Gn 2, 18-25
Si se considera el
menosprecio que existía por la mujer en el Antiguo Oriente, se percibe que el
autor quiere resaltar claramente la diferencia existente entre la mujer y el
animal, y al mismo tiempo su dignidad igual a la del hombre, cuando utiliza la
imagen de la “costilla”. Con esta imagen quiere significar que ella es “de la
misma madera que el hombre”.
Adolfo Galeano
Atehortúa
Ayer
hablábamos de la Creación del Jardín del Edén, y la puesta en él, de Adán. Y se
nos relató que el hombre era recolector de frutos de “pan coger” y que había
alimento abundante en toda ocasión para los animales y para el ser humano. Hoy
se nos va a hablar de la “Creación de la mujer”. Existe una exégesis fascinante
que interpreta por qué Dios sacó a la mujer de la costilla, porque sí la
hubiera sacado de un hueso de la cabeza, sería lo superior de la humanidad, si
de huesos de las extremidades inferiores, sería un ser definitivamente de
calidades inferiores, pero ella está colocada en el orden de la creación a la
altura media que la pone en pie de igualdad con el varón, de su costado, (así
más adelante, veremos brotar del propio costado de Jesús, el Segundo Adán, el
Adán perfecto- a la Iglesia, en agua y sangre, brotada de entre sus costillas).
Antes de ayer, decíamos, sin embargo, que lo que se creaba de últimas era lo
mejor, que era la humanidad, por haber sido Creada en el atardecer del Sexto
día, de allí inferimos un lugar privilegiado para la humanidad.
En
este relato hay un elemento que nos da mucho para reflexionar: el ser humano ha
sido encargado por Dios de dar nombre a todas las fieras, pájaros del cielo y
animales domésticos; y, al ponerles nombre, se da cuenta que ninguno de ellos
es “ayuda idónea”. עֵ֖זֶר כְּנֶגְדֹּֽו Hagamos un alto allí. Es como si nosotros le preguntáramos a
Dios mismo ¿para qué sirve la mujer? Se oye con frecuencia una respuesta
absolutamente obtusa: “para resolver el tema de la reproducción”, según eso la
mujer existe para “tener hijos”, para “darle al varón una descendencia”. Si
alguien piensa así, bien vale la pena que regrese a este verso del Génesis y lo
relea atentamente: la mujer es la compañera adecuada; y Adán sí que lo entiende
cuando le dirige el primer piropo que registra la historia para la mujer: “Esta
sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Gn2, 23bc). Y como estaba
en tren de imponer nombres la llama אִשָּׁ֔ה [Isha] porque la han
sacado del אּישׁ [Ish]. ¡Ahora sí está redonda la Creación!
“… la reacción del hombre es tal que no le da un nombre
distinto, sino dándole su propio nombre en femenino: el varón: la varona. Es
claro que el texto no pretende decir cómo creó Dios a la mujer, sino de qué naturaleza
la creó: una naturaleza igual a la del hombre, por lo que ella tiene la misma
dignidad del varón, algo contrario a la idea que se hacía el mundo antiguo
circundante de Israel acerca de la mujer” (Adolfo Galeano Atehortúa)
La
perícopa concluye estableciendo un “respeto” hacía determinado elemento de la
Creación. Se trata de un árbol -en aquella realidad de sequía y aridez, el
árbol era un epitome de la “vitalidad”, un santo-y-seña de fuente alimentaria.
Pero este vallado que rodea a ese árbol lo señala como muy especial, es -como
vivamente lo recordamos- el Árbol del Bien y del Mal- que, es imagen de un
deslinde entre lo aceptado y grato a Dios, respecto de lo que le ofende: Comer
de ese fruto, es por tanto el mismísimo pecado, porque se trata de
taparse los oídos, de cerrarse para no aceptar Su Palabra.
“El
Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal puede representar la Ley de Dios. La
prohibición de comer de ese “árbol” se da como una orden: No toques, no manipules
la Ley de Dios. No olvides, no tuerzas la Voluntad, el Proyecto de Dios. No
uses ni abuses del NOMBRE DE DIOS”. (Javier Saravia s.j.)
Sal 128(127), 1bc-2. 3. 4-5
Así como la familia humana es la pieza maestra de la
sociedad, así también es una pieza sacramental que halla su cúspide en la liturgia
del matrimonio. Hoy se nos propone el salmo 128(127) Salmo que forma parte del
Rito Matrimonial, Salmo bendicional. Nos habla de una Cena Hogareña donde el
fiel creyente se sienta a comer con su cónyuge y su prole (los hijos son la
mayor bendición), y como ha cumplido el camino por el que el Señor lo ha
conducido, merece recibir la bendición del Señor.
El Señor le da su bendición desde el Templo de Jerusalén -la
ciudad de la Paz- y la bendición es disfrutar de la prosperidad permanente. La
tradición cultual judía llamaba a la peregrinación anual al Templo de Jerusalén;
para ir orando por el camino el Salterio les ofrece 15 salmos (120-134), que
subdivide, como en estaciones, las etapas de ascenso, empezando por la salida
de casa a la peregrinación (en griego συνοδίᾳ [synodia] “los que viajan juntos”). Guarda una analogía con
la subida de las gradas del Templo y por eso se les denomina Graduales.
Mc 7, 24-30
¡Qué gusto saber que te
puedo encontrar en la oración y que tienes un don especial preparado para mí!
Quieres que me acerque con verdadera humildad y fe porque sólo así te doy el
lugar que verdaderamente te mereces. Concédeme vivir con esta actitud durante
todo el día para así escuchar tu voz y poder darte a conocer a los demás.
Papa Francisco
¡Jesús va y se meta en tierra de paganismo, territorio de
impiedad. Ayer en el Evangelio Jesús cuestionaba rotundamente el leguleyismo
farisaico, a causa de lo cual, la situación se pone fea. Jesús -Quien se sentía
llamado a llevar el Anuncio a las ovejas descarriadas de Israel- va en busca de
tregua a la región que era la antigua Canaán, Tiro -en tiempos de Jesús-,
tierra de paganos. Viene una pagana -originaria de Fenicia- a pedirle que
exorcizara a su hija, quien era víctima de una posesión. De allí pasará a
Sidón.
«De hecho, Jesús alaba a la mujer siro-fenicia que
insistentemente le pide la curación de su hija. Insistencia que es ciertamente
muy agotador, pero esto es una actitud de la oración. Santa Teresa habla de la
oración como una negociación con el Señor, y esto es posible solo cuando hay
familiaridad con el Señor. Es agotador, es verdad, pero esta es la oración,
esto es conseguir de Dios una gracia. ¡Convencer al Señor con las virtudes del
Señor! ¡Esto es hermoso!» (Papa Francisco)
¿Qué dice la gente? Qué vieja tan terca, ¿no le dijeron que
no? Pero sigue ahí, ¡porfiada como ella sola!
En Mc 6, 32-44 se ha dado la multiplicación de los panes, los
judíos que se autodenominan “hijos de Dios” no lo reconocen y lo rechazan; no
aciertan a ver en Él nada distinto que un obrador de prodigios, algo así como
un vendedor de específicos en la plaza o en la feria, como un culebrero, una
atracción un entretenimiento, o -en caso extremo- un blasfemo. , Él se ve
obligado a huir y llega “con los perros” -como se denominaba, en esa cultura, a
los paganos-; allí la Siro-fenicia le suplica que le dé de las moronas del pan
que el pueblo elegido rechazó: “Señor, pero también los perros, debajo de la
mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Toda la sección (6,6b – 8-30) se
ha llamado la Sección de los panes; Jesús se hace alimento y los primeros en
querer comer son los paganos -entre quienes la fama de Jesús se extiende
prontamente- en cambio, a sus propios discípulos les cuesta y siguen sin
entender. La Siro-fenicia no se hace la delicada, no se para en remilgos,
suplica para quebrar la resistencia que Jesús le opone, en un primer momento:
El que se cree dueño, rechaza; para el que mendiga, hasta una morona es
banquete. Al orgulloso se le niega, al pobre se le dará a raudales. “Mis planes
no son sus planes, mis caminos no son sus caminos -oráculo del Señor-. Como el
cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los suyos y
mis planes de sus planes”. (Is 55, 8-9) «Anda, vete, que por eso que has dicho,
el demonio ha salido de tu hija».
Jesús le había dicho que primero debía dirigirse a su pueblo,
a los judíos, y sólo luego, una vez los “principales” destinatarios del Mensaje
Divino, se podrían dar las sobras a los de la gentilidad. El argumento de
aquella mujer, lo que le dice es que, así sean migajas, las moronas que caían
de la mesa, podían servirles de alimento a los paganos, y así, como decimos
nosotros, “al lado del enfermo, que comiera el alentado”. La griega de
ascendencia siro-fenicia argumenta a favor de no unos primero y otros luego,
sino al tiempo, usufructuando lo que los primeros descuidadamente dejaban caer.
Y Jesús encuentra razonable su argumento y le concede la
salud de su hija, exorcizándola de la posesión que la acosaba. Cuando la mujer
llegó a su casa, la niña había sido liberada.
«¡Qué gusto saber que te puedo encontrar en la oración y que
tienes un don especial preparado para mí! Quieres que me acerque con verdadera
humildad y fe porque sólo así te doy el lugar que verdaderamente te mereces.
Concédeme vivir con esta actitud durante todo el día para así escuchar tu voz y
poder darte a conocer a los demás». (Papa Francisco)
“La misión de Jesús desborda los límites del territorio
geográfico de Israel de la época, para beneficiar incluso a personas
extranjeras”. (Hugo Orlando Martínez Aldana)
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