viernes, 31 de enero de 2025

Sábado de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario


 

Hb 11, 1-2. 8-19

Hoy entramos en el cuarto y penúltimo segmento de esta Libro: La fe y la fortaleza. Vamos a alabar l fe, a justipreciarla. Este capítulo empieza definiendo la fe con tres pautas:

       i.        La fe es la plena seguridad de recibir lo que se espera.

      ii.        La visión -por auxilio de Dios- de aquello que no se ve, alcanzando la convicción

     iii.        Lo que tuvieron los antepasados que los acreditó y lograron por ello aprobación, de estos hombres, personajes históricos de nuestra fe haremos memoria.

 

Que Dios creó todo a partir de elementos no físicos, invisibles (se dice en v. 3).

En los versos 4-7 se muestra el testimonio de fe de Abel, Enoc y Noé.

 

En los versos 8-19 diversos testimonios de la fe de Abraham.

En los versos 20-22 los testimonios consecutivos de Isaac, Jacob y José.

Los versos 23-28 los diversos testimonios de Moisés.

Los testimonios que siguen, ya lo veremos el lunes próximo -de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario.

 

No nos vayamos a engañar haciendo una falsa expectativa, hemos dicho ‘definición de la fe’, pero no se trata de una definición stricto sensu, al estilo de las definiciones de la teología formalizada.

 

Los cristianos -con el Segundo Testamento o Segunda Alianza estaremos dotados de razones de mucho mayor peso porque ya hemos visto el cumplimiento y cabal realización de las promesas mesiánicas del Primer Testamento.

 

La fe, entonces, lo que nos da son pilares para no ir por ahí dando palos de ciego. Lo que se trata de mostrar es la paciencia y la fortaleza que nos asiste, no que sobrevendrán tiempos de paz exentos de persecuciones que, como ya hemos visto han llegado a ser en nuestro tiempo, la situación ordinaria en la que se mueve el cristianismo y que nos ha dado tantos y tantos testimonios de sangre.

 

Con tantas y tan sólidas razones descubrimos por qué llamamos a Abrahán “padre en la fe”. Cuyo primer gesto fue aceptar abandonar su tierra natal para ir a un “no sé dónde”, dónde lo llevaría el Señor. Así abandonó Ur de los Caldeos y se dejó guiar, poniendo su vida en manos de Dios. Su nomadismo nos figura la Jerusalén Celestial, como destino último del creyente, ahí la promesa ya llega a ser un horizonte escatológico. Vivieron su existencia terrenal como errabundos que se instalaban, sólo provisionalmente, en carpas en un peregrinar constante por las tierras de Canaán.

 

Sara también participó de esa fe, aguardando el cumplimiento de una maternidad que se hacía cada vez más lejana y -conforme envejecía- imposible. Pero la promesa les hacía confiar en esa descendencia tan numerosa como las arenas del mar. Su fe se concretaba en no volverse atrás para recuperar la patria primera sino sostenerse en la búsqueda que sería la realización de lo que Dios les había augurado.


 

Cuando Dios se lo pidió, Abrahán no tuvo reparo ni camino con lentitud para cumplir lo ordenado. Verdaderamente nos asombra la tenacidad de esta fe que era capaz -en última hora- de atacar lo que parecía el cumplimiento de lo esperado, contrario a lo que Dios le pedía. Era un verdadero salto al vació, confiando en la Voz de Dios.

 

No llegó a perder a Isaac, porque si la fidelidad de Abrahán había sido probada, la Fidelidad Divina no sería desmentida.

 

Sal Lc 1, 69-70. 71-72. 73-75

… la promesa de un niño engendrado por padres estériles, que justo por eso aparece como alguien que ha sido donado por Dios mismo… vive siempre, por decirlo así, “en la tienda del Encuentro”. Es sacerdote no sólo en determinados momentos sino en su existencia entera, anunciando así el nuevo sacerdocio que aparecerá con Jesús.

Benedicto XVI

Por fin, después del nacimiento de Juan el Bautista, la lengua de su papá se destraba y se suelta para pronunciar este, que no es exactamente un salmo, sino más bien una voz profética que hace ventriloquía de lo que tendrá que expresar y testimoniar el “Precursor”. Porque de lo que habla aquí Zacarías es del Mesías. Su oración es, una Jubilosa Acción de Gracias.


 

Aquellas personas que tenían su corazón anclado a la Escritura, lo que hace es entretejer retazos, tomados en préstamo aquí y allá de los que se había dicho en el Primer Testamento. Lo mismo y tanto que sucede en el Magnificat.  Si nosotros estudiáramos la Biblia, nos sorprendería de qué manera sus Palabras, estructuran nuestro pensamiento y van salpicando los puntos cruciales de nuestro discurso y, también, el trascurso de nuestra vida.

 

Esta Acción de Gracias cubre los versos 68-79 del capítulo 1 del evangelio según San Lucas. El verso 80 podemos considerarlo el epígrafe del Canto Eucarístico (lo llamamos así recordando que, “eucaristía” significa precisamente Acción de Gracias). La perícopa tan sólo toma los 7 primeros versículos. El verso responsorial será el verso 68 con lo que tendríamos, en total 8 versos comprometidos en la perícopa.

 

El hagiógrafo sería, Zacarías, y el propio evangelista nos informa que la autoría profunda corresponde al Espíritu Santo cuando dice: “Zacarías, su padre, quedó lleno del espíritu Santo, profetizó y dijo” (v. 67).

 

Bien vale la pena que hemos hablado de Alianza, pero aquí San Lucas, usa la palabra “Juramento”, para destacar que a psar de la inconsistencia humana para cumplir su parte de la Alianza, lo que Dios ha dicho se cumplirá porque la Voz de Dios es “Juramento”, y Dios no jura de balde.

 

Podemos hacer nuestras las palabras de Zacarías cada vez que vemos y vivenciamos los frutos de Dios en nuestra vida y su benevolencia incomparable. Este padre rebosante, agradece porque descubre que los tesoros concedidos enriquecen no tan solo su vida personal y familiar, sino que los frutos alcanzaran al pueblo entro inaugurando una nueva Edad.

 

Ellos oraron pidiendo un hijo y el Señor honró su Poder dándoles uno que extendería las gracias de la paternidad haciéndose vocero del que venía: El Mesías.

 

Mc 4, 35-41

Continuamos en el segmento que narra la “historia” -contada desde la perspectiva teológica marqueana- de Jesús y su accionar en Galilea.


 

Se presentan una serie de anotaciones de tipo cronológico que san Marcos introduce para señalar que se pasa de un ciclo de tozos conexos a una nueva serie. O sea que se cierra el trecho de las parábolas.  

 

Lo primero que se nos va a revelar con la Tormenta Calmada es que Jesús es Dios. ¡Sólo Dios en Persona puede darle ordenes al Viento y al Mar y captar su obediencia! El agua, especialmente el agua encabritada figura las tentaciones que acosan al creyente. Esta figura ya proviene de los Salmo y del Libro de Job, donde encuentran su antecedente. Simboliza potencias infernales.

 

Además, el agua embravecida del mar hace que Jesús sea el foco de atención, y Jesús pasa a significar otra persona, profundizando en su identidad Divina y descifrando su mesianismo.

 

La palabra que usa Marcos significa precisamente miedo: ἐφοβήθησαν {efobethesan], se deriva del verbo φοβέομαι [fobeomai] “ser cogido por un miedo como para salir corriendo”.


 

La barca que lleva a la comunidad discipular, representaría a la Iglesia.  Si las enseñanzas anteriores los hubieran calado, habrían estado, no en estado de zozobra sino en plena calma porque el Poder de Dios expresado en Jesús iba con ellos. Es muy cuestionante, en primer lugar, para nosotros mismos, ¿porque nos cuesta tanto creer en Jesús? Al decir que Jesús estaba durmiendo, se está casi presentando un pretexto: “Si Él está dormido no puede contener el agua indómita, otra cosa sería si estuviera despierto”. Sería que ¿Jesús sólo era Dios en estado de vigilia y si dormía, su Poder lo abandonaba?

 

¿Cuánta gente abandona la barca cuando les parece que Jesús está dormido? La deserción es generalizada, y los ídolos les parecen más sólidos y más poderosos. Tenemos que preguntarnos muy sinceramente ¿con qué frecuencia hemos gritado: “Maestro, no  te importa que perezcamos”?

jueves, 30 de enero de 2025

Viernes de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 


Hb 10, 32-39

Dos cosas nos pide esta exhortación, que son las dos avenidas principales que conducen a la Fidelidad: la valentía y la paciencia. ¿Cuáles son los pilares sobre los que se basan estas virtudes del fiel creyente? Sobre la recordación de las pruebas que se han soportado y la firmeza con las que hemos sabido sobrepasarlas.

 

Se han soportado

      i.        Múltiples combates y sufrimientos

     ii.        Hemos sido expuestos a oprobios públicos

    iii.        A malos tratos

   iv.        Compartimos los rigores del encarcelamiento

     v.        Padecimos la confiscación de nuestros bienes

 

Tantos sufrimientos que nos endurecen, como el atleta que en cada certamen pone en juego todos sus potenciales y descubre -asombrado- que es más capaz de lo que él hubiera creído o imaginado. Nuestra resistencia no es un entrenamiento estéril, nos hace conscientes del arrojo, la bravura y la intrepidez que el Espíritu Santo nos inyecta.

 

Muchas veces, ni siquiera son las pruebas personales, sino la admiración de los que han sufrido con semejante entereza las flechas del martirio. Sabemos que la fe nos hace miembros de una raza tenaz e indómita. La base misma de toda esta fuerza la descubrimos en el Crucificado que nos enseñó a ser fieles en nuestra misión, hasta las últimas consecuencias.

 

La historia de nuestro pueblo cristiano nos da a conocer miles de páginas donde, con asombro se nos revela la Valentía que duerme en el sustrato de este discipulado cristiano. Cuando Jesús llama y nos dice ¡Sígueme! ni por asomo pensamos que íbamos a descubrir

tanto arrojo, tanta solidez, tanta convicción.


 

Nos parece que la espera es más prolongada y que linda con las fronteras de la desesperación. Nuestro Sumo y Eterno Sacerdote nos promete:

 

Pronto, muy pronto,

Vendrá el que tiene que venir.

No tardará.

 

Mi justo por la fe vivirá;

pero si se vuelve atrás,

no estaré contento con él.

 

En este Libro, el hagiógrafo nos diagnostica y descubre que somos de una raza tesonera, que no se da por vencida, que nuestra fe nos da un blindaje que resiste contra toda expectativa y más allá: No vamos hacia la condenación de los que se dan por vencidos, sino hacia la Salvación de los que han sido pertrechados con la firmeza de la Fe.

 

Sal 37(36), 3-4. 5-6. 23-24. 39-40

Este es un salmo de la Alianza. En la Alianza Dios nos dice: Yo soy tu Dios, tú serás mi pueblo.  La Alianza es “bilateral”. A cada uno le corresponde asumir un rol dentro de la Alianza, cumplir el rol es asumir la Alianza. Ser su pueblo, es simplemente asumir su Amistad, tener en cuenta que ser miembro de un mismo pueblo significa simplemente sentirse amigo-fraternal de los compatriotas.


 

«Todo lo hago por tu Reino, desde luego, por el bien de las almas y el servicio del prójimo; pero hay en todo ello una presión constante, como si el destino de la humanidad entera dependiera exclusivamente de mí y de mis esfuerzos. Siento necesidad de trabajar, conseguir, bendecir, sanar, poner remedio a todos los males del mundo, comenzando, desde luego, por todos los defectos de mi persona, y así he de actuar, rezar, planear, organizar, conseguir, conquistar. Demasiada actividad en mi pequeño mundo; demasiadas ideas en mi cabeza; demasiados proyectos en mis manos. Y en medio de toda esa prisa loca, oigo la palabra que me llega desde arriba: Espera.

 

Tranquilo. No te precipites, no te empeñes, no te atosigues, no te vuelvas loco y no vuelvas loco a todo el mundo a tu alrededor. No te comportes como si el delicado equilibrio del cosmos entero dependiera de ti en cada instante. Siéntate y cállate. La naturaleza sabe esperar, y sus frutos llegan cuando les toca. La tierra aguarda a la lluvia, los campos esperan a las semillas y a las cosechas, el árbol espera a la primavera, las mareas esperan su horario celeste, y las estrellas centelleantes esperan edades enteras a que el ojo del hombre las descubra y alguien piense en la mano que las puso en sus órbitas. Toda la creación sabe esperar la plenitud de los tiempos que viene a darle sentido y recoger la mies de esperanza en gavillas de alegría. Sólo el hombre es impaciente y se le quema el tiempo en las manos. Sólo yo quedo aún por aprender la paciencia de los cielos que trae la paz al alma y le deja a Dios libre para actuar a su tiempo y a su manera. El secreto de la acción cristiana no es el hacer, sino el dejarle a Dios que haga. “Confía en Él, y Él actuará"». (Carlos González Vallés s.j.)

 

Mc 4, 26-34

DIOS ES EL FUNDAMENTO DE TODO EN SU REINO

Dar en el blanco

El discípulo dio con la flecha en el blanco y lo mostró orgulloso al Maestro. El Maestro le preguntó: «¿Sabes por qué has dado en el blanco?» El discípulo explicó: «Sí. Tensé el arco ni un punto más ni un punto menos de lo necesario; apunté con exactitud al centro del blanco; respiré hondo; reposé tres instantes en la posición; solté la flecha al soltar la respiración y la seguí con el pensamiento. Así alcancé el blanco.» El Maestro sentenció: «Aún no has aprendido nada.»

Pasó el tiempo, y el discípulo volvió a dar en el blanco. Quedó inmóvil con su arco contemplando la flecha clavada. El Maestro se acercó y le preguntó: «¿Sabes por qué has dado en el blanco?» El discípulo contestó: «No». El Maestro sentenció: «Ahora has aprendido».

Carlos González Vallés s.j.

 

Lo que Jesús quiere no es darnos un cursillo de agricultura, «A través de estas imágenes tomadas del mundo rural, Jesús presenta la eficacia de la Palabra de Dios y las exigencias de su Reino, mostrando las razones de nuestra esperanza y de nuestro empeño en la historia» (Papa Francisco)

 


Pensemos en un programa del computador, las ordenes están contenidas, podemos distraernos, podemos adormilarnos, podemos hacer cientos de cosas diferentes, ir -por ejemplo-  tomar un tinto, pero el programa sigue adelante, hasta que cumpla toda la tarea y llegue a la orden que le indica que la misión encomendada se ha cumplido. Así pasa con muchas cosas, por ejemplo, en la parábola se refiere a la semilla sembrada, en la vida es frecuente ver, por ejemplo, una madre, lleva su bebé en el vientre y el programa sigue adelante, ella puede distraerse, adormilarse, hacer cientos de cosas diferentes, tomarse un tinto, desayunar, almorzar, comer, dormir, descansar, pero el programa sigue adelante, ese programa se llama gestación, hasta que los nueve meses lleguen a su culmen.

 

¿A qué remite en esta parábola la imagen de la semilla que germina en la tierra? Al reino, el Reino de Dios es exactamente así, es promesa de Dios, es la meta de la Alianza. El ser humano puede ocuparse en lo que se le ocurra, también él puede dormir, comer, jugar, tomársela en serio, trabajar, holgazanear, ¿cómo se dice? puede procrastinar, puede hacer guerras, construir culturas de muerte y consagrarse no a la Adoración sino a la idolatría, y pese a eso, sí o sí, el reino llegará, en el Justo Momento que Dios tenga previsto para la Parusía y todos los demás puntos escatológicos. ¡De esto no se duda! ¡El Señor meterá la hoz, llegada la “madurez del fruto”!

 

Por un instante regresemos al ejemplo de la mujer en cinta, se requiere que ella sea paciente y valiente: las dos avenidas principales que conducen a la Fidelidad. ¿Cómo podría ella incurrir en la infidelidad? Evidentemente, abortando. El aborto es la infidelidad al proyecto de la vida.  En el ejemplo del computador, ¿cuál sería la infidelidad? Desconectando el computador a medio programa, para irse a tomar su tinto. Y ¿en la semilla de la parábola? Desenterrar la semilla y quemarla o molerla o destriparla para destruirla.

 

Esta parábola es muy profunda, su nivel más intenso está y consiste en luchar contra un mito de muchos grupos religiosos, la geminación de la semilla depende de que nosotros recemos mucho, nos portemos muy bien, cumplamos ciertos ritos; y nada de esto cuenta; ¡el Reino brotará y crecerá a pesar de todo!

 

Quiere eso decir que bien podemos pararnos de cabeza, ¿el resultado será el mismo? ¡De ningún modo! ¿Creen ustedes que tendrá la misma suerte el hortelano que cuide el sembradío que aquel que venga a destruirlo?

 

¿Qué pasaría si apresamos al sembrador y no permitimos que se produzca la fase en que Él desparrama aventando las semillas?

 

Creen ustedes que -diciendo que ya hemos esperado mucho- si se dicta un decreto de “plazo máximo”, ¿podríamos definirle términos a Dios? (Quizás ha sido eso lo que han querido lograr los milenaristas).

 

¿Qué pasaría si en vez de detenerlo y obstruir su labor, nosotros nos propusiéramos colaborarle, y nos uniéramos a la campaña de sembrado? ¿Cómo podríamos colaborar eficazmente en vez de entorpecer al Sembrador-Cultivador? ¿Existe un Manual del Agricultor que pudiera darnos las pautas necesarias? ¡Si, la Sagrada Escritura!

 

Por eso es tan importante que podamos leer y dedicarnos a la Biblia, allí encontraremos las indicaciones que nos guían para ser colaboradores y no obstructores. Podemos -por este medio- llegar a hacernos amigos del Sembrador, y podremos darle una mano:

 

«Podemos tener confianza, porque la palabra de Dios es palabra creadora, destinada a volverse “el grano lleno en la espiga”. Esta parábola si es acogida, trae seguramente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar y de una manera que no conocemos. Y de una manera que no sabemos.


 

Todo esto nos hace entender que es siempre Dios quien hace crecer su Reino. Por esto rezamos tanto, “Qué venga tu Reino”. Es él quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador, que contempla y se alegra de la acción creadora divina y espera con paciencia los frutos.

 

La palabra de Dios hace crecer, da vida. Y aquí quiero recordarles la importancia de tener el Evangelio, la Biblia al alcance de la mano. El Evangelio pequeño en la cartera, en el bolsillo, de nutrirnos cada día con esta palabra viva de Dios. Leer cada día un párrafo del Evangelio o un párrafo de la Biblia. Por favor no se olviden nunca de esto, porque esta es la fuerza que hace germinar en nosotros la vida del Reino de Dios.» (Papa Francisco)

miércoles, 29 de enero de 2025

Jueves de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 




Hb 10, 19-25

Gracias a la Sangre de Jesús

Los lavaré con agua pura los limpiaré de todas sus impurezas, los purificaré del contacto con sus ídolos. Pondré en ustedes un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Quitaré de ustedes ese corazón duro como la piedra y les pondré un corazón dócil.

Ez 36, 25s

La Biblia en general tiene un espíritu de Manual, de Guía de Instrucciones, no es un libro de historias, ni un libro meramente informativo; es mapa, es brújula, pretende aconsejarnos, llamarnos, prevenirnos, orientarnos. No nos acercamos a la Escritura con el afán de leer, porque esa gran Biblioteca, a pesar de ser -desde el punto de vista literario, una Obra Magnifica- no fue escrita con ese propósito. Su objetivo Central es mostrarnos un Camino de Amistad con Dios y la manera de recorrerlo en fidelidad con Su Voluntad, como lo veíamos ayer.

 

Esta Obra llamada Hebreos, no quiere explicarnos quien es Sacerdote y cómo se hace para llegar a ese status, cómo es lo del Tumín y el Urím, y cómo sujetarse el pectoral con las doce piedras. Más bien va directo a lo siguiente y que realmente nos compete: Ya no tenemos que ser sacerdotes Levíticos, nuestro Hermano Mayor a rasgado la Cortina que nos mantenía fuera del Santo de los Santos (cuando la lanza rasgo su costado, quedó traspasado, de parte a parte, el Velo que nos separaba de Dios), y así como Él entró en la Presencia de Dios, nos ha trasferido por línea de herencia-fraterna la dignidad Sacerdotal y podemos comparecer ante el Señor, no por mérito propio sino porque Jesús se solidarizó plenamente con nosotros, es por mérito de su Solidaridad que ganamos el acceso. Aceptó hacerse en todo cómo nosotros para que nosotros también fuéramos como Él, Profetas-Reyes-Sacerdotes.




 

¿Qué hay que hacer y que rito ha de cumplirse para que quedemos ordenados?

-       Acercarnos con corazón sincero

-       Llenos de fe

-       Con el corazón purificado de mala consciencia

-       Lavados en agua pura (este es el rito exigido para adquirir el triple sello de Profetas-Reyes-Sacerdotes, se trata del Sacramento del Bautismo, con el que se cumplen los tres requisitos anteriores).

A continuación, nos da una serie de pautas pare “permanecer”, para “perseverar”, para intacto nuestro sacerdocio:

-       Manteniéndonos firmes en la esperanza que profesamos

-       Tener claro tanto en la mente como en el corazón que Jesucristo guarda su fidelidad a la Promesa dada

-       ¡Atención a la siguiente pauta sinodal! Que entre nosotros pongamos atención a darnos mutuo estímulo en cuanto a la caridad y a las buenas obras.

-       No fallar en la asistencia a nuestras Asambleas (Eucarísticas).

-       No obrar lo que tantos; que conforme corre el tiempo, se conforman con haber sido devotos; pero se enfrían; se alejan y debilitan su ejercicio de la fe.

 

Sal 24(23), 1b-2. 3-4ab. 5-6

Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas.

CEC #783

Este es un salmo del Reino, con un total de 10 versículos. Se llevaba el Arca procesionalmente al templo y se entronizaba. cofre sagrado que contenía las Tablas de la Ley mosaica. Para los israelitas, simbolizaba la Presencia de Dios; desapareció cuando los babilonios conquistaron Jerusalén en el año 587 a.C. O sea, que este salmo debe datar de tiempos anteriores.

 

Pero, los portadores del Arca debían estar debidamente preparados para entrar en el Templo, por eso la primera parte del salmo lo que hace es dar las indicaciones de preparación para estos procesionantes que iban a efectuar la entronización. La segunda parte nos señala con qué aclamaciones se acompañaba la entronización, es un dialogo en el que los guardias -encargados de exigir la pureza ritual a los que iban a entrar-  tienen la primera voz y el pueblo la segunda.


 

La perícopa está integrada por los versos 1-6, organizados en tres estrofas.

 

En la primera estrofa se reconoce a Dios como Señor y Dueño de toda la Creación. Lo reconoce como Fundador, y como Estructurador o sea su Arquitecto.

 

En la segunda estrofa se enuncian los tres requisitos fundamentales para ingresar al Templo, son requisitos de orden Moral:

       i.        Tener las manos inocentes

      ii.        El fiel que tiene el corazón puro

     iii.        No incurre en la idolatría

 

El que cumpla estos preceptos morales recibirá la bendición del Señor, será justificado con la Salvación. En fin, pertenecerá al pueblo en la generación -nos disculpamos por la redundancia- generada en las aguas purificadores del Bautismo. Será tenido como “sincero buscador de Dios”. Querer ver el Rostro de Dios no consiste en tratar de encontrar una foto o una lámina donde Él aparezca, sino en mantenerse dentro de su Voluntad.

 

El Buscador del Rostro del Señor, el que ha sido generado en la Pila Bautismal, ha de perseverar en estos valores morales que lo caracterizarán: «Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: “Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre". Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo”». (CEC #784)

 

Mc 4, 21-25

Comprendamos que creer en el Señor, es aceptar en nosotros su Luz y a la vez comunicar con nuestras palabras y nuestras obras esa misma Luz a quienes andan en tinieblas.

La perícopa de hoy se apoya estrictamente en la parábola de “la lámpara que se enciende”. Todos sabemos que, al prender una vela, se la ha de colocar en un lugar alto, donde no haya obstáculos que proyecten sombra en el lugar que queremos iluminar. Sería muy absurdo que encendiéramos una vela y trajéramos una caneca o una papelera para cubrirla, sabemos que, en breve, al faltarle el aire, cesaría la combustión y la vela volvería a su condición de vela apagada.



 

Luego, pasa directamente a otra parábola: la medida que está en uso, esa medida la usaran con todos los clientes, incluso con usted mismo.

 

La primera parábola nos dice que nuestra moral debe ser esplendida, para que ilumine como la vela; no tiene caso que ocultemos el buen comportamiento y tratemos que la gente crea que somos mal ejemplo y piedra de escándalo, obrando indecorosamente delante de la gente; que gran daño se hace a la comunidad creyente cuando sus propios miembros son “cascarita” para hacer caer a otros. Nuestro ideal es obrar el bien, no para recibir aplausos o agenciarnos fama de santos, sino sólo y simplemente para que se pueda decir que los creyentes cristianos son luz que alumbra a la sociedad y al mundo.

 

Y, como consecuencia de la segunda parábola nos llama la atención que, si cogemos una medida falsa, cuando más adelante vayamos a comprar algo, seremos víctimas de la medida adulterada que hemos introducido, al decir popular diremos que, vamos a caer víctimas de nuestro propio invento.

 

Típicamente está el caso de ser muy exigentes y llegar al extremo de ser fundamentalistas; el día que nos toque, cuándo nos presentemos ante el Tribunal Celestial, será con esa misma medida que revisaran si podemos o no entrar ante la Presencia. Ningún Ángel Portero va a decir: “Como usted juzgaba con medidas exigentes, con usted vamos a usar medidas holgadas”. Todo lo contrario: El Ángel Portero te dirá: “El que a hierro mata a hierro muere”. Y hará pasar la misma guillotina por nuestro propio pescuezo.

 

Es, bastante probable que, si ofrecimos un trato indulgente y hasta perdonador, agenciando disculpas y disminuidores de culpa con los demás, al ir a pasar la aduana angelical nos digan: Como fuiste indulgente conmigo, seré indulgente contigo, pasa y siéntate en la Mesa de mis Invitados.

 

«Una fe que no brota de la escucha de la Palabra de Dios no puede dar frutos de conversión… Por eso, cabría preguntarnos si somos nosotros luz que ilumina a los demás con nuestro testimonio, si escuchamos a los demás, si perdonamos cuando nos han ofendido o si prestamos ayuda cuando nos la requieren.»

 


«Para saber si se está en un nivel cristiano, se debe tener la capacidad de humillarse y de sufrir humillaciones». (Papa Francisco) ¡Que no lo vayamos a tergiversar como carnet para imponerle humillaciones a nuestro prójimo! ¡Que todos se humillen que yo me encargaré de fabricarles los humilladeros! De eso no se trata, sino de las humillaciones que pueda traernos la vida. Ninguno de nosotros tiene diploma excepcional para humillar a otro.

 

¡Una vela encendida no humilla, dignifica!

martes, 28 de enero de 2025

Miércoles de la Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 



Hb 10, 11-18

“… perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado"

Jr 31, 34

 "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados"

Is 43, 25

 

Continuamos en el tercer segmento de Hebreos, que -ya lo hemos dicho- va de 5,11 – 10,39. Estamos ingresando con la perícopa de hoy, en otro terreno, donde aparece un elemento fundamental, una de las columnas claves del edificio sacerdotal: El perdón.

 

Claro que, según el estilo de este hagiógrafo, se retoman los puntos ya enunciados para mostrar la relación con lo anterior y cómo de esas premisas brota naturalmente el siguiente aspecto estructural.

 

Planta como pilastra la idea examinada de los sacrificios y de su reiteración. Lo entrelaza con otro contrafuerte: su inutilidad para borrar los pecados, en ese sentido seguimos desenrollando la ineficacia de la Ley Antigua y valorando las repercusiones del Sacrificio de Cristo.

 

Ahora se enuncia el paso a la Nueva Alianza, con la aparición de un Sacerdocio Nuevo que sólo requiere un Sacrificio porque la Víctima es tan Grandiosa, que una sola gota de su sangre bastaría y sobraría.

 

Pero la enormidad portentosa de este nuevo Sacrificio y del Sacerdote que lo ofrece, no hablan de inmediatez. Por el contrario, revela una tardanza, acorde con el cumplimento progresivo de las pautas condicionantes. Lo que falta es que todos sus enemigos -incontables porque el malo los multiplica como langostas, y que las langostas nos disculpen recurrir a ellas a manera de tropo- para simbolizar esta pandemia de “enemigos” de Dios.

 

Como ya se ha afirmado, una sola gota de esta Celestial Victima, es derroche ante los muchos pecados y pecadores, pero la ofrenda puesta en holocausto es tan salvífica que no falta nada más. Los santos no entran a formar parte de un ejército Celestial, sino que se alinean entre los Santísimos, porque la sangre derramada potencia su perfección.

 

El Espíritu Santo nos ilumina que la Nueva Alianza cambiará de estrategia: la Legislación Divina no vendrá en Tablas de la Ley, vendrá inscrita en el corazón de los hombres y en sus mentes. Esto facilitará el tratamiento de esa infección tan virulenta que el Perverso ha liberado. Ya no habrá que recurrir a tratamiento de sanación, porque en los corazones y en las mentes ya estarán arraigaos los anticuerpos.


 

Las ofrendas presentadas en sacrificio son paga por los daños que comete el pecado. El pecado es como una piedra arrojada contra un vidrio, el vidrio se quiebra y quien lanzó la piedra contrae la deuda de reponerlo. El Redentor es aquel que viene y se ofrece a pagar por el daño causado. Cuando el dueño se siente retribuido por el daño, ya no habrá deuda. El redentor lo que hace es alcanzar el perdón. “… donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.

 

Sal 110(109), 1bcd, 2.3.4

Este salmo -que hemos venido considerando junto con el tema del sacerdocio de Cristo, por lo que dice el verso 4cd- hallamos un Salmo Real, donde se reconoce que Dios reviste al Rey de Poder.

 

En la primera estrofa Dios Padre llama al Ungido, o sea al Rey, que venga a sentarse a su lado derecho y Él mismo hará de sus enemigos, la escalinata que el Hijo pisará en su ascenso el Trono Celestial. El que es pisado y aplastado al paso, es el enemigo altanero en su derrota.


 

Hay un Centro geográfico desde el cual se irradiará el poder de este Cetro Real, el de Jesús, y es Sion: desde allí Él dirigirá todas sus tropas y sus Huestes Celestiales. Ese es el tema de la segunda estrofa.

 

En la tercera estrofa, se nos recuerda que el Hijo es el Esplendor Luminoso y fue engendrado en el seno del Padre, antes de crear la Luz.

 

La cuarta estrofa, es la que hemos glosado al inicio de este comentario, se refiere a que es Jesús-Resucitado quien entra el Santo de los Santos, es decir, al Cielo, y llega ante la Presencia, llevando la Sangre del Cordero como propiciación de todos los pecados. Así Él que en vida terrenal actuó como profeta, y por ser Rey fue llevado a la cruz, ahora, Se presenta como la Victima y derrama su Propia Sangre sobre el Kapporet del Cielo, empezando con este gesto, su ejercicio Sacerdotal en Presencia del Padre.

 

Con el verso responsorial retomamos la consciencia de que Jesús es el Sacerdote Eterno que oficia una liturgia de Pan y Vino ante su Padre, como lo hiciera Melquisedec en presencia del אברהם “Padre de Multitudes” [Avraham].  

 

Mc 4, 1-20

Aunque los frutos no sean inmediatamente visibles, los cristianos están llamados a sembrar semillas de fe en el mundo y en la gente que les rodea en su vida cotidiana …  Si la Palabra es la semilla, nosotros somos el terreno, podemos recibir (la Palabra) o no. La Palabra de Dios, es como una semilla: Jesús es el “buen sembrador” que “no se cansa de sembrarla con generosidad” y llama a los cristianos a hacer lo mismo.

Papa Francisco

 

En esta perícopa lo que encontramos como punto de partida es la gran cantidad de gente que quiere oír a Jesús. Cuando la gente quiere oír nos hallamos con un “hambre” del anuncio. Se nos dice que Jesús se puso a enseñar otra vez…  Esto nos aclara por qué llamamos a este anuncia Evangelio, porque de lo que se trata es de una “buena noticia”, eso es lo que traduce la palabra εὐαγγέλιον [euangélion] “Evangelio”, y, además que su misión era “enseñarles” que es una manera de “curar”, es la cura de la ignorancia, es abrir la ventana para liberar de la oscuridad.


 

A continuación, se nos informa que su “pulpito” era una barca, desde la cual les dirigía la palabra mientras los escuchas se quedaban en la orilla para oírlo. ¿Cuál era la forma predominante de estas enseñanzas? Les enseñaba muchas cosas con parábolas del griego παραβολή [parabole] “lanzar al otro lado” (en hebreo está la palabra משל, [mashal] “comparación”); las cuales recurren a algo muy conocido, por lo general un suceso de la vida cotidiana, y a partir de esa “imagen” dar a entender algo que está como anidado en su sentido primero. Se compara algo desconocido, con algo bastante conocido y ahí está la clave del estilo parabólico. La parábola, como se sabe es una trayectoria de… por ejemplo, un balón, que puede pasar de este lado al otro, detrás de una pared o una valla, y llegar al otro lado; el lado conocido es el de acá, el lado de destino, el lado terminal que evoca el sentido profundo, es el “otro lado”. Lo importante aquí es el paso de lo conocido a lo desconocido. Es lo que pasa cuando se habla de Dios, que está allende nuestra experiencia, y por eso sólo el Hijo nos lo puede dar a conocer.

 

El punto está en que, el balón no se puede hacer llegar directamente, porque hay algo que se interpone, en nuestro ejemplo es la valla o la pared; para llegar al otro lado hay que lanzar hacia arriba, con cierto ángulo, no recto arriba, sino predominantemente arriba pero un poco adelante. La trayectoria parabólica lo hará pasar por encima y alcanzar su objetivo. Lo que sucede con el voleibol donde cada golpe impulsa la bola arriba pero también hacia adelante. En cada caso la bola recorrerá una trayectoria parabólica.

 

Lo conocido es “un sembrador” que entra en acción y empieza su labor: sembrar.  Según la usanza en aquella cultura, se sembraba aventando la semilla. Con este estilo de siembra mucha semilla cae en el buen terreno, pero, no faltan las que se quedan al borde del camino, la que cae entre piedras, alguna parte va a dar entre abrojos donde los cardos y las espinas ahogan las plántulas que brotan. Así la cosecha no es uniforme, en algún terreno sólo brota el 30%, en otra parte el 60% pero la que cae en buen terreno da un fruto del 100%.

 

Con esta manera de sembrar, algunos que oyeron la parábola no rindieron nada, porque su terreno era completamente árido, a esos Satanás les robó la “Palabra” sembrada; ahí ya se ha producido el salto a la otra realidad, ya no se está hablando de semillas, sino de “palabras”, ahora lo que cuenta es el “mensaje” y la eficacia que tiene en el corazón de sus escuchas; efectivamente, la cosecha puede perderse totalmente si los corazones a los que llega son atacados por el שָׂטָן [Satán] “adversario”, “acusador”.

 

En el caso de otros, carecen de “constancia”, son “inconstantes”. En otro grupo, los afanes de la vida, las ganas de hacerse ricos, les ahogan el mensaje y se quedan estériles.

 

Jesús dice. “el que tenga oídos”, lo más probable es que todos los allí presentes los tenían, pero ¿esos oídos estaban conectados con la vida? Como suele ocurrir, y esa es la labor del Satán, cortar la conexión entre el oído y la vida. Pasa con mucha mayor frecuencia de lo que pensamos que la semilla cae en la aridez. ¿Debe hacer eso que renunciemos a nuestra misión de “sembradores”?

 

«… los padres están llamados a sembrar semillas de bondad y fe en sus hijos y a no desanimarse si sus hijos no parecen entender o apreciar sus enseñanzas.

 

La semilla buena se queda, esto es lo que cuenta, y echará raíces en el momento adecuado. Pero si, cediendo a la desconfianza, renuncian a sembrar y dejan a los hijos a merced de las modas y del móvil, sin dedicarles tiempo, sin educarles, entonces el terreno fértil se llenará de malas hierbas.

 

Los jóvenes, no solo son llamados a recibir la semilla de la fe, sino que también son llamados a sembrar el Evangelio en los surcos de la vida cotidiana. Los jóvenes, pueden empezar por sembrar el Evangelio a través de la oración: una pequeña semilla que no se ve, pero con la cual se encomienda a Jesús todo lo que se vive, y así Él puede hacerlo madurar.

 

Les sugiero a los jóvenes que dediquen tiempo a las personas necesitadas. Puede parecer tiempo perdido, sin embargo, es tiempo santo mientras las satisfacciones aparentes del consumismo y del hedonismo dejan las manos vacías. Animó a los jóvenes a dedicarse al estudio, que, como sembrar semillas, es cansado y no es inmediatamente satisfactorio, pero es esencial para construir un futuro mejor para todos.

 


Recordemos el importante papel de los religiosos consagrados y de los laicos que predican el Evangelio a menudo sin registrar éxitos inmediatos.

 

No olvidemos nunca, cuando anunciamos la Palabra, que también donde parece que no sucede nada, en realidad el Espíritu Santo está trabajando y el reino de Dios ya está creciendo, a través y más allá de nuestros esfuerzos.

 

Insto a los cristianos a preguntarse cómo siembran semillas del Evangelio en su trabajo, estudio y tiempo libre. Le pido a María que ayude a los cristianos a ser “sembradores generosos y alegres de la Buena Noticia». (Papa Francisco)