2S 12, 1-7a. 10-17
Es increíble cómo
podemos silenciar a Dios y amordazarlo. Dios nos habla siempre, con la que
llamamos “la voz de la consciencia”, y nosotros nos hacemos “los de la oreja
mocha”, la consciencia nos señala: “estuvo mal lo que hiciste” y nosotros, nos
afanamos en introducir algún distractor para echarle tierra al asunto; o,
improvisamos algún pretexto, por ejemplo, David pudo haberle replicado a la Voz
de su Consciencia: “Guerra es guerra, Urías murió en cumplimiento de su deber,
para eso lo teníamos, para que luchara por defender a tu pueblo elegido. Un
muerto más un muerto menos, no le hace” O quizás desde su perspectiva le
pareció buen pretexto decir: “Un derecho que asiste al rey es tomar todas y
cuantas mujeres le quepan en el pico. Simplemente hice uso de mis atribuciones
reales”.
Si David se hacía el
loco a la “Voz de la consciencia”, Dios le conectó un parlante atronador, para
que no escapara a Su Reclamo: El parlante era marca “Profeta”: Dios envió a
Natán.
Tan pronto Betsabé
tuvo el bebé, el profeta Natán viene y confronta a David por haber sobrepuesto
su egoísmo al respeto de la grey que Dios le había asignado para su pastoreo.
Ya hemos señalado que no era un asunto entre David y Betsabé (este nombre significa
para los hititas, “hija de la abundancia”, se suele visualizar que las hijas de
los ricos son caprichosas, volubles, inconstantes y antojadizas… ¿habrá algo de
cierto? …), entró en el círculo del daño -lógicamente Urías-, quizás él no bajó
a su casa y no visitó el lecho conyugal porque alguien le informó por dónde iba
el agua al molino, esos chismes corren como reguero de pólvora, así que la
patraña ensanchaba su campo de acción, ¡qué pésimo ejemplo para todo el pueblo
que se percatara de la conducta de su tan “honorable” gobernante! ¿hemos visto
como la deshonestidad de los gobernantes cunde en la deshonestidad de los
gobernados? Es esto lo que denominamos “carácter pandémico del pecado”.
Natán le cuenta una
parábola. Ya hemos visto que las parábolas, entre otras propiedades que tiene
está la de hacer que uno se reconozca en ellas. Que uno, más fácilmente caiga
en la cuenta que el tema se aplica a uno mismo, la parábola nos abre a la
auto-implicación. Quizás esto sucede así porque cuando uno oye la denuncia como
referida a otro malhechor el atropello se vuelve más evidente, y la injusticia
se hace tan incontestable como el reguero de sangre que debió quedar en el
lugar de muerte de Urías. David se escandalizó por el delito del personaje de
la parábola, y Natán, ahí si le manifestó que ese malandrín no era otro que el
rey-David.
El profeta, -hablando
proféticamente- le anuncia su castigo: la violencia y la muerte se abatirían
sobre su familia, tres de sus hijos, Amnón -el primogénito, Absalón y Adonías
caerían víctimas de muertes trágicas. El recién nacido moriría
indefectiblemente. Las mujeres de David le pagarían con la moneda de la
infidelidad conyugal, como lo había hecho Betsabé con Urías. Y esto se haría de
público conocimiento.
Inicia entonces una
secuencia penitencial por parte de David que el profeta había constreñido a
reconocerse culpable: Ayunaba y dormía en el suelo, aun cuando los ancianos
cortesanos procuraban arrancarlo del suelo y hacerlo comer.
¡Todo cuanto ayunara no
desharía el entuerto cometido! ¡Urías seguiría clamando Justicia al Cielo!
Sal 51(50), 12-13.
14-15. 16-17
Continuamos con el
salmo que vimos ayer, es una súplica. Y podríamos -si lo miramos en su
totalidad- una obra en cuatro movimientos:
I.
Pasado
II.
Presente
que confía en el perdón
III.
Capacidad
para re-crear, para re-construir
IV.
Futuro
Una vez David ha
reconocido su culpa ve el origen de sus faltas en su pasado, en el hecho de
haberlo modelado de materia deleznable, ¿qué más habría podido salir de él? Hoy,
la perícopa se refiere a los movimientos tres y cuatro.
Empieza con el verbo בָּרָא [bará] “crear”, pero también puede significar, “elegir”,
“escoger”, y también “modelar recortando pedazos”, “esculpir retirando, a golpe
de cincel, lo indeseable”. Solemos decir al trabajar este verbo que es una palabra
restringida a Dios que es el Único que crea.
Esta re-creación se
pide que sea hecho insuflándole un וְר֥וּחַ נָ֝כֹ֗ון “espíritu puro”, es como pedirle a Dios que le
retira todo lo imperfecto y negativo que tiene y que lo conduce a obrar el mal;
pero esto entraña que, el penitente confíe, acepte que el Poder Divino alcanza
para llegar a perdonar el grave desvío que se ha cometido: “la trasgresión”.
También implica que
haya algún afecto, una compasión suficiente que mueva a Dios a otorgarle ese
favor.
Al enfocar el futuro
que prevé David, después de la renovación que Dios le regale, vendrá una misión
de gratitud que aloja dos acciones: enseñar y cantar. Enseñarle a los que andan
equivocados, como él lo estuvo, la senda correcta, lo que de verdad se debe
hacer; y reconocer que Dios, es Más-que-Justo, Alabarlo porque Él es el Justo,
aludiendo a su צְדָקָה [tsedakah] “Justicia”.
Todo esto pasará si
Dios le concede ese milagro de re-creación. Por eso el versículo responsorial
reitera: Oh Dios, crea en mi un corazón puro”, retomando la idea de la primera
parte de la perícopa de hoy.
Mc 4, 35-41
¿Qué
es mejor? ¿Ser anunciadores de calamidades o visualizadores del Reino cumplido?
Del
bloque de las “controversias”, pasamos al bloque de las parábolas, y de este,
vamos ahora sobre un bloque de milagros, tenemos aquí una agrupación de cuatro
milagros. El de hoy es el de la Tormenta Calmada.
Esta
parte del evangelio marqueano, continúa tratando de definir la identidad de
Jesús: ¿Quién es este hombre tan especial que hasta las fuerzas naturales y los
elementos se le doblegan?
En
el Antiguo Testamento ya estaba esta definición de Dios como el que gobierna la
naturaleza, y en particular, el mar le obedece. El mar simboliza el poder diabólico.
Se
disponen a pasar al otro lado, van con el Nuevo Moisés que los abandera para
pasar el Mar Rojo. Pasar al otro lado es “crear al Pueblo de Nuevo”, hacerlo
otro, por fin idéntico a sí mismo. Esto es lo que está haciendo Jesús:
cumpliéndole a David lo que le pidió: “Crea en mi un corazón puro, renuévame
por dentro con espíritu firme”. Queremos cuanto antes llegar al desenlace,
queremos saltaros los esfuerzos, las vicisitudes, las tormentas, no tener que
poner en juego la firmeza de nuestra fe.
Sobre
el mar revuelto y el viento desobediente y anárquico, se mueve la
Barca-Iglesia. Nos habla de “otras barcas que lo acompañaban” porque la iglesia
está subdividida en “comunidades” parroquiales, arciprestales, diocesanas,
arquidiocesanas, una verdadera comunidad de comunidades.
En
medio de esta situación tan apurada ¿Qué está haciendo Jesús? Esa es la
pregunta regular, continua que nos hacemos, sobre todo cuando el oleaje se
encrespa: ¿Maestro, no te importa que perezcamos?
¡Mientras
Jesús está dormido!
Observemos
detalladamente la secuencia:
a) Se puso en pie
b) Increpó el viento y
lo silenció
c) Les preguntó por
qué sucumbían reaccionando con temor.
d) Los confronta
respecto a su fe.
Ante la tempestad no tenemos que desesperarnos sino preguntarnos: ¿tenemos fe? ¿de verdad, en serio? Y, ¿qué tanta? La fe consiste en ver la Presencia de Jesús, reconocer su Poder, verlo actuar en la historia que trascurre -no en el pasado- sino en el hoy por hoy, ver que el Reino actúa, y descubrir en el suelo desnudo la cosecha que germina bajo la superficie y ser capaces de visualizar el campo totalmente cubierto por la cosecha. ¿Es que vamos solos? ¿Estamos abandonados? ¿Será nuestra fe la que está dormida?
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