1Jn 5, 5-13
Hoy
llegamos al final de nuestro estudio de la Primera Carta de San Juan. En el
capítulo quinto, la primera parte 1Jn 5, 1-4 nos dice que lo que nos ha dado la
Victoria sobre el mundo es nuestra Fe.
En
la Segunda parte, la penúltima de este Libro, -le perícopa que trabajamos hoy- nos
indica que la Victoria sobre el mundo, sólo viene para el que acepta a
Jesucristo como verdadero Hijo de Dios. Esa aceptación está ligada a la
ortopraxis del amor, que no consiste en zalamerías, en “afectivismo”, sino en
un amor plenamente configurado con los Mandamientos, conforme al amor de Dios.
La Victoria sobre el Mundo está expresada -no en que todo nos salga bien- sino
por el amor que surge tanto en lo que se da como en lo que se recibe de Amistad
con Dios. A veces, por falta de perseverancia, vemos esa vida coherente de
Amor, como una carga fatigosa, porque no permitimos deletrear la delicia de la
Amistad con Dios y percibimos como heroicos los modestos esfuerzos de alcanzar
la disciplina para la observancia de la Ley Divina en cuanto victoria sobre el
pecado y alejamiento de las tentaciones. El amor se encuadra en el marco, no de
la zalamería empalagosa, sino en el contexto de nuestra fidelidad a la Ley.
Jesús
no se puede entender y vivir sino en el compendio de su Vida, entrando en las
aguas bautismales, y sostenidos por la comunión con su sangre Preciosísima.
Que, junto con el Espíritu, testimonian a Jesucristo. Y, el Testimonio que Dios
nos da, consiste en mostrarnos que nuestra Vida Eterna está enlazada con la permanencia
en la práctica sacramental.
La
aceptación del Testimonio que Dios da de su Hijo es para que podamos permanecer
en la Vida sacramental, y consiste en reconocer que los sacramentos son su
Presencia entre nosotros. Y Juan nos habla de la vida sacramental como camino
de Victoria, refiriéndose particularmente al Bautismo y a la Eucaristía
-nombrados aquí como Agua y Sangre-. Y nos habla de perseverar en la vida
sacramental pero que lo hagamos teniendo en cuenta que nos dan la Victoria,
esto es, nos sostienen en la virtud de la Vida Eterna.
¡Sólo
si creemos!
Luego,
vendrá otra perícopa (1Jn 5, 14-21) -que no se incluye en nuestro programa de
estudios-, ahí sí la última del Libro, donde se nos impulsa a repudiar la
idolatría y a mantenernos orantes.
En
conclusión, diremos que esta Carta, nos guía por la senda del Mandamiento del
Amor, indisolublemente entrelazado en la doble manifestación del Amor por Dios
y el Amor por nuestros hermanos.
Después
de celebrar la Epifanía (el Domingo) y el Bautismo del Señor (el lunes),
daremos inicio (el próximo martes 9 de enero) a un cursillo en diez lecciones
sobre el Primer Libro de Samuel.
Sal 147,
12-13. 14-15. 19-20
Para
leer este Salmo exitosamente hay que tomar en cuenta una recomendación que hace
San Lucas en su Evangelio (Lc 12, 48def) «a quien se le dio mucho, se le
reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más».
Es
triste, muy triste comprobar que se frecuenta pensar que una persona es
privilegiada por Dios y que Él le concede múltiples beneficios como resultado
de su “caprichosa Voluntad”. Cuando se debe entender a fondo lo que San Lucas
claramente puntualizó.
La
sociedad -partiendo de la premisa anterior- ha impulsado la cultura de “yo soy
el centro del mundo porque Dios me eligió para eso”, sin entender que, a quien
se le dan pocos azotes es porque a él, no le tocaron especiales atributos.
El
salmo nos dice que Dios dotó a su pueblo Elegido de muy especiales privilegios
y los asistió con toda su Benevolencia, no para que ellos atropellaran,
violentaran, explotaran, instrumentalizaran a nadie; todo lo que les anunció y
les reveló fue para que ellos descollaran en Justica, en Amor-ágape, en Misericordia
y lo comunicaran a todos los pueblos.
Efectivamente
estamos destinados a la glorificación del Señor, pero pasando por la conciencia
de nuestra enorme responsabilidad. No para que miremos el tesoro de la Ley como
una carga atormentadora, sino como un tesoro de liberación, porque solo es libre
aquel que ejerce el amor con todos sus hermanos.
Jerusalén,
también creyó ser privilegiada por encima de la Ley y aún aguarda su
liberación. Hoy día, bajo la lluvia de los proyectiles, porque al que más se le
dio, mucho más se le exigirá. A quienes les fue dado ver el Rostro del Mesías,
se esperaría fueran mucho más misericordiosos con sus prójimos, y no entraran
en el juego bélico de sembrar el sufrimiento.
Señor,
nosotros vivimos hambrientos de tu Paz y de la Concordia con la que nos has
llamado a vivir con toda la humanidad. ¡Sinodales en la fraternidad!
Quien
ama al prójimo rinde tributo glorificador a YHWH.
Enséñame, Jesús, a dar
mis cinco panes y dos pescados,
a dar mi tempo, a ofrecer mi colaboración,
a compartir mis dones.
Marcelo a Murúa
Mc 1, 7-11
Iniciaremos
aquí, nuestro estudio sobre el Evangelio de San Marcos, en el que nos mantendremos
en esta primera parte del Tiempo Ordinario que empezará la Semana entrante
hasta iniciar la Cuaresma (el 14 de febrero, miércoles de Ceniza), y que
retomaremos (el 25 de mayo) y continuaremos en la segunda parte del tiempo
ordinario hasta la 9ª semana del tiempo ordinario (a principios de junio). (Ya
luego, de la 10ª y hasta la 21ª semana haremos un cursillo sobre el Evangelio
según san Mateo).
El
Bautista empieza estableciendo que hay Alguien, más ἰσχυρότερός
[ischiroteros] “fuerte”, “poderoso”, “con fuerza física” que él. Juan el
Bautista pone un punto de referencia diciendo que él no tiene la talla ni para
ser Su esclavo. Y establece el paso de la era del bautismo con agua a una época
totalmente diversa, cuando el bautismo será con Espíritu Santo. Si el pecado
creo un abismo entre el Cielo y la tierra, Jesús inaugura una época Nueva, que
supera la separación y la enemistad con Dios.
Conforme a este augurio, “llegó Jesús desde
Nazaret de Galilea”. Y, se hizo bautizar por Juan en el Jordán. (El prólogo de
este Evangelio es solamente el versículo 1, los versos 2-8 se ocupan de
presentarnos a Juan el Bautista y su rol de “Precursor”).
No
es que Jesús, antes de este momento fuera un hombre común y corriente y sólo,
después del bautismo, Dios lo hubiera constituido como Hijo, como algunos
herejes pretenden); de lo que se trata es de una “toma de consciencia” por
parte de Jesús de su Filiación respecto del Padre.
Recientemente nos hemos referido a la paloma
anexando su referencia bíblica; conviene agregar un significado cultural que
tiene para los judíos: la paloma es simbólica del alma, y signo de sabiduría.
La paloma desde la óptica de los rabinos, es el emblema del Pueblo Elegido.
Así
que esta perícopa no se limita a Presentarnos a Jesús, sino que, además marca
la ruta sacramental que nos conducirá a tener Su Naturaleza, no que lleguemos a
ser Dioses -que jamás lo seremos- sino a restaurar la Amistad originaria con la
que Él nos había creado.
Reconociendo,
como siempre lo hemos hecho, que Jesús no necesitaba bautizarse, tenemos que
ver el sentido de esta acción. No se vaya a pensar que Jesús entró en una
suerte de “moda” y simplemente lo hizo porque otros lo hacían, Él se bautizó
para hacerse plenamente solidario con la humanidad, para asumirnos en totalidad
y podernos redimir. Como lo dice San Pablo “se hizo pecado por nosotros”
(Cfr.2Co 5, 21).
Podríamos, por pura analogía, hablar de la Entronización de Dios-Encarnado, pero eso podría hacer pensar que Jesús había abandonado su Trono y por eso era necesario volverlo a Entronizar y ¡no es así!, lo que Jesús quiere no es rescatar lo que le Pertenece y es Suyo por toda la Eternidad, lo que Él quiere es “rescatar” todo lo que había caído, para volverlo a levantar re-dignificado a la Altura de los Ojos del Padre. En el bautismo Jesús recoge los pedacitos del ser humano caído para volver a soldar Misericordiosamente todas las piezas.
El
bautismo de Jesús es una inmersión en todo lo humano. Para que lo humano
redimido pueda -algún día- sumergirse de nuevo en el Señor.
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