Hb 4, 12-16
Hay como dos
temáticas entrelazadas en la perícopa:
1) La Palabra de Dios
(sólo el primer versículo)
2) Jesucristo es Sumo
y Eterno Sacerdote
En la
primera encontramos un ciclo de adjetivaciones que explican cuál es la
naturaleza de la Palabra de Dios
i)
Ζῶν [zon] “vivificante”
ii)
ἐνεργὴς [energes] “eficaz”
iii)
τομώτερος [tomóteros] “puntuda”, “filuda”, “afilada”
iv)
κριτικὸς [críticos] “entrenada para juzgar”
Como
será de filuda su punta que es capaz de entrar en la carne humana, atravesándolo
todo, hasta el punto donde se tocan el cuerpo y el alma, allí donde están las
más ocultas articulaciones y los más recónditos tuétanos.
Quiere
decir que no se trata de literatura superficial, aquella que puede ser lugar de
refugio para la evasión, para pasar el rato y convertirlo en tiempo muerto. La
Palabra de Dios, por el contrario, llega hasta el núcleo, va directo el meollo,
no es escondite para nada, nos avoca, nos pone cara a cara, nos deja al
desnudo, sin maquillajes, sin camuflaje sin mimetismo, nos obliga a mirarnos
con mirada franca en el espejo y a reconocernos tal cual somos, es una Palabra
más aguda que los rayos-x.
Se
nos ha aproximado, la Palabra de Dios es una de sus más poderosas Presencias,
es שכינה [Šekīnā] ‘en la que reside’, “Su Morada”
-como reflejo, pero también como cercanía de Dios- en el Nuevo Testamento, pero
no se queda ahí, crea -porque Dios vive creando- nuevas maneras de cercanía y nuevos
vínculos para trabar amistad.
No
se trata de alguna especie de vigilancia, no es un registro ni un allanamiento
policivo, no es un panóptico, no es un circuito cerrado de televisión, no es
una cámara espía en nuestra vida, no nos hace objeto de un reality show que siempre nos ve con curiosa morbosidad; es un desafío a
decirnos la verdad para que nos encontremos con la Verdad: “Nada se oculta;
todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir
cuentas”.
Han
visto la veloz exhibición que hace el mago de sus objetos trucados, la
finalidad es que no tengamos tiempo de identificar el trucaje; pues así son
nuestros asomos a la Escritura, distraídos, prestidigitados, superficiales,
pagaríamos cualquier cuota para no detallar nada; y luego, a la mayor brevedad,
el olvido. Es un mecanismo de auto-ocultamiento: valga el experimento:
preguntemos a alguien ¿qué se leyó en la última Eucaristía a la que asistieron?
para encontrarnos -la mayor parte de las veces- con lo más mínimo o, con nada:
Frases sueltas, ideas inconexas, generalidades.
Son
como mecanismos defensivos, no nos gusta que nadie entre hasta nuestro propio
tuétano. Nos llegamos a Su Palabra encorsetados en una armadura, reforzada con
chaleco anti-balas.
¡A
quien tenemos que rendirle cuentas? Al que dio su Vida por nosotros, ¡a Quien
pagó el rescate! Al Sumo y Eterno Sacerdote.
Entre
Dios y el hombre se erige la barrera de la impasibilidad. La
impasibilidad divina es la doctrina que sostiene que Dios no sufre, ya que no
lo permite su naturaleza divina. Es un atributo de Dios que se ha confesado a
lo largo de la historia del cristianismo. Si esto es así, Él sería incapaz de
compadecerse. Sin embargo, aquí el hagiógrafo nos revela que: “No tenemos un
Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha
sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado”. Él se salió de su
Impasibilidad entrando en la esfera de lo humano a través de su Encarnación,
por medio de su kénosis, llevó su impasibilidad hasta los extremos compasivos
de la Infinita Solidaridad, así subió a la Cruz y vivió su pasión como un
taller de humanismo y llegó a ser pasible. Vivió de manera súper-intensiva toda
la experiencia de la vida humana, sabe que significa el dolor, la
vulnerabilidad, el temor, la mordida del látigo, el sufrimiento de los clavos,
la dificultad ahogante para respirar, la sed inclemente, la agonía paulatina,
prolongada, morosa.
De
su pasibilidad podemos esperar Misericordia y es por eso que “podemos
comparecer confiados ante el Trono de su Gracia, para encontrar Misericordia y
Gracia, convencidos de su auxilio oportuno”. Cfr. Hb 4, 16
Sal 19(18),
8.9.10.15
Este Salmo
es un himno. Himno doble, escrito por dos autores diferentes
1) Uno, muy antiguo,
canta las maravillas de la Creación y toda la hermosura de la Naturaleza. (Los
seis primeros versículos)
2) La otra, magnifica
la bondad de la Ley, la Torah (vv. 7-14)
La justicia
de la Ley tiene dos partes también
2.1) Define
la Ley como máquina perfecta
2.2) Define
la Ley como la relación de unos enamorados: Da vida, alegra el corazón, hace
brillar la mirada…
Hay
unidad en que el legislador es Único, Dios mismo ha regulado la realidad
natural y planetaria, ha armonizado el cosmos y Él mismo ha legislado para que
los seres humanos vivan en una armonía equiparables a la cósmica y, nos entregó
Su Ley.
Este
salmo tiene 14 versículos. La perícopa sólo usa 4 de ellos, tomados de su
segunda parte, donde se ensalza la ley.
Tratemos
de ver que atributos de la Ley se resaltan en la perícopa, hemos detectado una
docena:
a) Es perfecta
b) Es descanso para el
alma
c) Es fiel
d) Instruye a los
ignorantes.
e) Está llena de
rectitud
f) Alegra el corazón
g) Es límpida
h) Da luz a los ojos
i) Es pura
j) Es eternamente
estable
k) Es verdadera
l) Es Eternamente
Justa
Hay
una parte oracional en la perícopa y es la última estrofa (que corresponde al
verso 14):
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu Presencia el meditar de mi
corazón.
Señor, Roca mía, Redentor mío.
¿Qué
diremos como responsorio? Que lo que brota de los Labios del Señor es Magna
Palabra, llena de espiritualidad y de vitalidad.
Mc 2,13-17
Jesús va delante, nos
precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente
superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e
incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees
que es posible que un recaudador se transforme en servidor?
Papa Francisco
Jesús
a) Salió nuevamente
b) Fue a la orilla del
mar o sea, al Lago de Galilea, (su ágora favorita, el ágora era en las polis
griegas, uno de los espacios fundamentales en los que se desarrollaba la
actividad política, social, económica y cultural, también punto de encuentro
para exponer y debatir ideas, discutían los asuntos de la comunidad, como la
política, la religión, la filosofía y los asuntos legales; recordemos que en la
de Atenas era donde Sócrates filosofaba), pero en este caso, el ámbito no es el
griego, sino el judío. Como dijimos, este segmento del evangelio marqueano corresponde
a la Actividad de Jesús en Galilea (1,14-6a)
c) Toda la gente
acudía
d) Él les enseñaba
Va
a convocar al quinto discípulo: Leví, el hijo de Alfeo, un publicano. Jesús le
dijo “Sígueme”, él se levantó y lo siguió.
Luego,
cuando Jesús estaba en casa de Leví, a la mesa con otros publicanos y otra
gente “de mala fama”; entran en acción los fariseos (del hebreo פרושים [perushim] = separados surgieron como un
grupo distinto poco después de la revuelta de los Macabeos, alrededor de
165-160 a. C. aparentaba rigor y austeridad), con su ánimo siempre dispuesto a
sojuzgar a Jesús y les preguntaban a sus discípulos, ¿cómo era posible que
Jesús comiera con esa gentuza?
Con
poderosa e incontrovertible lógica les responde: “Los que están sanos no
necesitan médico, sino los enfermos”. Y añadió: “Yo no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores”.
Como
explica un filósofo (J-L Marion): cuando alguien me llama, tengo que
reconocerme llamado, aceptar que me llamo así, que ese nombre es el mío y que
no está dirigido a “otro”, que es mi homónimo, y que ese llamado realmente se
me dirige. En caso contrario, la “llamada”, no logra el estatus de llamada, porque
la llamada implica alguien que se sienta aludido. Los fariseos no estaban
dispuestos a reconocerse necesitados de “Redención”, ellos se creen ya “limpios”.
No aceptan que el “médico” los visite, mucho menos que los examine, ni que les
formule.
«¿Crees
que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el
hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras
miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la
salvación de todos sus hijos.
Dejémonos
mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en
nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos.
Y aprendamos a mirar como Él nos mira.» (Papa Francisco)
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