miércoles, 29 de enero de 2025

Jueves de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 




Hb 10, 19-25

Gracias a la Sangre de Jesús

Los lavaré con agua pura los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos. Pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil.

Ez 36, 25s

La Biblia en general tiene un espíritu de Manual, de Guía de Instrucciones, no es un libro de historias, ni un libro meramente informativo; es mapa, es brújula, pretende aconsejarnos, llamarnos, prevenirnos, orientarnos. No nos acercamos a la Escritura con el afán de leer, porque esa gran Biblioteca, a pesar de ser -desde el punto de vista literario, una Obra Magnifica- no fue escrita con ese propósito. Su objetivo Central es mostrarnos un Camino de Amistad con Dios y la manera de recorrerlo en fidelidad con Su Voluntad, como lo veíamos ayer.

 

Esta Obra llamada Hebreos, no quiere explicarnos quien es Sacerdote y cómo se hace para llegar a ese status, cómo es lo del Tumín y el Urím, y cómo sujetarse el pectoral con las doce piedras. Más bien va directo a lo siguiente y que realmente nos compete: Ya no tenemos que ser sacerdotes Levíticos, nuestro Hermano Mayor a rasgado la Cortina que nos mantenía fuera del Santo de los Santos (cuando la lanza rasgo su costado, quedó traspasado, de parte a parte, el Velo que nos separaba de Dios), y así como Él entró en la Presencia de Dios, nos ha trasferido por línea de herencia-fraterna la dignidad Sacerdotal y podemos comparecer ante el Señor, no por mérito propio sino porque Jesús se solidarizó plenamente con nosotros, es por mérito de su Solidaridad que ganamos el acceso. Aceptó hacerse en todo cómo nosotros para que nosotros también fuéramos como Él, Profetas-Reyes-Sacerdotes.




 

¿Qué hay que hacer y que rito ha de cumplirse para que quedemos ordenados?

-       Acercarnos con corazón sincero

-       Llenos de fe

-       Con el corazón purificado de mala consciencia

-       Lavados en agua pura (este es el rito exigido para adquirir el triple sello de Profetas-Reyes-Sacerdotes, se trata del Sacramento del Bautismo, con el que se cumplen los tres requisitos anteriores).

A continuación, nos da una serie de pautas pare “permanecer”, para “perseverar”, para intacto nuestro sacerdocio:

-       Manteniéndonos firmes en la esperanza que profesamos

-       Tener claro tanto en la mente como en el corazón que Jesucristo guarda su fidelidad a la Promesa dada

-       ¡Atención a la siguiente pauta sinodal! Que entre nosotros pongamos atención a darnos mutuo estímulo en cuanto a la caridad y a las buenas obras.

-       No fallar en la asistencia a nuestras Asambleas (Eucarísticas).

-       No obrar lo que tantos; que conforme corre el tiempo, se conforman con haber sido devotos; pero se enfrían; se alejan y debilitan su ejercicio de la fe.

 

Sal 24(23), 1b-2. 3-4ab. 5-6

Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas.

CEC #783

Este es un salmo del Reino, con un total de 10 versículos. Se llevaba el Arca procesionalmente al templo y se entronizaba. cofre sagrado que contenía las Tablas de la Ley mosaica. Para los israelitas, simbolizaba la Presencia de Dios; desapareció cuando los babilonios conquistaron Jerusalén en el año 587 a.C. O sea, que este salmo debe datar de tiempos anteriores.

 

Pero, los portadores del Arca debían estar debidamente preparados para entrar en el Templo, por eso la primera parte del salmo lo que hace es dar las indicaciones de preparación para estos procesionantes que iban a efectuar la entronización. La segunda parte nos señala con qué aclamaciones se acompañaba la entronización, es un dialogo en el que los guardias -encargados de exigir la pureza ritual a los que iban a entrar-  tienen la primera voz y el pueblo la segunda.


 

La perícopa está integrada por los versos 1-6, organizados en tres estrofas.

 

En la primera estrofa se reconoce a Dios como Señor y Dueño de toda la Creación. Lo reconoce como Fundador, y como Estructurador o sea su Arquitecto.

 

En la segunda estrofa se enuncian los tres requisitos fundamentales para ingresar al Templo, son requisitos de orden Moral:

       i.        Tener las manos inocentes

      ii.        El fiel que tiene el corazón puro

     iii.        No incurre en la idolatría

 

El que cumpla estos preceptos morales recibirá la bendición del Señor, será justificado con la Salvación. En fin, pertenecerá al pueblo en la generación -nos disculpamos por la redundancia- generada en las aguas purificadores del Bautismo. Será tenido como “sincero buscador de Dios”. Querer ver el Rostro de Dios no consiste en tratar de encontrar una foto o una lámina donde Él aparezca, sino en mantenerse dentro de su Voluntad.

 

El Buscador del Rostro del Señor, el que ha sido generado en la Pila Bautismal, ha de perseverar en estos valores morales que lo caracterizarán: «Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: “Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo”». (CEC #784)

 

Mc 4, 21-25

Comprendamos que creer en el Señor, es aceptar en nosotros su Luz y a la vez comunicar con nuestras palabras y nuestras obras esa misma Luz a quienes andan en tinieblas.

La perícopa de hoy se apoya estrictamente en la parábola de “la lámpara que se enciende”. Todos sabemos que, al prender una vela, se la ha de colocar en un lugar alto, donde no haya obstáculos que proyecten sombra en el lugar que queremos iluminar. Sería muy absurdo que encendiéramos una vela y trajéramos una caneca o una papelera para cubrirla, sabemos que, en breve, al faltarle el aire, cesaría la combustión y la vela volvería a su condición de vela apagada.



 

Luego, pasa directamente a otra parábola: la medida que está en uso, esa medida la usaran con todos los clientes, incluso con usted mismo.

 

La primera parábola nos dice que nuestra moral debe ser esplendida, para que ilumine como la vela; no tiene caso que ocultemos el buen comportamiento y tratemos que la gente crea que somos mal ejemplo y piedra de escándalo, obrando indecorosamente delante de la gente; que gran daño se hace a la comunidad creyente cuando sus propios miembros son “cascarita” para hacer caer a otros. Nuestro ideal es obrar el bien, no para recibir aplausos o agenciarnos fama de santos, sino sólo y simplemente para que se pueda decir que los creyentes cristianos son luz que alumbra a la sociedad y al mundo.

 

Y, como consecuencia de la segunda parábola nos llama la atención que, si cogemos una medida falsa, cuando más adelante vayamos a comprar algo, seremos víctimas de la medida adulterada que hemos introducido, al decir popular diremos que, vamos a caer víctimas de nuestro propio invento.

 

Típicamente está el caso de ser muy exigentes y llegar al extremo de ser fundamentalistas; el día que nos toque, cuándo nos presentemos ante el Tribunal Celestial, será con esa misma medida que revisaran si podemos o no entrar ante la Presencia. Ningún Ángel Portero va a decir: “Como usted juzgaba con medidas exigentes, con usted vamos a usar medidas holgadas”. Todo lo contrario: El Ángel Portero te dirá: “El que a hierro mata a hierro muere”. Y hará pasar la misma guillotina por nuestro propio pescuezo.

 

Es, bastante probable que, si ofrecimos un trato indulgente y hasta perdonador, agenciando disculpas y disminuidores de culpa con los demás, al ir a pasar la aduana angelical nos digan: Como fuiste indulgente conmigo, seré indulgente contigo, pasa y siéntate en la Mesa de mis Invitados.

 

«Una fe que no brota de la escucha de la Palabra de Dios no puede dar frutos de conversión… Por eso, cabría preguntarnos si somos nosotros luz que ilumina a los demás con nuestro testimonio, si escuchamos a los demás, si perdonamos cuando nos han ofendido o si prestamos ayuda cuando nos la requieren.»

 


«Para saber si se está en un nivel cristiano, se debe tener la capacidad de humillarse y de sufrir humillaciones». (Papa Francisco) ¡Que no lo vayamos a tergiversar como carnet para imponerle humillaciones a nuestro prójimo! ¡Que todos se humillen que yo me encargaré de fabricarles los humilladeros! De eso no se trata, sino de las humillaciones que pueda traernos la vida. Ninguno de nosotros tiene diploma excepcional para humillar a otro.

 

¡Una vela encendida no humilla, dignifica!

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