martes, 28 de enero de 2025

Miércoles de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 



Hb 10, 11-18

“… perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado"

Jr 31, 34

 "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados"

Is 43, 25

 

Continuamos en el tercer segmento de Hebreos, que -ya lo hemos dicho- va de 5,11 – 10,39. Estamos ingresando con la perícopa de hoy, en otro terreno, donde aparece un elemento fundamental, una de las columnas claves del edificio sacerdotal: El perdón.

 

Claro que, según el estilo de este hagiógrafo, se retoman los puntos ya enunciados para mostrar la relación con lo anterior y cómo de esas premisas brota naturalmente el siguiente aspecto estructural.

 

Planta como pilastra la idea examinada de los sacrificios y de su reiteración. Lo entrelaza con otro contrafuerte: su inutilidad para borrar los pecados, en ese sentido seguimos desenrollando la ineficacia de la Ley Antigua y valorando las repercusiones del Sacrificio de Cristo.

 

Ahora se enuncia el paso a la Nueva Alianza, con la aparición de un Sacerdocio Nuevo que sólo requiere un Sacrificio porque la Víctima es tan Grandiosa, que una sola gota de su sangre bastaría y sobraría.

 

Pero la enormidad portentosa de este nuevo Sacrificio y del Sacerdote que lo ofrece, no hablan de inmediatez. Por el contrario, revela una tardanza, acorde con el cumplimento progresivo de las pautas condicionantes. Lo que falta es que todos sus enemigos -incontables porque el malo los multiplica como langostas, y que las langostas nos disculpen recurrir a ellas a manera de tropo- para simbolizar esta pandemia de “enemigos” de Dios.

 

Como ya se ha afirmado, una sola gota de esta Celestial Victima, es derroche ante los muchos pecados y pecadores, pero la ofrenda puesta en holocausto es tan salvífica que no falta nada más. Los santos no entran a formar parte de un ejército Celestial, sino que se alinean entre los Santísimos, porque la sangre derramada potencia su perfección.

 

El Espíritu Santo nos ilumina que la Nueva Alianza cambiará de estrategia: la Legislación Divina no vendrá en Tablas de la Ley, vendrá inscrita en el corazón de los hombres y en sus mentes. Esto facilitará el tratamiento de esa infección tan virulenta que el Perverso ha liberado. Ya no habrá que recurrir a tratamiento de sanación, porque en los corazones y en las mentes ya estarán arraigaos los anticuerpos.


 

Las ofrendas presentadas en sacrificio son paga por los daños que comete el pecado. El pecado es como una piedra arrojada contra un vidrio, el vidrio se quiebra y quien lanzó la piedra contrae la deuda de reponerlo. El Redentor es aquel que viene y se ofrece a pagar por el daño causado. Cuando el dueño se siente retribuido por el daño, ya no habrá deuda. El redentor lo que hace es alcanzar el perdón. “… donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

 

Sal 110(109), 1bcd, 2.3.4

Este salmo -que hemos venido considerando junto con el tema del sacerdocio de Cristo, por lo que dice el verso 4cd- hallamos un Salmo Real, donde se reconoce que Dios reviste al Rey de Poder.

 

En la primera estrofa Dios Padre llama al Ungido, o sea al Rey, que venga a sentarse a su lado derecho y Él mismo hará de sus enemigos, la escalinata que el Hijo pisará en su ascenso el Trono Celestial. El que es pisado y aplastado al paso, es el enemigo altanero en su derrota.


 

Hay un Centro geográfico desde el cual se irradiará el poder de este Cetro Real, el de Jesús, y es Sion: desde allí Él dirigirá todas sus tropas y sus Huestes Celestiales. Ese es el tema de la segunda estrofa.

 

En la tercera estrofa, se nos recuerda que el Hijo es el Esplendor Luminoso y fue engendrado en el seno del Padre, antes de crear la Luz.

 

La cuarta estrofa, es la que hemos glosado al inicio de este comentario, se refiere a que es Jesús-Resucitado quien entra el Santo de los Santos, es decir, al Cielo, y llega ante la Presencia, llevando la Sangre del Cordero como propiciación de todos los pecados. Así Él que en vida terrenal actuó como profeta, y por ser Rey fue llevado a la cruz, ahora, Se presenta como la Victima y derrama su Propia Sangre sobre el Kapporet del Cielo, empezando con este gesto, su ejercicio Sacerdotal en Presencia del Padre.

 

Con el verso responsorial retomamos la consciencia de que Jesús es el Sacerdote Eterno que oficia una liturgia de Pan y Vino ante su Padre, como lo hiciera Melquisedec en presencia del אברהם “Padre de Multitudes” [Avraham].  

 

Mc 4, 1-20

Aunque los frutos no sean inmediatamente visibles, los cristianos están llamados a sembrar semillas de fe en el mundo y en la gente que les rodea en su vida cotidiana …  Si la Palabra es la semilla, nosotros somos el terreno, podemos recibir (la Palabra) o no. La Palabra de Dios, es como una semilla: Jesús es el “buen sembrador” que “no se cansa de sembrarla con generosidad” y llama a los cristianos a hacer lo mismo.

Papa Francisco

 

En esta perícopa lo que encontramos como punto de partida es la gran cantidad de gente que quiere oír a Jesús. Cuando la gente quiere oír nos hallamos con un “hambre” del anuncio. Se nos dice que Jesús se puso a enseñar otra vez…  Esto nos aclara por qué llamamos a este anuncia Evangelio, porque de lo que se trata es de una “buena noticia”, eso es lo que traduce la palabra εὐαγγέλιον [euangélion] “Evangelio”, y, además que su misión era “enseñarles” que es una manera de “curar”, es la cura de la ignorancia, es abrir la ventana para liberar de la oscuridad.


 

A continuación, se nos informa que su “pulpito” era una barca, desde la cual les dirigía la palabra mientras los escuchas se quedaban en la orilla para oírlo. ¿Cuál era la forma predominante de estas enseñanzas? Les enseñaba muchas cosas con parábolas del griego παραβολή [parabole] “lanzar al otro lado” (en hebreo está la palabra משל, [mashal] “comparación”); las cuales recurren a algo muy conocido, por lo general un suceso de la vida cotidiana, y a partir de esa “imagen” dar a entender algo que está como anidado en su sentido primero. Se compara algo desconocido, con algo bastante conocido y ahí está la clave del estilo parabólico. La parábola, como se sabe es una trayectoria de… por ejemplo, un balón, que puede pasar de este lado al otro, detrás de una pared o una valla, y llegar al otro lado; el lado conocido es el de acá, el lado de destino, el lado terminal que evoca el sentido profundo, es el “otro lado”. Lo importante aquí es el paso de lo conocido a lo desconocido. Es lo que pasa cuando se habla de Dios, que está allende nuestra experiencia, y por eso sólo el Hijo nos lo puede dar a conocer.

 

El punto está en que, el balón no se puede hacer llegar directamente, porque hay algo que se interpone, en nuestro ejemplo es la valla o la pared; para llegar al otro lado hay que lanzar hacia arriba, con cierto ángulo, no recto arriba, sino predominantemente arriba pero un poco adelante. La trayectoria parabólica lo hará pasar por encima y alcanzar su objetivo. Lo que sucede con el voleibol donde cada golpe impulsa la bola arriba pero también hacia adelante. En cada caso la bola recorrerá una trayectoria parabólica.

 

Lo conocido es “un sembrador” que entra en acción y empieza su labor: sembrar.  Según la usanza en aquella cultura, se sembraba aventando la semilla. Con este estilo de siembra mucha semilla cae en el buen terreno, pero, no faltan las que se quedan al borde del camino, la que cae entre piedras, alguna parte va a dar entre abrojos donde los cardos y las espinas ahogan las plántulas que brotan. Así la cosecha no es uniforme, en algún terreno sólo brota el 30%, en otra parte el 60% pero la que cae en buen terreno da un fruto del 100%.

 

Con esta manera de sembrar, algunos que oyeron la parábola no rindieron nada, porque su terreno era completamente árido, a esos Satanás les robó la “Palabra” sembrada; ahí ya se ha producido el salto a la otra realidad, ya no se está hablando de semillas, sino de “palabras”, ahora lo que cuenta es el “mensaje” y la eficacia que tiene en el corazón de sus escuchas; efectivamente, la cosecha puede perderse totalmente si los corazones a los que llega son atacados por el שָׂטָן [Satán] “adversario”, “acusador”.

 

En el caso de otros, carecen de “constancia”, son “inconstantes”. En otro grupo, los afanes de la vida, las ganas de hacerse ricos, les ahogan el mensaje y se quedan estériles.

 

Jesús dice. “el que tenga oídos”, lo más probable es que todos los allí presentes los tenían, pero ¿esos oídos estaban conectados con la vida? Como suele ocurrir, y esa es la labor del Satán, cortar la conexión entre el oído y la vida. Pasa con mucha mayor frecuencia de lo que pensamos que la semilla cae en la aridez. ¿Debe hacer eso que renunciemos a nuestra misión de “sembradores”?

 

«… los padres están llamados a sembrar semillas de bondad y fe en sus hijos y a no desanimarse si sus hijos no parecen entender o apreciar sus enseñanzas.

 

La semilla buena se queda, esto es lo que cuenta, y echará raíces en el momento adecuado. Pero si, cediendo a la desconfianza, renuncian a sembrar y dejan a los hijos a merced de las modas y del móvil, sin dedicarles tiempo, sin educarles, entonces el terreno fértil se llenará de malas hierbas.

 

Los jóvenes, no solo son llamados a recibir la semilla de la fe, sino que también son llamados a sembrar el Evangelio en los surcos de la vida cotidiana. Los jóvenes, pueden empezar por sembrar el Evangelio a través de la oración: una pequeña semilla que no se ve, pero con la cual se encomienda a Jesús todo lo que se vive, y así Él puede hacerlo madurar.

 

Les sugiero a los jóvenes que dediquen tiempo a las personas necesitadas. Puede parecer tiempo perdido, sin embargo, es tiempo santo mientras las satisfacciones aparentes del consumismo y del hedonismo dejan las manos vacías. Animó a los jóvenes a dedicarse al estudio, que, como sembrar semillas, es cansado y no es inmediatamente satisfactorio, pero es esencial para construir un futuro mejor para todos.

 


Recordemos el importante papel de los religiosos consagrados y de los laicos que predican el Evangelio a menudo sin registrar éxitos inmediatos.

 

No olvidemos nunca, cuando anunciamos la Palabra, que también donde parece que no sucede nada, en realidad el Espíritu Santo está trabajando y el reino de Dios ya está creciendo, a través y más allá de nuestros esfuerzos.

 

Insto a los cristianos a preguntarse cómo siembran semillas del Evangelio en su trabajo, estudio y tiempo libre. Le pido a María que ayude a los cristianos a ser “sembradores generosos y alegres de la Buena Noticia». (Papa Francisco)

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