jueves, 9 de mayo de 2024

Jueves de la Sexta Semana de Pascua

 


                              

Hch 18, 1-8.

De Atenas, Pablo va a Corintio. Encontró allí a Aquila y su esposa Prisca. Ellos habían sido expulsados de Roma por Claudio, quien hizo desplazar a todos los judíos por decreto. Tenían el mismo oficio que Pablo, hacían tiendas de lona. Se piensa, de lo que aquí se dice, que Pablo trabajaba entre semana y los sábados, se dedicaba a predicar en la sinagoga, tanto a judíos como a griegos, el Evangelio. Como estos rechazaban entre blasfemias el anuncio, Pablo, sacudiéndose las vestiduras, los dejó y se fue a predicar a los gentiles, yéndose a casa de un tal Ticio Justo, que era judío y cuya casa era vecina de la Sinagoga.

 

Crispo, jefe de la Sinagoga, aceptó la predica de Pablo junto con otros muchos corintios que escuchaban a Pablo y pedían el bautismo.

 

Sal 98(97), 1bcde. 2-3ab. 3cd-4

Hemos hablado de los Salmos del Reino, que acompañaban un cortejo del Arca para entronizarla en el Sancta Sanctorum, acompañado de muchas muestras de jolgorio y regocijo. Se ha dicho que el esquema general lo tomaron los judíos de las procesiones de este tipo que entronizaban a Marduk -dios babilonio- que se enfrentaba en combate a Tiamat, dragón que, representaba al Dios del mal. Lo que hizo el judaísmo fue depurar este ritual de todo aquello que fuera incompatible con la entronización de YHWH, que no era un Dios nacional sino la Divinidad Cósmica que adora el pueblo elegido. Surgió así Tehom, la divinidad maligna de los hebreos, representante del desorden, figura del caos, que YHWH desaloja fundando el Cosmos.

 

La invitación al canto y la aclamación emparentan este salmo con los himnos que hemos venido glosando en estos días. En sí, el Salmo se titula “El Señor da a conocer su Victoria”.  Se inserta en la festividad de las Succot, que -como lo hemos anotado mil veces- representaban las viviendas improvisadas en que habitaban y se guarecían los judíos en su deambular por el desierto durante los cuarenta años del Éxodo. El festejo tenía por culmen una magnifica ovación, una aclamación de la Divinidad de YHWH, denominada Teruah, sonido de aclamación estridente, pero también voz de alarma, que en sus orígenes era un grito de guerra. Esta magnífica ovación concita a todos los pueblos a aunarse en Alabanza común porque los atributos del Dios-Justo resplandecen sobre los habitantes todos de la tierra, derramándose equitativamente Justo-Gobernante, Pastor-Fiel.

 

La perícopa se organiza en tres estrofas:

 

La primera pide estrenar un canto nuevo, que reconoce las maravillas obradas por Dios. Y hace consciencia de que el Señor -con su santo-Brazo- es El-que-otorga-la-Victoria.

 

La alegría el júbilo, brota de reconocer que Dios deje ver su Justicia a todas las naciones, no se cierra sobre unos para negarse a otros, hace pública la salvación. Cuando más lo necesitaba esparció Misericordia y Fidelidad sobre el linaje Israelita, es lo que señala la segunda estrofa.

 

Esta Victoria liberadora que sacó a los judíos de la esclavitud en Egipto, llega hasta las comarcas más lejanas, dios se aprestigia porque todos, hasta las fronteras más lejanas han recibido la Noticia: así que todo el Universo puede unirse a la Teruah, todos están llamados a ovacionar, a gritar, a rebosar de dicha: estamos ante un motivo para una Fiesta de Magnitud Cósmica.

 

La Fiesta lleva inmanente la intuición de cómo será el esjatón, cuando Dios reine en todo para todos.

 

Jn 16, 16-20



¡Hay como una intermitencia! Si Dios está allí, a disposición, todo el tiempo, nosotros lo damos por descontado. Lo que pasa con la Eucaristía: está allí, nos espera, …. ¡pues, que siga esperando! Quizá iremos el próximo domingo, o de pronto el siguiente, cuál es el afán, ahí está todo el tiempo esperando, ¿no que es eterno? ¡Pues que espere!

 

A los discípulos les pasó eso, Jesús les advierte que se ira por un tiempo, pero les ofrece volver, que se va a ir al Padre… Y, ellos, no sacan nada de todo esto. Y, Jesús hace aflorar, de este desconcierto una paradoja: Ellos se entristecerán por su partida, pero el “mundo” se alegrará; al mundo la Presencia del Señor le estorba, uno piensa cuando los papás están en casa, los jóvenes quieren que se vayan, y llamar a los amigos, y organizar la "guachafita".

 

Sin embargo, los que lo estiman, los que le tiene cariño, los dueños del Amor sincero se entristecerán provisionalmente, para cuando retorne, la tristeza se trasmutará en alegría.

 

He aquí la magia del Espíritu Santo, ¿Quiénes harán sonar el Shofar? ¿Quiénes ovacionarán con la Teruah? Los mismos que recuestan su cabeza amorosamente en el pecho del Amado. Los mismos a quienes les arda el corazón cuando se les expliquen las Escrituras.

miércoles, 8 de mayo de 2024

Miércoles de la Sexta Semana de Pascua

  


                    

Hch 17, 15.22-18,1

ΑΓΝΩΣΤΩ ΘΕΩ

Cómo es y cómo funciona el politeísmo que tiene tantos y tantos dioses que llega a preocuparse que, de pronto, haya alguno o algunos por ahí que se les haya escapado, y de ser así, podría ofenderse y enviarles un castigo; pues, entonces, había que erigirle un altar y -preventivamente- saludar a ese “ignoto”, algo como echarle una porción de agua adicional a una sopa, por si acaso llegaba un invitado extra.

 

Pero, lo interesante para nosotros es el esfuerzo que hace Pablo por partir de “su punto de vista”, él hace lo que puede para mirar desde su óptica, y, aprovecha este detalle para plantear un razonamiento y abrir la puerta a un entendimiento y dialogo con aquella cultura.  No es cualquier enunciado, es uno que busca como presentarles a Jesucristo, desde sus referentes, para hacerse entendible.

 

Así, pasa a mostrarlo como el Autor de toda la realidad, y mostrarles que Dios no es muchos, sino que es Uno, y apunta hacia su Unicidad.  De allí pasa a mostrar que Dios es como el medio natural en el que se desenvuelve nuestra existencia aun cuando lo pasemos desapercibido. Este referente continúa teniendo profunda validez, también hoy, -pasamos inconscientes- y miramos para todas partes, pero no somos capaces de ver Su Presencia constante.

 

Continua con otro argumento, que también retoma de su visión del mundo; somos del linaje divino (Arato de Soli), y por tanto, no hemos de adorar cosas, fabricadas por mano humana, aun cuando estén hechas de “metales preciosos”, sino que la dirección a la que debe apuntar nuestra fe es la de la superación de los errores, a la que Pablo llama μετανοεῖν [metanoein] “conversión”, “cambio de mentalidad”.


 

Pasa a presentar la idea de “juicio” que Pablo señala como “juicio universal”, juicio que se caracterizará por su “Justicia”, y que Dios ha entregado para que sea conducido por Su Designado”, a Quien Él ha ἀναστήσας [anantesas] “resucitado”, “levantado” de entre los muertos. Al llegar a este punto, el auditorio encuentra punto de evasión y la asamblea se disuelve con un contra-argumento inane: “De esto te oiremos hablar en otra ocasión”, no hay argumento, en realidad, “sacan el cuerpo”, pues su apertura, no llega a más.

 

El fruto recogido de este esfuerzo fue de tan sólo algunas personas, de las cuales el hagiógrafo señala dos: Dionisio el Areopagita y Damaris. Así termina el episodio de Pablo en Atenas.

 

Sal 148, 1bc – 2.11-12. 13. 14

Este salmo es un himno. Toda la Creación llamada a bendecir al Señor. Todos, vivos e inertes, están convocados a alabar. Parece un tratamiento contra la pedigüeñería, aquí se alaba, se bendice, se gloría, se ensalza, todo el salmo es una plegaria de ADORACIÓN.

 

En le Primera Estrofa va por lo Alto, los convidados son los cuerpos celestes y los ángeles, todas las huestes Celestiales, convidadas a entonar la Alabanza.

 

En la Tercera Estrofa se invita a los gobernantes -ellos que acaudillan los pueblos, son los primeros en ser convidados, para que den el buen ejemplo, que agradezcan y bendigan; si ellos no lo hacen, todos sus subordinados pensaran que es por la inteligencia, la habilidad y la sagacidad de sus líderes que llegan los dones. Esa irreverencia tendrá su paga, más temprano que tarde. ¿No saben ustedes que la ingratitud cunde peor que una pandemia? Muy pronto todos los gobernados desplazaran la gratitud y la trasmutaran en egoísmo; la virtud de reconocer nuestra supeditación a la Generosidad y la Providencia Divinas, redundará en esterilidad y penuria por descuidar la Fuente de la Gracia. Aun cuando bien sabemos que Dios no es rencoroso ni castigador, pero esa actitud nos desconecta de la Fertilidad Real. Después de convocar a los reyes, príncipes, jueces, y -se entiende, a toda autoridad- se invita a todas las edades, y a todas las categorías humanas a entrar en tónica de alabanza e incorporarse a los Coros Celestiales y Angélicos.

 

Finalmente, hace apelación al pueblo elegido, y subraya la idea que esbozamos arriba: El vigor (ha llenado nuestra cornucopia) del pueblo Israelita proviene, Dios los ha puesto como piente de trasmisión- y no hay que buscarle otra fuente, Él es la Fuente.

 

Valga la invitación a leer el Salmo integro, mucho nos nutrirá el espíritu, daremos grandes pasos si profundizamos en él. En este himno encontramos una escuela de oración y una órtesis para ser mejores amigos del que nos brinda su Amistad. Triste y lúgubre un culto que hemos deformado, enseñando a solicitar milagros, pero incapaz de dar Adoración. No es el pueblo el que falla, hemos sido los “formadores” (no se si la cuestión es tan grave que tenemos que llamarnos “deformadores”...), los que hemos sesgado y mutilado este sentido esencial de la religión: Es tan difícil deshacer entuertos y, sin embargo, procurando educar en la gratitud y la alabanza, repetiré aquí con el Salmista: “Alaben el Nombre del Señor, el Único Nombre Sublime. ¡Sea Su Majestad sobre el Cielo y la tierra”!  

 

Jn 16, 12-15



Leer con la Luz de las Lenguas de Fuego, la Verdad del que Vendrá.

Siguiendo la Lectura de la Sagrada Escritura, nos vamos encontrando con un sentido de gradualidad. Dios, en su Misericordia Infinita, hacia su criatura, no nos descarga de golpe y porrazo la Revelación, sino que, nos la entrega con moderación y procesualidad, en un paso a paso, que va sólo un poco más allá de nuestra posibilidad, para expandir el área iluminada, día tras día, y en la misma medida que nos hacemos capaces de contenerla. Si se hubiera mostrado intempestivamente, nos habría aniquilado. Por eso, había un halo de Misterio en torno suyo, hasta que -con la llegada de Jesús entre nosotros- el velo del Templo se rasgó. Ahora, todo está allí, pero aún hay -como nos lo expresa hoy en el Evangelio de San Juan, cosas que “no pueden cargar con ellas, por ahora”.

 

Así, la zona de influencia del Malo, se reduce paulatinamente, y el Espíritu Santo va generando una campana de Luz cada vez más vasta. El Mentiroso va siendo desenmascarado, y nuestra inserción en la Verdad Total, va cristalizando: ¡La Verdad de Dios es una Verdad Dinámica! Siempre nos imaginamos en esto, la Ternura del Padre, que no pretende a los 10 meses, enseñar a su bebé a resolver una pesada ecuación diferencial, pero se complace en pasarle el balón y se enorgullece que sea capaz de detenerlo y re-enviarlo, a manos de su Progenitor.

 

Ahora bien, ¿vendrá el Espíritu Santo a darnos lo que Jesús no? El Evangelio nos declara que no será así. Todo viene de Jesús, a Quien el Padre instituyó y desde el Principio hizo todo pensando en Él. Pero -en cambio- si obra como una especie de Traductor, que pone en nuestro idioma, que ajusta a nuestras capacidades y nos da, y nos anuncia según nuestro nivel de asimilación se acrecienta, proceso al cual contribuye también el Santo Espíritu, que nos lleva, con su pedagogía, a ensanchar nuestras competencias espirituales.

martes, 7 de mayo de 2024

Martes de la Sexta Semana de Pascua


                               

Hch 16, 22-34

Nos habíamos quedado en Hch 16, 15; hoy damos un salto a Hch 16, 22, es decir, nos saltamos 6 versículos. Hoy se inicia la perícopa narrando como la gente se alborotó contra Pablo y Silas, y también cómo por órdenes de los magistrados los “molieron a palos”, y, acatando esas mismas ordenes, el carcelero los condujo a prisión y los sujetó con grilletes.

En el episodio que no se narra -los seis versículos que nos hemos saltado- se cuenta que había una chica con poderes de adivinación, que los identifica como enviados del Dios Altísimo y como enviados para traerles la salvación; esto día tras día hasta que Pablo le puso “quédate-quieto” al espíritu inmundo que le daba tales facultades, lo que fastidio enormemente a los dueños de la esclava, que ya no se podrían lucrar, en los sucesivo, de ese “poder”; fue eso lo que detonó la revuelta de la plebe contra ellos.

 

Podemos traer a la imaginación este cuadro: Pablo y Silas, encadenados, en una mazmorra, y orando a media noche, y de repente, anunciando una Epifanía, un violento terremoto, las puertas se destraban, los cepos se caen... Un momento después, el carcelero se despierta, ve la situación y, en seguida, se figura lo que pasará cuando sus “patrones” se den cuenta que se le han fugado los presos, ¡así que resuelve suicidarse!

 

Pablo le grita que no, que ellos siguen allí, que no se han escapado. El carcelero clama, entonces por φῶτα [fota] “luz”; uno dice, pues claro, pide una linterna para ver si es cierto que no se han escapado; sin embargo, Pablo no necesitó linterna para ver que su carcelero pretendía hacerse mal. Esta petición de “luz”, es más una jaculatoria, se tendría que traducir “Ilumíname” y forma -por así decirlo- la primera parte de una plegaria elevada al Cielo y que el carcelero pronuncia a continuación: τί με δεῖ ποιεῖν ἵνα σωθῶ [ti me dei poiein ina sotho] ¿qué tengo que hacer para salvarme? Ilumínenme, Señores, y díganme, ¿qué tengo que hacer para alcanzar la Salvación? Pensemos en esto: en el punto crítico, en el momento más álgido, cuando hay que dilucidar entre vida y muerte, este hombre formula la pregunta clave sobre la Salvación, es esa pregunta que en nuestro mundo se nos propone descartar, porque según se machaca día tras día, eso no se puede saber y no hay tal “salvación”, según el mundo: “el muerto al hoyo y el vivo al baile”.  

 

Les lava las heridas, lavándoles los pies, ¡ojo a lo que hace este carcelero! Una liturgia cristiana, un lavatorio de pies; los lleva a su casa, pide el bautismo y luego lo celebran con una Cena -un Agape-, es una fiesta familiar porque ¡Dios ha entrado de lleno en sus vidas!

 

Sal 138(137), 1bcd-2a. 2bc-3. 7c-8

אוֹדְךָ֥ Alabaré

Este salmo es un himno. Da un elenco de los motivos que tiene el Salmista para alabar el Señor.

 

En la primera estrofa (de la perícopa de hoy) se trasluce que el salmista es una persona de corazón agradecido. Reconoce que sus oraciones llegan a Dios, que Él las atiende; y, su manera de mostrar gratitud es acompañar su oración agradecida, con una posición muy reverencial y tocando su instrumento, en este caso, un instrumento de cuerdas.

 

En la segunda estrofa, insiste en dar gracias, y dice a Quien se las da, al Santo Nombre, reconoce que Él es un Dios Misericordioso, Leal, Cumplidor de sus Promesas, es mayor su Bondad que la Fama que Lo precede. Y ratifica, Dios lo Escuchó. Esa escucha y atención que Dios concede fortalece al orante, llenándole el alma de valentía, de Parresia, para proclamar su fe fundamentada. Se implica que su gratitud no se queda en actos intimistas de Dios-y-yo; sino que el salmista infiere que estos regalos de Bondad, reclaman acciones de gratitud que expresen y hagan tangible el agradecimiento. Irá el Templo, y confundiéndose entre los ángeles, el salmista ofrece “exhibir” delante de la gente, el actuar Misericordioso de Dios, postrándose en la dirección del Sancta Sanctorum (Santo de los santos).

 

Como muchas personas usan la derecha para hacer las cosas, manejar las herramientas, blandir la lanza o la espada, entonces la tercera estrofa usa este antropomorfismo para referirse a Dios, dice que Dios lo salvó usando su poder, obrando con su brazo poderoso, haciendo uso de su “Diestra”. Las obras de Dios, entiende el salmista, no quedan a medio camino, si el Señor obró favorablemente trayendo al suplicante hasta aquí, con total certeza puede decir, que Dios seguirá siendo su Protección de ahora en adelante, porque la חַסְדְּךָ֣ [jasdeka] -derivado de חָ֫סֶד [chessed] recordemos que este vocablo hebreo conlleva un sentido de “emanado de las entrañas”- “Misericordia de su Alianza”, durará por siempre. (En un renglón anterior, que no se incluye en la perícopa, dice que también lo favoreció con la Izquierda: “Extiendes tu Izquierda contra la ira del enemigo”, con la Izquierda se manejaba el “escudo”).

 

 

Jn 16, 5-11



Sucede que -con bastante frecuencia- cuando se mira hacia el “mañana” lo pintamos con tintes oscuros, como presagios de dolores y tristezas. Toda una mentalidad empeñada en mantenernos arrinconados en la inmovilidad del ahora: es una ideología de solo existe el minuto actual, todo lo demás no-es, son los filósofos desesperados del “ya mismo” y del “solo ahora”. Es muy cierto que no podemos contar con el trigo que se cosechará mañana, pero también es cierto que nuestra fe nos orienta con una visión capaz del “esjaton”. No podemos construir toda una filosofía del inmediatismo, porque ese pensamiento es el que nos conduce a un desesperado hedonismo del “gocemos ahora, porque del mañana no sabemos”. Es este pensamiento el que nos desalienta respecto al cumplimiento de los lineamientos que nos propone Dios. No podemos contar con los frutos del futuro -ni siquiera el más cercano-; pero si debemos saber que no somos de este “mundo” y que vamos a morir, pero no para el final-final, sino para hacernos del trigo venidero. El esjatón no es una tristeza oscura y final, un entierro, y para los que se quedan, el luto subsecuente. ¡No! Es la plenitud por la que vale la pena una coherencia de vida, similar a la conciencia del agricultor que no se limita al sudor de roturar la tierra, sino que ve, con los ojos de la “promesa”, los campos ubérrimos. ¿Creen ustedes que el agricultor, cuando siembra, no ve en su corazón, los campos ya fecundos?

 

Muchos se creen felizmente profundos con su inmediatismo, y no alcanzan a darse cuenta que nosotros somos y habitamos la seguridad de la justicia, y no la ceguera de las anteojeras, que, al caballo le son muy útiles para no distraerse ni asustarse, pero que a nosotros no solo nos son inútiles sino además perjudiciales porque nos dejan ver lo evitable y acariciar lo promisorio. Si de verdad crees que hay Cielo, tienes que contestarte ¿Adónde vas?

 

En la perícopa se suprime el prólogo que Jesús le da a estos enunciados de los que nos habla hoy, nos referimos al verso 16,4b: “No les dije esto desde el principio porque yo estaba con ustedes”. Pero, claro, ahora que se va a ir, es urgente que se los diga. Jesús nos guía. Mientras al carcelero que vio la Acción de Dios en el Temblor Fuerte de Tierra, la liberación de Pablo y Silas y los otros presos, pero, la no-escapatoria; a él, se le ocurrió de su propio espontaneo preguntar: “¿Qué tengo que hacer para salvarme?”. Pero a estos Discípulos, a los que Jesús anuncia su Ascensión, no se les ocurre preguntar, entendiendo que Él solamente va por delante para liderar y, por así decirlo, “abrirnos paso”. Evidentemente, la pregunta debería ser ¿para dónde te vas?, dínoslo y ¡hasta allí te seguiremos!

 

El salmista sabe que Dios no hace cosas a medias, que las hace perfectas, completas hasta su último detalle. Podríamos decir que después de la Ascensión, viene el tiempo de la Iglesia; pero, con toda seguridad, con la habilidad que tenemos para evadir el compromiso y las responsabilidades, nuestro “subconsciente” acomodaría la interpretación ¿quiénes serán esos a los que se refiere la palabra Iglesia? ¿serán los curas? ¿El Papa? ¿las monjitas? Bueno, pero ¡no seguro que eso no es con nosotros!, ¡nosotros estamos muy ocupados, y, además, no entendemos nada de eso! eso le toca a la Iglesia, sean quienes sean “la Iglesia”. Algunos dirán, pero si les hemos dicho una y mil veces que la Iglesia somos todos los bautizados; ¡no vengan a decirnos que no saben que les está hablando a ustedes!

 

Sabemos que Jesús estaba completamente lleno del Espíritu del Padre, así que durante su “Vida terrena” gran parte de su Responsabilidad consistía en dar el impulso eclesial  y que ese ardor fuera vehemente: y ahí entramos nosotros; ahora que Él sube al Padre, se produce una trasferencia de “Poder”; por eso, Él tiene que irse para que el Consolador, en su Plenitud, venga a nosotros y nos de los tres grados del saber: en cuanto al “Juicio”, en cuanto al “pecado” y en lo que respecta a la “Justicia”.

 

No es que Jesús haya hecho la tarea incompleta, es que Él no nos arrebata nuestra libertad, queda la Ley escrita en nuestro corazón, ya no son Tablas en un Arca, ahora el Arca es nuestro propio Corazón. Nosotros entramos a ser el Cuerpo de esa Cabeza que es Jesucristo, y su espíritu se expande a todos nosotros. Por eso ya no resuena afuera, como Shofar, ahora retumba en nuestro pecho, y lo sentimos como Fuego del Espíritu ardiéndonos por dentro.

lunes, 6 de mayo de 2024

Lunes de la Sexta Semana de Pascua

  


               

Hch 16, 11-15

Lo último que comentábamos era que, a raíz de una visión que tuvo Pablo, el Evangelio fue llevado a la región definitivamente europea. Pero ya hace tiempo que venimos diciendo que griego y griega, entonces a que nos referíamos, estábamos hablando de personas de habla griega, pero que residían en Asía menor, ha de entenderse que el griego se había convertido en la lingua franca, el idioma del imperio griego -especialmente para las relaciones comerciales, pero, que poco a poco se adueñó de todo el ámbito cultural- y que sólo paulatinamente se dio, especialmente en el imperio romano, su reemplazo por el latín. Esta prevalencia del idioma griego fue la que llevó a traducir la Biblia del Hebreo al griego, puesto que muchas personas, aunque convertidos al judaísmo, no entendían ni hablaban hebreo. El nombramiento de los 7 diáconos, todos del ala helenista, y el reclamo que fue el detonante que gatillo esta institución dentro de la Iglesia, tenía mucho que ver con este tema del idioma. También la repulsa que mostró el judaísmo para aceptar los textos bíblicos que no pertenecieran a su lengua. Hemos de resaltar aquí, que el Nuevo Testamento fue escrito en griego (no por griegos de cuna, sino por greco-parlantes).

 

Con una pincelada rauda, el hagiógrafo describe un itinerario: Se embarcan en Troade, encaminándose a Samotracia, al día siguiente, salen para Neápolis, y pasan -inmediatamente- a Filipos, colonia romana y perteneciente al distrito macedonio. El sábado, se fueron donde creían encontrar un sitio para orar, (nótese que todavía siguen el Sabbat, el Cambio al Domingo vendría luego y sólo paulatinamente)). Hay aquí otra suerte de ruptura -al estilo de Jesús cuando habló con la Samaritana- con los cánones del judaísmo que les tenía prohibido, a los hombres, dirigirle la palabra en público a una mujer: se trata de Lidia. Lidia, más que un nombre era un gentilicio, significaba, proveniente de la región de Lidia, de Tiatira, en el occidente del Asía Menor, península de Anatolia.

 

Lidia era una comerciante importante porque negociaba con una tintura no tan abundante y que se obtenía de un molusco, la Stramonita haemastoma, se trata de la púrpura (azul violeta), muy cotizada, que enriqueció a los fenicios que se convirtieron en sus traficantes especializados -se han encontrado restos de vestidos Davídicos y Salomónicos teñidos de este color, por tanto, era una tintura textil muy cotizada y apreciada por la nobleza. Su importancia y peso se refleja en la aceptación de toda la familia al mensaje de Pablo. Y el hecho de haberlos invitado a alojarse en su casa -poniendo como prenda de su fidelidad a la fe anunciada, su aceptación del Señor, su bautismo- lo que le valió, todo así lo parece indicar, convertirse en la sede apostólica en Filipos, la ‘domus ecclesiae’; donde se reunían -como ya no en la sinagoga- entonces, en casas de familia, donde eran acogidos, en muchos casos clandestinamente, porque también allí, en aquella colonia de exmilitares, había persecución).

 

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b

Este Salmo, el penúltimo del Salterio, es un himno. Un himno, es, un cantico de alabanza. No se ha podido establecer con seguridad si los salmos hímnicos corresponden a alguna fase litúrgica específica. Es un canto que enaltece con gratitud las deferencias de Dios con su pueblo y las victorias obtenidas con Su Auxilio. Hay una pedagogía contenida en este Salmo, pide ahuyentar lejos de nosotros todo espíritu, todo sentimiento retaliativo, inunde nuestro corazón, como sentimiento inspirado por Dios, sólo la compasión, como Dios manda: otros podrán anidar en su pecho sentimientos vengativos, Dios nos ha enseñado el valor amoroso del Perdón.

 

Vamos a tratar de mostrar la estructura de la perícopa, señalando como a cada exhortación corresponde una acción específica, a veces doble:

1ª estrofa

Canten →       un cántico nuevo

Resuene su alabanza →       en la בִּקְהַ֥ל חֲסִידִֽים [biq-hal Hasidim] “asamblea de los fieles”, “la congregación de sus Santos”;

Que se alegra Israel   →        por su Creador,

Que se alegran los hijos de Sion →             por su rey.

 

2ª estrofa

Alaben su Nombre →            con danzas

Alaben su Nombre →             con tambores y cítaras;

El Señor →     Ama a su pueblo

El Señor →     Adorna con la victoria a los humildes

 

3ª estrofa

Que los fieles (formados en filas) →             festejen su gloria

Que los fieles (formados en filas) →             canten jubilosos

Que los fieles (formados en filas) →             con vítores a Dios en la boca

Para todos sus fieles          es un honor.

 

Esta última estrofa, muestra al pueblo como un ejército en formación de batalla, y al Señor como el General que los lidera.

 

Falta recordar que este Salmo es el penúltimo del Gran Hallel Se llaman así porque todos ellos comienzan con las palabras Hallelu Yah, "Alabad al Señor". El salmo nos deja percibir la certeza de Dios como Dueño y Señor de la Historia, que nos convoca a la responsabilidad de ser sus escogidos, sus “Santos”; Él es quien enfoca y conduce todos nuestros esfuerzos por un mañana mejor, para lo cual no tenemos que constituirnos en sociólogos, sino fiarnos de su Misericordiosa voluntad que conduce al desenlace triunfal. ¡Seguir sus órdenes de batalla es muestro honor!

 

Jn 15,26-16, 4a

Nos excomulgaran de las sinagogas.



Firmes más allá de nuestras fragilidades.

En el salmo anterior hay un toque de responsabilidad y de darnos cuenta. En esta perícopa de San Juan, encontramos algo parecido. No se trata de aplaudir por aplaudir, No se trata de cantar por cantar. No se trata de orar por mecanización. La historia de la salvación no es una marcha de irresponsabilidad, que ve a Dios como el encargado de hacerlo todo, y a sus discípulos como borregos “atenidos”. Tenemos que llevar en la consciencia despierta y atenta, el resonar de las advertencias de Jesús en sus discursos de despedida. La Sagrada Escritura nos ha acostumbrado a estas despedidas, muy especialmente la de Moisés, nos convoca a continuar el derrotero trazado, a perseverar, a reconocer los abrojos inevitables del Camino. Estamos -esta semana- preparándonos para la Ascensión del Señor.

 

Importantísimo captar que Jesús, en su despedida nos ofrece un “Protector”, un “Abogado Defensor”, que nos va a levantar el ánimo, y que no es -nada más ni nada menos- que el Amor que hay entre el Hijo y el Padre. Imagínense ustedes esta transferencia, se derrama todo el Amor que hay entre Ellos, a favor nuestro. No veamos el Espíritu Santo como un “remedio tan mágico” que ni siquiera hay que untárselo, basta con nombrarlo. Tampoco lo vemos como un “paraguas” que nos guarece de cualquier gota que nos quisiera mojar.

 


Si bien es cierto que nos podemos fiar de este Amor, también es cierto que estamos llamados a superar la conciencia ingenua-mágica y dejar de invocarlo como quien recita un “hechizo” o un “mantra”. Miremos directo a la cara la historia de la Iglesia -nunca para quedarnos como masoquistas mirando las páginas del martirologio y procurando escurrir de ellas la sangre heroica que se ha derramado y ha fecundado la fe- sino para poder descifrar dos sentencias de Jesús que San Juan Evangelista nos comunica en esta perícopa, a saber: “Nos excomulgaran de las sinagogas” y “llegará incluso una hora cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios”.

 

Entonces, si el Espíritu Paráclito nos protegerá, y será “paraguas” efectivo, pero ¿cuál es -dicho sintéticamente- su sentido práctico?  Pregunta típica de nuestra sociedad publicitaría: ¡Compro todo cuanto me sea útil! ¡No desperdicio mis expensas en lo que no me ha de servir! Pues, aquí tenemos la respuesta muy exacta: “Él dará testimonio de Mi” y si no fuera por Él, nosotros no seriamos capaces de “dar testimonio de Jesús”, porque nuestro testimonio depende de que el Espíritu Santo siembre en nosotros esa “convicción”.  Sólo la certeza que Él nos comunica nos preservará de “escandalizarnos”, porque a quien no ha recibido esta Gracia, todo esto lo escandaliza, le parece “terrible”, “ridículo”, “cursi”, “absurdo”. Esos son los que hacen y deshacen porque no han conocido al Padre ni al Hijo, y quien nos lo da a conocer, es precisamente el Espíritu Paráclito. 

domingo, 5 de mayo de 2024

SOBRE NUESTRA FERACIDAD

 


Hech 10, 25-26.34-35.44-48; Sal 98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4; 1Jn 4, 7-10; Jn 15, 9-17

 

Sólo cuando existe el deber de amar, sólo entonces el amor está garantizado para siempre contra cualquier alteración; eternamente liberado en feliz independencia; asegurado en eterna bienaventuranza contra cualquier desesperación.

 

Søren Kierkegaard

 

Permanecer en su amor para nosotros significa concretamente amar como Él ama… La fe es inseparable del amor, aún más, tiene como objeto el amor…

Silvano Fausti

 



¿Qué encontramos hoy en el frontispicio de esta Liturgia? “Anúncienlo con voz de Júbilo, y que se oiga, anúncienlo hasta los confines de la tierra: el Señor ha liberado a su pueblo, aleluya.” Se declara una comisión, un encargo para nosotros: ser portadores del anuncio, de un jubiloso anuncio, anuncio que ha de ser llevado sin fronteras, a todo lo ancho y lo largo de la geografía universal. ¡Se trata de un anuncio de liberación! Estas ideas nos vienen de Isaías, en el capítulo 18, verso 20. Pero también son paráfrasis del Salmo 98(97), salmo que canta la Realeza de YHWH.

 

La arquitectura Litúrgica implica un “transportón”: Después de la puerta principal –una vez recorrido el zaguán- está la segunda puerta, como una especie de puerta que refuerza la seguridad o, mejor, que refuerza la bienvenida y hace sentir una mayor acogida, consistente en la convicción de haber llegado a moradas que nos reciben con los brazos abiertos. En este transportón se oye la declaratoria –no ya de la Invitación del Señor- sino de los propósitos que nos han movido a venir. Recogidas las intenciones, valga decir colectadas todas, y por eso se llama Oración Colecta, estos propósitos en la voz del Sacerdote (Alter Christus), se confiesan así: “Dios Todopoderoso, concédenos continuar, con sincero afecto, la celebración de estos días de alegría en honor del Señor resucitado, para que estos misterios que estamos recordando, se manifiesten siempre en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, en unidad con el Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.” O sea, que no nos apartamos ni un ápice de los propósitos que trajimos a la celebración de la Eucaristía, el Domingo anterior. Como recordamos, en la celebración anterior concluíamos haciendo votos por fructificar con generosa abundancia; y, hoy persistimos pidiendo continuidad centrados en ese mismo afecto: ¡Queremos ser fructíferos, ser uvas redondas de los sarmientos injertos en la “Verdadera Vid”! Permanecer, persistir, continuar, todo esto está bajo la misma clave: la celebración del Sexto Domingo de Pascua se encuentra, también, bajo el signo del μένω “la permanencia” [“maneat” - “constantiam” se dirá en latín].

 


Permanecemos, porque somos sus hijos, pero, si vamos a ver nuestra permanencia –desde la óptica de los frutos- tendríamos que llevar nuestra mano al pecho, y buscar allí la profunda consciencia de la clase de frutos que hemos de dar, nosotros, los que reconocemos nuestra vida como la de sarmientos que permanecen unidos a la Verdadera Vid, entonces, ¿qué frutos daremos? ¿Uvas redondas de vino… quizá; jugosas y gordas vides, plenas del elixir de la alegría…, a lo mejor?

 

Cuando nuestros racimos sean llevados a las prensas, o sean pisados por los virginales pies de las vendimiadoras, es la nota más altisonante de la partitura de hoy,: “Que el mosto de nuestros granos sea el mosto del Amor”. Somos, pues, uvas que –a la música de la vendimia- rinden vinos de solera, el licor del Amor.


 

Poco a poco el ser humano se fue dando cuenta que pisar la uva era algo más que mecánico, y musicalizaron la labor, le pusieron ritmo y canciones, de manera tal que con el correr del tiempo se transformó de simple pisado, en danza de vendimia. ¿Cómo se llaman todos estos operarios encargados de convertir las uvas en vino? ¿Obreros…? ¿Empleados…? ¿Jornaleros..?  ¿Siervos…? Atención a este glorioso momento en el que Jesús nos enseña cómo se llaman: “Ya no los llamo δούλους siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo φίλους amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Πατρός Padre.” (Jn 15, 15)

 

Φίλους se podría traducir “queridos”: ¡Queridos amigos!. La fiesta de la vendimia está marcada por el ritmo de este tierno cantar que se transforma en danza: “No son ustedes los que me han elegido, Yo los he elegido a ustedes, dándoles a conocer todo lo que me ha dicho el Padre. Los he elegido para llamarlos queridos amigos y darles mi Mandamiento, que es el Mandamiento de mi Padre: Que se amen unos a otros. Así que vivid vuestra existencia cristiana como una danza de vendimia, con alegría ininterrumpida, porque quien vive unido a Mí, cumpliendo la Voluntad de mi Padre, vive en la Plenitud de la Alegría”. (Cf, Jn 9.15) ¿Faltaría algo a esta cita? ¡Sí! La perícopa concluye diciendo que esta es la danza de la vida plena, de la alegría a manos llenas, porque el Padre está dispuesto a darnos todo cuanto queramos si damos fruto, el fruto de amarnos recíprocamente, de construir una sociedad de amor y de amistad.

 

Cada una de las Lecturas, tiene como una “tea encendida”. Para profundizar en la Liturgia de hoy, vamos recogiendo una a una esas “antorchas”, para juntar un ramillete de Luz.

 


La Primera Lectura tiene esta “antorcha”: “¿Quién puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo lo mismo que nosotros? Y los mandó bautizar en el Nombre de Jesucristo”. Esta llama brillantísima es la superación de toda discriminación, es la que hace de nuestra fe, una fe católica. Sin reparar en nacionalidad, en raza, ni en color de piel. Una fe para todos y una amistad brindada con amplia acogida.


 

Teruá: En la antigua cultura hebrea, más que un canto, lo que se entonaba era un griterío, una ovación como el grito agudo de mil gargantas, la agudeza de este grito era aturdidora, parecía el gorjeo agudo de mil aves que piaban agresivas de regocijo, de dicha victoriosa; ese sonido –con el tiempo- evolucionó hacia un reclamo de la trompeta (del shofar que tiene una voz grave, similar al sonido del trombón), sonido típico de jubileo. Este salmo 97, también ocupa el sitial del Salmo Responsorial en la Misa Navideña. Reconoce el Amor y la lealtad de Dios, que no quebranta sus Promesas, y las cumple con el Magnífico-Amor-Suyo (lleno de Justicia, pero como lo subrayamos siempre, no de justicia vengativa, sino de piadosa-Justicia), que a falta de otra palabra llamaremos Misericordia. Luego, la antorcha del Salmo Responsorial está en el propio responsorio: “El Señor nos ha mostrado su Amor y su Lealtad”. Nuestro Dios es el Dios-de-la-fidelidad.

 

Pasamos a recoger la antorcha de la Segunda Lectura: “Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor." (1Jn 4, 7-8) Y hemos puesto en negrilla la parte más brillante de esta antorcha. Para glosarla, daremos la voz cantante a San Agustín. “¡Ama y haz lo que quieras! Si tú callas, calla por amor; si tú hablas, habla por amor; si tú corriges, corrige por amor; sí perdonas, perdona por amor. Esté en ti la raíz del amor, porque de esa raíz no puede brotar sino el bien.”


 

Cuenta la leyenda que en su vejez, San Juan no tenía aire para más que para repetir como repiten los adultos mayores –al menos eso pensaban los miembros de la Comunidad Joánica- que era repetición por senilidad; ¡pero no! Cuando ellos le reprocharon su repetidera, Él les explicó que ese era “El Mandamiento del Señor” y que cumpliéndolo, era suficiente. Así podemos entender el comentario Agustiniano que consignamos arriba. Nosotros como cristianos debemos estar enraizados en este Mandamiento de Jesús, y sí sólo a él atendemos, el Padre nos reconocerá gustosamente como sus amigos.

 


«Nos dice San Juan en su primera carta que “quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor”. Por ello, el amor es la facultad que me permite verdaderamente relacionarme con Dios, ya que puedo ofrecerle algo que también se da y en grado sumo en Él. Podemos intercambiarlo, donarlo mutuamente. Siendo Dios amor, el amor me coloca en un nivel de semejanza, de sintonía y de calidad más altas… Por más que se esfuerce, una piedra nunca podrá amar. Ni siquiera las estrellas más lucientes o los planetas más alejados. Nunca las inmensidades inconmensurables del universo podrán pronunciar un ¡te amo! Solamente la persona, por su imagen y semejanza con Dios, por su alma inmortal, está capacitada para amar… El Papa Benedicto XVI señala que el cristiano, si no encuentra el amor verdadero, ni siquiera puede llamarse cristiano, porque “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un  nuevo horizonte a la vida y, con ello una orientación decisiva.»[1]

 


Corremos un peligro inmensurable que esta Noticia del Amor, sea desencarnada y se convierta en un discurso vacío, o simplemente romántico, almibarado, melifluo y empalagoso. Es preciso que a esta mirada a la Luz Resplandeciente del Resucitado que nos muestra el Rostro Amoroso de Dios se le ponga la piel de los caídos, de las víctimas, de los fallecidos y amputados en las guerras, de los desempleados, de los que se acuestan hambrientos y sin techo, de los que han tenido que abandonar su terruño querido y salir a buscar acogida en medio de esta hora inhóspita y desalmada. El aterrizaje de esta reflexión nos lo viene a procurar San Juan Pablo II: « ¡Hombre de nuestra época! Hombre que vives sumergido en el mundo, creyendo dominarlo, mientras eres tal vez su presa, Cristo te libera de toda forma de esclavitud: para lanzarte a la conquista de ti mismo, al amor constructivo y encaminado al bien: amor exigente, que te convierte en constructor, no en destructor; de tu futuro, de tu familia, de tu ambiente y de la sociedad.»[2]

 




El fruto esperado, el vino que tienen que vendimiar nuestras venas para llevarle jolgorio a tanta pesadumbre y consuelo a tanta desesperanza será construir y no destruir. Y que demos mucho fruto y nuestro fruto permanezca ¡Esa es la Luz! Aun cuando todas las tinieblas se aúnen para gritar con su desafinada y desesperanzada voz un pestilente y nauseabundo himno de muerte.



[1] Guerra, Héctor l.c. Ledesma, Juan Pablo. l.c. ¡VENID Y VERÉIS! LA EXPERIENCIA DE UN AMOR QUE NO SE ACABA. Ed. Planeta. Barcelona España 2009. pp.30-31

[2] Ibíd. p.123.

sábado, 4 de mayo de 2024

SANTOS FELIPE Y SANTIAGO



1Cor 15, 1-8

Tal vez no justipreciamos la magna importancia de la Resurrección. “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1Cor 15, 14). Esta cita está un poco más allá de la perícopa que hoy estamos tratando, pero, nos viene como anillo al dedo y como justificación a su estudio. Si se recorta esta Verdad, nuestra fe queda totalmente invalida e impotente. Si no se acepta la Resurrección, se está diciendo que Dios permitió la Victoria de la injusticia; un poco más y peor de grave, se está diciendo que, a Dios, nosotros no le importamos ni un bledo, que nos creó como un padre-irresponsable, de esos que echan hijos al mundo por el afán de mostrar su poder de engendrar, por su malentendido “machismo”. Creer en Dios es aceptar que Él-es-Justo y que su plan de salvación comprende haber creado, también, las condiciones para construir esa Justicia.

 

En Corintio el tema de la resurrección dividía a los cristianos y a los simpatizantes que iban apareciendo:

a)    Los que decían que es absurdo hablar o pensar en la resurrección: que después de la vida hay nada.

b)    Otros pensaban que el alma es inmortal pero que la materia es un asco, sólo resucitaba lo “espiritual”.

c)     Había una tendencia que creía que sólo iban a resucitar los que estuvieran vivos cuando Jesús volviera, pero que los que ya habían muerto, “muertitos” se iban a quedar.

d)    Para varios, resurrección significaba profesar la religión con mucha fe, pero nada tenía que ver con el futuro tras-mortal.

 

A muchas personas, muy “concretas”, no les gusta tocar el tema. Dicen que de eso no vale la pena hablar, porque de eso “nada sabemos y nada podemos saber”.

 

Sin embargo, hay que decirlo con todas las letras como lo dijera San Pablo -parafraseándolo-: Si la Resurrección no se acepta, es como tener una lancha a la cual le robaron el motor, con ella, sólo flotamos, no vamos a ninguna parte, cuando mucho llegaremos donde nos lleve el capricho del oleaje y de las corrientes líquidas. O, en otras palabras, es una religión -no que ora de rodillas- sino que vive y muere arrodillada, en la más fatal acepción de la palabra. Recordemos que nos arrodillamos conscientes de la Real Majestad de Jesucristo, pero después nos ponemos y nos quedamos de pie para significar que Él nos comparte el regalo de Su Resurrección.

 

En esta perícopa el hagiógrafo hace pie en el kerigma, pero sólo como antecedente, para después elevarse a lo esencial:

1)    Cristo murió por nuestros pecados

2)    Fue sepultado

3)    Resucitó el tercer día.

 

Resucitado, se “apareció” al menos seis veces, como lo nombra el Apóstol de los Gentiles:

1)    Se le apareció a Cefas.

2)    A los Doce,

3)    A más de quinientos hermanos

4)    Después a Santiago

5)    Después a todos los apóstoles

6)    Y, por último, también a San Pablo.

 

Sal 19(18), 2-3. 4-5

Son Sólo 4 versos los que conforman las dos estrofas de la perícopa del Salmo Responsorial de hoy, que es un himno que plantea una lógica supremamente interesante: Dios no sólo ha reglado el mundo físico -con sus asombrosas ecuaciones- sino que también ha reglamentado la vida moral. Los 4 versos se toman de la parte donde se expresa el asombro por la Grandeza Divina plasmado en el orden Cósmico; y, se atribuye a un hagiógrafo distinto del que compuso la segunda parte, la del Dios-moral que reconoce que los preceptos de la Ley son otro regalo de Dios para la vida armónica de su criatura.

 

En la primera estrofa: La sucesión ininterrumpida de días y noches y el vaivén ordenado de los planetas y de todos los cuerpos celestes, dan testimonio del portento de Dios. Y. esos fenómenos naturales, alaban al Señor, y -con el cumplimiento de sus matemáticos designios-, van trasmitiendo entre ellos, el murmullo de la hermosa armonía que Dios les enseñó y les infundió.

 

Nadie escucha palabra alguna, no hay ordenes, ni comandos, ni gritos castrenses, ni semáforos en la naturaleza, pero -cualquiera que se detenga un momento a observarla- no puede menos que quedar atónito ante la concordia de la máquina celeste. Nuestros telescopios, nuestras sondas espaciales, sólo son mudos testigos de la sinfonía universal.

 

Este bando es proclamado por el heraldo universal. Es el “kerigma” del orden natural. Nuestros ojos, y todos nuestros sentidos palidecen de asombro.

 

 

Jn 14, 6-14

Su resurrección no es un tema de futurología, es el hoy de Su Presencia en nuestras vidas.

 



Es sorprendente que, por medio de afirmaciones muy confusas, muy ambiguas, muy densas, Jesús -en el Evangelio Joánico- nos va revelando su perfil, hasta que las piezas muestran una claridad que se alcanza por medio del entretejido de esas frases tupidas y enigmáticas. Todo esto es constitutivo de este Evangelio tan altamente teológico.

 

Hay una sentencia de Carlo María Martini que nos lleva a reflexionar muchísimo: «Si el cristiano se deja llevar por la tristeza y el desánimo, aunque sea desanimo por los propios pecados, sin seguir creyendo en la fuerza de la Resurrección de Cristo, no vive bajo la acción del Espíritu de la Verdad». Jesús nos da una especie de eje, para que todo lo demás pivote en torno suyo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6): Cuando dice camino, no es para trazarlo en un plano, o buscar en él una dirección o la vivienda de alguien, o el Centro Comercial; cuando dice que es la Verdad, no se refiere a la solución a las disputas de los intelectuales, de los conferencistas, de los grandes teóricos; y cuando dice Vida, no hace alusión al resumen final de una conciencia manchada que se presenta ante un tribunal para ser “sentenciada”.

 

Está allí para caminar “sinodalmente” construyendo comunidad, incorporándonos al Cuerpo Místico; está allí para tener certeza y desechar las dudas, y cuando dice Vida está allí para resumir todos nuestros fracasos y desvíos con sus gestos siempre Misericordiosos. No hace que lo malo se convierta en bueno, pero puede vencer toda la maldad junta para demostrar que el tamaño de su Amor es inabarcable, inconmensurable. Él podría perfectamente decir Yo-Soy la Ley que puede Salvar, Ley que no lleva a la condenación; Yo-Soy la Verdad porque soy Trasparencia del Padre; Yo-Soy la Vida, porque Soy-Eterno-Amor.

 

A nosotros -que fuimos creados a Su Imagen y Semejanza-, se nos presenta como boceto general de nuestro propio Yo, para que -muy a pesar de nuestras deformaciones- seamos capaces de calcar lo que podamos; y cualquier matachín que nos resulte, Él lo re-hará, agradable a los Ojos del Padre.

 

No esperemos que nos reproche el largo tiempo que ha pasado a nuestro lado, porque toda nuestra duración terrenal, es para Él, nada más que un parpadeo y Él lo puede convertir en Sonrisa de Dios. Nosotros, después de siglos de teología aún nos cuesta asimilar la presencia Sacramental del Padre en el Hijo. Lo decimos muy rápido, pero baja muy lentamente al corazón.


 

Nos pide creerle, y lo que nos cuesta no es tener fe, sino deshacer el intríngulis que significa “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”; se nos dificulta porque en nuestra realidad lo que es continente no puede ser contenido y a la vez, viceversa. No es que sea difícil creerTe, lo que nos parece problemático es entenderTe; pero, en vez de esforzarme, me doy por rendido, y sencillamente lo acepto: “Si tú lo dices, así ha de ser”. Y lo capto envolviéndolo en Amor.

 

No te pido que me muestres el Rostro del Padre, te suplico que me envuelvas en tu Abrazo, que me llenes de tu Luz para continuar tu Obra, y que todos seamos Uno en el propósito de darle continuidad a la Misión. ¡Que me dé cuenta que, si te miro, estoy mirando el Rostro del Padre! Y entonces, procedo a pedir que me empaques en Tu Amor, y como Dios es Amor, lograré contener lo incontenible de tu Misericordia.  Lo pido en Tu Santísimo Nombre. ¡Nombre sobre todo nombre!