Jr 28, 1-17
Una vez más se ataca
la demagogia
Los exegetas desdoblan el Libro de Jeremías
en cuatro secciones: la primera va de los capítulos 1-25, y -como lo dijimos-
se concentra en profecías sobre Judá y Jerusalén. En la segunda, -ya
francamente exilica- encontramos cuadros de orden biográfico y anuncios de
salvación. En particular el bloque 27,1 -29, 32 se dirige a los desterrados,
pero es claro que se trata de una inserción que el editor puso allí. Hoy nos
encontramos en un duelo entre Hananías, por una parte, y de la otra Jeremías. Hananías
“Dios se ha compadecido”, -afiliado al grupo de los que auguran paz y
prosperidad-, es el adversario de Jeremías, este lo denuncia en calidad de falso
profeta, sembrador de vanas esperanzas.
El bloque nos trasporta al año 593 a.C. y
pone en escena el reinado del rey de Judá, Sedequías, que los babilonios
instalaron como rey-marioneta.
Hananias profetiza que dentro de dos años
el yugo del babilonio Nabucodonosor sobre Israel pasará, los dejará libres y
devolverá los vasos sagrados que había hurtado del Templo. Con sólo 4 años de
cautiverio, sí -según Hananías duraría sólo dos años más-, el cautiverio sólo
habría durado seis años; pero la profecía de Jeremías había augurado setenta
años de cautiverio.
Las profecías de hambruna y plaga que
otros profetas anunciaron, se cumplieron porque este ha sido un pueblo rebelde
y contumaz con su pecado. Jeremías,
cumpliendo las ordenes de Dios, siguiendo el Mandato de Señor, se puso un yugo
de madera alrededor de su cuello (acción simbólica); esto era un símbolo
evidente del mensaje que llevaba al pueblo al anunciarle un largo cautiverio.
Hananías viene y le rompe y quita el yugo de madera a Jeremías.
Breve tiempo después, vino Jeremías,
nuevamente bajo el Mandato Supremo del Cielo, y le trajo un regalo a Hananías,
un “yugo de hierro” (otra acción simbólica, muy diciente) señalando y
traduciendo este “símbolo” como la representación del yugo que sobre todos los
pueblos que estaban bajo el imperio de Nabucodonosor, -inclusive los animales- soportarían
en su cerviz la pesada carga de su opresión.
Así -siguiendo el Mandato de Dios-
Jeremías desenmascaró a Hananías, dándole un plazo de vida de un año, en el
término de siete meses, Hananías fue a descansar con sus antepasados, y así cesaron
sus embustes proféticos.
Sal 119(118), 29, 43, 79, 80, 95, 102
Estamos ante un salmo de súplica. con sus
176 versos desarrolla una teología de altísima espiritualidad. Su desarrollo va
enunciando cómo hemos de plegarnos a la Voluntad Divina como llevando con
paciencia el peso del yugo que Él nos haya querido otorgar y convencidos de que
ese es el más leve que conseguiremos en vida, y que uno más ligero sólo nos
llevará a descubrir que el que escojamos, ya no será de madera sino de pesado
fierro.
La primera súplica es el hermoso ruego de
que lo aparte del camino falso lo que -en otras palabras, significa- que lo
conduzca por las sendas de la Ley, lo cual es una verdadera “Gracia”.
No pide que lo silencie, que refrene su
boca; pide que le permita hablar, pero sólo Palabras de Verdad, acordes con los
Mandamientos.
Quiere pertenecer al grupo de los que
aman al Señor y siguen sus preceptos: con ellos quiere unirse y con ellos
formar firme y sólida adhesión.
Que su corazón -el del salmista- esté
hecho de una sola pieza: de fidelidad a la Ley.
Los impíos le tendían una emboscada, pero
como él estaba ocupado pensando en la Ley de Dios y en cómo guardarla, los ángeles
lo llevaban por caminos a salvo y los Serafines lo proveían con armadura de acero
blindado. ¡Siempre va a salvo!
Así como el alumno brillante sigue al pie
de la letra las enseñanzas de su maestro, así el salmista no se aparta jamás de
los Mandamientos.
El verso que sirve de estribillo ruega
que Dios sea el maestro del Salmista, y nosotros al entonar este cántico
estamos rogando que sea, también, nuestro Maestro y que Él sea nuestro “Coach”
de Sabiduría.
Mt 14, 13-21
Cursillo en breve
lección porque ahora vamos a ser jardineros
Se enteró Jesús del triste fin de su
primo Juan el Bautista, así que se fue, en una hora de luto, a rememorar y
presentarle al Padre tanta injusticia, tanta perfidia. Pero la gente, no le
daba tregua para estos momentos de serenidad ente YHWH, así somos siempre, lo asediamos,
lo perseguimos, lo presionamos con nuestros ruegos y peticiones; Jesús no nos
critica, no nos ahuyenta, no nos desprecia, no nos rechaza. ¡se arma de
paciencia y se dispone a nuestra atención!
¡Socorre nuestras necesidades y se dedica
a curarnos!
Los discípulos, le ponen interés a
aquello que nosotros vemos como “urgentes aspectos logísticos”: es tarde, ya
empieza a hacer hambre, (no sabemos si quienes estaban siendo generosamente
atendidos por el Divino-Maestro tenían hambre, quizás los hambrientos eran
ellos, los discípulos), le ponen de presente que están lejos de los pueblos,
que por allí no hay tiendas, que no se puede improvisar una comida “caminera”, en
fin, que los despache y cada uno vea cómo resolver la cuestión.
Se ha trabado una relación entre Dios y
su pueblo: Se ha construido una amistad y los “discípulos” están afanados en desbaratarla,
no se dan cuenta del amor que está floreciendo, ven el jardín despuntando
flores de hermosos y de vistosos colores, pero ellos, que de jardinería saben
nada, -sólo miran el reloj y ven que llega la hora de servir la comida- proponen
regar las jóvenes flores con “herbicida”.
Jesús, en cambio, les propone tomarlas a
su cuidado, darse cuenta que cuando un jardín florece, nosotros estamos llamados
a abandonar cualquier premura y cambiar de oficio: ¡Hacernos jardineros! Tomar todos
los retoños bajo nuestra protección y con aplicación consultar en Internet “Cómo
cuidar las flores que están brotando”.
Fueron corriendo a sus alforjas y
canastas y ¿qué hallaron? “cinco panes y dos peces”. Jesús -que encuentra esta
escasa materia como “resto suficiente”- pide que se la alcancen. No se encarga
de hacer casi nada, pero le presenta a su Padre lo que tienen:
a)
Alzó su Mirada al
Cielo
b)
Pronuncio la
Bendición
c)
Partió los panes
d)
Se los dio a los discípulos
e)
Y estos se los
alcanzaron a la gente
Todos los concurrentes se saciaron. (Cinco
mil hombres, mujeres y niños). Recogieron doce canastas de sobras.
(Al principio cada uno tenía un pan, al
final cada uno tuvo un cesto, ninguno cuestionó al Maestro, todos distribuyeron
y, de esa manera, fueron coparticipes del signo. ¿Os dais cuenta? ¡Entre más
daban, más tenían!).
Cuando veas en el campo, aun cuando sólo sea una florecita que está brotando, recordad que ese botón merece todo nuestro amor y prodiguémosle todo nuestro cuidado: esa florecita es una verdadera “hija de Dios”. ¡Reconozcamos en ella, la Fe que brota!
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