Ez
34, 1-11
… pasado cierto tiempo,
Dios hace vibrar de nuevo su Palabra con renovada fuerza, investida totalmente
del espíritu, con un mensaje de esperanza.
Luis Alonso Schökel /
Guillermo Gutiérrez
Entramos
en la Cuarta Parte del Libro de Ezequiel, que ocupa los capítulos 33-39: Promesas
de salvación. Ya queda dicho que a partir del momento en que llega el fugitivo
y le entrega al profeta la noticia de la caída de Jerusalén, que acaeció el 15
de agosto del 587 a.C., empieza una nueva fase para Ezequiel, él recobra el
habla después de cinco meses de haber permanecido mudo. A partir de ese momento
Ezequiel se hace Pastor y Formador, guía espiritual de su pueblo al que se le
anuncia que volverá a nacer. El nuevo tema será la esperanza. Así Ezequiel se
constituirá en el fundador y padre del judaísmo.
La
perícopa de hoy constituye la censura y denuncia de los malos “pastores” y el
anuncio de la llegada de un Mesías, “Rey Justo”. Podríamos descomponer la
perícopa como sigue
a) El pueblo (rebaño),
anda disperso y la culpa la tienen los “malos pastores” (vv. 1-6).
b) A esos pésimos gobernantes
el propio Señor les quitará todo el mando, ya no serán los apacentadores de sus
ovejas (vv. 7-10).
c) YHWH en Persona
tomará a su cargo el Pastoreo para prevenir que su pueblo caiga en manos de los
pastores adúlteros (vv.11-16).
Podemos
presentar aquí -como mapa de la perícopa- una pregunta que nos deje acceder,
con eficacia, a este fragmento que es tan importante como antecedente de lo que
es un “Buen Pastor” (un Pastor Hermoso, porque, es más que Bondad, es una perfección
que nos admira y nos inunda con su esplendor, es pulchritudinis): ¿Cuál es la lista de las maldades que
se denuncian en esta perícopa?
A
saber:
a) Se apacientan a sí
mismos.
b) Se comen las partes
mejores.
c) Se visten con la
lana de sus ovejas.
d) Matan a las
“gordas”.
e) No apacientan el
rebaño
f) No robustecen a las
que están débiles
g) No curan a las
enfermas.
h) No vendan a la que
está herida
i) No van al rescate
de la descarriada.
j) No buscan a la que
se ha perdido
k) Su ejercicio es de
“dominación” por medio de la fuerza y la violencia.
l) Dispersas quedaron
expuestas a las fieras
m) Son asoladas por el
pillaje.
Ahora
que quedan completamente desenmascarados, el Propio Señor va a tomar el
“gobierno” en sus manos:
- Les va a pedir
cuentas
- Las quitará de su
cargo, retirándoles el cayado.
- Y los sacará como
David, de las fauces de esos leones y osos, porque no son pastores, sino lobos
disfrazados.
Él
mismo buscará su rebaño y lo cuidará. La monarquía será reabsorbida y se pasará
a una Teocracia donde el gobierno estará en las Manos Directas de YHWH. Y así
fue, en el post-exilio no se reimplantó la antigua monarquía.
Sal
23(22), 1b-3a. 3b-4. 5. 6
Un
pastor no es otra cosa que un gobernante de un “pueblo” de ovejas; un rey no es
otra cosa que un Pastor que gobierna a su pueblo. El único afán de un buen
pastor es apacentar sus ovejas.
Apacentar
es una palabra que viene directamente del latín, adpascere, viene de su participio presente adpascentis, “sacar a pastar”. En una cultura
pastoril, el cuidado del ganado -sea vacuno o lanar- es el cuidado de las
“ovejitas”, sacarlas a pastar, buscarles los mejores prados, llevarlas a
abrevar, protegerlas del sol guareciéndolas a la sombra, y, defenderlas de las
fieras, es por eso que siempre tienen el bordón a mano.
La
declaratoria esencial de este salmo es: “El Señor es mi Pastor, nada me falta,
en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacía fuentes tranquilas y
repara mis fuerzas”. Y esta es, justo, la primera estrofa de hoy.
Hay
una insistencia muy marcada en declarar que el rey del salmista es el Señor. Lo
dice y lo repite para que no tengamos duda, su énfasis quiere significar que,
al Único que reconoce como Rey es a su Pastor. Es un Salmo del Huésped de
Yahveh, quiere experimentar a fondo y vivir su experiencia de pertenencia a Su
Rebaño: Quiere declararse oveja de ese Pastor.
En
la segunda estrofa apunta tres detalles muy clarificadores:
1. Este Pastor cuida
muy bien de conducir su rebaño por el Sendero Bueno, donde ninguna de sus
ovejas se vaya a lastimar.
2. Así vagabundeen por
“cañadas oscuras”, nada teme, se siente protegido.
3. Sabe que cuenta con
la compañía y la defensa de Su Pastor, que usa convenientemente de su “vara” y
de su “cayado”.
Apacentar,
es llevar, a las ovejas, al “restaurante”: El “Pastor” se ocupa de “servirle la
mesa a su rebaño", lo atiende como en un spa, le da masajes con aceite, le
refresca la cabeza con toallas húmedas para que no le vaya a afectar el sol que
ha recibido y, último -pero no menos-, le llena la copa, cada vez que él la escancia.
En
la última estrofa, el hagiógrafo busca y ubica las palabras exactas que
describan el tipo de atención que ha recibido y recibe siempre por parte del
“mesero” en el restaurante (se llama restaurante porque en él se restauran las
fuerzas). Los dos adjetivos que describen el meticuloso cuidado de este Pastor
son: Bondad y Misericordia. Y, una vez más lo declara, vuelve a reclamarse
“Huésped de la Casa de Yahveh”.
Mt
20, 1-16
No se comparan
individuos, se comparan pueblos, mientras unos recibieron la Palabra de Dios
hace siglos, otros hasta ahora llegan a la fe.
Una
de las partículas más arduas y, sin embargo, esencial a la fe -que se tiene que
injertar en su rama principal, como un esqueje- es la Gracia.
Con
una altísima velocidad nos apuramos a denunciar ὁ ὀφθαλμός σου πονηρός [o
oftalmos sou poneros] “el ojo malo”, para reprocharlo como un defecto, sin
tomar en cuenta que lo hemos promovido durante siglos, hasta hacerlo una meta
de la existencia. Esa aspiración por ser el mejor, por tener lo mejor, por
acaparar sin límites, fueron puestas en nuestro ánimo como las claves de la
superación. Aún hoy, se inyectan con disimulo, moderadas dosis de ambición, de
avaricia, de envidia como si se estuvieran aportando dosis de algún
reconstituyente o vitamina. No dejemos de lado los aprendizajes que sirven de
pilar a la forja de nuestro carácter y que -así sea de forma periférica- se van
tatuando en la dermis: “primero yo, segundo yo y, si hay otro lugar en el podio,
que también sea para mí”.
Luego,
volcamos un baldado de desaprobación contra los que viven la vida de la fe como
si se tratara de una carrera meritocrática. No nos cabe en el corazón la idea
de recibir de manos de Dios sin medida, e interponemos como moneda de cambio
los innumerables rosarios, las incontables novenas, las camándulas y denarios,
las estampitas de santos, y el hermoso altar doméstico. No se trata de alguna
variedad de meretricio donde la paga entra en juego, estableciendo alguna
suerte de proporcionalidad en la prestación de un servicio.
Que
Dios está llamando a toda hora de la vida, eso debe quedar claro. Que sería
deseable que muy jóvenes -en nuestra vida- empezáramos a recorrer el camino del
compromiso con nuestra fe, eso debe tener una lógica resplandeciente en nuestro
ser. Y, que nunca es demasiado tarde para acudir a responder la Voz Divina que
nos invita, es el objetivo de hoy. No tendrá mejor “paga” el que llegue más
temprano, el que haya respondido en la edad más temprana, y lo que debe
quedarnos desde ya muy claro, es que Dios prodiga trofeos, y medallas, diplomas
y estímulos, que nosotros no tenemos por qué medirlos, compararlos o
criticarlos. Que su generosidad es una de las dimensiones inexplicables, y para
quienes aman las categorías mistéricas, reconocer que las tablas contables de
las oficinas de pago Celestiales, no están sujetas a las pautas humanas.
Si
pensamos que el denario era la paga indispensable para poder cubrir las
expensas necesarias de un padre de familia, tendríamos que entender que Dios no
podía dejar a alguien sin retribuirle con lo mínimo necesario. Tendríamos que
entender el “denario” como el “salario mínimo” del trabajo en la “viña”. En
esta parábola, la viña es el pueblo de Dios y los cultivos, son los frutos
salvíficos.
Recordemos
que estamos en el co-texto del Evangelio de San Mateo, donde se estudia el tema
de la vinculación, del seguimiento, del discipulado, de la sinodalidad.
Pensemos, en la época cuando se escribió este Evangelio, estaban los judíos
conversos al cristianismo y, luego, empezaron a llegar los paganos que se
insertaban en la comunidad, ¿con qué criterio recibirían “paga” celestial?
La
expresión del “ojo malo”, en realidad se podría traducir, ¿es que te va a doler
el ojo?, ¿es que se te va a resentir el ojo?
Pero, este dolor está conectado con cierta afectación del corazón que no
ha aprendido a alegrarse con el bien del “hermano”. Lo que viene a enseñarnos
la parábola de “los jornaleros en la viña”, lo que el Evangelio nos tiene como
oferta es aprender a estar dichosos porque Dios no deja a nadie colgado de su
necesidad, y sus criterios “salariales” hemos de asumirlos desde la Absoluta
Soberanía que Lo asiste.
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