1Jn
3, 11-21
Hay
un mensaje -kerigmático- por eso, lo hemos oído desde el principio: “Que nos
amemos unos a otros”. Y esta es la única manera de pasar de la muerte a la
vida.
Es
un tema delicado y fundamental: si no amamos permanecemos cautivos en la “muerte”,
y adquirimos el status de homicidas. Y, se remite a Caín para mostrarnos que la
falta de amor nos lleva a matar, y matamos porque estamos llenos de “maldad”;
contrapuesto está Abel, cuyas obras eran “justas”.
Uno
piensa con buena lógica que, si somos sembradores de amor, se podría esperar que
recogiéramos los más dulces frutos; sin embargo, la historia de la Iglesia no
nos permite corroborar esa hipótesis.
¿Tenemos
entonces que abandonar nuestra siembra de amor y vivir como esbirros de la
muerte? Y ¿por qué es tan paradojal la respuesta que obtenemos? ¿Por qué ganamos
como respuesta a nuestro propósito de inundar de amor el mundo, una respuesta
de rechazo y de odio?
Porque
desde el principio hubo una siembra de “semillas de odio”, es lo que podemos
verificar y remitir a los episodios de la desobediencia de Adán y Eva, al
asesinato de Abel, a la torre de Babel, y así, hasta que el mundo fue inundado
de esa semilla y Dios tuvo que regalarnos el Diluvio purificador y donarnos una
nueva oportunidad.
¿Qué
hemos obtenido? Una sociedad auto-centrada, que en vez de buscar la “justicia”,
se ciega en el egoísmo, que no le importa hacer el mal, es más, que se lo
propone como tarea, y que le escoce y le repugna la “Justicia”, nada hay -para
ellos- tan odioso como la “Justicia”, y eso no sucede porque ellos sean “malos”,
al contrario, sucede porque son buenos y el Malo ataca con la cultura del “rivalismo”,
de la “competitividad”, ¡nadie puede ser más bueno que yo!
En
vez de competir por ser “el más bueno” tendríamos, como lo propone San Juan en
esta perícopa, «si uno tiene bienes del mundo y ve a su hermano pasar necesidad
no le puede cerrar las σπλάγχνα [splanchna] “entrañas”».
¿Cómo puede decir alguien así, que tiene amor?
Por
eso, la recomendación es no presumir de labios hacia afuera que amamos, sino
que tenemos que dar una verdadera ortopraxis, «con ἔργῳ [ergo] “obras”, “hechos”, con ἀληθείᾳ “en
realidad”, “de verdad”».
Así
lograremos estar en paz con Dios y beberemos de la ternura de su paz; aun
cuando nuestro corazón guarde animosidad contra nosotros mismos, hay que
entender que “Dios es mayor que nuestro corazón”, muestro corazón puede
quedarse en la mezquindad y vivir intranquilo, la enseñanza del amor es la de
apaciguarnos ante Dios, acogiéndonos a su Misericordia.
No
se trata de la ortodoxia, definitivamente se trata de la ortopraxis dar el
salto de las ideas y los conceptos a vivir cristianamente, allí donde resplandece
la Luz del Evangelio.
Sal
100(99), 1-2. 3- 4.5
Salmo
del ritual de la Alianza. Hacer que nos sintamos del Señor, que cómodamente entendamos
que somos las ovejas de su rebañito. Cuando le hemos fallado a Dios y cuando Él
ha mostrado su Misericordia y nos ha protegido con su Fuerte Brazo, nosotros,
con gratitud y con profundo respeto procuramos restablecer y vitalizar la Alianza.
Lo
muy triste es cuando caemos en el día a día, y nos dejamos adormilar por la
rutina que perdemos el calor del corazón y el fervor con el que hemos de
conservar ese Pacto con Dios-que-nunca-falla.
Se
invita a todos los hombres de la tierra a participar de este enorme dicha. Son
4 estrofas las que conforman la perícopa de hoy:
1ª
estofa:
Contiene
tres factores
i.
Que toda la tierra lo alabe
ii.
Que sírvanos al Señor con alegría
iii.
Que entremos a su Presencia entonando Vítores.
2ª
estrofa:
Dios
nos hizo, y le pertenecemos, somos su pueblo, somos ovejas de su rebaño
3ª
estrofa: Llegarse el templo a consagrar y renovar la Alianza
i.
Con acción de gracias, hay que ser agradecidos
ii.
Dándole gracias con himnos
iii.
Bendiciendo su Nombre.
4ª
estrofa.
i.
El Señor es Bueno
ii.
Su Misericordia es Eterna
iii.
Su fidelidad dura por siempre.
El
estribillo pide que todos los habitantes de la tierra aclamen al señor.
Jn
1, 43-51
Ayer
tuvimos el caso de Simón Pedro que fue llamado por su Hermano Andrés. Hoy tenemos
el caso de Natanael, que tampoco es llamado directamente por Jesús, sino que su
convocación se da por medio de Felipe. La suerte de los “convocados” no es ser necesariamente
llamados por el Señor, y, sin embargo, podemos decir que el Señor se presenta
ante ellos, en la Figura de algún otro discípulo; esa ha sido también nuestra suerte,
hemos sido convocados por nuestra familia, por un sacerdote, por un catequista,
por la abuela, y otros cientos de casos. El Señor no tiene que aparecer
personalmente a encargarse, pero siempre -por interpuesta persona- está llamándonos
al discipulado.
¿Cómo
le presenta Felipe a Natanael la persona de Jesús? Por dos rasgos:
a) El rasgo Divino: Aquel
de quien hablaron Moisés en la Ley y los profetas.
b) Y por su
ascendiente humano, su padre aquí en la tierra: José de Nazaret.
Sin
embargo, a un Rey-Mesías, era lógico esperarlo de noble linaje y nacido en cuna
de oro, en vez de eso, tenemos al Mesías nacido y acunado en un pesebre de
piedra.
Jesús
reconoce en Natanael, a un “israelita” sin doblez, sin mentiras, de total
integridad, “en quien no hay engaño”. Ciertamente que a él solo le faltaba dar el
paso decisivo, ya poseía en se personalidad los elementos de rectitud y entereza,
pero faltaba que se confiara totalmente al Salvador.
La
higuera, es una planta simbólica dentro del judaísmo, la encontramos definida
en el profeta Miqueas (Cfr. Miq 4,4), como planta a cuya sombra se acogen para
liberarse del “temor”, allí donde hay miedo al Señor y se piensa que Él no
perdona, se tiene que comprender que el amor de Dios es más grande que nuestro
propio corazón Cfr. 1Jn 3, 18-21) Porque el Señor nos trae -y esa es su
Promesa- una realidad de Paz y serenidad inquebrantables. El reino del Señor
-el que se encomendó al pueblo de Israel, anunciar y congregar, será un pueblo
donde las guerras ya no asolen y donde de las espadas forjarán arados y de las
lanzas podaderas. (Cfr. Miq 4, 3cd).
Lo
que da paso a que Natanael pronuncie su profesión de Fe: “Rabí, tu eres el Hijo
de Dios, tú eres el Rey de Israel". Reconoce a Jesús como Mesías. En respuesta,
Jesús le ofrece que verá que Él es la Verdadera escala de Jacob, porque El
Mesías, restablecerá la comunicación del Cielo con la tierra.
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