1S
16, 1-13
Si
Saúl ha sido rechazado para la realeza de Israel, ¿hacia dónde habrá que mirar?
Dios mismo le hace notar a Samuel que “a rey muerto, rey puesto”, el punto no
consiste en mirar hacia atrás, sino en ¡avanzar! Así que le ordena cargar de
aceite su cuerno. Como quien dice, lo siguiente es buscar el re-emplazo. Y, al
darle estas instrucciones a Samuel, le revela que ya tiene puestos los ojos en
Alguien. Y lo encamina a la casa de Jesé.
Samuel
advierte que de llegar esto a oídos de Saúl, ¿quien dijo compasión?, que de
inmediato se despertaría un Herodes con toda su crueldad asesina. Dios mismo le
facilita como pretexto ir a ofrecer sacrificio, y llegado a su destino -Belén-,
convidar a Jesé al sacrificio.
Los
ancianos lugareños al ver llegar al "supervisor", se llenan de atolondramiento y
temerosos preguntan si se trata de una inspección sorpresa, o de venir a
sentenciar a alguien o, acaso de ser portador de buenas nuevas. Samuel los
tranquiliza diciéndoles que se “purifiquen” para unírsele en ritos
sacrificiales.
Samuel
cumple con todo lo que el Señor le indicó, pero él no sabe a quién va a ungir,
de primera mano se deja guiar por el “sentido común” y piensa que el designado
será el fortachón grandote de la casa. De inmediato le indica Dios que no se
deje llevar de lo “aparente”, que no use de principios humanos que se quedan en
la superficie de lo observable, sino que se inspire en la Mirada de Dios, que
va directo a revisar el corazón, el horno donde se cocinan las intenciones
humanas y donde se fermenta la obediencia a la Voluntad del Señor.
Jesé
por su parte, va presentando uno a uno a sus hijos: Pasa Eliab (Dios es Padre),
luego Abinadab (mi padre es noble), a continuación, Samá (el que oye), y así
hizo comparecer a los siete, y ninguna de ellos era el Elegido. Sólo faltaba דָּוִד [dawid] David “el
amado” (en semita antiguo significaba “Adalid”, “líder”). Notemos que la perícopa
connota una posible traducción de su nombre: “Este es”, “El elegido”.
¿Cómo
nos presenta 1S a David? Con tres rasgos:
1) Rubio
2) De hermosos ojos
3) Y buena presencia
Pero
ya Dios ha advertido que no hay que guiarse por las apariencias, ¿cuál es la
carta de presentación de David? Que no estaba por allí con ambiciones de
títulos gubernativos, estaba “pastoreando el rebaño”. ¿Quién era y para qué
estaba destinado el rey? Para atender con todo esmero el “rebaño”, jugándose en
ello la vida misma, sí llegara el caso.
¿Cuál
es el perfil del “Pastor”? Es una persona paciente, que sabe esperar, que da
tiempo al tiempo, que sabe muy bien que no está en sus manos acelerar el
proceso, sabe esperar, sabe cuidar, sabe proteger, sabe que hay “lobos” que
están al acecho.
Samuel
no cuestiona nada, no pone ninguna traba, no aporta sus propios puntos de
vista. Sin dilación alguna, toma su cuerno de aceite y מָשַׁח [mashach] “ungió” al muchacho delante de todos los hermanos y
de su padre: Quedó constituido Mesías. (Posteriormente en el 2S nos
encontraremos con otros dos relatos de unción de David: 2S 2,4; 2S 5,6).
Sal
89(88), 20. 21-22. 27-28
Los
estudiosos sitúan la composición de este salmo por el 587 a.C. en los tiempos
de la deportación a Babilonia. Es un salmo Real. Habla sobre la promesa de Dios
de mantener y preservar el reinado de David a quien llama “Primogénito”,
revelando que hace alusión a Jesús. Y con tristeza muy profunda el Salmista
registra la infidelidad del pueblo escogido, y se introduce la sombra que amenaza
sobre la Promesa.
Pese
a todo, el salmista cae en la cuenta de la irrevocabilidad de la Palabra de
Dios. La perícopa que se proclama hoy pone las luces rutilantes sobre la
designación de David -en continuación con la Primera Lectura- y apela a nuestra
atención para que sepamos descubrir en el trasfondo de los momentos oscuros que
Dios es Fiel y su Palabra permanece por los siglos.
El
versículo responsorial nos indica hacia donde tenemos que dirigir el enfoque: “Encontré
a David, mi עָ֫בֶד [ebed] siervo”
Mc
2, 23-28
Vamos
a mirar hoy la cuarta controversia, esta vez con los fariseos. Hay que tener
una apreciación exacta de lo que eran los fariseos. Muchas veces nos
conformamos interpretando que son “los hipócritas”, otras veces los vemos como
los “enemigos”. Empero, hay que entenderlos, no como los de afuera”, no como los
“malos”, para la época en que se puso por escrito este evangelio, los saduceos
habían desaparecido, también el movimiento zelote había sido prácticamente
eliminado, y de los esenios no se hace mención ninguna después de los años 70. Los que quedaron y dieron continuidad al judaísmo fueron los fariseos.
Los
fariseos eran los de adentro, los judíos más fieles a la Escritura, que
llevaban su fidelidad hasta hacer de ella una interpretación francamente
exagerada. Nosotros vemos en estos debates las puntadas hacia una identidad
propia del cristianismo, señalando en qué estribaba la diferencia con las comunidades
cristianas.
Vemos
que un asunto crucial era el tema del Sabbath, el evangelio pone a Jesús en
franco propósito de disminución de la rigurosidad de este día Santo, no para
eliminar su Santidad, sino para moderarla en la dirección de darle una correcta
posición dentro del conjunto de la fe.
Esta
perícopa da dos pautas “claves” ambas para entender y dimensionar con exactitud
su sacralidad, su importancia.
1) Da antecedentes de
la conducta de David y los suyos ante el “Pan consagrado”: “El Pan de la
Presencia”, pan que estaba exhibido ante los Ojos de YHWH, en el Sancta Sanctórum:
Doce panes hechos de flor de harina y cubiertos de incienso purificado estaban
sobre la mesa hecha de madera de Sittim, revestida de oro con una saliente de
oro alrededor. Al fin de cada semana eran sacados por el sacerdote, y
reemplazados por doce panes nuevos; luego los sacerdotes comían los viejos era
su “alimento”. La mesa estaba dentro del Lugar Santo al lado del norte,
enfrente del Candelero de oro.
2) La clave principal
estriba en la hermenéutica que Jesús da al Sabbath: “El Sabbath se hizo para el
hombre y no el hombre para el Sabbath. Entonces “el Hijo del hombre es Señor también
del Sabbath.
Nunca se subrayará los suficiente que la “Ley” está destinada a preservar, a proteger al ser humano, a defender su vida, su integridad, sus necesidades. Lo que Jesús nos dice, nos despierta, nos hace mirar con lucidez el carácter instrumental de la Ley. La Ley mira hacia la salvación del hombre y sus necesidades. Pero, para la mentalidad legalista de los fariseos, la ley les parecía un absoluto y la “idolatraban”. Ahí está la diferencia con la propuesta del cristianismo.
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