1Mac
2, 15-29
No
se puede pasar del terreno religioso al político insospechadamente. Es más,
cuando este paso se produce, siempre hay fuerzas e intereses en todos los
bandos que se irritan y reaccionan. La unidad en la fe puede sostener alianzas
y pactos para trabajar juntos, pero tan pronto se da el salto al plano político
se suscitan tiranteces y alguien se siente maltratado en sus propios callos.
Este
episodio al que se refiere la perícopa de hoy, tiene por escenario Modín, donde
vivía Matatías, que era de la casta sacerdotal, - fuera de los límites de Judea- allí
llegaron los funcionarios de Antíoco IV que se ocupaban del cumplimiento del
edicto de paso al culto Romano que obligaba a los judíos a apostatar
Como
era persona importante y ejercía liderazgo en la comunidad, le pidieron que
diera el ejemplo, y fuera de las primeros en pasar a presentar su víctima
sacrificial. ¿Cuál fue su reacción? Les dijo: “Yo y mis hijos y mis parientes
viviéramos según la Alianza de nuestros padres”, y concluye su breve alocución
diciendo que no se desviarían ni a derecha ni a izquierda”.
Como
tratando de desmentirlo con acciones, algún “regalado traidor” se adelantó a
presentar su ofrenda y Matatías, poseído de ira santa, degolló al apostata
sobre el Altar de los Sacrificios; y, acto seguido, mató al funcionario real.
Así
nació un movimiento de resistencia contra los gobernantes Seleucidas, Matatías
con su parentela lo abandonaron todo y se fueron al “monte”. Este movimiento de
resistencia por parte de Matatías, repercutió en muchos, que decidieron irse a
la zona desértica donde pudieran seguir adelante con su culto y su fe, y
pudieran vivir acordes con la justicia y el derecho que los llamaba a vivir
santamente.
Sal
50(49), 1b-2. 5-6. 14-15
Este
es un Salmo de renovación de la Alianza. Siguen la estructura de los antiguos
tratados de Alianza, cuyo estereotipo se ha hallado en numerosos documentos
-como es el caso del tratado de Qadesh suscrito entre el faraón egipcio Ramsés
II y el rey hitita Hattusili III, todo permite pensar que data del 1259 a.C.-
que llevaba a un desenlace de paz para estos contendientes.
Ahora
bien, ¿qué hace este salmo aquí? Una renovación de la Alianza, ¿qué tiene que
ver? Es que tiende un puente con el Evangelio, nos permite interpretar el
llanto de Jesús, que Él con sus lágrimas, está sellando una Nueva Alianza, una
Alianza que supera la conversión, la reconciliación, y llega a la mismísima
Redención.
Muchas
veces la fe se nos va quedando cautiva en la materialidad, de las imágenes de
santos, de las veladoras, de las pulseras y los denarios, y no logra alcanzar
el corazón y conectar el Alma. De verdad que lo que enseña este salmo sobre el
culto “interior”, sobre la espiritualidad, es el Camino que nos dejará conocer
la Salvación que proviene de Dios. Aquí, lo que el salmo nos exhibe es a
Jesucristo suscribiendo la Renovación de la Alianza y firmándola con sus
lágrimas.
Para
esta renovación de la Alianza se lanza una convocatoria que parte de Sion, y
llega hasta los confines de la tierra, y convoca en todas las direcciones: el
universo de las gentes vuelve su mirada viendo hacia el que levantaron.
¿Quién
se ocupará de Juzgar?, ¿Quién se sentará en el Trono de Gloria a impartir la verdadera
Justicia? Será el Señor, el Rey de la Gloria en persona quien juzgará.
¡Sólo
tendremos que darle Gloria! ¿Cómo lo glorificaremos? Con el culto que es Fuente
y Culmen de la fe: ¡Eucaristizando nuestra vida toda!
Lc
19, 41-44
Somos
el Cuerpo Místico, desde aquel Monte de la Crucifixión, somos convocados para
ser discípulos-misioneros y llevar el anuncio de la revelación -Salvífica a
todas las naciones de la tierra, sin discriminación, sin sectarismos. Es una
convocatoria a la Paz. Triste es tener que evidenciarlo: “Pero ahora está
escondido a tus ojos”.
El
lunes lo vimos, nuestros ojos -que creen ver muy bien- en realidad, están
enceguecidos; nuestra condición es más nefanda que la condición de los que
sufren de “invidencia”. La única manera de sanar la vista es reconocer su
afección e iniciar un tratamiento de “sanación”. No esperamos curarnos si
primero no aceptamos que frente a nosotros pasan tantos y tantos hechos de la “espiritualidad”
que nosotros ignoramos y a los que no damos ninguna importancia. Hay que
reconocer la enfermedad para, enseguida, tratarse.
Vamos
a dar un pequeño salto para hablar de la profecía que contiene esta perícopa,
que nos dice qué sucederá en Jerusalén, en algún futuro, quizá próximo, quizás
ahora mismo, aunque parezca una re-edición de calamidades ya sufridas.:
a) Los enemigos la
rodearan de trincheras
b) Será sitiada
c) Le irán cerrando el
cerco, paulatinamente, por todas partes
d) La arrasarán, sin
dejar antes que los niños puedan ponerse a salvo.
e) Y, no quedará ni
una huella que permita recordarla.
¿Por
qué toda esta destrucción? Porque apretaban duro los ojos para no ver, para no
darse cuenta, para no reconocer que Dios con su Amor había venido a Visitarlos.
Entonces,
¿todo esto es el castigo? No, las lágrimas de Jesús desmienten esa torpe
concepción: ¡Dios no castiga! ¡Dios sufre y busca a toda costa la Salvación!
Aumenta los plazos y levanta excusas ante el Padre, y siempre conserva la fe en
que reaccionaremos.
Hay
en las inmediaciones de Jerusalén un pozo de aguas venenosas y ellos sus
habitantes- muy a pesar de las voces preventivas del Salvador, se empeñaron en
ir a surtirse en esas fuentes, ¿qué más podía hacer para detenerlos? hizo todo cuanto
pudo, hasta se entregó en sus manos. Así que -digámoslo de nuevo- no hay nada
de castigo, ni nada parecido, ellos se empecinaron en irse risco abajo y despeñarse.
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