Hb
1, 1-6
Empezamos
el tiempo ordinario -ciclo impar- y vamos a tener cuatro semanas destinadas, en
la Primera Lectura, al estudio de Hebreos, con una sola interrupción, el 25 de
enero, cuando celebraremos la Conversión de San Pablo, y leeremos del Libro de
los Hechos de los Apóstoles; serán, por lo tanto, 23 lecciones dedicadas al
estudio de Hebreos. Así como solemos decir que los Reyes Magos ni eran tres, ni
eran reyes, ni eran Magos, así también podemos decir “Carta de San Pablo a los
Hebreos” teniendo muy en cuenta que no es una carta, no es de San Pablo y no es
“a los hebreos”.
Si
no es de San Pablo, ¿quién es, entonces, su autor? Algunos se la han atribuido
a San José-Bernabé, porque aun cuando siempre lo recordamos como Bernabé a
secas, debe saberse que su nombre era José, y Bar-nabas simplemente era una
manera de resaltar que era “hijo de predicación”, lo que quiere decir que lo
suyo era predicar, que eso era lo que se le daba y tenía como don: la
predicación.
Otros
han apostado por la autoría de Apolo, de Silas, de Clemente Romano e inclusive
hay quienes piensan que es de San Lucas.
Algunos,
se la han atribuido a Priscila, colaboradora cercana, junto
con su marido Aquila, de Pablo. Algunos eruditos bíblicos, como el alemán Adolf
Harnack, han sugerido que Priscila fue la autora de la Carta a los
Hebreos. Las razones que se han dado para esta supuesta autoría son:
·
Su
habilidad como maestra, así se la menciona en el Nuevo Testamento.
·
Su
demostrada pericia apologética y su firmeza para inaugurar comunidades en
importantes centros romanos.
·
Para proteger
la carta, en un ambiente machista, donde un escrito de la mano de una mujer
sería inmediatamente rechazado, así se optó por suprimir su autoría
femenina.
Lo
que nadie negará es que la línea de pensamiento y la doctrina que promueve, es
muy legítimamente Paulina.
¿Por
qué decimos que no es una carta? Porque no muestra los rasgos netos y la
estructura de una carta que inicia por lo general con un saludo, y haciendo
algún tipo de mención a los destinatarios; algunos encuentran en los concejos y
la fórmula de cierre (13, 20-25), los aspectos de una despedida epistolar, pero
una mirada desprejuiciada lo muestra, más bien, como un anexo para legitimar la
supuesta autoría de San Pablo. En cambio, parece, más bien, una conferencia, o
un sermón.
Nos
parece siempre muy importante insistir que, estas precisiones, no tienen -de
ninguna manera- la intención de disminuir la canonicidad del Libro. Lo que no
se debe ni se puede hacer es embozar lo que la investigación va arrojando,
convencidos que más vale decirlo abiertamente y no que el curso de la historia
llegue a probar como falsas las opiniones que siempre hemos sostenido, pero que
en realidad de verdad no atañen a la solidez de nuestra doctrina ni son
fundamentos esenciales de nuestra fe.
Las
profecías habían anunciado para el Mesías su carácter de Rey, de Profeta y de
Sacerdote. Los Evangelios y la vivencia de sus coetáneos, dejaron sobradas
pruebas de los dos primeros carismas, sin embargo, para el Sacerdocio, no había
ningún fundamento y nada permitía ratificar ese carácter cumplido en Jesús.
Aquí
encontramos la gigantesca valía de este Libro. En Hebreos, la misión que se
apropia el hagiógrafo, es mostrar el Sacerdocio de Jesucristo y, ¡vaya que el
Espíritu Santo se lo concedió!
Los
cuatro primeros versículos de este Libro constituyen una verdadera introducción
donde se nos dice: “Antes, en la época patriarcal Dios nos λαλήσας [lalesas]
“habló” por los profetas, ahora nos ha empezado a hablar por medio de su Hijo”.
Este
factor es de suma importancia, cuando le dirigimos la palabra a alguien, este
deja su carácter exclusivo de “otredad”, deja de ser simplemente “otro”, y pasa
a ser nuestro “interlocutor”, nuestro “par”, Dios al dirigirnos la Palabra, nos
da un carácter especial, nos brinda su “Amistad”, más que eso, nos invita a ser
“prójimos”, espiritualmente hablando, nos incluye en su esfera de interés. Las
personas que dejan de dirigirle a alguien la palabra, y eso a veces sucede
hasta con los propios familiares, entienden muy bien esto, saben que ese
mutismo, es un “ruptura de puentes”: ¡Nadie pasa de aquí para allá, ni de allá
para acá! Cuando la tensión parece disminuir, se habla de un “acercamiento”, o
sea que alguna “projimidad” (aproximación) se ha recuperado. Antes de decir
cualquier otra cosa debemos regresar el punto en el que Dios nos dice como Mandamiento
básico “Amaos los unos a los otros” (Cfr. Jn 13, 34s)
Inmediatamente
se pasa a afirmar que Jesús es mayor que los ángeles: Porque
a) ningún ángel puede
decir que ha sido engendrado por Dios. ¡Y Jesús si lo puede decir!
b) A ningún ángel le
dijo Dios que era su Padre, ni que el ángel era un hijo
c) Y, en cambio si
ordena y manda que todos los ángeles (evidentemente, de las huestes Divinas,
porque las huestes del Maligno se niegan a cumplirlo), lo adoren.
Hay
mucho más, y no se puede pasar tan rápido como para no darnos cuenta que se
afirma que toda la Creación la ejecutó el Padre por medio del Hijo y que a Él
lo nombró heredero de todo, sentándolo en el esjatón, a su Derecha.
Sal
97(96), 1 y 2b. 6 y 7c. 9
Salmo
del Reino. ¿Quiénes deben adorar al rey de la Gloria? ¡Todos los ángeles de
Dios!
Que
Dios reine es el motivo de gozo para todos los habitantes de la tierra, hasta
para los que viven en pequeñas, olvidadas o remotas islas, todos se gozan
porque el Reinado de Dios está apuntalado sobre dos firmes pivotes: La Justicia
y el derecho.
Parece
que en la segunda estrofa se reitera lo mismo que en la primera, pero en el
orden inverso: En primer término, son los Cielos los que pregonan la Justicia,
y todos los pueblos se gozan y lo glorían. Entonces los ángeles también son
invitados a rendirse en adoración.
El
salmista va a dar la sólida razón para esta adoración: El Señor es lo Máximo,
como la Montaña más alta, como el más gigantesco de los dioses, Él está en la
Cúspide de toda la tierra.
Todo
este gozo, toda esta alegría, toda esta glorificación encuentran su origen en
los justos, los חָסִיד
[chassid] “fieles” del Señor, mejor todavía, con mayor exactitud, “sus santos”.
Los que rechazan y renuncian con toda el alma; en cambio, a los “malvados”, el
salmo los denomina, como dice André Chouraki, “los esclavos de la estatua”, una
manera de decirles “idolatras”.
Al
proclamar este salmo, las montañas nos devuelven como eco “Venga a nosotros tu
Reino”.
Lo
que el salmo declara, hebreos lo explicará y dará glosa: somos “herederos”, el
reino es nuestra heredad: Jesucristo es no sólo el Rey, sino Sumo y Eterno
Sacerdote del Reino.
Mc
1, 14-20
… acompañarán a Jesús
en la inseguridad que los obliga a correr riesgos que ni ellos mismos imaginan.
Euclides Balancín
¿En
qué consiste la Conversión, en una opción por la “bondad” en abstracto”? La
perícopa de hoy parece enfocarse en este asunto: Uno podría decir que el tema
es el llamado, pero hay algo mucho más profundo que el simple llamado y una
respuesta puntual que afirma una recepción de ese “llamado”. De verdad que el
señor llama, y nos llama asumiendo lo que somos, si somos pescadores, nos
acepta como pescadores; pero, el llamado implica un “desacomodo”. No podemos
seguir con las manos pecadas a las redes, porque las redes no serán el
instrumento de la nueva pesca. La Nueva Pesca, nos implica, dejar la familia,
el negocio de los padres, o cualquiera que fuera nuestro negocio, y, lo más
importante: “Al instante, dejar las redes”: «El seguimiento de Jesús exige
urgencia, desacomodación ante la situación existente y opción por una nueva
forma de ver las cosas y una práctica transformadora». (Euclides Balancín). “Jesús
que llama está siempre en movimiento. En efecto se trata de la llamada a un
nuevo éxodo, hacia el camino inaudito y nuevo del Evangelio” (Beck, Benedetti,
Brambillesca etal).
El
punto de inflexión, se da en virtud de una situación crítica, Juan el Bautista
es “entregado”.
El
proceso que va a dar Jesús, se inicia en la periferia, en la Galilea de los
Gentiles, no en el foco de la opresión, sino en las afueras distantes.
Este
proceso que acaba de iniciar, aun cuando largamente previsto, es la llegada del
Reino.
La
esencia del proceso no es la sola petición de perdón por las “caídas”, sino la
poderosa convicción de que Dios está Presente con su carisma de Salvación.
Nos
damos con una “Convocatoria, el llamado a los que están dispuestos a
desacomodarse porque aceptan que “otra sociedad es posible”.
Los
convocados paradigmáticos son pescadores, gentes que no tienen proyectos de
largo aliento, capaces de vivir el “día a día”, sin apegos que los lleven a
mirar atrás con aferramiento. Los convocados no tiene en el corazón una estatua
de sal.
La
convocatoria que reciben no es para responder a ella cuando hayan tomada la
capacitación y hecho los cursos requeridos; la llamada es para hacer lo que ya
pueden hacer, no para dilatarla a pasado mañana.
El
convocado lo es, para que él mismo repita la convocatoria, no para que él se la
quede, y la ponga en su billetera como el que obtiene un carnet; para que
denuncie la discriminación y la opresión y para que ofrezca sus fuerzas a la
edificación del Reino.
«…
el seguimiento es la condición indispensable para conocer a Jesús: se conoce a
Cristo solamente en la medida en que se le sigue». (Beck, Benedetti,
Brambillesca etal).
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