viernes, 7 de febrero de 2025

Sábado de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


Hb 13, 15-17. 20-21

Hoy cerraremos la lectura de la Carta a los Hebreos. (El lunes ya iniciaremos tomando del Génesis la Primera Lectura). Sigue adelante este Sermón, añadiendo otras propuestas prácticas para enfocar la vida del cristiano. La perícopa de hoy se constituye a partir de dos fragmentos del capítulo 13: el primer fragmento formado por 3 versos, del 15-17; y el segundo, dos versos 20-21. Examinemos los dos fragmentos -finales, en cuanto a nuestra lectura litúrgica- así sea muy someramente. El primer fragmento nos invita a la oración, especialmente a la de alabanza, ofrecida por medio del Pontífice Supremo, Jesucristo nuestro Señor; el hagiógrafo resalta la función de Puente que desempeña Jesús actuando como canal de enlace entre nuestros labios orantes y Dios. No se trata de seguir sacrificando animales, se trata de una Alabanza que tiña nuestros labios de manera permanente y con un trabajo indeclinable por sembrar el bien, la armonía, la fraternidad y la perfección de la consciencia. Se alcanza a insinuar algo que el sínodo de la sinodalidad nos dejó en sus conclusiones, la importancia de compartir con otras comunidades, de no cerrarse, de ampliar los linderos eliminando las fronteras. Tenemos que apoyarnos y darnos mutuo soporte: Amalgamando oración y adoración con fraternales amor y servicio. Respeto a la autoridad y una autoridad trasparente que esté dispuesta a rendir cuentas y a evaluar la eficacia de los pasos dados.

 

Se debe tener muy claro que la obediencia no tiene por finalidad lograr la sumisión, sino, saberla visualizar como un recurso de dicha y alegría evangélica; nunca como una experiencia cargosa. Tener que rendir cuentas no es humillante, es un saludable camino para acrecentar la confianza basada en la trasparencia.

 

En el segundo fragmento, se nos lleva a tomar conciencia de que ese Pontífice es el buen Pastor que, por la Voluntad del Θεὸς τῆς εἰρήνης “Dios de la paz” (esta paz en griego tiene un significado muy interesante, es recoger los pedacitos y volverlos a juntar, con tal pericia que -por decirlo metafóricamente- la “porcelana” vuelva a quedar en su integridad, sin mostrar los remiendos), recuperación de la integralidad; entiéndase que la falta de paz implica una fragmentación del ser, una ruptura en segmentos: no-paz es segmentación del ser. El Resucitado, por el fluir de su Sangre redentora nos recompone, nos restituye la unidad, nos “re-consolida”. ¿Qué elementos pueden llevarnos a ese estado de reunificación? La Carta a los Hebreos nos los señala:

 

·         La Fe en y la Confesión del Santísimo Nombre de Jesús.

·         Hacer el bien y practicar la ayuda mutua.

·         Someternos a nuestro “guías” que se desvelan con su responsabilidad.

·         Asumir nuestra obediencia con alegría.

·         Permitir con docilidad que Dios obre en nosotros haciéndolo todo en el Santo Nombre de nuestro Redentor.

 


Entre líneas lo que siempre asoma es el peligro de querer dar pie atrás y devolverse sobre sus propios pasos; lo que brota tan espontáneamente siempre que nos desmotivamos y nos hacemos presa fácil del desaliento y el desánimo, queriendo salir a escondernos en los vericuetos tradicionales y en los recovecos del indietrismo.

 

Sal 23(22), 1b-3a. 3b-4. 5. 6

Cada instante es transparente, porque no está manchado con la preocupación del siguiente. El Pastor vigila, y eso me basta. Felicidad en los prados de la gracia.

Carlos González Vallés s.j.

En continuidad con el tema de “El Buen Pastor-Resucitado porque así Dios lo ha querido para nuestro bien”, proclamamos el Salmo 23(22), al examinar este Salmo -que también es un salmo del Huésped de YHWH, es decir, de alguien que se aloja en su Templo (alojarse en el Templo es lo que hacía María de Betsaida, sentarse a los pies del Señor a escucharlo, no sólo con atención, sino con arrobamiento)- tenemos que repetir un par de elementos de la fe que, no son nada nuevo- y que todos conocemos a plenitud, pero que muchas veces se quedan retumbando en la mente y no bajan al corazón: a) Dios, como Pastor sabe perfectamente aquello de lo que tenemos menester, inclusive, Él lo sabe mejor que nosotros mismos, que a veces creemos requerir algo bien distinto de lo que verdaderamente precisamos; b) Dios siempre quiere para nosotros lo que más nos conviene; c) lo esencial es la disponibilidad que mostremos para vivir acordes a su Voluntad, d) Él procura también llevarnos a “verdes praderas”, alejándonos de lo que nos daña o nos desvía del “recto camino” que va a las “fuentes tranquilas”; y e) aun cuando caigamos, Él siempre está para apoyar nuestra mano y levantarnos.

 


Aprendamos a saborear este salmo porque es el sistema “óptico” perfecto que nos permite identificar -auxiliando nuestros débiles ojos- la acción constante de Dios en nuestras vidas.

«Cristo resucitado, ¡Él es nuestra Fiesta! … ¿Vivir la fiesta, sería óbice para combatir, para luchar por la justicia? Al contrario. La fiesta no es una simple euforia pasajera. Está animada por Cristo, en hombres y mujeres plenamente lúcidos sobre la situación del mundo y capaces de asumir los acontecimientos más graves…” (Noël Quesson)

 

Mc 6, 30-34

Retomemos los tres verbos de este sugestivo fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar “los verbos del pastor”. El primero y el segundo están siempre asociados a la actitud de Jesús: de hecho, su mirada no es la de un sociólogo o la de un “fotorreportero”, porque Él mira siempre con los “ojos del corazón”.

Papa Francisco

 

¡Nos, me arriesgamos a leer entre líneas! Los “apóstoles” (esta es la única vez que San Marcos usa esta expresión) regresan de su misión y llegan de nuevo a reunirse en torno a Jesús, como polluelos, y le hacen una “rendición de cuentas”, en ello creo descubrir la actitud filial de los “enviados”: “Nos portamos bien, cumplimos la tarea, lo hicimos como Tú nos has enseñado”. Y el papá, les propone una salida “vacacional”: “Vamos a descansar, se merecen una salida para “recargar la batería”, preparen sus maletas, para el crecimiento espiritual, nada mejor que un retiro”, y se los lleva a “verdes praderas”, donde puedan “reparar sus fuerzas”. Es el Buen Pastor en acción.


 

“Estos dos verbos, ver y tener compasión, configuran a Jesús como buen Pastor. Incluso su compasión, no es solamente un sentimiento humano, sino que es la conmoción del Mesías en quien se hizo carne la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de alimentar a la multitud con el pan de su Palabra, es decir enseñar la Palabra de Dios a la gente. Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús nos enseña. ¡Es hermoso esto!” (Papa Francisco)

 

Sin embargo, “la mies es mucha y los obreros pocos”, allí en el ἔρημον τόπον [eremon topon] “lugar desierto” (los retiros, los ejercicios espirituales solemos llamarlos “ir de desierto”), encuentran -todo lo contrario-, una multitud que requiere -dejar de lado el descanso- ponerse a enseñarles πολλά [pol-la] una pluralidad de temas. Primero lo primero, si esta multitud está hambrienta y sedienta de conocer a Dios, si viene a buscar su recuperación de la integralidad, habrá que atenderlos y dejar nuestro descanso… en puntos suspensivos: se desvela asumiendo su responsabilidad.

 

Jesús debió contrariarse mucho por aquel descalabro de sus planes, tal vez echaría un par de chispas, de pronto renegó para sus adentros… ¡Nada de eso! ¡Todo lo contrario! Lo que sintió fue σπλαγχνίζομαι [splagchnizomai], ¡se le conmovieron las entrañas! De otra parte, los discípulos que iban psicológicamente preparados para una vacación, de pronto se ven abocados a alimentar a 5 mil hombres con lo bien poco que tenían: cinco piezas de pan y dos pescados.


 

“Hoy sábado, día especial para acudir a la escuela de María, Ella nos puede ayudar a estar atentos a las necesidades de los que nos rodean, que María Santísima nos ayude a tener un corazón compasivo y colmado de la ternura de Dios.” (Papa Francisco)

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