Ez
9, 1-7; 10, 18-22
Mensajeros que marcan y Dios que abandona su Templo
Moisés, pues, llamó a los jefes de Israel y les
dijo: «No demoren en buscar una res para cada una de sus familias e inmolen la
Pascua. Tomen un manojo de hisopo mojado con la sangre y marquen los dos postes
y la parte superior de la puerta. Y luego ninguno de ustedes saldrá de su casa
hasta la mañana. Pues Yavé, con su plaga, va a recorrer todo Egipto y, al ver
la sangre en la entrada, pasará de largo y no permitirá que el Exterminador
entre en sus casas y los mate.
Ustedes observarán este rito, y también lo
observarán sus hijos para siempre. Estas mismas ceremonias las harán cuando
entren en la tierra que Yavé les dará, como les tiene prometido. Y cuando sus
hijos les pregunten qué significa este rito, les responderán: Este es el
sacrificio de la Pascua para Yavé, que pasó de largo por las casas de los hijos
de Israel en Egipto, cuando mató a los egipcios, dejando a salvo nuestras
casas.» Al oír esto, todo el pueblo se postró y adoró.
Ex 12, 21-27
Los judíos suelen tener en las
puertas de sus casas un pergamino, que debe estar escrito a mano, por un
escriba experto y especializado que se llama Sofer Stam, que se deposita en un
estuche que se puede pegar a la entrada y este Escrito se llama Mezuzá, en
plural Mezuzót, expresión que se traduce “jamba”, y que alude al paso del Ángel
Exterminador de la 10ª Plaga, y hay quienes la ponen también en las puertas
interiores, excepto en las del baño, donde nunca se pone. Así como nosotros
acostumbramos santiguarnos al salir de casa, ellos acostumbran tocarla al
pasar.
En la perícopa de hoy, nos
volvemos a encontrar con la orden de ser marcados para ser exceptuados del
Exterminio, encargado a un Querubín en la profecía de Ezequiel, y los que
quedaban excluidos del exterminio eran los que llevaban el signo ׳ת [tav] “señal”, "marca
de la exención del juicio”, “firma” la vigésimo segunda letra del alefato. Esta
letra significa “fuerza”, al Querubín se le ordena תָּ֜ו וְהִתְוִ֨יתָ [e-isbita tav] “poner
esta señal”. Cuando se hizo la versión al griego, se puso allí, en su lugar, la
letra griega tau, que vino a constituirse en el signo de la cruz franciscana.
¿Qué viene a representar, entonces el signo tav? Las
personas que se habían apartado del pecado y llevaban una vida de bondad, ellas
fueron salvadas de la destrucción. Se da en ese caso un arrepentimiento, aunado
a una conversión. Los demás, indiscriminadamente -nos lo informa la perícopa-
sin importar, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, fueron arrasados. Una de las
tareas era profanar el templo, encharcando de sangre los atrios.
Nótese bien que, para proceder a la profanación, el Señor
alzó con su Gloria y se ausentó. Es muy interesante que en paleo hebreo ¡el
signo tav es una cruz!
Los Querubines se alzaron y partieron y reaparecen, en el
relato ezequielano- en el Rio Quebar (significa “poderosa”), en Babilonia, en
el Éufrates, aun cuando no sabemos exactamente dónde, pero lo que si nos ha
llegado es que allí había una numerosa colonia israelita, en esclavitud. Recordemos
que cuando Ezequiel tuvo la visión del carro tetra-morfo se hallaba a orillas
del Quebar. Aquí también se nos reitera: “cada uno tenía cuatro rostros y
cuatro alas y bajo las alas una especie de Manos Humanas”.
Como Dios ya no estaba en el templo, su desacralización no
afectaba su Gloria. Se había ido por la
Puerta Oriental a la que se llamaba, “El Portal de la Casa del Señor”: Para
ellos la impureza había invadido el Templo por el derramamiento de sangre en
sus Umbrales; para nosotros, lo que nos desacraliza, ya que somos Templos vivos
de Dios, es la sangre del pecado.
Sal 113 (112), 1b-2. 3-4. 5-6
Los salmos 113-118 (112-117), son seis salmos que forman el
que se denomina Hallel egipcio y que se canta en la Cena Pascual, lo que nos
autoriza a afirmar que Jesús debió entonarlo en el curso del Jueves que
llamamos Santo. La perícopa está tomada del primer salmo del Hallel.
La primera estrofa es entonada por los levitas y las otras
dos forman la respuesta de los peregrinos. En la perícopa no se incluye la
última estrofa, sino las dos primeras. Las dos primeras estrofas se enfocan en
Dios Altísimo, y la última en su “opción preferencial”, por los desvalidos, los
pobres y las estériles.
Como vemos en la Primera Lectura, Dios para abandonar el
Templo se eleva cabalgando en Querubines. Aquí, declaramos, ratificando: “La Gloria
del Señor se eleva sobre los Cielos”. Y lo reiteramos 4 veces.
Una palabra adicional relacionando la Primera Lectura con
el Salmo para destacar que allá la opción preferencial es por los que trabajan
en su proyecto de Conversión, aquí, en el salmo, está dirigida al débil, al
marginal, aun cuando, como ya se ha dicho, esa estrofa no se toca en la
proclamación de hoy.
La Alabanza a la que se invita es por siempre, año tras
año, día tras día; pero también se indica, durante todo el día, o sea, en todo
momento.
El puente entre Dios y el pueblo se tiende en la última
estrofa de hoy, donde dice que el Señor no se queda lejano, sino que se abaja, despliega
su kénosis, para acercarse y estar a nuestro lado, más, cuando con mayor
necesidad lo requerimos.
Mt
18, 15-20
Haciendo Iglesia; aprender a ser con
En
aquellos tiempos a los que se refiere la Primera Lectura, era necesario
-seguramente- una corrección severa e inexorable; Jesús también corrige, pero
Él propone una sanción comprensiva, forrada de dulzura, con la afabilidad de un
Pastor que no osa dañar a la oveja extremándose en la rigurosidad del castigo.
El propone corregir como un “hermano” que fraternalmente corrige al otro consanguíneo
que ha fallado: Nos hallamos ante la joya de la corona, en la Enseñanza sinodal
que nos entrega el Divino Maestro.
Hoy,
y en todo el capítulo 18, vamos a trabajar el “Discurso” donde Jesús nos
muestra cómo vivir en comunidad, se le ha llamado “Discurso eclesiástico”; la
columna vertebral se apoya en la consciencia de ser perdonados para entender que
siempre fallamos, que no podemos evitar herir a los demás con nuestras aristas y
nuestros garfios, así urge aprender a perdonar, precisamente porque nos perdonan.
Luego, en los capítulos 19 a 23, este decir se implementará en un estilo de “hacer”,
en una práctica de fraternidad, en una praxis de edificación comunitaria.
Jesús
no nos da un “código” entero, sería una contradicción frente a su rechazo a
multiplicar las normas. Lo que nos encontraremos será, más bien la exhibición
de un eje, de un espíritu comprensivo, solidario, tolerante. Pero, a la vez, no
se trata de hacer la vista gorda, ni barrer debajo del tapete. Se trata de
hablar las cosas en el mejor espíritu de quienes trabajan conjuntamente en la
realización del Proyecto de Dios.
¡No
se trata de castigar, ni de excluir sistemáticamente! Lo que tuvimos como
preámbulo fue la colocación de un niño en el centro como paradigma de sencillez,
disponibilidad y confianza. Un niño, además. retrata con exactitud la
convicción de su Padre: ¡No será niño por siempre! ¡Ya crecerá!
La
manía por arrancar la cizaña, nos impide ser más tolerantes, ejercitar más a
fondo nuestra paciencia. Hay que dejar de ver las dificultades y los tropiezos
como causales de la deserción y el rencor y visualizarlos -mejor- como taller
de entrenamiento y fortalecimiento: nos encanta la idea de verlos como el
espacio del cotidiano aprestramiento de un deportista que pasa años “entrenando”
y perfeccionando cada detalle de su disciplina, para alcanzar ejecuciones
impecables.
No
hay que permitir que el error campee a sus anchas, no hay que dejar que las salidas
de tono y los desafines invadan toda la partitura en su ejecución. Primero, el
director, o uno de los músicos tiene que dar un re-direccionamiento, indicar o que
hay que “mejorar”,
No basta un solo
testigo para declarar a un hombre culpable de crimen o delito; cualquiera sea
la índole del delito, la sentencia deberá fundarse en la declaración de dos o
más testigos.
Dt 19, 15
y
si no funciona, vendrán dos experimentados a brindar sus orientaciones. Si no
hubiere avance, si la persona no aprovecha estos llamados, la comunidad entera
tendrá que tomar cartas en el asunto.
A
esta metodología se la ha denominado “la corrección fraterna”. Y no podemos imaginárnosla
como un “acto de magia”, requiere tacto, madurez, dulzura, pero, a la vez, firmeza.
No es algo para improvisar, se debe meditar, reflexionar y orar antes de
proceder.
Fijarnos
bien, si la falla no está de nuestra parte, y -quizá- la estamos proyectando en
otro u otros. Históricamente se da la situación de caucus ideológicos que se
constituyen para presionar contra alguien, que -no está en error o desviación-
pero que no complace a los errados para dar su brazo a torcer y desistir de su
perspectiva. Estos grupúsculos de presión se convierten en perseguidores
profesionales apoyados en la fuerza de su “rosca”. Nótese aquí que ya no se
trata de un pecado, sino de un ángulo de enfoque. Y lo que se está forzando no
es para “ganar al hermano”, sino para imponer la ´propia apreciación. No se
puede obviar que la metodología está prevista para tratar con una “hermano que
peca contra ti”; y no para imponer ideas.
Otro
aspecto a tener en cuenta, es el proceso de cada persona. No todo el mundo
avanza y se adentra al mismo ritmo. Alcanzar cierto nivel de compenetración en
la Iglesia (Asamblea, qahal), depende del ritmo muy personal de adaptación y de
la capacidad de soltar amarras para dar los pasos decisivos y entrar en la
lógica del Reino.
Aún
hay que considerar otro aspecto, nada desdeñable: es la consciencia de ser Iglesia
superando el enfoque meramente individualista para dar el paso a la consciencia
corporativa. Se trata de aprender a caminar juntos, lo que se descuidó cuando
la Iglesia se enfocó en una imagen de aprendizaje de oraciones y memorización
de dogmas. Eso inevitablemente condujo a un descuido de Jesús como Centro y Cúspide
de la fe. El Santo Nombre de Jesús es muchísimo más que una palabra bisílaba. Como
hemos aprendido, nos convoca a un estilo de vida. Para ese estilo queremos
ganar “católicos” y eso va mucho más allá de darle clic a un “like”. ¡Es un compromiso de vida!
Esta
faceta de construcción de Iglesia y de la sinodalidad que implica, se imbrica
con la “corrección fraterna” en el eje del perdón. El perdón se fundamental en
el proceso de hacernos miembros del Cuerpo Místico de Cristo: al perdón de
Jesucristo tenemos acceso por la vía sacramental, y el grandioso Sacramento,
que llamamos muchas veces sacramento del perdón, no por pura casualidad se
llama también “sacramento de la reconciliación”, y -no hablamos de la
reconciliación de dos enamorados- nos
enfocamos en restañar el reguero de heridas que vamos dejando -como el que
siembra vidrio molido-
para
aprender una de las facetas cruciales del aprendizaje: aprender a “ser con”, valga
decir, aprender a vivir y a avanzar como comunidad.
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