jueves, 16 de enero de 2025

Viernes de la Primera Semana del Tiempo Ordinario

 


Hb 4, 1-5. 11

 

Él no se queda indiferente ante nuestras debilidades, por haber sido sometido a las mismas pruebas que nosotros.

Hb 4, 15

La perícopa de Hebreos que leemos hoy, empieza con una advertencia diciéndonos que: “Deberíamos temer…” (Hb 4,1), no se trata de andar timoratos porque sí, sino de que evitemos su cercanía cuando se nos está brindando la oportunidad de gozar del beneplácito de Dios, y, en cambio, arriesgarnos a detonar su enojo; y, terminará, con el verso 11, previniéndonos contra la desobediencia (Hb 4,11). No habla propiamente de desobediencia, sino del rechazo a dejarse persuadir. Le dicen algo y no se lo cree. Lo que le dicen es un asunto de fe, y el riesgo está en no aceptarlo. Lo que nos previene esta perícopa es cuidarnos de “no prestar atentos oídos a la Manifestación de Dios”. Mejor dicho, hacerle perder a Dios su “Tiempo” y su Esfuerzo Salvífico. O sea que, esta Primera Lectura está concentrada en señalarnos lo que no debemos hacer. (Hay cierta continuidad con la alusión que se hacía ayer hablando del día de Masá y Meribá).

 

La cuestión es la entrada en el “Descanso”, y la vigencia de esta oferta. El creyente avanza, va por el buen camino, hace progresos, pero, súbitamente sobreviene el enfriamiento, debido a que nos inunda la inseguridad si, tal vez, la vigencia de esa oferta ya se clausuró … , y se cerraron las inscripciones, se agotó la boletaría.


 

Muchos desesperados y muchísimos desesperanzadores profesionales (que los hay en cantidades abrumadoras), se van por el lado del argumento histórico, si los que fueron sacados de Egipto se quedaron por fuera, no sean ingenuos, es demasiado tarde, la convocatoria ya pasó.

 

En cambio, los que nos reclamamos de Cristo, lo enfocamos de manera distinta: Si Dios lo prometió, todas sus promesas se cumplirán, aun cuando haya tenido que cambiar de destinatarios. Los que se quedaron por puertas fueron los que cerraron sus oídos y se pusieron gruesos tacos de cera para no oírlo; nosotros, en cambio, podemos prestar atento y cabal oído a su “llamada”, a su “invitación”, a su Amorosa Promesa.

 

Pero no basta poner a girar la Buena Noticia en la cóclea, como en una noria; hay que permitir que el Mensaje pase, supere ese nivel y se vuelva energía vital que impulse nuestra vida.  ¿Cómo hacer para que el poder de la Palabra pase del oído al cerebro y a la vez al corazón? Abriendo nuestra disponibilidad. Aceptando, depositando en el Señor nuestra sincera y entera confianza. Y hay que tener mucho cuidado porque a veces, por una especie de espejismo, llegamos ante la entrada y ¡la vemos cerrada! Y es que a veces, es tal nuestro convencimiento de que ya es demasiado tarde que, al mirar hacia la puerta de entrada, todo lo vemos cerrado. Caemos en la ἀπειθείας [apeiteias] “desobediencia”; rechazo para acoger el mensaje, obstáculos atravesados en nuestra mente para no dejarse persuadir, ese endurecimiento de la cerviz y del corazón que prefiere ver la puerta cerrada, contra toda evidencia.

 

Preferimos alimentar y nutrir nuestro temor antes que darle sustento a la fe. No fomentamos la esperanza y en cambio, nos obsesionamos en ser “pájaros de mal agüero”.


 

Dios ha hecho todo para dejarse encontrar, ha enviado a sus emisarios a proclamar que el Banquete está listo, que la hora de la Gran Boda ha llegado, pero nosotros le tenemos tanto miedo que preferimos devolvernos y no mirar la puerta. Es el miedo el que nos hace imaginarnos la puerta clausurada.

 

“Por lo tanto, acerquémonos con confianza a Dios, dispensador de la gracia; conseguiremos su misericordia y, por su favor, recibiremos ayuda en el momento apropiado. (Hb 4, 16)

 

Sal 78(77), 3 y 4bc. 6c-7. 8

El Salmo, maravillosa síntesis de la historia del pueblo elegido, -por el contrario- se enfoca en lo que si debemos hacer: Poner en Dios nuestra confianza, guardar sus Mandamientos y trasmitir -de generación en generación, como lo hicieron nuestros padres- las loas y alabanzas para “nuestro Señor y todo su Poder”. Esto mismo está condensado en la Oración Colecta, donde se dice con estas otras palabras: “concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda a todos los hombres”.

 

Pero hay cierta conformidad con la primera Lectura porque el pueblo israelita vive una “hora oscura” y el salmista no ve que Dios actúe y llega a sospecha de Dios pensando que nunca los va a auxiliar. Pero, en el fondo, el hagiógrafo no se deja desalentar y recuerda que el Señor estuvo poderosos en el pasado y mostro todo su poderío en favor de su pueblo y que no hay nada que impida que vuelva a actuar como amoroso Go-El.


 

Lo que el salmo nos propone es no incurrir en las mismas dudas y desconfianzas que tuvieron los mayores, en las generaciones antiguas, que sucumbieron a la desconfianza y cayeron en la incredulidad.

 

En la primera estrofa de nuestra perícopa, voluntariamente se comprometa a ser un historiador que lleva a las generaciones venideras las alabanzas que merece el Señor.

 

En la segunda estrofa se explica la función que cumple la historia sagrada, contarles a las generaciones venideras, las hermosas acciones con las que Dios nos dio a conocer su protección y enorme bondad, y así, nos conmina a guardar los mandamientos.

 

Para que no continuemos el mal ejemplo de los mayores que fueron exclusivamente una generación pertinaz y de corazón inconstante.

 

Coherente son esta propuesta, el versículo responsorial, nos trae un llamado que, así como Dios es memorioso y guarda todo en la memoria de su corazón; y no olviden jamás la bondad mostrada y probada que obró con las maravillas de su Amor.

 

Mc 2, 1-12

Pasamos al capítulo segundo de este Evangelio. Continuamos en la parte del Evangelio que nos presenta a Jesús y nos dice Quién es Él. Este segmento que abarca 1, 16 – 3,12 señala que Jesús enseña con plena autoridad.


 

Jesús regresa a Cafarnaúm, כְּפַר נָחוּם [Kəfr Nāḥūm] “pueblo de Nahúm”, posiblemente se refiera al profeta. Era un pueblo a orillas del mar de Galilea, prioritariamente de pescadores. ¿Qué sucede luego en el Evangelio de Marcos? Va a orillas del lago a continuar su enseñanza. (Mc 2, 13). Les está entregando los nuevos criterios para actuar (λόγον).  Llegó a “casa”, lo que lleva a pensar que quizá se refiere a la casa de Simón Pedro; en tanto la gente lo supo, todos se congregaron allí, para verlo y escucharlo porque se dedicaba a la proclamación de la Buena Nueva.

 

En el Evangelio, el co-texto es que Jesús “les anunciaba la palabra (λόγον)”, y la gente entiende que no se trata de memorizarla, ni de repetirla al pie de la letra, de lo que se trata es de zambullirse en esa Palabra, que es Palabra de Vida, y hacerla vida, hundirse en su vitalidad. Como sumergirse en la sustancia de esa predicación, procurando absorber la emanación salutífera que de ella brotaba, por eso le traen un enfermo. Para que beba en las fuentes mismas de la salud y la vida.

 

Claramente se presentan dos bandos: sujetos. los que tienen fe (los cuatro y el paralitico), y los anti-sujetos (opositores): los doctores de la ley, defensores de lo que “era”, de lo “institucional” tienen el carro de su religión firmemente amarrado al pasado (indietristas, Papa Francisco acuñó este término en 2022, derivado de la palabra italiana indietro, que significa "hacia atrás", usándola para referirse a quienes se mueven hacia atrás y se desconectan de las raíces de la Iglesia).

 

¿Cómo opera la pedagogía de Jesús con estos incrédulos?

Lo que es fácil de hacer, (perdonar pecados). Perdonar pecados no es espectacular, por eso un confesionario no es una cabina de feria.    

→ Su Palabra les suena a blasfemia, quieren usarla como piedra de escándalo, tal vez como primer proyectil para una “lapidación”, si estaba blasfemando, lo podrían hacer reo de lapidación.

 

Entonces procede a hacer lo que es difícil, (hacer que un paralítico camine, lo que todos tienen que reconocer como acción solo posible a Dios).       

Con esto les demuestra que Él sí tiene autoridad para perdonar pecados, es decir, se les manifiesta como Dios. Sujetos y anti-sujetos se ven obligados a reconocer que “Jamás habíamos visto cosa parecida”. (Mc 2,12).

 

A Jesús le llamó la atención la fe de aquellos “camilleros” y su ingenio para superar los impedimentos para llegar hasta Él, lo que tocó su compasión. Seguramente los que llevaron al enfermo quedaría desconcertados, “vinimos a comprar dulces, no a que nos cortaran el cabello”; para ellos el perdón de los pecados debió ser algo secundario, sin embargo, los maestros de la ley que estaban por allí -muy sentaditos y bien acomodados en primera fila, desde donde pudieran juzgar y criticar a sus anchas, ellos pensarían que era lógico ir a lo que originaba la parálisis, “el pecado” que lo inhabilitaba. Pero, para ellos en esa expresión de liberación del pecado había una blasfemia intolerable: perdonar pecado era exclusividad de Dios, al hablar Jesús de esta manera, se estaba arrogando la autoridad divina. Ahí radicaba el punto álgido.  Ese fue el detalle que los llevó a la exasperación, si solamente lo hubiera curado, todo habría estado bien y no les habría dado ninguna alergia, pero como lo que Dios quiere es revelar su Presencia entre nosotros y su solidaridad con el género humano, que ha venido a Salvar, por eso debía mostrarse Dios, por mucho prurito que eso causara a los “maestros de la ley”. Son la ralea de los que se creen únicos poseedores de la “verdad”. raza que no se ha extinguido.


 

La Palabra de Jesús no es una doctrina en el sentido tradicional, como un Código Jurídico de leyes establecidas, sino una atmosfera de salud, de liberación, de vitalidad, de perdón que envuelve e irradia. Su Palabra es capaz de crear, de hacer una Nueva Creación. «Dios no perdona con un decreto, sino acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, en nuestra salvación» (Papa Francisco).

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