgajó

f)     El mundo, como colectivo de rechazo.

g)    La alegría que da Jesús, su Inmensa Paz.

h)    La entrega de la Palabra al mundo.

i)      No se trata de que nos quite de la “Batalla”, sino que nos dé la fortaleza necesaria para no “rajarnos”.

j)      Porque ¡el Maligno nos va llevando a dentellada limpia!

k)    El corazón del mundo, enjaulado por el Maligno, queda “sordo”, incapaz de oír la Verdad de la Palabra.

l)      La Santificación de Jesús es el Aceite Santo de nuestra Unción.

 

¡Oh Señor, Úngenos con tu Santo Espíritu! ¡Santifícanos en la Verdad!

martes, 14 de mayo de 2024

SAN MATÍAS

 


Hch 1, 15-17. 20-26

Precisamos entender bien la expresión “estaba escrito” porque a primera vista puede entenderse como una fatalidad, y si la vida del ser humano está sometida a la fatalidad, este pierde su libertad, porque ya todo estaría predeterminado y el hombre estaría “programado” para inexorablemente cumplir su predestinación. En cambio, podemos captarlo como unos nodos inevitables por los que pasa la economía de la Salvación, a los que el sujeto no está sometido, sino el decurso del Plan soteriológico que diseñó Dios desde siempre independiente de la opción humana sobre cada momento de su historia personal. Sea cuál sea la elección humana, la vena del tiempo pasará por los nodos, esos nodos garantizan que la voluntad de Dios se cumple y que su Economía Salvífica ¡es!

 

En uno de los nodos estaba previsto que Judas Iscariote sería reemplazado, y “otro ocuparía su lugar”. Ese nodo tiene la coordenada 12 como cardinalidad inexorable. Pero la actuación del hombre en la historia, la modulación del hombre que el albedrío humano maneja, pide que el elegido sea candidatizado por nosotros; pero -ponerse en las Manos de Dios- para que Él señale por donde debe circular el nodo histórico, es la manera aquiescente con la que, en suma, decimos “hágase Señor tu Voluntad”.

 

Es silenciar nuestra “rebeldía” para dar acogida a lo que Su Voz quiera Hablar. Algo así como sí Dios dijera: “Paraos en la cabeza, si eso os place”, y nosotros poniéndonos en Su Escucha, respondiéramos: “¡No Señor! dinos cómo quieres que estemos, ¡de pie? o ¿sentados? Es dejarnos llevar de la Mano, y rehusar al correteo “autónomo”.

 

Aparece, y nunca antes había sucedido, la designación de “hermanos” para aludir a los miembros de la Comunidad cristiana. Dejarse guiar de la Mano es lo que hace de alguien “hijo”. Y si todos guiados por la misma Mano, todos hermanos.

 

Para esta designación, de alguna manera análoga a la de nombrar Sanedrín (la Corte Suprema de la ley judía cuya misión era administrar justicia interpretando y aplicando la Torah. Competente en temas tanto religiosos como penales y también civiles), se requería un mínimo de 120 personas (10 por cada tribu, pero no se contaba que fueran de diversas tribus, sino que el quorum mínimo para validar la elección era ese número); Lucas, nuestro hagiógrafo, nos muestra que la elección de Matías se hizo respetando los cánones de una Asamblea Judía regular.


 

Según la tradición popular, Matías predicó el Evangelio en Judea, en  Etiopía, en Colchis (Georgia) donde se afirma que murió crucificado.

 

Sal 113(112), 1-2. 3-4. 5-6. 7-8

Después de servir la Segunda Copa se daba inicio al Canto del Hallel egipcio, que empieza con el Salmo 113 y se continuaba con los siguientes Salmos hasta el 118 inclusive. Estos seis Salmos conforman el Gran Hallel (también se pronuncia Halhel). Es un Salmo Pascual, también recitado en Pentecostés y en la Fiesta de las Chozas. Este entonar de la serie de los salmos va hasta la Cuarta Copa.

 

Nosotros hoy tenemos cuatro estrofas, configuradas con 8 versículos.

 

En la primera, Se nos convida a Alabar: El Santo Nombre de Dios, y que continúe esa Alabanza por los siglos de los siglos.

 

Durante todo el día, nos indica la segunda estrofa; el Señor se eleva, envuelto en Su Gloria hasta Su Morada Eterna.

 

Pero, así como Se Eleva, El Señor también se sigue abajando para llenarlo todo con su Presencia.

 

Y viene la declaratoria de su Amor Preferencial:

-al desvalido

-al pobre

A ellos los alza para ponerlos a la altura de los נְדִיבֵ֥י [nadibin] “príncipes”, “gobernadores”, “capitanes” del pueblo.

 

Jn 15, 9-17                



Nos hallamos ante el tema de la “permanencia”, valga decir, la fidelidad en el seguimiento. Esa fidelidad es una perseverancia en el Amor, también en el “dejarse amar”.

 

Se da un enlace clarificador, se especifica que permanecer en el amor no es alguna idea vaga, general, abstracta, algo que hay que hacer, pero no se sabe qué es. Jesús lo dice con todas las letras: Significa permanecer en el cumplimiento de sus Mandamientos (que no se han de reducir a las Tablas Mosáicas).  ¡Claro que hay que guardar los Diez Mandamientos! pero hay que profundizar en sus otros Mandamientos, expresados, por ejemplo, en el Sermón del Monte, en las Bienaventuranzas, en sus parábolas en la tarea de edificar el Reino, pero especialmente en su Mandamiento: el Mandamiento del Amor.

 

Así lo dice y así nos lo recuerda hoy: Que nos amamos unos a otros como Él nos ha amado. ¿Cómo nos ha amado? ¡Llegando al límite de “entregar su vida entera por nosotros”! Así se constituyó en Amigo nuestro y así probó, más allá de toda duda que somos sus Amigos.

 

¿Cómo se ha edificado esa Amistad? Revelándonos y compartiéndonos todo cuanto su Padre le ha Revelado.

 

¡Él nos ha elegido! No hay que andar por ahí desesperado tratando de adquirir su Amistad. Tras su amistad está la Gratuidad del Don. El Don no se puede vender ni comprar. Si pudiera comercializarse no sería Don, sería “meretricio”, falso amor por interés económico.

 

La amistad que es Don Suyo, no propone la entrega de “poderes”, pero conlleva el Poder máximo, la capacidad de donarse en gratuidad. No se puede ser más poderoso que dando la vida por Amor. Cualquier otro poder es alucinación, es seducción demoniaca

lunes, 13 de mayo de 2024

Lunes de la Séptima Semana de Pascua



Hch 19, 1-8

Apolo se quedó en Corinto, Pablo avanzó hasta Éfeso. Encontró allá unos discípulos (en número de 12) a quienes preguntó, si habían recibido el Espíritu Santo. Y ellos, ni siquiera habían oído esta combinación de palabras. Πνεῦμα Ἅγιον [Pneuma Agión] ¿Espíritu Santo? ¡Ni nos lo han mencionado! Estas personas estaban detenidas en cierto punto de su desarrollo espiritual, si cabe hablar así…

 

Sólo conocían el bautismo de conversión al que convocaba San Juan el Bautista. Acto seguido, San Pablo les completa su Iniciación Cristiana, y les concede la imposición de manos. En estas acciones, podemos rastrear el Sacramento de la Confirmación, como reafirmación, después del bautismo. Es urgente entender que no se trata de una segunda dosis de Espíritu Santo, sino de una delegación y un envío, que es el significado de la Imposición de manos, lo que hace de este un Sacramento diferente del Bautismo; se entrega al Confirmando una misión muy específica: darse cuenta que la vida en la Iglesia es más que atesorar le fe en el corazón, es sentir la urgente necesidad de proclamar a otros la grandeza y la belleza de Creer en Jesucristo como Salvador. Es compartirles a los hermanos el don recibido. Este Sacramento bien merece llamarse de “la adultez cristiana”, -ya no se nos trata como niños dentro de la Iglesia-, ahora, además, se nos reclama una respuesta y un testimonio: ser discípulos y misioneros, este es el Envío, que es el significado de este impulso sacramental. ¿Qué pasó?, ¡tuvieron su propio Pentecostés! Hablaban en lenguas extranjeras, y profetizaban.

 

Pablo, como repitiendo lo que se dijo del segundo viaje: Hablaba ἐπαρρησιάζετο [eparresiazeto] “con audacia”, “con parresia”, con “completa audacia”, “con toda libertad” del Reino de Dios, ¿en qué consistía la tarea de Pablo?: Dialogaba con ellos y trataba de persuadirlos. Aquí tenemos una fijación de principios. ¿Qué le corresponde al evangelizador? No obligar a nadie, nada de presiones psicológicas ni chantajes: sólo διαλεγόμενος [dialegomenos] dialogo y πείθων [peizón] “persuasión”, “confianza”.

 

Sal 68(67), 2-3. 4-5ac. 6-7ab

Este es un salmo del Reino. Hoy se han configurado tres estrofas con los cuatro versos y los dos medios versos que se tomaron, de los 35 que componen el Sal 68(67).

 

Aquí tenemos un salmo un tanto indescifrable porque su poética es elevadísima. Primero nos revela -tomando como referencia, su despliegue de paternalismo con sus manifestaciones en el Sinaí. Aquí se nos descubre como Padre de huérfanos, Protector de las viudas, Anfitrión de los desvalidos y liberador de los cautivos, es decir, se pone de patente su desvelo de predilección con los más desvalidos y los marginales de la sociedad.

 

Así como al principio los puso en el Edén, ahora los lleva a su Tierra de Promisión: Llevó su rebaño a la tierra que preparó para esos pobres.

 

La primera estrofa de hoy, anuncia que será nuestro defensor y que derretirá, como a cera, el fuego de su amor-Protector. Los enemigos son los que deben temblar.

 

En la segunda estrofa se señala que, por el contrario, nosotros nos llenamos de júbilo, gozamos ante su Presencia, cantamos, tocamos. Se podría traducir esta estrofa como un llamado a “alabar al que cabalga a lomo de nubes”.

 

En la tercera estrofa vemos que Dios les prepara casa a los desvalidos, liberando a esos desvalidos y enriqueciéndolos. En la parte c y d del verso 7 se nos dice que, en cambio, los rebeldes habitarán tierra estéril y serán abrasados.

 

La atmosfera es, para sus fieles, la de estar en una fiesta de ilimitado jolgorio donde se  han alcanzado por fin, las dichas del esjatón: Los frutos maduros de A Resurrección.

 


Jn 16, 29-33

Jesús deja atrás su lenguaje de “comparaciones”. Empieza a desvelarnos la realidad que nos ofrece. Nosotros alcanzamos -también por fin- a vislumbrar su Sapiencia Infinita. La teología acuñó la expresión “Omnisciencia” para indicarnos como es el “Saber Divino”. Aun cuando no sabemos que es lo que Él sabe, ya es una aproximación muy buena, saber que nada se le escapa, y que nada le tenemos que ocultar, pues todo se le descubre. Y, animados por la evidencia de esta “intuición” nos proponemos dar el gran salto a Sus Brazos, ¡queremos aceptarlo! Recibirlo como Rey Nuestro. Y, conscientes de nuestras limitaciones, y de la variabilidad de nuestros estados, quisiéramos “creer” siempre y “dudar” nunca.

 

Sin embargo, Dios sabe que vamos a tambalear. Él sabe que los fragores, las turbaciones, las inseguridades nos mostraran sus afilados colmillos y nosotros empezaremos a temblar como ovejas, que van al matadero. En medio de esos azoramientos, tribulaciones y ofuscaciones, nos dispersaremos, cogeremos cada cual por su lado y nos apartaremos del rebaño en vez de acudir al aprisco. Él presiente nuestro abandono, nuestras traiciones, nuestra tendencia facilista a la deserción. En cambio, Él no flaquea, porque se apoya en el Pilar inamovible del Padre.

 

Todo esto nos lo dice y nos lo reitera, para que recibamos otro Don que Él nos otorga: ¡La Presencia de Animo! Es la solidez que da el Paráclito, la convicción de que Su Victoria se nos comunica, le da un esqueleto reforzado a la fe y nuestro pecho, queda recubierto por su Escudo.

domingo, 12 de mayo de 2024

SINERGIA: ÉL LA CABEZA, NOSOTROS SU CUERPO



Hech 1, 1-11; Sal 47(46), 2-3.6-7.8-9; Ef 1, 17-23; Mc 16, 15-20

 


La “ascensión” no es un marcharse a una zona lejana del cosmos, sino la permanente cercanía que los discípulos experimentan con tal fuerza que les produce una alegría duradera.

Benedicto XVI

 



Para revelarse, Dios apela a parábolas, donde las cosas terrenales puedan evocar las Celestiales, y, de esa manera nos confía sus misterios y se nos da a conocer. Por esta vía se nos es dado, en forma de analogía de la que Dios se vale para enseñarnos aquello que trasciende los límites de nuestra racionalidad. Y es que el paso de lo Celestial a lo terrenal es, un salto cognoscitivo imposible. «Es difícil comprometerse a algo que no podemos conceptualizar. Es aún más difícil comunicar a otros lo que creemos, cuando no podemos mostrarles una imagen o explicarlo lógicamente. Me imagino que esa es la razón por la cual se dice que la religión es adquirida y no enseñada. No tiene sentido hasta que usted se meta en ella, o tal vez, hasta que ella se meta en usted.»[1] Y si en lo gnoseológico es tan extremadamente difícil, cómo será en lo ontológico. Por eso, desde las más antiguas herejías, la joya de la corona estaba en la imposibilidad lógica del paso de Dios a Jesucristo, es decir, del salto de Dios a Hombre. Y –evidentemente- siempre nos hemos tropezado al comprender cómo pudo Dios “descender” de Su Eternidad y entrar en nuestra temporalidad.

 


Hay una conexión existencial de la Redención que concatena Encarnación Crucifixión Muerte Resurrección Efusión del Espíritu Santo: Uno de los rasgos de este paso consiste en haber abandonado la “dimensión” del Kairos, para pasar a nuestro plano temporo-histórico para entrar en el cronos. Jesús entra en “el tiempo”, precisamente, en el Vientre Inmaculado de María Santísima. ¿Se quedó allí? ¡Evidentemente no! Nació en Belén de Judá, en un pesebre. ¿Es esto una noticia nueva? ¡No! Al poco tiempo de haber nacido, se ve obligado por circunstancias “históricas” a viajar a Egipto en calidad de desplazado-político, ¿Es esto una noticia nueva? ¡No! ¿Se quedó allí? Bueno, como no son noticias, vamos a dar un salto y vamos a ir al “momento” de su Ministerio Público, donde, en cierto momento, se hizo notorio y fue amenazado de muerte, entonces, ¿se escondió? No mucho, más bien, y por el contrario, se fue al propio nido de sus perseguidores, a Jerusalén y empezó reivindicando la Soberanía Divina en el Santo Templo de aquella ciudad; ¡Caracoles! Algo imprudente aquel gesto de Jesús, por qué no se quedó lejos del “peligro”, por qué dio el siguiente paso histórico y se hizo matar,… ¿Se quedó allí? ¿Por fin, después de un padecimiento horrible, por qué no se quedó tranquilito en la paz del Santo sepulcro?… y aún hay otra pregunta: ya que los discípulos y sus seguidores tanto lo necesitaban, ¿por qué no se quedó allí con ellos? ¿Por qué resolvió “ascender” al Cielo? «Hch 1,3 precisa el periodo de interinidad como de cuarenta días, después de los cuales Jesús “fue levantado en presencia de ellos y una nube lo ocultó a sus ojos” (Hch 1,9).»[2] Para muchos, esta es la fecha litúrgica para sentarse a llorar y renegar por qué Jesús redujo su compañía a 40 días. ¿Por qué no se quedó con su manifestación corpórea siempre igual?


 

¡Valdría la pena reflexionarlo! ¡No nos quedemos con respuestas fáciles! Tratemos de desentrañar qué nos enseña Jesús con toda su historia… Tal vez nos ayude a entender por qué el cristianismo verdadero no es la religión de los “embalsamadores”, quizá podamos captar porque ser católico no tiene nada que ver con el oficio de los momificadores, quizá podamos empezar –¡si, empezar!- a entender que Dios está en la Eternidad, pero nosotros estamos –por ahora- en la temporalidad, y que no podemos vivir llorando porque el mundo haya cambiado, porque, a pesar de nuestro quejumbrosa manía de renegar del curso de la historia, el mundo siga adelante y sólo el final de nuestra vida nos sacará de ese decurso. 


 

Hoy, la liturgia no nos llama fieles, no nos llama hermanos, no nos llama hijitos míos. Hoy la liturgia nos llama Galileos. Y, es con ese apelativo que nos acoge hoy y nos saluda en la Antífona de Entrada. Los Galileos, de entre los cuales tomó Jesús a la mayoría de sus discípulos, eran gentes que estaban en la región norteña más próximos a la gentilidad. Por su territorio pasaban muchos comerciantes, muchos mercaderes, gentes de distinto origen, distinta procedencia, diferentes en sus manifestaciones de religiosidad, más expuestos a múltiples influencias, más “bombardeados” por la policulturalidad… Con mayor riesgo de volverse quejumbrosos, o simples llorones,…


 

En aquella región, los Asirios habían deportado a los judíos y se habían traído –en reemplazo- unas personas de la gentilidad, que –por tal razón- eran menos creyentes y profesaban su fe de una manera mucho menos ortodoxa, Nazaret estaba ubicada en la parte más sureña de Galilea; Caná, -el lugar donde se obró la transformación del agua en vino- también era parte de la región Galilea y, repitámoslo, fue allí donde Jesús encontró buena parte de sus seguidores. ¡Con este nombre somos designados hoy! Hoy, por extensión hermenéutica, entramos bajo esta categoría: somos Galileos.


 

Siempre que viajamos al extranjero regresamos admirados o –por lo menos sorprendidos- por algún aspecto contrastante de su realidad, sus costumbres, sus edificaciones, su comportamiento sexual, la manera de llevar un noviazgo, los alimentos que consumen o las recetas que preparan, sus atuendos, sus hábitos de higiene personal, y así podríamos continuar la lista de los posibles aspectos que nos embelesan.

 

Para el pueblo de Israel la experiencia de haber sido llevados en cautiverio a Babilonia fue desconcertante. Tantas cosas discordantes o –por lo menos- diferentes. Para aquellas sociedades donde los dioses y el culto que se les brindaba diferían tanto, hubo imágenes sobre-impactantes, desconcertantes, sobre cogedores, increíbles…. Nunca se pudo borrar de su memoria que sus dioses contendían anualmente –como gladiadores- para demostrar su superioridad; y tenían que enfrentar al dragón -que personificaba la maldad- y derrotarlo para demostrar que eran dignos de recibir culto por otro año consecutivo. Su victoria en el rito que mimaba el combate, era celebrada con una procesión, con ribetes de desfile, marcha triunfal como la de los militares vencedores.

 

Llegados a este punto quisiéramos (desde esa perspectiva) examinar el salmo 47(46) que lleva por título “Dios es el Rey de toda la tierra”:


 

“Aplaudan, todos los pueblos, aclamen al Señor con gritos de alegría; porque el Señor, el Altísimo, es terrible, es el gran Rey de toda la tierra. Destrozó pueblos y naciones y los sometió bajo nuestro yugo, y a las naciones bajo nuestros pies; él escogió para nosotros una herencia, que es orgullo de Jacob, a quien amó.

 

Dios el Señor asciende entre aclamaciones, asciende al sonido de trompetas. ¡Canten, canten un poema a nuestro Dios, porque Él es el Rey de toda la tierra: ¡El Señor es el Rey de las naciones, cántenle un hermoso himno!

 

El Señor reina sobre las naciones, Dios está sentado en su trono sagrado. Los nobles de los pueblos se unen al pueblo del Dios de Abraham, pues del Señor son los poderosos de la tierra, y Él está por encima de todo.”

 

En estos desfiles se pasa revista a los “ejércitos” (el Señor es el Dios de los Ejércitos); a esto corresponde en la liturgia las letanías. En ellas, el Señor “pasa revista” a sus huestes: Esta marcha-desfile va del punto de Victoria hasta el “Palacio Real”; este “Ascenso” (porque la plaza fuerte del “Soberano” por lo general estaba construida en un lugar prominente, para llegar allí había que subir), así que el desfile va acompañado de gritos, de aplausos, de trompetas (Banda de Guerra); y el sequito, en procesión, acompañaba en su “ascenso” al Rey que iba hacia el Palacio, donde estaba ubicado el Trono Real. Quien estaba sentado en el trono era por antonomasia el Rey, nadie más podía sentarse en él.


 

Jesús –que ha derrotado el mal, de una vez para siempre- asciende hacia su Trono; es bajo ese enfoque que debemos leer la Ascensión. Pero el Palacio de Jesús está en el Cielo, por eso su Ascensión tiene esa dirección, va a sentarse a la derecha de Dios Padre, y recordemos que «Estar “sentado a la derecha de Dios” significa participar en la soberanía propia de Dios sobre todo espacio»[3]. Nuestra re-lectura no conduce a ver un ausentarse de Dios-Hijo que se va y nos abandona, sino un reconocimiento de su Realeza-Divina. «Jesús se va pero permanece. La única manera de resolver tal contradicción es concluir que hay dos modos diferentes de presencia: una discernible por los sentidos y la otra no.»[4]

 

Para profundizar nuestra comprensión de este evento teológico tenemos que resaltar que su Presencia -como Resucitado- físico-perceptible fue la oportunidad de demostrarnos y hacernos entender que Él está vivo cfr. (Hch. 1, 3b).


 

Este Rey, que va camino a su Trono, aprovecha la ocasión para dar a sus “súbditos” instrucciones. Y es una ocasión fundamental, porque lo que les manda es “Su Voluntad” es la expresión de su voluntad testamentaria, lo que les está confiando es la “misión” dada a aquel que se quiera hacer su Discípulo. Por qué es tan importante reconocer que la Ascensión no es una “partida”. Porque tenemos que reconocer que la afirmación de Jesús va en otra dirección, el Evangelio declara que Κυρίου συνεργοῦντος “el Señor actuaba con ellos”. El Señor Asciende, o sea “es entronizado”, pero no se va, infunde a sus Discípulos su sinergia para que ellos se Cristifiquen y obren –no se queden mirando para lo alto- con sus manos, con su esfuerzo, con su “testimonio” la continuidad de lo que Él, Jesús, vino a construir en la tierra: El reinado de Dios (para que sea “así en la tierra como en el Cielo”). Debemos tomar en cuenta que a veces se fomenta lo contrario: la desconfianza en nosotros mismos, porque se desconfía de nuestro aporte, de nuestra participación, porque se nos sujeta bajo el yugo de la obediencia atada a la ruta del “jefe”. Toda una cultura y una tradición se construyó y se sigue erigiendo, frenando con ello nuestro avance hacia la “membrecía”, lo que se infunde es que no somos capaces de ser “miembros” del Cuerpo Místico; todo lo contrario de la confianza que Jesús depositó en sus Galileos.


 

Está Misión-del-Discipulado está excelentemente expresada en las palabras de la Carta a los Efesios que leemos hoy como Segunda Lectura: οἰκοδομὴν τοῦ σώματος τοῦ Χριστοῦ “…desempeñando debidamente la tarea construyan el cuerpo de Cristo” (Ef 4, 12b). Esto nos compete a todos los “seguidores”, sea cual sea el carisma que hayamos recibido: apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores o maestros, o cualquiera otro. La misión no es excluyente. «Somos divinizados a tal punto que nada de nuestra humanidades negado, despreciado o ignorado, cuando nada de lo que nos hace humanos se pierde o es dejado atrás. Así como el Hijo de Dios no dejó atrás nada de su divinidad durante su estancia en la tierra, así llevaremos a la vida eterna todo lo que en nuestras vidas es genuinamente humano».[5]

 

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“¿Galileos, por qué tan sorprendidos mirando al Cielo?”. El dilema está en renegar u obrar con responsabilidad histórica; (bueno, está la tercera alternativa, trabajar como embalsamadores de momias y procurar –con ese pretexto- dividir, fomentar el cisma, separar la comunidad, dividir la Iglesia…). Reconozcamos en Él, en Jesús, a nuestro Rey y apliquémonos a ser fieles (fieles no significa testarudamente obcecados en que la razón de todo lo malo está en tal o cual cambio, tal o cual cosa que se hace o que se dejó de hacer, y que el fin ya llega, lo único que lo detiene es tal o cual “talismán”, erigiendo como talismán inclusive a las cosas más Santas), la fidelidad que se reclama se refiere a la misión que Jesús, con todas las letras, nos confía en la perícopa del Evangelio que se lee hoy, desempeñando debidamente la tarea encomendada. Ninguno individualmente, como persona, será Jesucristo, pero entre todos los miembros de la comunidad creyente constituimos Su Cuerpo Místico.

 



[1] Casey, Michael. PLENAMENTE HUMANO PLENAMENTE DIVINO. UNA CRISTOLOGÍA INTERACTIVA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 2007 p.301

[2] Ibid. p. 300

[3] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET II PARTE. Ed. Planeta. Santafé de Bogotá-Colombia 2011. p. 328

[4] Casey, Michael. Loc. Cit.

[5] Casey, Michael. Op. Cit. p. 306