Hb
11, 32-40
Hoy
tenemos nuestra décimo octava lección sobre el Libro a los Hebreos. Al iniciar
previmos 23 lecciones, que nos llevaran exactamente hasta el sábado de esta
semana.
Muchas
veces la fe es tan sólo ¡un cofre, donde se han depositado unos dogmas que
estructuran una doctrina, y… no más! Sí vemos esta presentación de la fe que
nos trae este Libro, vemos que la fe es muchísimo más, no es un listado, es un
esqueleto firmísimo, del más sólido titanio, que es por antonomasia, el metal
que brinda la mejor “resistencia. Le fe genera, entonces, un estilo de vida
donde para cruzar los más profundos abismos, encontramos -no puentes de ingeniería
civil- sino un modo de ver y vivir qué nos da seguridad y nos aporta la
capacidad de “ir adelante” sostenidos en convicción por el Poder de Dios.
El
sábado, quedamos en el verso 19 del capítulo 11. El plan litúrgico de las
Lecturas salta los versos 20-31. Allí, en esa elisión, encontramos:
-En
los versos 20-22 los testimonios consecutivos de Isaac, Jacob y José.
-Los
versos 23-28 los diversos testimonios de Moisés.
-En
el verso 29 nos habla de la fe que permitió al pueblo de Israel pasar el Mar
Rojo para salir de la esclavitud en Egipto.
-En
el verso 30, vemos que la fe llevó a demoler las murallas de Jericó con,
simplemente rodear esa ciudad procesionando con el Arca, como Presencia Divina
que los acompañaba; su fe, era reconocer que Dios estaba con ellos y que era Él
quien les traía la victoria sobre los obstáculos e impedimentos.
Estas
citas que se insertan en Hebreos, son todas tomadas de la fuente llamada
“Septuaginta”, es decir de la traducción al griego del Antiguo Testamento: Del
Éxodo, del Libro de Josué. En lo que sigue -en la perícopa de hoy-, se remitirá
al Libro de los Jueces, al de Samuel, al de Daniel, al de los Reyes, al Profeta
Jeremías y al Libro de las Crónicas.
Se
nombran cuatro Jueces, también a Samuel, profeta y a David, rey, y luego se
hace mención genérica de los profetas. Y,
se designa, desde ya, a dónde nos lleva ese linaje de Israel, que aparece como
meta y Pleroma de toda la historia, y lo designa “Mejor”. Esta historia -que
nosotros llamamos “Sagrada” tiene su Perfección en “El Mejor”.
En
Hebreos se nombran las acciones que fueron estructurando -como Revelación- la
fe de este pueblo “elegido”:
i.
Conquistar reinos
ii.
Administraron Justicia
iii.
Vieron el cumplimiento de las Promesas
iv.
Domeñaron las fieras
v.
Apagaron incendios voraces
vi.
Escaparon a la espada asesinas
vii.
Superaron enfermedades desesperadamente desahuciantes
viii.
Les infundio valor en la guerra
ix.
Pusieron a raya los ejércitos que los acosaban
x.
Recobraron a sus muertos para seguir en vida.
Viene,
después de la preposición adversativa, otra serie de hechos, esta vez mal-
afortunados que, por la fe, no lograron ni someterlos ni apocarlos:
i.
Torturados hasta llevarlos a morir
ii.
a prueba de las burlas y de los azotes, de las cadenas y de
la cárcel.
iii.
La lapidación
iv.
La sierra
v.
La espada
vi.
La pobre vestimenta de una piel de oveja o de cabra
vii.
Penuria total
viii.
Opresión y maltrato
ix.
Vagando por desiertos y montañas, por grutas y cavernas
Ellos
fueron todos, regalo de Dios que nos presentaba, por medio de ellos, su Mensaje
y sus Promesas. Sin embargo, no fuimos dignos de estos heraldos que el Señor
nos obsequiaba para que lo aguardáramos, lo ansiáramos, y estuviéramos atentos
a su venida.
Todos
ellos, cumplieron su misión, pero nosotros los derrotamos con nuestra “ceguera
espiritual”, incapaces de reconocer lo que nos anunciaban estos vates. Por la
piedra acerada que reemplazaba en nuestro pecho el corazón “humanado” que
debiera albergarse en nuestro ser para acceder a la fe.
¿Se
daba por Vencido nuestro Dios? ¿Olvidaba el Señor, Su Plan Salvífico? ¡No! No,
y en eso insiste la perícopa para que entendamos cuál es el Tesoro de la Fe. La
estabilidad de la Palabra de Dios, estable por los siglos.
La
fe obra en nosotros como modelos inspiradores que nos sostienen firmes en la
“resistencia”. Y es que la fe está, especialmente, en la fuerza vital que nos
impulsa. Aprobados por la fe, pero no recibieron lo “prometido”, porque el Dios
que prometió, había dispuesto de algo “Mejor” en Quien, al unirse con Él,
alcanzarían la Perfección (cfr. Hb 11, 39s).
Sal
31(30), 20. 21. 22. 23. 24
Jamás quede yo
avergonzado; en tu justicia ¡líbrame!
¿Y cómo he de volver a
duda, a preocuparme, a acongojarme pensando en mi vida y en mi futuro, cuando
sé que está en tus manos? Alegría de alegrías, Señor, y favor de favores.
Carlos G. Vallés s.j.
Este
es un salmo del huésped de Yahweh. Al centro, en el protagónico esta un rey, un
profeta o un levita; que quiere albergarse en Dios. En Él se refugia. La perícopa
proclamada toma los 5 últimos versículos. El poema está estructurado en tres
partes:
1) Razones para amar a
Dios confiándose a Él
2) Presentación de la
situación difícil que el salmista atraviesa
3) La intervención de
Dios en auxilio del orante demuestra su Amor
Los
versículos proclamados reconocen la defensa y auxilio prodigioso que el Señor
le ha brindado.
Primer
versículo: El Señor despliega su Bondad en favor de los que lo reverencian
Segundo
versículo: El Señor los tiene a cubierta de los complots de los enemigos.
Tercer
versículo: El Señor ha obrado prodigios para defender la Muralla de Sion.
Cuarto
versículo: El salmista se creía desamparado de Dios, pero Él oía la voz
angustiosa que clamaba auxilio.
Quinto
versículo: Vista su Fidelidad el hagiógrafo nos recomienda a todos acudir a Él
porque nunca nos defrauda.
En
el responsorio decimos: Si confiamos en Él, podemos reposar bajo su abrigo. (En
cambio, -no se proclama hoy, pero está consignado en el salmo- los orgullosos y
altaneros recibirán su merecido).
Mc 5, 1-20
Su cuerpo está deshecho
de tanto golpearse y herirse con las piedras. Es como si todas las fuerzas
represivas del imperio vinieran a condensarse en el espejo de su vida.
Seguimos
tratando los secretos del Reino de Dios, cruzamos con Jesús el lago y llegamos
a Gerasa (Jerash), tierra de gentiles. Allí, nos sale al paso el endemoniado de
Gerasa, poseído por toda una legión de espíritus impuros. Una bestia indómita
que asolaba a los de la región.
Seguramente,
en tierra de gentiles, aquellos demonios la pasaban rico, podía manipularlos y
estaban al desamparo por increyentes. Una legión del ejército romano estaba
compuesta por entre 4.200 y 6.000 soldados de infantería, más un pequeño cuerpo
de caballería, una verdadera falange del imperio, invadiendo su tierra: La
legión le pide a Jesús que no se meta con ellos y que no los saque de su territorio
-eso pasa siempre, el oprimido termina amando sus cadenas y rindiendo culto a
su opresor, los estudiosos lo denominan “síndrome de Estocolmo”- donde ejercían
su dominio. Le piden que los deje entrar en una piara, y la piara se ahoga.
Recordemos que el lago era visto como dominio del mal, el “mar” simboliza el
mal que oprime a la humanidad; al irse al fondo los cerdos, la legión se
adentraba en su origen. Eran cerca de dos mil cerdos, bueno era una legión
mediana, pero no por eso, menos perniciosa. Se debería llamar el síndrome de “es
el colmo” porque llegan incluso a apropiarse de la ideología del captor y a
identificarse son sus valores.
Al
quedar liberado, el ex-endemoniado se presenta ahora de otra manera, ya no era
ese pobre hombre contrahecho que se hacía daño golpeándose con las piedras e hiriéndose;
estaba sentado, controlado, vestido y “en su juicio”; la gente no le interesa
esta “liberación” le piden a Jesús que se vaya, seguro se verían afectados en
su negocio, y es que la ausencia de Dios es “buen negocio” para los que viven
de espaldas al Creador-Dueño-y- Señor; en cambio “el Liberado” quiere que Jesús
lo admita con los suyos, pero Jesús lo nombra Apóstol en medio de aquella
gentilidad: Lo comisiona para que vaya con aquella gente y les contara la Bondad
que el Señor había tenido con él, y así lo hizo. Se volvió Apóstol en toda la
Decápolis.
Muchos
se preguntan por qué Jesús no aprovechó para hacerse otro discípulo, pero hay
que entender que al liberarlo ya lo había acogido entre los discípulos y de un
modo tan rotundo que no tenía que irse con Él, sino de una vez, pasar a la
siguiente etapa. Se anunciador de la llegada de la Buena Nueva y de cómo el
Reino ya está en medio de nosotros, liberando y expulsando a los espíritus
impuros que nos someten: Hay otras formas de discipulado y seguimiento.
«¿Qué
ha hecho Jesús por mí, en mi vida, por amor? Y viendo esto, qué debo hacer yo,
por Jesús, cómo respondo a este amor. Y así seremos capaces de purificar
nuestra fe de todo interés. Que el Señor nos ayude en este camino». (Papa
Francisco)
No hay comentarios:
Publicar un comentario