Rm
11, 29-36
Continúa
proponiendo -San Pablo- su perspectiva acerca del “endurecimiento” que impide a
los judíos acoger el mensaje cristiano: ellos han quedado allí, atollados, y no
pueden entrar, como si su misión fuera “sostener la puerta entreabierta” para
que todos los gentiles puedan entrar, y cuando estos, por fin hayan pasado,
ellos también superarán su endurecimiento, y entrarán. ¿Cómo sucederá eso?
Saldrá un “Libertador” cuya misión será “alejar” la cerrazón del pueblo elegido
(Cfr. Rm 11, 26).
Este
es un conocimiento esencial que, de no entenderlo, nos pondrá en la triste
condición de desconocer un “secreto” cardinal, y al ignorarlo, creernos
“sabios” acusando a los que -desde antaño- Dios tiene predestinados por su Favorable
Elección (Cfr. Rm 11, 25-28). Para sostener su argumento, San Pablo apoya su
pie en una categoría-estribo, que servía de “soporte” al argumento que nos
presentó en la perícopa que leímos el sábado pasado (1ª Lectura del 4 de
noviembre): ἀμεταμέλητα [ametameleta] que se ha traducido por
“irrevocable”, y que en griego significa “algo de lo uno no se arrepiente”;
irrevocable en español quiere decir “que no tiene reversa”, “que no puede
volverse atrás”. En resumidas cuentas, lo que san Pablo quiere exponernos es
que Dios no es “voluble”, y no llega a retirar lo que ha dado o concedido. Lo
que Dios dice, dicho está.
Si
Dios llamó, este llamado no se acaba, no se cambia; si Dios da, no lo quita
-por el contrario- lo cumple. De tal manera que los “gentiles” en otro tiempo
abandonaron la Voluntad Divina y, sin embargo, ahora, están retornando -por
Misericordia- a su obediencia aceptando a Jesús y pasando a pertenecer a la
Comunidad Cristiana de Roma, así, tanto a unos como a otros, tanto a gentiles
como a judíos, el Señor los “encarceló” en la desobediencia, para
-posteriormente- convocarlos de nuevo y cobijar, a unos y otros, con su
Misericordia.
Este
es el “secreto” que nos desentraña aquí Pablo, que Dios tiene Misericordia de
todos. Y nos señala que este es un verdadero “abismo de riqueza, de sabiduría,
de conocimiento que hay en Dios”. Estas decisiones Divinas nos resultan
“insondables”, y sus Caminos, irrastreables. Nadie puede predecir lo que Dios
ha decidido, tan solo sus profetas, porque a ellos se les revela.
Un
rey puede necesitar y tener consejeros, no así Dios, cuya sabiduría no tiene
fondo y a Quien nada le está oculto. ¡Sea glorificado por toda la eternidad!
Sal
69(68), 30-31. 33-34. 36-37
Es
un Salmo de súplica, con cierto cariz profético, porque anuncia los
padecimientos de Jesús en su Pasión.
Se
ve y evalúa su situación: es una situación muy grave, está malherido. Pero ¿qué
es eso para Dios? ¡Un divertimento! Aún que está reducido a su mínimo, el Señor
lo puede restañar completamente. En vez de quedarse a lamentar su situación
-por medio de la plenitud de la fe- pasa a una estancia posterior, de un salto,
llega por medio de la Confianza, allí, en el territorio de la Confianza
encuentra otro estado de cosas: la Celebración porque fue “Levantado en
Victoria”, y entonces, en vez de lamentar su estado, canticos y acción de
Gracia.
Esa
Victoria les sirva a todos los pobres a todos los humildes. Apréndanse la
fórmula, saltar del estado de indefensión tomando impulso en el Nombre del
Señor, saltar directo al estado de Victoria. Nunca un pobre o un cautivo será
desoído por el Señor.
Aun
lo que les parezca más imposible, eso para Dios es superable. Miren como
ejemplo esa situación histórica del pueblo “escogido”, llevado a la
deportación, su Templo destruido, sus ciudades abandonadas, el culto perdido y
olvidado. ¡Era el fin! Y, sin embargo, a la generación siguiente les restituyó
la heredad, les permitió reconstruir el Templo, lavar la mancilla de su Altar que
tanto los afrentaba y volver a edificar sus ciudades y a restablecer su
comercio. Y eso ¿cómo fue posible? Por el Prodigioso Poder de su Brazo.
En
el responsorio se pide lo único necesario. Que Dios desencadene su Bondad
escuchando nuestra súplica.
Lc
14, 12-14
Puestos
a la Mesa con Jesús – es el tema eje de estos relatos del capítulo 14:
- Cura a un hidrópico
(vv. 1-6). a) Tocó al enfermo, b) lo curó c) lo despidió (ojo atento a este
detalle: no le incorpora a su grupo, no le cobra el beneficio encomendándola
alguna tarea propagandística, no le pide que rinda declaraciones favorables a
Él. Lo despacha, como quien dice “Ve y disfrútalo, es un regalo”). Sin dar
tantas vueltas, la ley no puede recortar la “caridad Divina”, no hay ninguna
Ley que pueda detener el “Bien” que Dios derrama a través de nosotros. La
verdadera religión es la que no nos deja perder las oportunidades que Dios nos
regala para hacer el bien.
Hay en esto algo muy interesante: Muchas
veces -por razones aparentemente muy piadosas- imponemos cortapisas al Propio
Dios, para que se guarde sus “milagritos” sólo para las oportunidades que
favorecen nuestro “punto de vista”, en otras situaciones, ¡Cuidado Jesús! ¡No
te vayas a salir del libreto! (¿Sabéis cómo se llama esta obsesión por seguir
el libreto al pie de la letra? ¡Fariseísmo!)
- A los invitados se
les predica la humildad. (vv. 7-11). O sea que ¿a Jesús lo que le preocupa es
pasar una vergüenza pública? El problema está en que ¡qué pena con la gente si
me mandan sentar más abajo!
¿Quiénes somos para atrevernos a proponer
un enfoque alterno? Con toda modestia, queremos decir lo que opinamos: El
problema estaría en que Dios mismo nos bajara de su cercanía y nos dijera:
¡Mira, el puesto que te toca por un buen “rato”, está en el Purgatorio!” o, aún
más fatal: “¡Por favor desaloja, tu puesto está en la “Paila Mocha”!
No podemos ocultar nuestra preocupación
por la peligrosa tergiversación que se puede haber introducido y que de hecho
se maneja en ciertos ambientes laborales: “¡Pórtate muy modesto, guarda un bajo
perfil, no va y sea que descuelles por encima del “Jefe”!
Hay culturas que limitan el desarrollo
de las potencialidades, si estas parecen amenazar a los “superiores”: guárdate
pues y vive en la sombra, pero has de estar alerta a batir palmas a los
líderes, y, en cuanto puedas, sé su corifeo”. Jesús no se siente amenazado por
ocupar o no los puestos preferenciales, Él no está compitiendo por una
“autoridad” que detenta y que el Padre Celestial le ha entregado. No quiere
contener algún discípulo que se está destacando más que los otros. ¡No! Lo que
quiere es alertarnos para que tu “lucimiento” sea a los ojos del Padre, y no a
los ojos de los hombres.
Quizás otro aspecto a mirar aquí sea que,
nosotros hemos venido construyendo una cultura del “primer puesto”, basada en
medallas, diplomas, inclusive en “meritocracias”, y, hasta para una votación
política se pide que miremos “al mejor”, aun cuando ese “mejor” sea sólo mejor
para barrer debajo del tapete sus oprobios (por eso se acusa tantas veces a los
electores de ser un pueblo sin memoria). ¿Te acuerdas haberles dicho alguna vez
a los tuyos “Tienes que ser el mejor”?
- -Hoy, vemos lo que
se le enseña al anfitrión (vv. 12-14). Que sirvan banquetes a los menesterosos,
no a quienes pueden retribuir.
¿A quién se invita tradicionalmente,
aunque tengamos que endeudarnos hasta lo insoportable, hasta la coronilla? Y,
sólo por mantener las apariencias “echamos la casa por la ventana”.
¿Qué hizo Jesús después de multiplicar
los panes y darle de comer a la multitud? ¿Subió triunfal al podio, acogió las
aclamaciones y con presteza aceptó la corona que le ofrecían, y Él mismo la ciñó
en sus sienes? ¡No! “Se retiró de nuevo al monte, Él solo.” (Jn 6, 15 cd) ¡La
única corona que ciño su frente, fue la corona de espinas!
Como comentario vivo de, “a quienes
invita Jesús al Banquete escatológico”, tendremos la perícopa de mañana: Jesús
no invita a los que pueden “comprarle” un puesto, a su lado, en la Mesa del
Banquete: ¡Envía a su criado a invitar a los pobres, a los lisiados, a los
ciegos, y a los cojos!
Nuestras invitaciones son un tipo de
“inversión”. Jesús nos hace otra propuesta bastante, pero bastante diversa: Ya
sabemos que en eso consiste la “metanoia”, en cambiar nuestra forma tradicional
de ver las cosas, cambiarnos la cabeza, “cambiar el chip”. Con gran sorpresa y
extrañeza se nos pregunta ¿cómo se les ocurre que voy a incurrir en todos esos
gastos para llenar mi casa de “pecuecos”?
- Cómo es el Banquete
en el Reino de Dios, lo veremos mañana en la perícopa (vv. 15-24). Por medio de
una parábola…
La
perícopa de hoy cierra con una bienaventuranza: “Cuando des un banquete, invita
a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no
pueden pagarte; te pagaran en la resurrección de los justos”.
¡Sí, es una inversión, pero escatológica -por eso es un acto de fe- porque no veras los dividendos en esta vida, sino al entrar en la Jerusalén Celestial!
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