Hb 7,25-8,6
FUENTE DE
SALVACIÓN SIN FIN
Los otros sacerdotes
fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo; pero como Jesús no
muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro.
Hb 7, 23s
La Carta a los hebreos usa una curiosa e
interesante expresión para referirse al Nuevo Testamento: “la Palabra del
juramento posterior a la ley”. En esta Nueva Edad, “a Cristo le ha
correspondido un ministerio tanto más excelente cuanto mejor es la Alianza de
la que es mediador, una Alianza basada en promesas mejores. Este ministerio
mucho más excelente puede salvar a todos cuantos se acojan a Él.
Sin dudas y sin prevenciones, nos podemos
aferrar al Hijo de Dios que tiene el Poder Salvífico que su Padre le otorgó,
para ser Salvador. Acercarse al Padre por medio del Hijo cuentan con la firme y
definitiva mediación de Jesucristo. Jesucristo, Sacerdote Eternos lo que quiere
decir que está vivo para siempre- para ser intercesor de los que se acercan a
Dios por mediación Suya. Jesucristo es un Sacerdote con unas características
esenciales:
I.
Santo
II.
Inocente
III.
Sin mancha
IV.
Separado de los pecadores
V.
Encumbrado sobre el Cielo
VI.
No necesita ofrecer
sacrificios diarios, como sucedía con el Sacerdocio Aarónico que estaba condicionado
por un doblete sacrificial, valga decir: sacrificios por sus propios pecados, y
sólo entonces, sacrificios a nombre de todo el pueblo. Porque Él se entregó
como Hostia Pura, Cordero-sin-defectos, “de una vez y para siempre”.
Esto es lo que caracteriza el Sacerdocio
Neotestamentario, la del “juramento posterior a la Ley”, que consagra a Uno que
no es solamente hombre, sino que es Dios y Hombre Verdadero. Por tanto, sentado
en el Sitial de Honor del Cielo, a la Derecha del Padre.
El Templo de Jerusalén era una “figura”, tan
sólo una especie de “maqueta”, una representación terrenal del Verdadero
Templo, del Santísimo Templo Celestial, “Santuario y Templo Verdadero”, porque
el templo de la Nueva Jerusalén no fue erigido por el trabajo de obreros, sino
edificado por el Propio Dios.
Todos los sacerdotes necesitan tener
“ofrendas para presentar”. Jesús se presenta a Sí Mismo y Glorifica al Señor
porque el Templo Nuevo es el Cuerpo que Dios -por medio de María Santísima le
dio.
La Palabra (otrora dirigida por Dios a
Moisés), pide y se compromete a través de una liturgia que “se ajuste al modelo que te fue mostrado en la
Montaña”. Para Moisés la montaña fue el Sinaí, para Jesucristo, fue el
Calvario, donde se ofrendó el modelo perfecto de la liturgia, donde el Sumo
Sacerdote ofreció y ofrece la Víctima-Tres-Veces-Santa: Él-mismo. De esta
manera, Sacerdote y Victima se conjugan en Uno.
«Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo
a Dios: “No quieres sacrificio ni ofrendas, sino que me has dado un cuerpo”»
(Hb 10, 5). ¡He aquí que vengo!
Sal 40(39),
7-8a. 8b-9. 10. 17
Dios espera más nuestros comportamientos cotidianos, que nuestras
oraciones dominicales.
Noël Quesson
Este salmo es un salmo de Acción de Gracias.
Gran parte de la Consagración Sacerdotal gira en torno a la Acción de Gracias.
Muchas veces, sin darnos cuenta, reducimos nuestra religión a una religión
“petitoria”, Sin embargo, antes que nada, está la gratitud. Y deberíamos
priorizar la gratitud sin tener que ignorar que tenemos necesidades y
padecimientos que nos llevan cerca del que todo lo puede y que siempre se pone
en favor nuestro.
Es muy interesante la dinámica del salmo:
presenta un afán, una angustia casi desesperada. Luego testifica cuán pronto y
eficaz ha sido el Socorro del Cielo, y entonces, presenta una nueva causa de
desvelo. Gracias Señor porque tu ayuda ha sido patente, pero, de nuevo me
presento ante Ti, Señor, Mi Auxilio.
El Salmo trata el tema de la “presencia”, nos
conduce desde una era de “ofrendas y sacrificios”, hasta una nueva era: tiempo
en el cual Dios nos llama a escucharlo. Para escuchar a alguien, se tiene que
estar ahí, presente, atento, disponible para lo que se nos pida, para
asumir la dirección que se nos indique. La respuesta: “aquí estoy”, es una
respuesta de apertura al servicio. Así, en medio de la gran algarabía del
mundo, el Señor, crea una campana de aislamiento para que podemos oír. ¡Escucha
y Disponibilidad! Requisitos para quien quiera entrar en tónica de Salvación.
El Señor llegó a un punto en que los
sacrificios y las ofrendas lo asqueaban y el humo de tantos holocaustos lo
asfixiaba (Cfr, Is 1, 18-25). Entonces expresó su anhelo de recibir otra cosa,
distinta: la disponibilidad para oír, para acatar, el deseo de cumplir con lo
que se nos pida. Ponernos ahí, delante Suyo y declararnos “a discreción”. Como
se decía antiguamente: ¡a su mandar!
Pero para eso no hay que cargar a cuestas con
un pesado morral -con la Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica- no un
morral sino el extracto en le mente y el corazón. Llevar consigo Su Ley en las
entrañas.
Y no unas alforjas tesoneramente amarradas.
Encadenadas y encandadadas. Sino a flor de labios. Listos a proclamarlas, a
comunicarlas, a enseñarlas. En corrillos, si fuera necesarios o ante la
muchedumbre llenando un coliseo, si nos corresponde.
Tampoco mala-carosos, y agrios, sino alegres
y atrapados en el regocijo de tener ocasión de demostrar su Ternura y su
Afecto. Que nuestra boca deje relucir en primera instancia el cartelón que
reza: ¡Grande es el Señor!
El paso del Primer Testamento al Segundo
implica un cambio. No cambiamos de Dios, estamos cambiando la manera de
acercarnos a Él. Este cambio no es resultado de un cambio en nuestro estado de
ánimo, no es un cambio surgido de un capricho o de algún arrebato. El Señor
claramente bien pidiendo que cambiemos nuestro estilo de acercamiento: ¡Menos
humareda en el Templo! inclusive, ninguna humareda, más si el Templo Terrenal
ha desaparecido, bajo el atropello imperialista.
A cambio, se espera mayor disponibilidad de
nuestra parte, y el verso responsorial así lo explicita: Aquí estoy Señor, para
hacer Tu Voluntad. ¿Qué se concluye de esto? Que Dios quiere que permanezcamos
muy atentos a su Voluntad. No que sigamos con los sacrificios mecánicamente hasta
inundar el propiciatorio de sangre, sino realmente pararnos a escuchar.
Cabe preguntarnos ¿Si le hemos puesto cuidado
a lo que quiere Su Santa Voluntad?
O ¿seguimos, los mismos con las mismas? El
salmista no pretende contar con el auxilio y el patrocinio del Cielo porque el
sea algún poderoso, o renombrado, o especialmente adinerado; al contrario, se
presenta, humilde, “yo soy pobre y desdichado” pero el Señor cuida de mí.
Mc
3, 7-12
El pueblo estaba un poco aburrido de la forma de enseñar la fe, de los
doctores de la ley de aquella época, que cargaban sobe la espalda muchos
mandamientos, muchos preceptos, pero no llegaban al corazón de la gente.
Papa Francisco
Pasamos a la tercera parte del Evangelio
Marqueano. (3,7 – 6, 6a).
Esta perícopa que abre, es una especie de
sumario de la actividad de Jesús. Luego
vendrá la llamada de los Doce y luego, un nuevo rechazo, esta vez en su tierra
natal. Los sumarios cumplen en Marcos una función diegética, unen lo anterior
con el nuevo tema y permiten pasar. Miremos los puntos que detalla este
sumario:
1)
Jesús se retira de
Galilea, pero no va solo, lo sigue una gran multitud. Esta retirada no es la
del que se aleja para escabullirse, no es para hacerse el “difícil”; es por una
razón bien diferente, no quiere que lo confundan con el Mesías que ellos se
habían fabricado, quiere vaciar de su significado tradicional el mesianismo
para poderse mostrar como el Mesías que se hace Servidor.
2)
Una gran multitud va
acudiendo a Él durante toda su travesía: de Jerusalén, de Idumea, del otro lado
del Jordán.
3)
Pide una barca para que la
multitud no lo aplaste
4)
Todos se le echaban encima
porque todos querían tocarlo para obtener sanación.
5)
Los espíritus inmundos lo
reconocían y se postraban ante Él
6)
A estos, Jesús les imponía
el “secreto mesiánico”
En el Evangelio vemos al Sumo-y-Eterno
Sacerdote rodeado por una muchedumbre. En esta muchedumbre se mezclan hasta
confundirse discípulos y espíritus inmundos. Estos últimos se postraban y
gritaban ‘Tú eres el Hijo de Dios’, esto hace más difícil distinguir quienes
son Discípulos y quienes espíritus inmundos…
El discipulado consiste en procurar -a toda
costa- entender el Mensaje para poder expandirlo; los que se hayan allí, no
alcanzan la dimensión de este compromiso, se reúnen sólo para tocarlo y
curarse. Ellos no daban el paso a declarar: ¡Aquí estoy!
No basta con tocarlo, el compromiso tiene que
ser mejor. Hay que entenderlo y entender cuál es el Reino que Él trae, y para
eso hay que “tocarlo” con el oído. No podemos conformarnos con tomarnos la selfie
con Él, es preciso que entendamos que Él es el Mesías, y -además- que es un
Mesías de otro orden.
Esta barquichuela que Él pide es la Iglesia.
«Pero cuando ven a Jesús y lo escuchan, sus
propuestas, sus bienaventuranzas… pues escuchan dentro algo que se mueve, es el
Espíritu Santo que despierta eso, y van a encontrar a Jesús». (Papa Francisco)
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