martes, 18 de febrero de 2025

Miércoles de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario


 

Gn 8, 6-13. 20-22

Nos cuesta imaginar y nos da risa que una pareja de todo ser viviente pudiera caber en este barco. ¿Se imaginan ustedes a dos leones, dos tigres, dos gatos, dos perros, dos jirafas, dos burros, dos hienas, dos jabalíes, dos halcones, dos canarios, dos jilgueros, dos monos, dos gacelas, dos tortugas, dos moscos, dos piojos, dos mosquitos, dos arañas, dos escorpiones, dos búhos, dos patos, dos gansos, dos cucarachos, dos lauchas... ¡Basta ya... no sigamos más!

Héctor Muñoz

El nombre Noé significa “reposo”, “comodidad”. Algunas traducciones ponen: “Pero Noé obtuvo el favor del Señor”. Nos parece muy inconveniente esa traducción. Hace parecer que Noé tenía facultades para torcerle la Mano a Dios. En cambio, nos parece que se enfoca mejor si se traduce: “Sin embargo, el Señor miraba a Noé con buenos ojos”; o también, porque eso es lo que dice estrictamente:

 ונח מצא חן בעיני יהוה׃ פ  “Pero Noé halló Gracia a los ojos de Dios”.

 

El relato está contado con todo el rigor literario para que podamos llegar a la conclusión que, el diluvio se tiene que entender como un “borrón y cuenta nueva”. El agua, nada que bajaba, luego, y muy poco a poco se volvieron a visualizar las cúspides de las montañas, primero y paulatinamente, el nivel del agua descendió. Se trata de un “empezar de nuevo”.

 

Todo el episodio relativo al Diluvio nos muestra una organización, una previsión, un orden, unas duraciones anunciadas y razonables; todo en conjunto puede entenderse como un plan milimétrico, con precisión divina, la sistematicidad del relato nos da a entrever el paternal cuidado del Padre Celestial que -no improvisa- sino que, vela providencialmente sobre Noé y esta parte de su “plan de mejora”.

 

“… para lograr algo nuevo. Noé y su familia fueron esa realidad nueva, aunque el precio haya sido la muerte de los que se ahogaron. Pero estos se cocinaron en su propia salsa, por no haber tenido ojos para ver…” (Héctor Muñoz)

 

Hoy día usaríamos tecnologías electrónicas y digitales, en ese entonces, la tecnología es de cuervo-y-palomas: un ciclo de comprobaciones conduce al dato de la disminución del nivel del agua sobre la tierra, y luego, ya de tierra en seco. ¿Qué es lo primero que hace Noé al desembarcar? Un altar.

 

Un Altar era necesario para sellar un nuevo pacto: Un Altar y los sacrificios correspondientes: Animales y aves, y se hace mención exactamente ahí, de la pureza ritual: tenían que ser víctimas Kasher (leyes dietéticas judías que se encuentran en la Torah que designan lo que es "correcto" o "apropiado" para ser consumido; lo que cumple con los preceptos del כַּשְׁרוּת [kashrut] es kasher).  

 

Aún estamos en el ciclo de los sacrificios de animales, y los quemó íntegramente. No es sólo un gesto de gratitud, es un acto cultual: Se ratifica una relación, una amistad, se sella una Alianza -mañana veremos esta Alianza en detalle. Toda Alianza implica compromisos de parte y parte: el Señor ofrece no volver sobre esas acciones destructivas, pero, además, cubre con este compromiso la agricultura garantizando la regularidad de los ciclos y estaciones que la permitan: “Mientras dure la tierra no han de faltar siembre y cosecha, frio y calor, verano e invierno, día y noche”

 

Ya veremos que Noé deviene agricultor, dedicándose al cultivo de la uva. De cuidar y trasportar animales, pasa a la viticultura y a la vinicultura.

 

«Y ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar. No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos… La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros…. Una va de mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva. No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza». (Papa Francisco)

 

Esta inundación pavorosa, es un lenguaje parabólico. “… el autor no intentó exponer un hecho histórico sino un relato didáctico para enseñar un mensaje religioso… El mensaje pues es clarísimo, aun cuando está contado con el lenguaje del antiguo Testamento. Dios da una orden. Si el hombre desobedece, se auto destruye. Si obedece, como hace Noé, se salva.” (Ariel Álvarez Cortés)

 


“Las peores catástrofes son las causadas por la ambición y la codicia de los mismos hombres, pues provocan hambre, muerte guerra, explotación, etc. Estas son grandes catástrofes históricas; el diluvio sólo sirve de comparación con estas”. (Euclides Martins Balancin – Ivo Storniolo)

 

Sal 116(115), 12-13. 14-15. 18-19

El Salmo 116(115) que forma parte del Hallel -los Salmos que se cantan para concluir la Cena Pascual Judía-, de él tomamos hoy tres estrofas, para un total de seis versículos. Estamos en el tema de la acción cultual de Noé, por eso la liturgia toma para la fecha, un Salmo de Acción de Gracias, un Salmo Eucarístico.

 

Las acciones litúrgicas van corriendo por un doble cauce, uno gestual y uno verbal, la palabra empalma con la acción: Mientras se hace el Brindis Eucarístico (la Elevación) -que es una acción- va emparejada con unas palabras, donde el Presidente pronuncia la Doxología Eucarística: “Por Cristo con Él y en Él a ti Dios Padre Omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos”. Obsérvese que la Doxología (que sólo pronuncia el Sacerdote y a la que nosotros nos unimos proclamando el Gran Amén), empieza haciendo mención de Cristo, porque como ya nos lo dice el Salmo de hoy: “Alzaré la copa de la salvación, invocando el Nombre del Señor”. (Sal 116(115), 13)


 

(Como una más intensa resonancia del Salmo en nuestra vida, hoy invocamos Su Santo Nombre en el Atrio de la Casa del Señor). (Cfr. Sal 116(115), 19).

 

El verso responsorial se compromete con Dios a ofrecerle Sacrificio: “te ofreceré Señor un sacrificio de Alabanza”

 

Mc 8, 22-26

No reconocían su Presencia

Es lo que pretende hacer Jesús con sus discípulos: abrirles los ojos totalmente, para que vean con claridad su persona y su misión.

Euclides M. Balancin

Nosotros decimos muy rápido: ¿cómo es posible que no lo reconocieran? Parece que creemos que -como los detectives del cine- llevaba su placa en la billetera, y lo primero que hacía era identificarse. Si nosotros estamos esperando, por ejemplo, un “conductor de carros de carreras” y llegara alguien ofreciendo ramilletes de flores, ¿reconoceríamos en Él al corredor de carreras de autos?

 


La perícopa del Evangelio de hoy está tomada de San Marcos -que es el único evangelista que cuenta este relato en Betsaida-, capítulo 8, versos 22-26, (cinco versos). Jesús y sus discípulos llegan a Betsaida (el nombre de este lugar significa “casa de la pesca”, podría entenderse como un lugar donde se reclutarán discípulos, el “reclutamiento” miraba hacia pescadores); el brete con los discípulos -como lo hemos venido diciendo- consiste en lo mucho que les cuesta entender en qué consiste el discipulado. Ya se ha dicho, y se ha insistido machaconamente que, el Mesías esperado era un líder-guerrero-libertador que les sacudiría el yugo del imperio romano y que los llevaría a vivir un esplendor, comparable o superior, al que vivieron durante el reinado de David; pero lo que ven en Jesús son multiplicaciones de panes y peces, ¡que decepción! Por lo menos, esta situación -se esperaba- cambiaría de un momento a otro, y se procedería a la fase de “combate”. «Abrirles los ojos por completo. Sólo así podrán ellos adherir a su proyecto con convicción y libertad, y seguirlo, conscientes de lo que están haciendo.» (Euclides M. Balancin)

 

Cuando se reprocha a los que no lo siguen, tenemos que empezar por preguntarnos si hemos abierto los ojos para poder descubrir en nuestros hermanos, más que árboles que caminan, gente capaz de compromiso, de discipulado, de misión. Quizás ni siquiera hemos logrado que vean y -a veces- hemos agravando su ceguera, añadiendo tapones oclusivos.

 

En la Lectura del Génesis vemos a Dios proceder muy parsimoniosa y ordenadamente, paso a paso, atapa tras etapa; aquí también Jesús pone en marcha un procedimiento muy procesual: se puede dividir en dos movimientos mayores: ve algo como árboles que caminan y, segunda fase, tiene una visión 20/20, con mucha nitidez. Hay otras sub-etapas; 1) lo saca de la aldea, 2) lo lleva de la mano, 3) le unta saliva en los ojos -la saliva es la materialización del poder, la palabra se oye, pero no se detecta táctilmente, la saliva moja, es perceptible al tacto, 4) le impone las manos, 5) le pregunta: “¿ves algo?” 6) y última, le vuelve a imponer las manos en los ojos. Vemos un claro paralelismo con el episodio del sordomudo en Mc 7, 31-37, donde muchas de estas sub-etapas se repiten paso a paso cumpliendo el esquema.


 

«Jesús no quiere unos seguidores “robots”, que pueden ser manipulados, manejados como esclavos para seguir una causa que no entienden. El seguimiento de Jesús debe ser libre y consciente; sólo así será una respuesta de amor.» (Euclides M. Balancin)

 

Hay una exhortación final para el ciego que acaba de ser curado: “Ni siquiera entres al pueblo”. Dado lo que la gente estaba esperando, si se les contaba sobre su poder, la gente se ratificaría aún más en sus expectativas. Por eso, Marcos insiste en el “secreto mesiánico”, porque mientras no se dé una comprensión por parte de los discípulos del Mesianismo verdadero de Jesús, todo lo que se les ofreciera, conduciría a profundizar el mal-entendido. ¡No se deben generar falsas expectaciones!

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