Hb
13, 15-17. 20-21
Hoy cerraremos la lectura de la Carta a
los Hebreos. (El lunes ya iniciaremos tomando del Génesis la Primera Lectura). Sigue
adelante este Sermón, añadiendo otras propuestas prácticas para enfocar la vida
del cristiano. La perícopa de hoy se constituye a partir de dos fragmentos del
capítulo 13: el primer fragmento formado por 3 versos, del 15-17; y el segundo,
dos versos 20-21. Examinemos los dos fragmentos -finales, en cuanto a nuestra
lectura litúrgica- así sea muy someramente. El primer fragmento nos invita a la
oración, especialmente a la de alabanza, ofrecida por medio del Pontífice
Supremo, Jesucristo nuestro Señor; el hagiógrafo resalta la función de Puente
que desempeña Jesús actuando como canal de enlace entre nuestros labios orantes
y Dios. No se trata de seguir sacrificando animales, se trata de una Alabanza
que tiña nuestros labios de manera permanente y con un trabajo indeclinable por
sembrar el bien, la armonía, la fraternidad y la perfección de la consciencia.
Se alcanza a insinuar algo que el sínodo de la sinodalidad nos dejó en sus
conclusiones, la importancia de compartir con otras comunidades, de no
cerrarse, de ampliar los linderos eliminando las fronteras. Tenemos que
apoyarnos y darnos mutuo soporte: Amalgamando oración y adoración con
fraternales amor y servicio. Respeto a la autoridad y una autoridad trasparente
que esté dispuesta a rendir cuentas y a evaluar la eficacia de los pasos dados.
Se debe tener muy claro que la obediencia
no tiene por finalidad lograr la sumisión, sino, saberla visualizar como un
recurso de dicha y alegría evangélica; nunca como una experiencia cargosa. Tener
que rendir cuentas no es humillante, es un saludable camino para acrecentar la
confianza basada en la trasparencia.
En el segundo fragmento, se nos lleva a
tomar conciencia de que ese Pontífice es el buen Pastor que, por la Voluntad
del Θεὸς τῆς εἰρήνης “Dios de la paz” (esta paz en
griego tiene un significado muy interesante, es recoger los pedacitos y
volverlos a juntar, con tal pericia que -por decirlo metafóricamente- la
“porcelana” vuelva a quedar en su integridad, sin mostrar los remiendos),
recuperación de la integralidad; entiéndase que la falta de paz implica una
fragmentación del ser, una ruptura en segmentos: no-paz es segmentación del
ser. El Resucitado, por el fluir de su Sangre redentora nos recompone, nos
restituye la unidad, nos “re-consolida”. ¿Qué elementos pueden llevarnos a ese
estado de reunificación? La Carta a los Hebreos nos los señala:
·
La Fe en y la Confesión
del Santísimo Nombre de Jesús.
·
Hacer el bien y
practicar la ayuda mutua.
·
Someternos a nuestro
“guías” que se desvelan con su responsabilidad.
·
Asumir nuestra
obediencia con alegría.
·
Permitir con
docilidad que Dios obre en nosotros haciéndolo todo en el Santo Nombre de
nuestro Redentor.
Entre líneas lo que siempre asoma es el
peligro de querer dar pie atrás y devolverse sobre sus propios pasos; lo que
brota tan espontáneamente siempre que nos desmotivamos y nos hacemos presa
fácil del desaliento y el desánimo, queriendo salir a escondernos en los vericuetos
tradicionales y en los recovecos del indietrismo.
Sal 23(22), 1b-3a. 3b-4. 5. 6
Cada instante es transparente, porque no está
manchado con la preocupación del siguiente. El Pastor vigila, y eso me basta. Felicidad
en los prados de la gracia.
Carlos González Vallés s.j.
En continuidad con el tema de “El Buen
Pastor-Resucitado porque así Dios lo ha querido para nuestro bien”, proclamamos
el Salmo 23(22), al examinar este Salmo -que también es un salmo del Huésped de
YHWH, es decir, de alguien que se aloja en su Templo (alojarse en el Templo es
lo que hacía María de Betsaida, sentarse a los pies del Señor a escucharlo, no
sólo con atención, sino con arrobamiento)- tenemos que repetir un par de
elementos de la fe que, no son nada nuevo- y que todos conocemos a plenitud,
pero que muchas veces se quedan retumbando en la mente y no bajan al corazón:
a) Dios, como Pastor sabe perfectamente aquello de lo que tenemos menester,
inclusive, Él lo sabe mejor que nosotros mismos, que a veces creemos requerir
algo bien distinto de lo que verdaderamente precisamos; b) Dios siempre quiere
para nosotros lo que más nos conviene; c) lo esencial es la disponibilidad que
mostremos para vivir acordes a su Voluntad, d) Él procura también llevarnos a
“verdes praderas”, alejándonos de lo que nos daña o nos desvía del “recto
camino” que va a las “fuentes tranquilas”; y e) aun cuando caigamos, Él siempre
está para apoyar nuestra mano y levantarnos.
Aprendamos a saborear este salmo porque es el sistema “óptico” perfecto que nos permite identificar -auxiliando nuestros débiles ojos- la acción constante de Dios en nuestras vidas.
«Cristo resucitado, ¡Él es nuestra
Fiesta! … ¿Vivir la fiesta, sería óbice para combatir, para luchar por la
justicia? Al contrario. La fiesta no es una simple euforia pasajera. Está animada
por Cristo, en hombres y mujeres plenamente lúcidos sobre la situación del
mundo y capaces de asumir los acontecimientos más graves…” (Noël Quesson)
Mc 6, 30-34
Retomemos los tres verbos de este sugestivo
fotograma: ver, tener compasión, enseñar. Los podemos llamar “los verbos del
pastor”. El primero y el segundo están siempre asociados a la actitud de Jesús:
de hecho, su mirada no es la de un sociólogo o la de un “fotorreportero”,
porque Él mira siempre con los “ojos del corazón”.
Papa Francisco
¡Nos, me arriesgamos a leer entre líneas!
Los “apóstoles” (esta es la única vez que San Marcos usa esta expresión)
regresan de su misión y llegan de nuevo a reunirse en torno a Jesús, como
polluelos, y le hacen una “rendición de cuentas”, en ello creo descubrir la
actitud filial de los “enviados”: “Nos portamos bien, cumplimos la tarea, lo
hicimos como Tú nos has enseñado”. Y el papá, les propone una salida
“vacacional”: “Vamos a descansar, se merecen una salida para “recargar la
batería”, preparen sus maletas, para el crecimiento espiritual, nada mejor que
un retiro”, y se los lleva a “verdes praderas”, donde puedan “reparar sus
fuerzas”. Es el Buen Pastor en acción.
“Estos dos verbos, ver y tener compasión,
configuran a Jesús como buen Pastor. Incluso su compasión, no es solamente un
sentimiento humano, sino que es la conmoción del Mesías en quien se hizo carne
la ternura de Dios. Y de esta compasión nace el deseo de Jesús de alimentar a
la multitud con el pan de su Palabra, es decir enseñar la Palabra de Dios a la
gente. Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús nos enseña. ¡Es hermoso esto!”
(Papa Francisco)
Sin embargo, “la mies es mucha y los
obreros pocos”, allí en el ἔρημον τόπον [eremon topon] “lugar desierto” (los retiros, los ejercicios espirituales solemos
llamarlos “ir de desierto”), encuentran -todo lo contrario-, una multitud que
requiere -dejar de lado el descanso- ponerse a enseñarles πολλά
[pol-la] una pluralidad de temas. Primero lo
primero, si esta multitud está hambrienta y sedienta de conocer a Dios, si
viene a buscar su recuperación de la integralidad, habrá que atenderlos
y dejar nuestro descanso… en puntos suspensivos: se desvela asumiendo su
responsabilidad.
Jesús debió contrariarse mucho por aquel
descalabro de sus planes, tal vez echaría un par de chispas, de pronto renegó
para sus adentros… ¡Nada de eso! ¡Todo lo contrario! Lo que sintió fue σπλαγχνίζομαι [splagchnizomai], ¡se le conmovieron las entrañas! De otra parte, los discípulos
que iban psicológicamente preparados para una vacación, de pronto se ven
abocados a alimentar a 5 mil hombres con lo bien poco que tenían: cinco piezas
de pan y dos pescados.
“Hoy sábado, día especial para acudir a
la escuela de María, Ella nos puede ayudar a estar atentos a las necesidades de
los que nos rodean, que María Santísima nos ayude a tener un corazón compasivo
y colmado de la ternura de Dios.” (Papa Francisco)
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