domingo, 18 de agosto de 2024

Lunes de la Vigésima Semana del Tiempo Ordinario


 

Ez 24, 15-24

Hemos hablado de “acciones simbólicas”, se trata de algunos actos, digamos, extraños, ilógicos, podríamos decir, que son llamativos precisamente por su rareza, alguien diría “están locos”, ¿por qué hacen estas cosas con ningún sentido? Por ejemplo, poner al fuego una olla vacía a que se queme, lo que podrá pasar es que la olla se arruine, pero ¡qué despropósito! ¡Definitivamente esta gente está chiflada!

 

Por allá, en los años cincuenta’ los artistas pusieron de moda, hacer esta clase de “acciones paradójicas”. La gente los llamaba “happenings”, se trataba de acciones con una estructura abierta que daba pie a la improvisación de quienes participan que -y a veces parte de la “apertura” de la acción, era el lugar donde se realizaba, que podía ser en espacios de arte, una galería o un museo, o en algún espacio público, como un parque, un jardín, un centro comercial. Me acuerdo de uno en que un artista de cierto renombre, expuso un gran bloque de hielo y lo dejaba -sencillamente- descongelar; a veces se incorporaban elementos de las artes visuales, del teatro y la música: una caja de televisor sin su circuitería interna, con una Venus de Milo dentro, que giraba en una plataforma rotativa. Fue Allan Kapraw quien, en 1959, los bautizo así. Los “happenings”, de alguna manera tenían su antecedente en aquellas “acciones simbólicas” del profetismo. Los dadaístas y los surrealistas decían que se proponían hacer pensar a la gente. Y hablaban de integrar el arte y la vida.

 

מָשָׁל [mashal], se ha traducido por “proverbio”, “parábola”, “refrán”, “enigma”, “ejemplo”, en este caso, son como “parábolas visuales”, donde se rescata, esa intención del dadaísmo de “hacer pensar”.  

 

En el capítulo 24 de Ezequiel -donde se inserta la perícopa que hoy estudiamos- nos encontramos con dos de estos “gestos simbólicos.

1.    La olla vacía puesta en el fogón (Ez 24, 1-14)

2.    La muerte de la esposa del propio profeta, el gesto simbólico estriba en que Dios le ordena no guardarle luto, no llorarla, ni una sola lágrima. (Ez 24, 15-24). ¡Nuestra perícopa de hoy!

 

Los funerales en aquellas culturas estaban rodeados de lamentaciones, y plañideras, y gestos rituales para dejar correr el dolor y expresar el duelo. Abstenerse de ello, “daba mucho que pensar”, es por eso que la gente viene a preguntarle: “¿Quieres explicarnos qué significa lo que estás haciendo? ¿Qué es lo que nos quieres decir?”.

 

Para Ezequiel, su esposa era “el encanto de sus ojos”. Para el pueblo de Judá, lo era Jerusalén, la ciudad era “el encanto de sus ojos y la esperanza de su vida” (Ez 24,20s). Y el Señor iba a permitir su profanación. Y ellos no tendrían derecho a llorar, ni a vestirse de luto, porque ellos con su pecado habían arrastrado la Amada Ciudad a su sacrilegio. Con su carencia de luto, reproducirán la conducta del profeta; y cuando todo esto suceda, recordaran -con corazón contrito que YHWH es el Señor.

 

Es una calamidad tan aberrante que no deja espacio a dolerse, y, peor aún, al reconocer que uno mismo la ha causado.  Cuando llegue esta desgracia, el profeta que había quedado mudo, recobrará el habla y su misión profética adquirirá otro cariz diverso del que ha tenido hasta esta fecha (Ez 24, 25-27).

 

Aquí, ya hemos sobrepasado la frontera de la perícopa de hoy, con el sólo propósito de darle co-texto a la acción simbólica del profeta y a la misión del anuncio que Dios le entregó. ¿Cómo se indicará el momento preciso en que el profeta recobrará el habla? Será con la llegada de un “evadido” venido de la Jerusalén destrozada, que le dará la tristísima noticia del fallecimiento de la Ciudad-Esposa.

 

Sal Dt 32, 26-28. 30. 35cd-36ab

Como salmo, hoy tenemos un trozo de los capítulos finales del Deuteronomio. Los capítulos 31-34 están dedicados a la despedida y muerte de Moisés. En particular el capítulo 32 -de dónde se extracta esta perícopa-, es el Cantico de Moisés, que él entona ante la קְהַ֣ל [qahal] Asamblea Plenaria del Pueblo de Israel.

 

A manera de prefacio queremos incluir una cita de 1Cor 10, 20:

“Sin embargo, cuando los paganos ofrecen un sacrificio, el sacrificio va a los demonios y no a Dios. Yo no quiero que ustedes entren en comunión con los demonios”.

 

Tenemos 6 versículos con los que se han estructurado tres estrofas, que nos proponemos mirar una por una.

 

1.    El señor, arde en celos ante la infidelidad de un pueblo que desechó al Dios poderoso que lo creó. Por eso, ahora Él rechaza a este pueblo.

2.    Por pervertidos, por desleales, ocultará Su Rostro y ya no gozaran de su Sonrisa.

3.    Denuncia y les arrostra su idolatría. Con todas las letras les hace ver que se dedicaron al culto de dioses que no tiene nada de dioses, que son pura factura humana. Ellos quisieron desatar su celo, pues ahora ellos probaran en carne propia lo que es estar celosos, cuando Dios se aparte de ellos y sonría en dirección a otros pueblos.

 

Y, el versículo responsorial nos reprocha que hemos despreciado a nuestro Dueño y Señor.

 

Mt 19, 16-22

… el conquistador por cuidar su conquista se transforma en esclavo de lo que conquistó…

Facundo Cabral

 


San Mateo es el único que nos habla de este interlocutor de Jesús que viene a consultarlo diciéndonos que se trataba de un “joven”. Hemos insistido que Jesús nos da -con acciones- unas pautas de sinodalidad en este tramo del Evangelio mateano, en su camino de Galilea a Jerusalén, cuando previamente nos había dado pautas con “Palabras”. Quizás aquí se habla de un joven porque la juventud es la etapa de la vida más propicia para tomar estas decisiones de discipulado.  Eso no quita que siempre estemos viviendo el llamado y profundizando los compromisos y que una y otra vez en nuestro corazón -siempre joven- estemos ratificando e intensificando nuestro estilo de vida cristiano. No podemos continuar sin decir que todo momento de la vida es propicio para vivir y atender el llamado y que, como en la parábola de los “Jornaleros de la Viña” alguno somos llamados en hora temprana y otros en la hora undécima” (Mt 20, 1-16).

 

En general visualizamos esta perícopa como una escalera, cuyo extremo superior es la Vida Eterna. En la pregunta del joven, hay un presupuesto que constituye el primer escalón del ascenso: ¿Qué obras buenas debo hacer? Significa que, él ya sabe que esto no es un asunto aleatorio, que no se trata de un azar irresponsable, que se requiere compromiso, y que ese compromiso es compromiso con la Bondad.

 

Lo que lo detiene es la distinción, la jerarquización de lo que se tiene por bueno, este desconcierto siempre nos asiste, siempre estamos dudando qué será lo principal entre todo el cúmulo de los “detalles” que se suelen dar por buenos.

 

No hay que desorientarse, tenemos a mano un criterio esencial de discernimiento: “Uno sólo es Bueno”. Aquí entendemos que no hay que tratar de agradar a nadie, sino a Dios, porque Dios es Fuente y Culmen de la Bondad. No hay autoridad humana tan sólida que pueda descifrar y servir de “Criterio Maestro”. Hay que dirigir los ojos hacia Dios para hallar la respuesta.


 

No hay que escoger los peldaños de otra manera sino referidos a Dios, y Él, Magnánimo, nos habla y revela sus gustos, sus secretos, sus pautas. Al responderle, Jesús pone el énfasis en los Mandamientos, y no en todos los Mandamientos, su enumeración toma solamente algunos:

1.    No matar

2.    No cometer adulterio

3.    No hurtar,

4.    Honrar a padre y madre

5.    Amar al prójimo como a sí mismo

 

Sentimos que, lo que se nombra primero es lo que definitivamente, con mayor empeño ha de evitarse. Pero luego va ascendiendo en el grado de “perfección”. El peldaño más alto es el amor al prójimo, tomando como referente al amor a sí mismo. Sin embargo, hay algo que está más alto, es el pináculo: Venderlo todo para dárselo a los pobres.

 

El interpretar esta enseñanza a sus “seguidores”, les ilustra la dificultad del desprendimiento y establece una especia de proporcionalidad inversa: al que más tiene, más difícil le es desprenderse, no se dice, pero nos parece legítimo inferir que, “a quien menos tiene se le dificulta menos”. Por esto, que viene a manera de cierre de la perícopa, a esta página no se la llama simplemente “perícopa del joven”, sino “perícopa del joven rico”, ya que como era muy rico, se marchó. Dejó abandonada a la vera de su vida, su lealtad con los Ley, porque este ideal de desprendimiento lo visualizó totalmente por fuera de su alcance. “Maestro, tu exigencia es exagerada para mí”. No era libre, sino esclavo de lo que creía poseer. Muchas veces, lo que creemos tener es, en realidad, nuestra prisión.

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