1S
8, 4-7. 10-22a
Los
capítulos 1-7 de este primer Libro de Samuel, se refieren propiamente a Samuel
y nos lo presentan -ya lo hemos dicho-, último juez y primero de una serie de
profetas que están relacionados con este paso de los Jueces a los Reyes. Y,
hemos señalado también que Samuel resulta ser -además de profeta- un Ungidor de
reyes.
El
primer designado fue Saúl. Sobre este primer rey trabajaremos los capítulos
8-31 (el resto de este Libro, hasta el final). Este estudio-asomo a Saúl, nos
ocupará -desde hoy- hasta el próximo viernes, en las siguientes 6 lecciones de
este cursillo.
¿En
qué consiste el pecado? En poner nuestra voluntad, nuestro gusto y nuestros
deseos por encima de la Voluntad Divina. Bien, no se ha de pensar que significa
que Dios nos quiere tener siempre agachados, bajo sus caprichos; todo lo
contrario, Dios quiere que nosotros florezcamos y alcancemos nuestra mayor
realización; sus Planes son, en realidad de verdad, un programa de “lo mejor
para mis criaturas”.
Hemos
crecido en una cultura de desconfianza hacia Dios, como sí Él quisiera
conculcarnos para Sí, nuestras opciones de “avance”, de “progreso”, de “realización”.
En su Adversus hæreses dice San
Ireneo que "La gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del
hombre consiste en la visión de Dios” (Libro 4, 20,5-7); si entendemos esto
bien, podemos reconocer que a Dios no le interesa quitarnos nada, sino permitir
que nosotros lleguemos a la cumbre. Pero, si dejamos de lado esta premisa,
entonces podemos jugar a la teología del dios-envidioso, que no nos deja obrar
porque -de pronto- si nos realizamos, él perderá y descubrirá que sólo es un
pequeño-ridículo, y los grandes son los hombres. ¡En eso consiste el pecado!
El
pueblo hebreo pensó que -si los pueblos que los rodeaban tenían reyes- pues
sería una buena idea, tener un rey, al estilo y manera de esos otros, de los
pueblos que ellos conocían. ¡Típica envidia! Lo deplorable de esta imitación
era que las culturas tan admiradas por los israelitas eran idolatras. Tenían
rey, precisamente porque ellos no querían recordar que YHWH es Dios-Rey.
Aceptar un rey derivaba en consecuencias desastrosas, emparentadas con estas
idolatrías que estamos denunciando.
Tomemos
por caso las creencias de los filisteos, que se apoderaron del Arca, tenían su culto a Astarté y también
formaban parte de swu panteón otros dioses como Baal y Dagón. ¿Qué era lo malo del culto
filisteo a Dagón? Dagón era -según su representación un “sireno”, un ser mitad
hombre, mitad pez; un demonio muy importante para los filisteos. Siguiendo la
costumbre de aquellas culturas, al ganar un combate, ponían a sus pies los
tesoros capturados, fue así como el Arca fue a parar a los pies del ídolo de
Dagón en Asdod.
Así
que los Israelitas se le presentaron ante Samuel, para pedirle que les nombrara
un rey que los gobernara. Y aquí -lo más importante a nuestro modo de ver es
que- Samuel les mostró que erigirse un rey no era así como así, y que tendría
lamentables consecuencias, y que no pensaran – al comprobar su deplorable
situación que Dios los iba a librar, “pieza tocada, pieza movida”. Veamos las
consecuencias que les señaló Samuel que tendría esta “jugada”:
1) Se llevará a sus
hijos para que se ocupen de su carroza corriendo al lado de ella y para militar
en su ejército.
2) Los dividirá en
pelotones mayores y menores, según su número
3) Los pondrá a arar
sus terrenos y a recoger sus cosechas
4) A fabricar armas y
pertrechos para sus carros de combate.
5) A las mujeres las
tomará para que sean perfumistas, cocineras y panaderas, y otros oficios que
por no caer en el “amarillismo”, Samuel no les mencionó.
6) Les quitará los
mejores terrenos para cultivar sus vides y sus olivos y dárselos a sus
favoritos, a los de su sequito.
7) Les cobrará
impuestos para pagarles a sus sirvientes.
8) Se llevará a los
jóvenes y a los más hábiles y diestros, inclusive a sus burros para destinarlos
a su propio beneficio.
9) Les cobrará
impuesto sobre sus cabezas de ganado
10) Y los esclavizará.
Todo
lo contrario de lo que Dios les ha dado y ha querido para ellos. Figúrense lo
que contestaron: ¡No importa! Samuel se lo consultó a YHWH, y Él en su Infinita
Liberalidad, se los permitió: Dijo “¡Escucha su voz y nómbrales un rey!”
Sal
89(88), 16-17. 18-19
El
de hoy es un Salmo real. Este salmo tiene 52 versículos. La perícopa tiene solo
dos estrofas, cada una formada por un dístico (dos versículos en pareja),
cuatro versos en total. 4/52, sólo una treceava parte.
¿Qué
hace este salmo? Casi nada, les recuerda que YHWH es el Rey. Hacerse constituir
un rey era un puro acto de deslealtad. Dios era su Único rey. Él les había
prometido su Fidelidad. Ellos le pagaron con su moneda de idolatría y
depositaron su confianza en un hombre, común y corriente.
Y
pese a todo, Dios que no conoce el rencor, sacará de este mal un bien, y creará
-con esa materia prima- un linaje “perfecto” y les dará un Rey, de la talla de
Dios: El Mesías.
Leyendo
el salmo entero encontramos que hay dos puntos nodales que tensan la línea general
de la composición: Amor y fidelidad.
En
la primera estrofa: Dichoso el pueblo que sabe aclamar a Dios. Dios es una Luz
que alumbra el camino de ese pueblo, iluminando su dicha. Hay un gozo cotidiano
para un pueblo así, es el gozo en el Santo Nombre. Hay, también, un motivo de
orgullo permanente, reconocer en Dios la Fuente de la Verdadera-Justicia.
En
la segunda estrofa: El Señor es honor y fuerza de este pueblo. Él realza las
fuerzas de su pueblo multiplicándolas a la n-ésima potencia. Él otorga su Favor
obrando este prodigio de fortalecimiento. YHWH es nuestro escudo. El Santo de Israel
es nuestro Único Rey.
El
versículo responsorial hace un voto de fidelidad: Cantar por siempre las
Misericordias de Dios.
Mc
2, 1-12
Quedarán purificados de
todas sus impurezas y de todas sus basuras los purificaré. Y les daré un
corazón nuevo… les daré un corazón de carne: Infundiré mi espíritu en ustedes y
haré que los conduzca según mis preceptos.
Ez 36, 25b-27b
Dejamos
atrás el que se ha llamado “Ministerio de Jesús en Cafarnaúm” y pasamos a una
sección del Evangelio marqueano que abarca hasta (Mc 3, 6) inclusive, son las “Controversias
de Jesús con los Fariseos y los escribas”. Son 5 controversias, a fin de nombrarlas
les daremos una especia de título a cada una:
1. Curación de un
paralitico
2. Vocación de Leví
3. Tema del ayuno
4. Comen espigas en
día sábado
5. Curación del hombre
de la mano tullida.
Nosotros
distinguimos muy estrictamente entre una sanación y una absolución porque para
nosotros son dos cosas absolutamente diferentes. Para mejor entender la perícopa,
no obstante, es conveniente retrotraernos a la interpretación que en aquella época
se tenía. Enfermedad y pecado estaban inextricablemente unidas, ninguna
enfermedad esta exenta de pecado, el que estaba enfermo lo estaba en razón de
su pecado, o de las consecuencias heredadas de alguno que había sido cometido por
sus mayores.
Después
de ser perdonado, en muy breve, desaparecería la enfermedad que era la
sintomatología correspondiente al pecado que tras ellas se escondía. Lo que hace Jesús es acercar y hacer visible
la conexión entre pecado y enfermedad para que la sanación muestre que Dios
está actuando. El milagro era un tipo específico de Sacramentalidad que
evidenciaba la Acción de Dios. El milagro estaba en cambiar el corazón de los
presentes, de un corazón de piedra a un corazón de carne.
Pero
algo sucede, porque no todos se sanaban, los fariseos y los escribas seguían
paralíticos, sin poderse levantar. Apabullados por el mal. Lo dice expresamente
el evangelista: “estaban allí sentados”.
Contrapuesto
a los fariseos, otros se afanan, cargan al paralitico, lo suben a la techumbre,
retiran las ramas del techo para abrir el boquete, lo descuelgan preciso
delante de Jesús, ¡hay mucha actividad!, mientras a los escribas -como a James
Bond, en las películas- no se le despeina un solo cabello. Para ellos no hay
milagro. Lo que se da para ellos es una βλασφημεῖ [blasfemei] “blasfemia”, la palabra blasfemia significa
estrictamente “negarse a creer”, “lentitud para creer”. Lo que pasa es que con
el correr del tiempo terminó significando “ofensa verbal contra la Divinidad”.
¿Quiénes
son aquí los que se niegan a creer? ¿En este cuadro, quiénes son los lentos
para creer? Aquí, son los escribas los que invierten los valores (solo que sí
nosotros no conocemos el verdadero origen de la palabra, corremos el peligro de
entrar en el juego y, también nosotros incurrir en una inversión de valores).
Podemos
quedarnos sentados, inmóviles, como paralíticos, o abrir el corazón y poner
todo nuestro empeño en ayudar a descolgar al paralitico para que quede expuesto,
preciso allí donde está el Sanador-Salvador. En el verso undécimo Jesús vuelve
a pronunciar el ἔγειρε [egeire] “resucita”. Esta
es la palabra que “levanta”, porque el hombre -lamentablemente- vive paralizado
por la “Caída” y desde Adán sigue siendo un paralítico.
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