Si
4, 11-19
3,
30 – 4, 10 trata el tema de cuidar a los pobres y necesitados, es una perícopa
que retoma el cuidado preferencial de los pobres. En cambio, la perícopa de hoy
4, 11-19 tiene por tema la educación. La educación es la vía que conduce a la
sabiduría. Se requiere atravesar por los ámbitos que nos educan, la familia, la
escuela, le Comunidad Eclesial, son espacios donde se pueden allegar elementos
que nos viabilizan el acercamiento y el acopio de pautas de sabiduría. Porque,
debe anotarse, no se nace sabio, la sabiduría es un esmero de por vida por llegar
a ella. Los educadores nos allanan vías de acceso para llegar a ella. Y, el que
la busca está bajo el tutelaje del que educa quien tiene a su cargo velar por
el “buscador”.
La
sabiduría modela y moldea rasgos valiosos en la vida del que está sediento de
ella. Dice -muy explícitamente que- el que ama la sabiduría ama la vida. Y el
que madruga a buscarla se ve colmado de dichas. Quien la allega se adueña de la gloria y Dios
lo regala adornándolo de bendiciones. Ser servidor de la sabiduría es ser
servidor de la santidad, por eso, quien ama la Sabiduría es amado por Dios.
Quien
presta sus oídos a la sabiduría el Señor lo instituye juez de las naciones y
quien se aplica a conseguirla anida en la seguridad. Si alguien confía en la
sabiduría será su heredero, y su descendencia también la cosechará.
Al
iniciarse en su procura parece que avanzáramos entre lamentaciones y oscuridades,
y parece que su disciplina es dolorosa y tortuosa, pero conforme se va progresando
en su consecución, el camino se le va presentando cada vez más ancho y expedito.
Entonces se da a recoger frutos de alegría y satisfacción, se le van revelando
sus secretos y su conocimiento es cada vez más recto.
El
que se da por vencido, queda tirado en el camino, solo quien persevera ceñirá su
frente con la enhorabuena aprobatoria de Dios.
Es
típico de los libros sapienciales ofrecernos la sabiduría por prosopopeya: aquí
está personificada en la persona del maestro.
En
el plano formal, puede decirse que la versión hebrea presenta la sabiduría
hablando en “primera persona”, aquí, sin embargo, se ha seguido el
procedimiento que presenta la versión griega que, la deja hablar en “tercera
persona”.
Sal
119(118), 165. 168. 171. 172. 174. 175
Ningún moralista de la
historia relacionó como Jesús la “obediencia” y el “amor”. “Si me amáis, seréis
fieles a mis mandamientos”.
Noël Quesson
Este
salmo -el más largo de todo el salterio- es de súplica. Es un salmo alefático,
pero no por versos, sino por estrofas. Cada estrofa es una letra del alefato y
cada estrofa contiene 8 versos. Esto quiere decir que el salmo quiere presentar
un compendio global, omni-abarcador, que va, -nosotros diríamos de la a hasta la
zeta, los griegos, de alfa hasta omega, los hebreos, de א Alef a ת Tav-.
De
muchas maneras, podemos percibir en las Leyes que Dios nos ha entregado, la
mano del Padre que lleva -Tiernamente- a los hijos, para que sepan caminar por la
vida. Este cuidado paternal nos permite
ver la Ley desde otra perspectiva bien diversa del dolido anarquista que preferiría
vivir abandonado de la paternidad que lo sostiene.
Evidentemente,
los versos que se tomaron para la perícopa pertenecen a la penúltima y última
letras del alefato. Schin y Tav. Sólo el verso 165 la pertenece a la letra
Schin, todos los demás versos son de la Tav. O sea que, se trata de una mirada
al final del salmo.
El
verso 165 dice que para el que ama la Ley hay paz.
El
168, que si uno guarda los preceptos Dios ilumina con su mirada nuestro andar.
El
171, Ya que Dios nos ha revelado sus decretos que puede salir de nuestra boca
que no sea alabanza.
El
verso 172, Como todos los preceptos divinos son portadores de la justicia, las
palabras de su fiel tienen que ser joyas de alabanza y loor.
El
verso 174, como el salmista está sediento de la Salvación, su corazón acaricia
con delicia la Ley.
Finalmente,
el verso 175, ¿vida eterna para qué? Para que no nos falte tiempo para alabar a
un Dios tan Grande y Justo, digno de toda Alabanza.
El
verso responsorial se apoya en la idea del verso 165: Paz para el corazón que
ama la Ley del Señor.
Mc
9, 38-40
Trabajar siempre pensando en que somos Iglesia, no de forma
individual.
Podemos comparar
aquella persona con uno de nosotros. Un seglar convencido en difundir el reino
de Cristo. Nosotros somos una pieza clave en la iglesia. Mas ahora en estos
tiempos ser católico es luchar contra corriente, si lo queremos ser con
autenticidad. Tratamos de serlo en nuestro corazón, pero también hay que serlo
en el exterior compartiendo con los demás las riquezas de nuestra fe.
Papa Francisco
Esta
perícopa da firmes raíces al ecumenismo. Porque Dios puede actuar y actúa en
personas cristianas, no cristianas e, incluso, en personas no-religiosas.
Podemos añadir una palabra todavía, actúa por personas anti-religiosas. Eso
-tan extremadamente desconcertante- tiene una explicación muy racional y
razonable, Dios está en todas partes y se manifiesta por doquiera, allí donde haya espíritu
de servicio, sincera fraternidad y amor. El alineamiento con los nuestros no es
el criterio que nos debe orientar. Los otros no tienen que estar conformes con
nuestros enfoques, nuestras ideas de libertad, de justicia, y de lo que es la verdad.
En
el Documento final de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
Obispos, en el número 41, nos encontramos un comentario que puede ser muy
inspirador y luminoso: «En todas partes de la tierra, los cristianos conviven
con personas que no están bautizadas y sirven a Dios practicando una religión
diferente. Por ellos rezamos solemnemente en la liturgia del Viernes Santo, con
ellos colaboramos y luchamos por construir un mundo mejor, y junto con ellos
imploramos al único Dios que libre al mundo de los males que lo afligen. El
diálogo, el encuentro y el intercambio de dones propios de una Iglesia sinodal
están llamados a abrirse a las relaciones con otras tradiciones religiosas, con
el fin de “establecer la amistad, la paz, la armonía y compartir valores y
experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor”»[1]
Los
discípulos vieron a alguien, que no era de su grupo, expulsando Demonios en el
Nombre Tres-Veces-Santo de Jesús, ellos, como primer impulso, se sintieron
llamados a impedírselo y reclamar el monopolio de exclusividad.
Jesús
no está preocupado por la pertenencia o no pertenencia al “grupo discipular” que,
Él había conformado y, a quienes en esta parte del Evangelio marqueano, le
dedica tanto tiempo y atención para prepararlos en orden a darle continuidad a
la “misión” eclesial. Por otro lado, aparece un exorcista, que no tiene que ver
con ellos, pero Jesús con profunda claridad y sin dubitación alguna dice que no
le prohíban ir adelante con su actividad de expulsión de “demonios”.
Jesús
con énfasis e insistencia les repite que va a ser víctima de la persecución que
se ha desatado en su contra y que terminará por ser asesinado. Pese a esta
advertencia reiterada, ellos prefieren seguir aferrados a la idea de un Mesías-militar.
Y, es que la tradición judía estaba muy arraigada y había desarrollado esa “única
ventana” por donde mirar. Esto conlleva una expansión del “punto ciego”.
Cuando
Jesús les dice: “No se lo impidan…”, en verdad, el Evangelio no nos dice cuánto
pudieron digerir los discípulos de esta respuesta, si simplemente lo aplicaron
a ese “exorcista” en particular, si lo dejaron así, si tuvo alguna implicación
para ellos; no sabemos qué pasó con esto… Está allí la cita bíblica, como un
recado que Jesús hubiera colgado para nosotros.
Podemos
pensar, es muy lícito, que está ahí para nosotros. Que nosotros también deberíamos
pensar ¿qué habríamos hecho? Y, de hecho, reflexionar, en casos homólogos ¿cómo
hemos actuado?
«Cuando
ves a un joven que ayuda a una pareja anciana en sus trabajos de casa, cuando
una persona hace un favor sin esperar recompensa, cuando tú haces por los demás
el bien evitando todo tipo de acto dañino para tu prójimo, entonces estarás
seguro de estar haciendo lo que Cristo quiere y no impide a nadie: amar a los
demás sin esperar ser amado sino solamente por Dios… Tengamos en cuenta de que
en el mundo hay muchos carismas, unos predican, otros enseñan... pero todos
actuamos con el mismo fin: la Iglesia. Cristo nos lo pide: "haz esto y
vivirás"». (Papa Francisco)
El
versículo con que remata la perícopa es toda una advertencia: “El que no está
contra nosotros, está a nuestro favor” (v.40), prácticamente una máxima, que nos
deja programado todo un itinerario a seguir. ¿Lo estamos cumpliendo?
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