Hb
6, 10-20
Hay
una tercera sección de este Libro, es la comprendida entre 5,11 – 10,39 donde
se presentan las características del sacerdocio de Cristo. pero no ingresamos
al cuerpo de la argumentación en seco, antes, el hagiógrafo quiere
proporcionarnos un preámbulo. Quiere darnos un redoble que nos active y
despierte nuestra “responsabilidad”. Este preámbulo va desde 5,11 hasta 6,20.
Nosotros
la semana pasada llegamos hasta 5, 10. Allí,
en primer término, el hagiógrafo nos reprocha que nos hayamos vuelto “lentos
para comprender”, lo que obliga a detenerse, a no avanzar a una especie de
ausencia de progreso. A estas alturas deberíamos haber alcanzado la “maestría”,
sin embargo, nos quedamos estancados en los “primeros elementos”. Comparando
con el desarrollo humano, nos asimila con bebés que sólo son capaces de recibir
“leche materna”, y no se nos puede ofrecer “alimento sólido”.
Si
ya estuviéramos en la etapa del “alimento sólido” se nos podría proponer el
tema de la “vida perfecta”. Sólo a quien ha llegado a la etapa del alimento
sólido se le puede proponer aquello que amerita un claro discernimiento entre
lo bueno y lo malo.
Una
vez el hagiógrafo propone este requisito de claridad va a proponernos la
enseñanza de un “cristianismo superior”, que presupone dos requisitos:
1) Arrepentimiento de
todas las maldades en las que se ha incurrido
2) Fe en Dios.
3) La enseñanza sobe
los bautismos: porque había grupos que celebraban un bautismo semanal, otro
bautismo distinto era el de Juan y muy diferente el bautismo cristiano
4) La imposición de
las manos, el sacramento que nosotros denominamos “Confirmación”
5) La Resurrección de
los muertos
6) El Juicio
Definitivo
El
que a pesar de haber recorrido esta fase formativa decae y abandona su fe; y
deben reconocer que el bautismo es un sacramento que se recibe por una única
vez. Los que abandonan su fe actúan -y de eso tristemente somos testigos que
así ocurre-, se vuelven enemigos de la Iglesia y parecen un terreno que,
habiendo sido fertilizado por las frecuentes lluvias, en vez de cargar ricos
frutos, se deja invadir de cardos, cizaña y maleza. Ese terreno será arrasado
por el fuego.
Y
ahí es donde arranca la perícopa de hoy: Y, se nota que el hagiógrafo empieza a
dirigirse a los que han permanecido fieles a las enseñanzas y apegados a la fe.
Dios -que no es injusto- no va a olvidarse de su constancia en el trabajo de la
fe, y nos conmina a continuar así “hasta el final”, de tal manera, conquistaran
la presea de su “esperanza”, manteniéndose con fe y perseverancia. Queda de
esta manera explícita la significación de la esperanza en el “combate cristiano”
que no es ningún tipo de “guerra”, sino la fidelidad perseverante que, sin nunca
retroceder, sigue constante a las enseñanzas salvíficas.
Cuando
se hace un juramento, nosotros los seres humanos buscamos algo superior en
nombre de lo cual juramos. Dios -.que no tiene nada superior- en cambio, jura
por Sí mismo.
Y
va a buscar una prueba en las páginas veterotestamentarias y la encuentra
personificada en Abrahán, que con insuperable fidelidad perseveró y alcanzó
-contra toda evidencia- el cumplimiento de la Promesa.
Nos
llama a aferrarnos a la “esperanza” y la compara con el ancla de un alma segura
y firme, que traspasa la cortina y se entrando en el Sancta Sanctorum, adherida
al Sumo Sacerdote, Jesús, según el rito de Melquisedec, Precursor nuestro, ante
la Presencia Tres Veces Santa en el Templo -no de Jerusalén- sino de la
Jerusalén Celestial.
Sal
111(110), 1b-2. 4-5. 9 y 10c
En nosotros piensa
alguien que tiene memoria y está lleno de ternura y piedad.
Paul Claudel
Este
es un Salmo de la Alianza. El sentido de estos salmos es renovar la Alianza.
Poner en la memoria la responsabilidad que tenemos ante la generosidad que Dios
nos muestra. Que Dios en Persona nos ofrezca su Amistad y que se aplique a
cuidarnos con tanto celo y con tan enorme ternura, hace fácil que en nosotros
brote este tipo de gratitud que nos hace anhelar mantener la Alianza y
dinamizarla para que la Amistad sea -no sólo estable- sino que se acreciente.
La
inteligencia tiene una memoria vivaz, en cambio, los sentimientos en el ser
humano son de una volubilidad exasperante. Por eso es tan importante “la
renovación”, muchas de nuestras celebraciones, lo único que persiguen es
revitalizar los sentimientos- trayendo a recordación los motivos de nuestra
afectividad.
En
el presente salmo tenemos 10 versos, y construimos la perícopa con cuatro de
ellos y dos segmentos, tomados del verso 1 y 10. Con este material se han
configurado tres estrofas:
Primera
estrofa: Se organiza un grupo de “agradecidos”, conformado por personas de “recto
corazón”, para reconocer la grandeza de las obras de Dios, y no se limitan a
dar gracias, sino que añaden a su gratitud, como una forma de resaltar el
agradecimiento, con el estudio. Así que a la gratitud añaden la aplicación de
todas sus capacidades para mejor profundizar lo que nuestro Amigo nos dice.
Segunda
estrofa. El Señor es piadoso y clemente y expresa esas cualidades en las
memorables y maravillosas obras que realiza. A los que lo aman con amor
inquebrantable, Él los alimenta con el Pan que les tiende su mano.
Tercera
estrofa: Ante nuestra debilidad y compadecido, nos añadió el regaló de la
Redención, como una manera de ratificar su Alianza Eternamente. Eso nos deja
traslucir de manera patente que Él es Sagrado y Temible. Por eso todas las
generaciones entonarán su Alabanza, por los siglos de los siglos.
El
verso responsorial subraya: Dios no es desmemoriado en sus afectos, como lo
somos nosotros; Él si se acuerda de todo lo que ha pactado y no incumplirá su
Divina Palabra.
Mc
2, 23-28
Una Iglesia que enseña
y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que “el sábado se hizo para
el hombre y no el hombre para el sábado”; y que Jesús también dijo: “No
necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos,
sino pecadores”. Una Iglesia que educa al amor auténtico, capaz de alejar de la
soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.
Papa Francisco
Otra
vez, la escena nos trae un sábado, y el enjuiciamiento que hace Jesús de ese
redoblado interés y énfasis que el fariseísmo incorporó exagerando el
mandamiento del Descanso hasta deshumanizar la Ley. La Ley -en vez de hacer el
hombre más delicado en sus relaciones interpersonales y comunitarias, en vez de
ayudar a fomentar la sinodalidad- se convirtieron en grillete y esposas que
maniatan cualquier expresión de projimidad. Cuando se sobrepasan los límites
racionales de la ley, se incurre en un formalismo desalmado.
Observemos
como -con perversión- los fariseos desplazan el reflector para resaltar lo que
ellos quieren entender como infracción de la Ley: “Mira, ¿por qué hacen en
sábado lo que no está permitido?”
El
error -que no es un simple error sino la causal de un desviacionismo pecaminoso-
consiste en olvidar que toda la Ley se hizo para que estuviera al servicio del
ser humano. Así es y no se puede invertir el sentido de la ley; la ley no
existe por la Ley, aun cuando fácilmente la lógica lo pierda de vista y se
idolatra la ley, incluso leída al pie de la letra.
Tampoco
se puede manipular la Ley para que diga lo que queremos o lo que nos conviene,
a la Ley hay que leerla desde la óptica que la lee Jesús, no desde la
arbitrariedad acomodaticia de la tergiversación interesada.
Se
debe notar que la declaración de Jesús no dice que cada cual entienda lo que
quiera entender, sino que hay una hermenéutica que sólo puede reenfocarla el “hijo
del hombre”. Es decir, la persona humana que lee desde la perspectiva de
Jesucristo.
En
nuestra deshumanización podemos atravesar un trigal y ver solamente las páginas
de un código y la subsecuente legislación. Podemos ver a una persona comiendo trigo
crudo, sin hornear y no aquilatar hasta dónde llegará su hambre. A las personas
“religiosas” nos suele pasar eso, todo lo leemos desde una óptica religiosa y
el resto de la “realidad” nos pasa desapercibida.
Aquí
es importante recordar en qué consisten los panes del ofrecimiento, para
entender la anécdota a la que apela Jesús -como un colirio- para abrirles las
entendederas a aquellos fariseos escandalizados por su jerarquía de valores,
correctos pero mal jerarquizados. Llamados también los panes de la
proposición eran una ofrenda de comida a Dios que se colocaba en la mesa
del tabernáculo, -doce panes que se colocaban en dos filas de seis y que representaban
a las doce tribus de Israel. Se consideraban algo santísimo y solo los
sacerdotes aarónicos podían comerlos.
Y
David entró en el sancta Sanctorum y los comió junto con los soldados de su
tropa. Ahí se ve, como David -al que ellos tanto honraban- apareció como un
antepasado en la flexibilización que es preciso aplicarle a la Ley, para que
sea Ley de Dios y no arbitrariedad humana.
Es
un concepto verdaderamente revolucionario, hasta ese momento nadie había
pensado en cuestionar el literalismo con el que usualmente se enfocaba
cualquier lectura de la Ley. Lo que Jesús nos ha revelado en esta perícopa
-habrá que decirlo una vez más- es que las leyes divinas deben estar en el
corazón guardando siempre la conciencia de que la Ley no se hizo contra el
hombre, ni para acorralar al hombre en un rincón oscuro sino como una pauta de
sinodalidad.
Sólo
poniendo a Dios en el primer lugar, la ley tendrá su respetado sitial: «Recuerdo
a San Juan Pablo II cuando decía: “El error y el mal deben ser condenados y
combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser
comprendido y amado […] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre
de nuestro tiempo” Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque
una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y
en vez de ser puente se convierte en barrera»(Papa Francisco)
Pero, lo que no se puede negar es que, Jesús,
al cuestionar la general obligatoriedad del sábado, humaniza el rigor de la
Ley, para explicarnos su “relatividad”, siempre y cuando el ser humano y su
dignidad se sobre guarden, por encima del rigor a rajatabla.
Es muy importante, sin embargo -que no seamos
ágiles tergiversadores de este tipo de elasticidad para llegar a una ética
acomodaticia- para manosear el respeto que se debe a los designios Divinos: “Porque
de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una
tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que a
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a
los hombres, el más pequeño en el Reino de los Cielos será; al contrario, el
que los cumpla y los enseñe será grande en el Reino de los Cielos”. (Mt 5,18s)
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