Gn
8, 6-13. 20-22
Nos
cuesta imaginar y nos da risa que una pareja de todo ser viviente pudiera caber
en este barco. ¿Se
imaginan ustedes a dos leones, dos tigres, dos gatos, dos perros, dos jirafas,
dos burros, dos hienas, dos jabalíes, dos halcones, dos canarios, dos
jilgueros, dos monos, dos gacelas, dos tortugas, dos moscos, dos piojos, dos
mosquitos, dos arañas, dos escorpiones, dos búhos, dos patos, dos gansos, dos
cucarachos, dos lauchas... ¡Basta ya... no sigamos más!
Héctor
Muñoz
El nombre Noé significa “reposo”, “comodidad”. Algunas
traducciones ponen: “Pero Noé obtuvo el favor del Señor”. Nos parece muy
inconveniente esa traducción. Hace parecer que Noé tenía facultades para
torcerle la Mano a Dios. En cambio, nos parece que se enfoca mejor si se
traduce: “Sin embargo, el Señor miraba a Noé con buenos ojos”; o también,
porque eso es lo que dice estrictamente:
ונח מצא חן בעיני יהוה׃ פ “Pero Noé halló Gracia a los ojos de Dios”.
El relato está contado con todo el rigor literario para que
podamos llegar a la conclusión que, el diluvio se tiene que entender como un “borrón
y cuenta nueva”. El agua, nada que bajaba, luego, y muy poco a poco se
volvieron a visualizar las cúspides de las montañas, primero y paulatinamente,
el nivel del agua descendió. Se trata de un “empezar de nuevo”.
Todo el episodio relativo al Diluvio nos muestra una
organización, una previsión, un orden, unas duraciones anunciadas y razonables;
todo en conjunto puede entenderse como un plan milimétrico, con precisión
divina, la sistematicidad del relato nos da a entrever el paternal cuidado del
Padre Celestial que -no improvisa- sino que, vela providencialmente sobre Noé y
esta parte de su “plan de mejora”.
“… para lograr algo nuevo. Noé y su familia fueron esa
realidad nueva, aunque el precio haya sido la muerte de los que se ahogaron.
Pero estos se cocinaron en su propia salsa, por no haber tenido ojos para ver…”
(Héctor Muñoz)
Hoy día usaríamos tecnologías electrónicas y digitales, en
ese entonces, la tecnología es de cuervo-y-palomas: un ciclo de comprobaciones
conduce al dato de la disminución del nivel del agua sobre la tierra, y luego,
ya de tierra en seco. ¿Qué es lo primero que hace Noé al desembarcar? Un altar.
Un Altar era necesario para sellar un nuevo pacto: Un Altar y
los sacrificios correspondientes: Animales y aves, y se hace mención exactamente
ahí, de la pureza ritual: tenían que ser víctimas Kasher (leyes dietéticas
judías que se encuentran en la Torah que designan lo que es
"correcto" o "apropiado" para ser consumido; lo que cumple
con los preceptos del כַּשְׁרוּת [kashrut] es kasher).
Aún estamos en el ciclo de los sacrificios de animales, y los
quemó íntegramente. No es sólo un gesto de gratitud, es un acto cultual: Se
ratifica una relación, una amistad, se sella una Alianza -mañana veremos esta
Alianza en detalle. Toda Alianza implica compromisos de parte y parte: el Señor
ofrece no volver sobre esas acciones destructivas, pero, además, cubre con este
compromiso la agricultura garantizando la regularidad de los ciclos y
estaciones que la permitan: “Mientras dure la tierra no han de faltar siembre y
cosecha, frio y calor, verano e invierno, día y noche”
Ya veremos que Noé deviene agricultor, dedicándose al cultivo
de la uva. De cuidar y trasportar animales, pasa a la viticultura y a la
vinicultura.
«Y ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta
invitación: cultivar y cuidar. No solo le da la vida, le da la tierra, la
creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace
también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra
creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua,
el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos… La creación, es un don para ser
compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para
construir un nosotros…. Una va de mano de la otra. No cultiva quien no cuida y
no cuida quien no cultiva. No sólo estamos invitados a ser parte de la obra
creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos
también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se
nos impone a la fuerza». (Papa Francisco)
Esta inundación pavorosa, es un lenguaje parabólico. “… el
autor no intentó exponer un hecho histórico sino un relato didáctico para
enseñar un mensaje religioso… El mensaje pues es clarísimo, aun cuando está
contado con el lenguaje del antiguo Testamento. Dios da una orden. Si el hombre
desobedece, se auto destruye. Si obedece, como hace Noé, se salva.” (Ariel Álvarez
Cortés)
“Las peores catástrofes son las causadas por la ambición y la
codicia de los mismos hombres, pues provocan hambre, muerte guerra, explotación,
etc. Estas son grandes catástrofes históricas; el diluvio sólo sirve de comparación
con estas”. (Euclides Martins Balancin – Ivo Storniolo)
Sal
116(115), 12-13. 14-15. 18-19
El Salmo 116(115) que forma parte del Hallel -los Salmos que
se cantan para concluir la Cena Pascual Judía-, de él tomamos hoy tres
estrofas, para un total de seis versículos. Estamos en el tema de la acción
cultual de Noé, por eso la liturgia toma para la fecha, un Salmo de Acción de
Gracias, un Salmo Eucarístico.
Las acciones litúrgicas van corriendo por un doble cauce, uno
gestual y uno verbal, la palabra empalma con la acción: Mientras se hace el
Brindis Eucarístico (la Elevación) -que es una acción- va emparejada con unas
palabras, donde el Presidente pronuncia la Doxología Eucarística: “Por Cristo
con Él y en Él a ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Obsérvese que la
Doxología (que sólo pronuncia el Sacerdote y a la que nosotros nos unimos
proclamando el Gran Amén), empieza haciendo mención de Cristo, porque como ya
nos lo dice el Salmo de hoy: “Alzaré la copa de la salvación, invocando el
Nombre del Señor”. (Sal 116(115), 13)
(Como una más intensa resonancia del Salmo en nuestra vida,
hoy invocamos Su Santo Nombre en el Atrio de la Casa del Señor). (Cfr. Sal
116(115), 19).
El
verso responsorial se compromete con Dios a ofrecerle Sacrificio: “te ofreceré
Señor un sacrificio de Alabanza”
Mc
8, 22-26
No reconocían su Presencia
Es lo
que pretende hacer Jesús con sus discípulos: abrirles los ojos totalmente, para
que vean con claridad su persona y su misión.
Euclides
M. Balancin
Nosotros decimos muy rápido: ¿cómo es posible que no lo
reconocieran? Parece que creemos que -como los detectives del cine- llevaba su
placa en la billetera, y lo primero que hacía era identificarse. Si nosotros
estamos esperando, por ejemplo, un “conductor de carros de carreras” y llegara
alguien ofreciendo ramilletes de flores, ¿reconoceríamos en Él al corredor de
carreras de autos?
La perícopa del Evangelio de hoy está tomada de San Marcos
-que es el único evangelista que cuenta este relato en Betsaida-, capítulo 8,
versos 22-26, (cinco versos). Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida (el
nombre de este lugar significa “casa de la pesca”, podría entenderse como un
lugar donde se reclutarán discípulos, el “reclutamiento” miraba hacia pescadores);
el brete con los discípulos -como lo hemos venido diciendo- consiste en lo
mucho que les cuesta entender en qué consiste el discipulado. Ya se ha dicho, y
se ha insistido machaconamente que, el Mesías esperado era un
líder-guerrero-libertador que les sacudiría el yugo del imperio romano y que
los llevaría a vivir un esplendor, comparable o superior, al que vivieron
durante el reinado de David; pero lo que ven en Jesús son multiplicaciones de
panes y peces, ¡que decepción! Por lo menos, esta situación -se esperaba-
cambiaría de un momento a otro, y se procedería a la fase de “combate”. «Abrirles
los ojos por completo. Sólo así podrán ellos adherir a su proyecto con
convicción y libertad, y seguirlo, conscientes de lo que están haciendo.» (Euclides
M. Balancin)
Cuando se reprocha a los que no lo siguen, tenemos que
empezar por preguntarnos si hemos abierto los ojos para poder descubrir en
nuestros hermanos, más que árboles que caminan, gente capaz de compromiso, de
discipulado, de misión. Quizás ni siquiera hemos logrado que vean y -a veces-
hemos agravando su ceguera, añadiendo tapones oclusivos.
En la Lectura del Génesis vemos a Dios proceder muy
parsimoniosa y ordenadamente, paso a paso, atapa tras etapa; aquí también Jesús
pone en marcha un procedimiento muy procesual: se puede dividir en dos
movimientos mayores: ve algo como árboles que caminan y, segunda fase, tiene
una visión 20/20, con mucha nitidez. Hay otras sub-etapas; 1) lo saca de la
aldea, 2) lo lleva de la mano, 3) le unta saliva en los ojos -la saliva es la
materialización del poder, la palabra se oye, pero no se detecta táctilmente,
la saliva moja, es perceptible al tacto, 4) le impone las manos, 5) le
pregunta: “¿ves algo?” 6) y última, le vuelve a imponer las manos en los ojos.
Vemos un claro paralelismo con el episodio del sordomudo en Mc 7, 31-37, donde
muchas de estas sub-etapas se repiten paso a paso cumpliendo el esquema.
«Jesús no quiere unos seguidores “robots”, que pueden ser
manipulados, manejados como esclavos para seguir una causa que no entienden. El
seguimiento de Jesús debe ser libre y consciente; sólo así será una respuesta
de amor.» (Euclides M. Balancin)
Hay una exhortación final para el ciego que acaba de ser
curado: “Ni siquiera entres al pueblo”. Dado lo que la gente estaba esperando,
si se les contaba sobre su poder, la gente se ratificaría aún más en sus
expectativas. Por eso, Marcos insiste en el “secreto mesiánico”, porque
mientras no se dé una comprensión por parte de los discípulos del Mesianismo
verdadero de Jesús, todo lo que se les ofreciera, conduciría a profundizar el
mal-entendido. ¡No se deben generar falsas expectaciones!
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