Ez
16, 1-15. 60-63
Los
capítulos del 4-24 encierran las predicaciones de Ezequiel contra Jerusalén,
hasta su caída (586 a.C. fecha que señala el inicio del éxito de Ezequiel en su
rol profético).
Aquí,
Ezequiel retoma la imagen de conyugalidad entre Dios y su Puebla (pueblo en
hebreo es femenino), imagen que, como hemos visto, está en la base de la
profecía Oseana y que Jeremías también aplica.
Ezequiel usa de un lenguaje alegórico -ya se ha dicho que es uno de sus
más caros recursos-, para mostrar el eje de la perícopa, a saber: la
infidelidad de Jerusalén, sus acciones detestables.
También,
se remonta el profeta al recuerdo de la Jerusalén pre-Davídica, que había sido
una ciudad pagana, habitada por jebuseos (provenía de cananeos, amorreos y de
madre hitita), antes de que David la tomara y la hiciera, la capital de su
reino. Cuando nació, aquel día en que David la eligió, fue abandonada en su
condición fetal, bañada en sangre, sin recibir los cuidados de criatura recién
dada a luz, sin quien la lavara y la envolviera en pañales, sin siquiera tener
quien le cortara el cordón umbilical. Así, casi en estado abortivo, fue
creciendo y haciéndose mujer. Siempre presa en su abandono y descuido. Pero Dios
al verla se compadeció y cubrió su desnudez. La hizo suya, la tomo por esposa,
y la ungió. La adornó y la engalanó para tenerla como Reina. En general, se
muestra lo del viejo proverbio: “el que ha sido, no deja de ser”, y aquel otro
“la cabra tira p´al monte”: Las raíces paganas de Jerusalén están en la base de
sus tendencias idolatras.
Nos
encontramos frente al más largo de los capítulos de este libro (tiene 63
versículos), pero ante este comentario, debemos recordar que la división por
capítulos y versículos de la Biblia, no estaba en sus orígenes, y que en cambio
es de joven introducción: a comienzos del siglo XIII, el Cardenal Stephen
Langton, arzobispo de Canterbury, introdujo la capitulación; y la
versiculización fue obra de Sanctes Pagnino (filólogo, escriturista y hebraísta
italiano) y de Robert Estienne (filólogo e impresor, notable hebreísta con
influencias masoréticas, conocedor del griego y del latín, nacido en Ginebra),
que implementaron esa idea en el siglo XVI.
En
la alegoría se encuentra una denuncia de “prostitución” del pueblo elegido,
que, en vez de mostrar filial gratitud a su Creador, fue -por el contrario- una
adultera consumada.
En
cambio, como lo dice el Señor, Él se acuerda de su Alianza eternamente y le
dará pruebas de su Fidelidad más allá de toda duda. Mientras que todas las
perversiones que aquí aparecen denunciadas, el Señor las Testimonia contra
Jerusalén. Las bendiciones y las promesas serán cumplidas al fin.
En
el plano hermenéutico, es de la mayor importancia comprender esta Fidelidad:
sin importar cuan graves son nuestros desatinos y nuestro alejamiento infiel,
el Señor, como Pastor Insuperable sabrá sacar la Luz de tantas sombras y
recuperarnos en su rebaño. Siempre estará viva la oportunidad de acercarnos
humildes y penitentes para gozar de su Perdón y su Redención.
Sal
Is 12, 2-3. 4bcde. 5-6
Este
capítulo de Isaías se titula: “Canto de Acción de Gracias”, “Cantándole
alabanzas a Dios”.
Que
Dios pase y al vernos se compadezca, es ya una Alianza que nos eleva y nos da
calidad de reyes-reinas. Él, no simplemente nos reviste de joyas y finos
vestidos, sino que -además- nos impone la corona de la Salvación.
Espontáneamente, pese a nuestra contumaz ingratitud, nos brota en el pecho, la
acción de gracias y el anhelo de compartir con otros esa dicha, y de llamar a
muchos a acercarse para que la puedan disfrutar.
Estaríamos
en el proto-Isaías, profeta pre-exilico, pero los estudiosos corrigen esta
apreciación señalándonos el asunto de las adiciones posteriores. En el capítulo
10, encontramos las promesas de protección, en el capítulo 11 las promesas de
llegar a tener un Gobernante Recto, el capítulo 13 nos augura la caída segura
de Babilonia. Hay que decir que los capítulos 1-6 hablan de Jerusalén y de Judá
en general. Los capítulos 7-12 forman el Libro de Emmanuel. Se considera que
este “himno” concluyente -conformado por esas dos partes-, es una adición
post-exilica.
Esto
nos da suficiente marco co-textual. Y nos ratifica en la adecuada hipótesis de
los estudiosos. Estos estudiosos nos señalan que no basta la lectura fiel sin
añadir la dosis de esfuerzo exegético indispensable para acercarnos a la
Escritura a “pie enjuto”, donde descalzos, no se puede entender como
desprovistos de los mínimos históricos para acceder. El retorno de los
desterrados será el motivo de esta “acción de gracias” que lo clasifica en el
conjunto de los Salmos Eucarísticos que manan del corazón agradecido de los que
alcanzaron la repatriación, después de Ciro: esto, además, explica el verso que
nos sirve de estribillo: “Ha cesado Tu ira y me has consolado”.
Mt
19, 3-12
Hemos
establecido una pauta: estamos en desarrollo de un curso de sinodalidad que
Jesús brinda a sus discípulos en esta parte del evangelio de San Mateo. Y los
fariseos vienen con su punto de vista de desmonte y hacen su aporte al
apartamiento: vienen a tratar de socavar la Alianza, introduciendo -de
contrabando- la idea de la disolubilidad del matrimonio.
Si
uno se queda en la superficie de la Palabra, siempre encontrará alguna frase
que desarticulada y descontextualizada parece avalar lo que nos plazca
proponer. En este caso, la “carabina de Ambrosio” era el pretendido permiso que
les había prodigado Moisés: “darle un acta de divorcio y repudiarla”.
Aquí
viene otra enseñanza de Jesús sobre la manera correcta de ir a las Escrituras:
No quedarse en los puntos y las comas, y enamorase de los signos de puntuación
y otras minucias de la grafía, sino, adentrarse en el espíritu de la Ley, yendo
siempre al trasfondo: al “Proyecto originario de Dios, aquel que Él diseñó
desde el Principio”, lo que contenía el eje de su Economía Salvífica, ya que Él
no tiene pegada la nariz a la inmediatez, ni a nuestra volubilidad, sino que sus
Ojos están fijos en una proyección a lontananza: oteando el esjatón.
Uno
se puede dar cuenta que Dios iluminó en el corazón de Moisés cierta
flexibilidad, porque a nuestro corazón le cuesta mantenerse coherente dentro de
un trazo recto que Dios prodiga, y se hubo de conceder un “ablandamiento”
mientras maduramos y superamos nuestra “dureza de corazón”.
Por
eso, -si lo recordamos- el Señor se encontró con la emergencia de efectuar en
nosotros un trasplante de miocardio, para sustituir la piedra que llevamos en
el pecho y proporcionarnos un corazón dulce y tierno, capaz del perdón, de la
comprensión, del empeño tesonero para sacar un proyecto adelante.
A
estas alturas sospechamos que también se requiere un trasplante de vértebras
cervicales, dada la dureza de cerviz. ¿Cómo se podría acoger un proyecto
sinodal en el pecho de los que antes de empezar ya están dispuestos a “tirar la
toalla”? Sobre la “unidad” pende, desde entonces, la guillotina que sentencia
-prematuramente- la continuidad de la Alianza. La consigna, creo que ahora es:
¡Ante la más pálida inconformidad, ante cualquier contradicción o diferencia de
opinión, esta vaina se acabó! ¡Me iré donde me lleven la idea! He oído que el
discurso termina con una frase, enigmática, pero seguro contundente por su sonoridad
y su grafico símil culinario ¡Ábrase como una yuca!
Allí
va a parar la tan mentada “sinodalidad”, a la fractura longitudinal de una
yuca. Y es que este tema, traspasa las fronteras del proyecto domestico de una
pareja y se incrusta -como la esquirla de un proyectil- en el centro mismo del
Proyecto de Iglesia que Dios nos entregó.
Hay
estados de vida que no son para todos: Refiriéndose al voto de “castidad” bajo
el cacofemismo de “hacerse eunucos”, lo enfoca, dando prelación a la “renuncia”
que ese voto entraña. De verdad que hay tres clases de “eunucos” -como lo dice
la perícopa- a) unos que nacen así, digamos “genéticamente programados” para
vivir el estado célibe, solteros redomados; b) otros que fueron emasculados por
sus semejantes para reducirlos a esa condición, en particular, los que fueron
castrados para ser “guardianes de cama”, cuidar y servir princesas, hijas de
reyes y/o amos, vigilantes y protectores de damas de la alcurnia; y, finalmente
c) los que renuncian a su sexualidad para consagrarse enteramente a Dios y
servirle con totalidad, con plenitud, enteramente. Estos últimos -no lo son por
capricho-, hacen una opción de donación, y es la fuerza de Dios la que los
asiste, como dice San Mateo, lo hacen por “el Reino de los Cielos”. ¡Es un Don
del Cielo! Para muchos, es una locura, y no lo pueden concebir; así, hay
quienes se declaran absolutamente impotentes para captar el significado de ese “Voto”.
¡Sólo
quien pueda entender, lo entenderá!
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