viernes, 17 de enero de 2025

Sábado de la Primera Semana del Tiempo Ordinario


 

Hb 4, 12-16

Hay como dos temáticas entrelazadas en la perícopa:

1)    La Palabra de Dios (sólo el primer versículo)

2)    Jesucristo es Sumo y Eterno Sacerdote

En la primera encontramos un ciclo de adjetivaciones que explican cuál es la naturaleza de la Palabra de Dios

i)              Ζῶν [zon] “vivificante”

ii)             ἐνεργὴς [energes] “eficaz”

iii)           τομώτερος [tomóteros] “puntuda”, “filuda”, “afilada”

iv)           κριτικὸς [críticos] “entrenada para juzgar”

Como será de filuda su punta que es capaz de entrar en la carne humana, atravesándolo todo, hasta el punto donde se tocan el cuerpo y el alma, allí donde están las más ocultas articulaciones y los más recónditos tuétanos.

 

Quiere decir que no se trata de literatura superficial, aquella que puede ser lugar de refugio para la evasión, para pasar el rato y convertirlo en tiempo muerto. La Palabra de Dios, por el contrario, llega hasta el núcleo, va directo el meollo, no es escondite para nada, nos avoca, nos pone cara a cara, nos deja al desnudo, sin maquillajes, sin camuflaje sin mimetismo, nos obliga a mirarnos con mirada franca en el espejo y a reconocernos tal cual somos, es una Palabra más aguda que los rayos-x.

 


Se nos ha aproximado, la Palabra de Dios es una de sus más poderosas Presencias, es שכינה [Šekīnā] ‘en la que reside’, “Su Morada” -como reflejo, pero también como cercanía de Dios- en el Nuevo Testamento, pero no se queda ahí, crea -porque Dios vive creando- nuevas maneras de cercanía y nuevos vínculos para trabar amistad.

 

No se trata de alguna especie de vigilancia, no es un registro ni un allanamiento policivo, no es un panóptico, no es un circuito cerrado de televisión, no es una cámara espía en nuestra vida, no nos hace objeto de un reality show que siempre nos ve con curiosa morbosidad; es un desafío a decirnos la verdad para que nos encontremos con la Verdad: “Nada se oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas”.

 

Han visto la veloz exhibición que hace el mago de sus objetos trucados, la finalidad es que no tengamos tiempo de identificar el trucaje; pues así son nuestros asomos a la Escritura, distraídos, prestidigitados, superficiales, pagaríamos cualquier cuota para no detallar nada; y luego, a la mayor brevedad, el olvido. Es un mecanismo de auto-ocultamiento: valga el experimento: preguntemos a alguien ¿qué se leyó en la última Eucaristía a la que asistieron? para encontrarnos -la mayor parte de las veces- con lo más mínimo o, con nada: Frases sueltas, ideas inconexas, generalidades.

 

Son como mecanismos defensivos, no nos gusta que nadie entre hasta nuestro propio tuétano. Nos llegamos a Su Palabra encorsetados en una armadura, reforzada con chaleco anti-balas.

 

¡A quien tenemos que rendirle cuentas? Al que dio su Vida por nosotros, ¡a Quien pagó el rescate! Al Sumo y Eterno Sacerdote.

 

Entre Dios y el hombre se erige la barrera de la impasibilidad. La impasibilidad divina es la doctrina que sostiene que Dios no sufre, ya que no lo permite su naturaleza divina. Es un atributo de Dios que se ha confesado a lo largo de la historia del cristianismo. Si esto es así, Él sería incapaz de compadecerse. Sin embargo, aquí el hagiógrafo nos revela que: “No tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado”. Él se salió de su Impasibilidad entrando en la esfera de lo humano a través de su Encarnación, por medio de su kénosis, llevó su impasibilidad hasta los extremos compasivos de la Infinita Solidaridad, así subió a la Cruz y vivió su pasión como un taller de humanismo y llegó a ser pasible. Vivió de manera súper-intensiva toda la experiencia de la vida humana, sabe que significa el dolor, la vulnerabilidad, el temor, la mordida del látigo, el sufrimiento de los clavos, la dificultad ahogante para respirar, la sed inclemente, la agonía paulatina, prolongada, morosa.


 

De su pasibilidad podemos esperar Misericordia y es por eso que “podemos comparecer confiados ante el Trono de su Gracia, para encontrar Misericordia y Gracia, convencidos de su auxilio oportuno”. Cfr. Hb 4, 16

 

Sal 19(18), 8.9.10.15

Este Salmo es un himno. Himno doble, escrito por dos autores diferentes

1)    Uno, muy antiguo, canta las maravillas de la Creación y toda la hermosura de la Naturaleza. (Los seis primeros versículos)

2)    La otra, magnifica la bondad de la Ley, la Torah (vv. 7-14)

 

La justicia de la Ley tiene dos partes también

2.1) Define la Ley como máquina perfecta

2.2) Define la Ley como la relación de unos enamorados: Da vida, alegra el corazón, hace brillar la mirada…


 

Hay unidad en que el legislador es Único, Dios mismo ha regulado la realidad natural y planetaria, ha armonizado el cosmos y Él mismo ha legislado para que los seres humanos vivan en una armonía equiparables a la cósmica y, nos entregó Su Ley.

 

Este salmo tiene 14 versículos. La perícopa sólo usa 4 de ellos, tomados de su segunda parte, donde se ensalza la ley.

 

Tratemos de ver que atributos de la Ley se resaltan en la perícopa, hemos detectado una docena:

a)    Es perfecta

b)    Es descanso para el alma

c)    Es fiel

d)    Instruye a los ignorantes.

e)    Está llena de rectitud

f)     Alegra el corazón

g)    Es límpida

h)    Da luz a los ojos

i)      Es pura

j)      Es eternamente estable

k)    Es verdadera

l)      Es Eternamente Justa

 

Hay una parte oracional en la perícopa y es la última estrofa (que corresponde al verso 14):

Que te agraden las palabras de mi boca,

y llegue a tu Presencia el meditar de mi corazón.

Señor, Roca mía, Redentor mío.

¿Qué diremos como responsorio? Que lo que brota de los Labios del Señor es Magna Palabra, llena de espiritualidad y de vitalidad.

 

Mc 2,13-17

Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor?

Papa Francisco

Jesús

a)    Salió nuevamente

b)    Fue a la orilla del mar o sea, al Lago de Galilea, (su ágora favorita, el ágora era en las polis griegas, uno de los espacios fundamentales en los que se desarrollaba la actividad política, social, económica y cultural, también punto de encuentro para exponer y debatir ideas, discutían los asuntos de la comunidad, como la política, la religión, la filosofía y los asuntos legales; recordemos que en la de Atenas era donde Sócrates filosofaba), pero en este caso, el ámbito no es el griego, sino el judío. Como dijimos, este segmento del evangelio marqueano corresponde a la Actividad de Jesús en Galilea (1,14-6a)

c)    Toda la gente acudía

d)    Él les enseñaba

 

Va a convocar al quinto discípulo: Leví, el hijo de Alfeo, un publicano. Jesús le dijo “Sígueme”, él se levantó y lo siguió.

 


Luego, cuando Jesús estaba en casa de Leví, a la mesa con otros publicanos y otra gente “de mala fama”; entran en acción los fariseos (del hebreo פרושים [perushim] = separados surgieron como un grupo distinto poco después de la revuelta de los Macabeos, alrededor de 165-160 a. C. aparentaba rigor y austeridad), con su ánimo siempre dispuesto a sojuzgar a Jesús y les preguntaban a sus discípulos, ¿cómo era posible que Jesús comiera con esa gentuza?

 

Con poderosa e incontrovertible lógica les responde: “Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos”. Y añadió: “Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

 

Como explica un filósofo (J-L Marion): cuando alguien me llama, tengo que reconocerme llamado, aceptar que me llamo así, que ese nombre es el mío y que no está dirigido a “otro”, que es mi homónimo, y que ese llamado realmente se me dirige. En caso contrario, la “llamada”, no logra el estatus de llamada, porque la llamada implica alguien que se sienta aludido. Los fariseos no estaban dispuestos a reconocerse necesitados de “Redención”, ellos se creen ya “limpios”. No aceptan que el “médico” los visite, mucho menos que los examine, ni que les formule.

 

«¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.

 


Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira.» (Papa Francisco)

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