2S
15, 13-14. 30; 16, 5-13a
La
profecía-parábola de Natán marca el principio de la decadencia davídica, desde
ese momento encontramos un David apesadumbrado, que cae en una pasividad
apática, su retrato se vuelve trágico. Betsabé le dio a David cuatro hijos,
entre ellos Absalón, que se convertiría en el azote de su propio padre. Eso es
lo que nos trae la perícopa de hoy. En este personaje se aplica el proverbio popular
“no hay cuña que más apriete que la del mismo palo”.
Por
la pretensión de Absalón de obtener la sucesión al trono -este será el tema de
los primeros dos versículos de esta perícopa de hoy, tomados del capítulo 15-,
a David le tocó huir de Jerusalén, atemorizado que su hijo lo atacara y perecieran
todos los seguidores de David y él mismo.
Interceptó
su paso este personaje que representaba el pasado de David y el reinado de
Saúl, que es el protagonista de nuestra perícopa es el benjaminita, שִׁמְעִ֖י [Semei] “Yahwe
escucha”; de la casa de Saúl, que lo oímos llamar a David usurpador y acusarlo
del magnicidio de su antecesor, maldiciéndolo (lo llama Belial, nombre de un
demonio, algunos traducen este nombre como “el de las ganancias mal-habidas”) y
apedreándolo, que sólo se libraba porque iba escoltado y protegido -al lado y
lado- por su escolta militar. Y le decía, además, que la sangre de Saúl estaba
siendo vengada por mano de Absalón y que así, David estaba aprisionado en las
consecuencias de la manera como llegó al Trono. Lo bautiza “sanguinario”.
Uno
de los corifeos de David (Abisai, pide permiso para castigar con la muerte a
Semei, a quien llama “perro muerto” una de las peores ofensas en este idioma y
en este cuadro cultural, pero David no dejó que lo tocaran porque entendía que
la voz de Semei era alguna orden que el propio Dios le había encomendado
pronunciar. Decía David que no era de extrañar que uno de la tribu de Benjamín
lo increpara sí su propio hijo iba buscando quitarle la vida. Le quedaba la
esperanza que Dios viéndolo humillado se compadeciera y cambiara su racha de
declive.
Vamos
a añadir algo del desenlace de Semei que, si lo ignoramos, no podremos apreciar
realmente quién era David, es importante conocerlo porque Dios quiso informarlo
y lo hizo consignar en las Escrituras: Anotaremos que Semei, luego le salió al
encuentro y le pidió perdón. Sin embargo, cuando David llegaba ya a su hora de
bajar al Sheol, comisionó a Salomón que le cobrara la afrenta. Salomón lo hizo
construir una casa para que la tuviera como casa-por-cárcel, con la sentencia
adjunta de que en caso de abandonar la casa se le cobraría con pena de muerte,
lo hizo jurar que no saldría de ella. Esto ocurrió tres años después, cuando se
le escaparon unos sirvientes y al ir a buscarlos, le aplicaron la cláusula
mortal por manos de Benayas. (1R 2, 36-46) Se lee allí que esto consolidó el
reinado de Salomón.
Sal
3, 2-3. 4-5. 6-8a
Este
es un salmo oracular. Se dice que fue compuesto por David cuando huía de אַבְשָׁלֽוֹם Absalón se traduciría
“padre de paz”.
Es
un salmo para tiempos de angustia, cuando lo hombres no persiguen y nos
apesadumbran con sus ataques. En esos trances cunado uno piensa “Dios ya no me protege”.
Pero a pesar del oscuro panorama, la confianza no declina, porque la tenemos
puesta en el Señor. Aun cuando ejércitos acampen en nuestra contra.
En
el versículo responsorial le rogamos que despierte, se incorpore y nos muestre
su Salvación.
Todos
los días de la vida nos desafían, no sabemos los riesgos que nos emboscaran a
nuestro paso, y, sin embargo, todos los días nos levantamos atenidos a la Protección
Divina y nos dormimos al cobijo de su Fidelidad amorosa. Nunca sabemos a
cabalidad que sobrevendrá, pero contamos siempre son Él, porque no reniega de
sus hijos a pesar de serle infieles.
Aun
cuando los enemigos sean incontables, Él no deja de ser nuestro Escudo y
nuestro clamor le llega a su Morada en el Monte Santo: En Sion.
El
levanta nuestra cabeza para que no vivamos como en derrota, sino conscientes
que la Victoria es del Señor.
Mc
5, 1-20
Jesús
ha dejado la orilla donde el judaísmo predomina y va a “la otra orilla”, a otra
periferia existencial, la del paganismo. Llega a la Decápolis. Ellos viven como
en un cementerio, porque viven entre dioses muertos y no tiene consigo al Rey-y-Señor
de la Vida. Se ratifica que está entre los paganos gerasenos (Gerasa era una
ciudad rica), porque de otra manera no criarían cerdos, que para los judíos es
el animal “impuro” por definición, vive en el lodazal y le gusta revolcarse en
él. Parece que los demonios están a sus anchas entre los paganos, (¿los
romanos?) seguramente porque allí nada lo detiene y ni las cadenas los pueden
contener. Este poseído era como un jabalí salvaje, que nada detenía, ni
siquiera los grilletes. Además de su conducta autodestructiva, se hería contra
las piedras.
Lo
curiosos es que su fiero comportamiento es inmediatamente reducido ante Jesús,
frente al cual se postra.
Estos
paganos no eran ni uno ni dos, los demonios se difunden en su ambiente y se
multiplican como una legión. Una legión era de soldados -entre 4000 y 6000- de
la infantería y unos pocos de la caballería. Dice que se llama legión porque
son “muchos”, ese es uno de los matices del paganismo, sus idolatrías no se
deben a que tengan razón, tampoco a que sea lo que ellos dicen lo más acertado,
el daño que pueden hacer lo hacen refugiados en el argumento de que son
mayoría, de que son la abrumadora ¡masa! Lo alienante de su ideología es que
son una gran cantidad, sus ideas se imponen por su número, no por su fuerza
interna, no por su verdad. Y, repetimos, estaban muy cómodos allí, y uno de los
motivos de odio contra Jesús era que temían ser expulsados de allí por Él. Así
que ahora, cuando Jesús hace su aparición en su territorio, “le ruegan”, (vaya
manera de rogarle, seguro con amenazas, con infiltrados en sus filas para ver
que decía que pudieran usar contra él, con -eso sí- la malsana curiosidad de
verlo).
Nunca
lograron liberarse de su paganismo, al contrario, quisieron refugiarse en los “cerdos”,
que con su “bestialidad” se despeñaron acantilado abajo, donde se ahogaron en
sus miasmas (tal como pasó con los paganos egipcios que perseguían a los
Israelitas que iban en Éxodo). Los endemoniados siempre se sumergen y se ahogan
en sus hedores.
Hubo
quienes se liberaron, esos desconcertaban a los otros, no salían de su asombro viéndolos
tranquilos, socializados, restituidos a la comunidad, vestidos, en sano juicio.
Una
alternativa que parece lógica es la de llevarse a los que sanaba, con Él. Habérselo
llevado consigo habría sido una inutilidad, como preparar una deliciosa torta
para dejarla decorando la mesa. Pero Jesús era consciente de cuánto bien podían
hacer, brindando su testimonio de conversión y demostrándoles que se podía
sanar, que había liberación, que su esclavitud demoniaca se podía dejar atrás
para empezar una vida nueva. Así que lo envía a misionar entre los suyos. Su
misión era mostrar el Rostro Misericordioso de Dios, tarea que él cumplió, por
toda la tierra pagana, que aquí está simbolizada por la Decápolis.
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