domingo, 9 de febrero de 2025

Lunes de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario

 


Gn 1, 1-19

A partir de hoy, vamos a tener once lecciones para estudiar el Génesis, en realidad no todo el Génesis, sino solo los primeros once capítulos que quieren mostrarnos el origen del mundo, de la vida humana y los procesos humanos vistos desde la perspectiva de su complejidad, pero sobre todo de su ambigüedad, de sus titubeos: el hombre quiere obedecerle a Dios, pero no le sale, fuerzas diversas lo halan en dirección desemejante y lo llevan al extravío. A partir del capítulo 12 y hasta el capítulo 50, es otra cosa, allí lo que tenemos es una serie de relatos populares compilados para configurar el “origen” del “pueblo elegido”, Israel. A ellos dedicaremos otro estudio diverso en otros lugares.

 

La Biblia nuestra, en español, empieza por la “a”, primera letra del alfabeto: «Al principio creo Dios el cielo y la tierra. En hebreo la primera palabra de la Sagrada Escritura empieza por ב [Bet], que es la segunda letra del alefato; la primera palabra en su Biblia (Tanaj) es
בְּרֵאשִׁ֖ית [Bereshit], “Al principio”; tiene que ver con “lo que encabeza”, “la cabecera”, el comienzo”, “las primicias”, lo que va de primeras”; en hebreo no se llama a este Libro Génesis, que es una palabra griega que significa “Origen”, para los judíos este primer Libro se llama Bereshit, “Al principio”; “ בְּרֵאשִׁ֖ית בָּרָ֣א אֱלֹהִ֑ים אֵ֥ת הַשָּׁמַ֖יִם וְאֵ֥ת הָאָֽרֶץ׃ “En el principio, creo Dios los cielos y la tierra”. (recordemos que se lee de izquierda a derecha). La segunda palabra también empieza por [Bet], y es el verbo בָּרָ֣א [bara], “creó”.

 

La perícopa de hoy toma los cuatro primeros días de la “Creación”:

      I.        Creación de la Luz

    II.        Creación del “Firmamento”

   III.        Separación de la “Tierra” y del “Mar”

  IV.        Creación de las “Lumbreras” y su puesta en el Firmamento

 

«Cuántas son tus obras Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. ¡Bendice alma mía al Señor!» (Sal 104(103), 24. 35c).

 

La tierra, era וָבֹ֔הוּ וְחֹ֖שֶׁךְ תֹ֙הוּ֙ [toju waboju wejosek] “informe, vacía y tenebrosa”, vamos a traducirlo por “Caos”, “un revoltijo caótico”. En la perícopa que leemos hoy, nos ocupamos de los 19 primeros versos, pero -como se dijo antes, sólo se nos relata en ellos los primeros cuatro “días” de los siete de la Creación. En ellos se da, el día primero, la creación de la Luz: el día y la noche, y el “firmamento”; en el día segundo: agrupó las aguas en un sitio y la tierra en otro: llamó tierra -lo seco- y mar las aguas juntas; en el tercer día creó las hierbas, los árboles, la realidad vegetal -por así decirlo; y, finalmente, en el cuarto día, creó “lumbreras” el sol, la luna y las estrellas. Así, todo ese caos deja de serlo para pasar a ser “organización”, “orden” se gesta lo que llamamos Cosmos: una realidad organizada. Un elemento esencial de la Creación es la ordenación que le imprime.

 

Nótese que el acento no está puesto en el aspecto creacional, sino más bien en la envoltura sistémica, donde cada cosa tiene su espacio definido y aprendemos la estima por el orden. Todo queda ordenado y el orden se hace “armonía”.

 

Debemos resaltar que Dios crea por medio de la “Palabra”, su manera de Crear es “Diciendo”; basta con que Él nombre algo para que eso empiece a existir; puede sacar de “la tiniebla” que cubre la “superficie del abismo” la Creación, con sólo llamarla a la existencia. Su Palabra imprime cause a lo “llamado”, a lo “nombrado”.


 

En tercer lugar, debemos también remarcar que todo lo que Él hace “es bueno”, cada día, al concluir su labor Él evalúa y lo encuentra “aprobable” pleno de bondad y belleza, que son las dos dimensiones de la Armonía, de ahí podemos llegar a la firme conclusión de que Dios es Bueno, puesto que las criaturas siempre reflejan el modo de ser de su Autor. ¡El Creador-Bueno sólo crea cosas buenas!

 

El Mal -y eso se tiene que recalcar- es un ente “importado”, lo trae un Sujeto que “engaña”, es el Mentiroso, el “Padre de la mentira”, y ese nombre le proviene de las estratagemas que emplea para meter sus importaciones haciéndolas pasar por “liebres”, siendo “gatos”. ¡este tipo es experto en meter gato por liebre! Tras de contrabandista falsario, engaña de manera deliberada y con total premeditación al dar un artículo que presenta como algo diferente.

 

En conclusión, como resultado de esta Creación, la naturaleza, que los primitivos divinizaban, pasa a un lugar creatural y Dios entra a “estar”, a “habitar” el plano esencial: Él es el Creador. ¡Es la superación del panteísmo! Ya no tendremos por dios ni a la palmera, ni al tigre, ni a las estrellas, ni rendiremos culto al sol, ni a la luna que en el relato de hoy se llaman מָאוֹר [maor] “lumbreras”, para destacar su ser de criaturas. De esta manera damos un paso “rotundo” para saber que hay “Alguien” que está por encima, que es Autor, Dueño y Señor.  

 

Sal 104(103), 1-2a. 5-6. 10 y 12. 24 y 35c

En el Salmo que se lee hoy, 104(103), de sus 35 versos, leemos solamente 8 incompletos. Amenofis IV a quien recordamos frecuentemente como Akenatón (que significa “el resplandor del sol”, por allá en el 1350 antes de Cristo, promovió -en Egipto- un monoteísmo fundamentado en el culto al dios-sol Atón; y, le compuso un himno de gratitud porque con su calor daba vida al ser humano, a los animales y a las plantas. La estructura de este himno fue recogida por el Salmista y depurada de todo rasgo idólatra; hasta allí podemos rastrear los antecedentes de esta hermosísima composición. No podemos menos que recomendar su lectura integral, en nuestra Biblia aparece con el título “Himno al Creador”, y ciertamente que lo es.

 

En primer lugar, se alaba la grandeza del Señor; vestido, o mejor engalanado de resplandor (recordemos la blancura de su traje en la Trasfiguración y lo luminoso de su destello en el Apocalipsis), la Luz es su Manto. En la segunda estrofa de la perícopa pone las bases de la tierra y empotra los cimientos, envolviéndole los pies con el oleaje del mar y poniendo la nieve como penacho de los montes. En la tercera estrofa nos explica de dónde saca los ríos, como corren entre los montes donde habitan las aves y las águilas y -donde si allí vamos- escucharemos sus trinos y su grajear, respectivamente. La estrofa final se extasía en la múltiple variedad de las criaturas y la innegable sabiduría que todas ellas expresan.


 

En la primera estrofa, en los versos 1-2 le amos un imperativo a nuestra alma. ¿Qué es alma en lengua hebrea? נָ֫פֶשׁ [Nefesh] que significa mi yo, la expresión del ser viviente que soy, mi vida manifestada, lo que nosotros llamamos personalidad, mi respiración, la garganta por donde entra el aire de la vida y sale las palabras de mis intenciones, el alojamiento de mis anhelos y de mí intimidad.

 

¿Qué es lo que bendecimos de Dios? Su Bien-Hermosura, manifestó en forma de “resplandor”, como “brillo de Luz”. Su א֭וֹר [or] “Luz” lo reviste de honor y majestad. Ese brillo enceguecedor, más intenso que brillo de Sol y más luminoso que el Blanco de extremada perfección.

 

En la segunda estrofa, se habla de lo que cualquier constructor medianamente sabedor de su arte hace: poner las bases para dar estabilidad y permanencia a su obra: Así mismo ha procedido Dios, poniendo basamento firme a toda su Creación para que ella no sea deleznable, con esa inconsistencia de lo que se construye sobre arena.

 

En la tercera estrofa dice que, con el agua que Él puso en las montañas, se dan arroyuelos que manan de esas fuentes, y de esos arroyos y quebradas, se producen ríos, y los ríos con su frondosidad adyacente, se pueblan de árboles que dan nido a las aves cantarinas del campo.

 

Este enlace de factores creaturales, lleva al salmista a darse cuenta que todas las criaturas han brotado del Señor y que su Mano-Poderosa ha poblado con vitalidad exuberante todos los parajes y todos los resguardos de nuestra amada tierra, nuestra casa común, y así se da a ensalzar, desde el fondo del alma al Señor, Verdadero Artífice y Dueño de toda esa “realidad”.

 

Mc 6,53-56

La cuestión de la obediencia no es el dominio sino el gozo de trabajar juntos

A mí, la imagen que me viene es aquella de la enfermera en un hospital: cura las heridas, una por una, pero con sus manos Dios se involucra, se mete en nuestras miserias, se acerca a nuestras heridas y las cura con sus manos, y para tener manos, se hizo hombre

Papa Francisco

Hay otras maneras de crear: por ejemplo, sanar, o salvar, o redimir, o llevarnos al Cielo, o sentarnos a su Diestra. La Maravillosa Misericordia del Señor no se limita a llamar a la vida, a hacer existir las cosas, ¡también rescata, honra, ensalza, santifica! Este Dios Creador, en el Evangelio se muestra -en el sumario que leemos de Marcos (Mc 6, 53-56) Jesús taumaturgo- pero, insistimos, no se trata de un departamento de publicidad, no obra por recomendación de sus asesores de imagen, aquí los managers no lo urgen para que se afane en ganar prestigio, Él no está coleccionando “likes”; Dios-Hijo lo que hace es bien distinto, lo que Él practica es la continuidad de su Poder-Creador, Él restablece la salud a los que toca -así sea sólo la orla del Manto- porque quien está enfermo está exceptuado de la armonía de lo creado, y lo que Jesús hace es restituirle su “Perfección-Creatural”. Cuando Dios cura lo que está haciendo es reinsertar en la armonía creatural.

 


Nos figuramos siempre la Presencia de Dios como un ser Invisible y Exclusivamente Espiritual. No nos cansaremos -se los prometemos- de insistir que, frente a nuestra limitación sensorial, Él siempre proyecta su “sombra” personalizada, por medio de su Presencia Sacramental proyectada en todas las personas que asumen su responsabilidad fiel de hacerse “proyección” de Dios para que lo veamos obrar. Y, para eso, no excluye a nadie, acepta todas las manos que quieran representarlo, no les exige a los “voluntarios” ningún carnet, ningún uniforme, ningún color de piel, circuncisión o rasgo específico. Ni siquiera exige cierta filiación religiosa.  Acepta a todos, ¡a todos! No actúa por medio de un vaporcillo etéreo. Actúa con manos humanas, con ternura humana, con Amor humano nos sana.


 

«Jesús no se detuvo a contemplar su cansancio, su fatiga, ni siquiera, si estaba o no dentro de su horario de trabajo o si se le pagaría una prima extra. Esta es la verdadera generosidad. Esto es no reservarse nada para sí, sino entregarse a los demás… La palabra que nos ayudará a entrar en el misterio de Cristo es cercanía. Cercanía… A nosotros, Dios no nos pide directamente que curemos enfermos o hagamos todo tipo de milagros. Quizá no esté a nuestro alcance. Pero sí podemos dar una palabra de aliento al compañero de trabajo. Una sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor. Una atención y un recuerdo en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. La alegría y el detalle con nuestra esposa o esposo y nuestros hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo. Cosas sencillas pero que, a los ojos de Dios, tienen un valor inmenso. Los genios, los grandes santos, lo han sido a base de estos pequeños pero valiosos actos de amor y generosidad… Dios no nos salva solo por un decreto o una ley; nos salva con ternura, con caricias, nos salva con su vida, por nosotros». (Papa Francisco)

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