Ez 34,
11-12.15-17; Sal 22, 1b-3.5.6; 1Cor 15,20-26.28; Mt 25, 31-46
Tu
propio crecimiento no puede tener lugar sin el crecimiento de los demás. Eres
parte de un cuerpo. Cuando cambias, el cuerpo todo cambia. Es muy importante
para ti seguir profundamente conectado con la gran comunidad a la cual
perteneces.
Henri
Nouwen
…nos
interpela a dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos
cercanos a cualquiera. Entonces, ya no digo que tengo “prójimos” a quienes debo
ayudar, sino que me siento llamado a volverme yo un prójimo de los otros.
Papa Francisco
El
Rey no es un suntuoso gobernante con corona, sino un simple Pastor: Reconocer a
Jesús como Rey, no consiste en salir a ver un desfile para apreciar lo bien
vestido, la vida que se dan los reyes, su elegancia, el renombrado diseñador de
la capa y el fino joyero que labró la corona. Y, aclamarlo a su paso, y
aplaudir hasta reventar los capilares de las manos. Al Rey del Universo hay que
acatarlo, escucharlo para obedecerle, y -ante todo- nosotros tan estudiosos de
la sinodalidad, ¡seguirlo! El Cardenal Martini nos invitaba a adentrarnos en el
Evangelio de este Domingo de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, «haciendo
primero una oración al Señor: Te pedimos
Señor, que comprendamos estas palabras, que no nos defendamos de ellas, que nos
abramos a todo el cambio que exigen en nuestra vida. Te pedimos que las
reconozcamos por experiencia; que no solamente las meditemos, sino que vivamos
de estas palabras. Tú, Señor, que envías el Espíritu y que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.»[1] y, no encontramos un mejor
pórtico para ingresar a esta celebración que concluye el Año de Gracia
Litúrgico 2023, porque nos amenaza el riesgo de quedarnos en lo meramente
meditativo sin que pasemos a dar carne y vida a toda la implicación sustantiva
que nos comunica. Concluye sabiamente esta plegaria, invocando al Espíritu y
pidiendo al Señor nos lo envíe, ya que ese
envío y la autoridad, que se requiere, nace del Rey y es Él y sólo Él quien
puede ordenarlo. Será, por otra parte, el Espíritu, el Único que puede infundir
esa apertura y docilidad necesaria para que podamos –no solamente oírlas- sino
experimentarlas, sin rechazarlas con fría dureza de corazón, interponiéndole
pretextos y sacando excusas por las muy importantes labores que nos esperan.
El
Cardenal Martini ve en esta perícopa tomada del capítulo 25, versos 31-46 el
fundamento. Y es que San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios, no veía toda la
Revelación como una llanura, sino que en ella reconoce unos puntos cruciales
que hay que saber jerarquizar, porque, en esas cumbres se halla el Principio y
Fundamento. «”Principio”, en sentido lógico, significa la verdadera premisa de
que parte una ciencia que propiamente no es deducible ni demostrable; de ella
se derivan las otras verdades… es también “fundamental”,
es decir, algo que se supone en toda construcción, que está en el fondo y que
está implícita en el resto de la reflexión.»[2] Y, hoy, llegamos a uno de
esos “Tabores”, donde detrás del rostro de Jesús se pueden descubrir las
facciones de otros patriarcas y profetas; y, además, se reconoce la blancura
nívea y resplandeciente de sus vestidos que se volvieron resplandecientes, muy
blancos, como la nieve, “tanto que ningún batanero en la tierra los puede hacer
tan blancos”(Mc 9,3). Nuestro imaginario nos lleva a concebir el atuendo real
como ropa de colores, pero esta blancura refulgente, se refiere aquí
precisamente a la ropa de Nuestro Dios-Rey. Se hace entrega -para nosotros- de
un sólido fundamento. La perícopa de este Domingo servirá de pivote a toda la
escatología: «Nuestro destino eterno se juega en la capacidad de ver y amar al
Señor en los últimos.»[3]
Volvamos
con el Cardenal Martini: «En los ejercicios tenemos un hecho fundamental,
primordial: fuimos creados por Dios, todo es para Él; nosotros somos para Él y
tenemos que llegar a Él. Sigue una propuesta de vida, una elección: es decir,
debemos hacernos indiferentes, hasta desear y buscar solamente lo que nos lleva
a este fin…. ésta meditación se refiere a la actividad, a lo que hay que hacer…
La página de Mateo,… se encuentra sólo en su Evangelio, no tiene comparación
con los otros Sinópticos… Ciertamente es un pasaje importante de Mateo, pero
también muy difícil y muy discutido. Es una página en la que Mateo acumula los
títulos cristológicos: aquí se habla del Hijo del hombre, del Rey, del Pastor,
del Señor, del Juez.»[4] «El texto es simple, gráfico
y profundo. Jesús es presentado como el “Hijo del hombre”, uno de los títulos
predilectos de Mateo. Es una imagen de Jesús glorificado, acompañado de
ángeles, sentado en su trono de gloria, ejerciendo su función de juez… Es
necesario recalcar que el acento no está colocado en la justicia basada en el
principio de retribución (el bueno recibe cosas buenas y el malo cosas malas);
sino en la misericordia, en la justicia solidaria, en el amor concretizado y
vivido en los más pobres y necesitados. Es un juicio que no viene de afuera,
sino de las actitudes internas más profundas. El hombre adquiere la plenitud no
por los discursos…, ni por la realización de grandezas extraordinarias; sino
por la praxis ordinaria donde el ser humano sea tratado como tal.»[5] Pero, los ejercicios
ignacianos no nos piden hacernos indiferentes ante nuestros hermanos, sino –por
el contrario- hacernos indiferentes a todo aquello que nos distraiga del otro que
–como queremos afirmarlo- es precisamente la transparencia del Otro.
Decía
el Padre Henri Nowen: “La compasión pide que vayamos donde duela, que
ingresemos a los lugares del dolor, que compartamos quebranto, miedo, confusión
y angustia. La compasión nos desafía a gritar con los que están en la miseria,
a llorar con los que están solos, a llorar con los que lloran. La compasión
requiere que seamos débiles con los débiles, vulnerables con los vulnerables e
impotentes con los impotentes. Compasión significa inmersión total en la
condición de ser humano”. Y el Padre Alberto Hurtado. “Hay que dar hasta que
duela… No descanses mientras haya un dolor que mitigar… Yo sostengo que cada
pobre, cada vago, cada mendigo es Cristo en persona que carga su cruz. Y como
Cristo debemos amarlo y ampararlo. Debemos tratarlo como a un hermano, como a
un ser humano, como somos nosotros” «No se necesitan títulos universitarios ni
grandes riquezas o poderes. Se trata de tener un corazón solidario, abierto a
compartir o a vivir nuestra dignidad de seres humanos, de hijos de Dios.
Seremos juzgados no tanto por lo que creamos teórica, filosófica y
teológicamente, sino por el amor, la compasión, la justicia solidaria. En saber
colocar en el centro al ser humano.»[6]
¿Dónde
hemos de ir a buscar “la condición del ser humano” que no se quede en una
ideologización, en una abstracción?; ¿dónde hallaremos el modelo del hombre, su
concreta tipificación? «…si Cristo es nuestro único modelo, cada hombre debe
coincidir con Él y en distintas etapas del desarrollo de su historia ser un
poco salvador y mesías. Como Cristo: Rey, Profeta y Sacerdote. Como un rey,
tiene que tomar posesión de los bienes. Como profeta, debe descubrir la forma
de utilizarlos. Y, como sacerdote, tiene que usarlos para una santificación. Es
decir, para “santificar a los hombres en la unidad” y hacer de los bienes
instrumentos de comunicación y de unidad. Teilhard diría “supercentrarlos” para
que sean un medio de unificación y no de alienación»[7]
Por
eso, leer la perícopa del Evangelio nos remite a poner primero el eje-vital de
comprensión: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con
toda tu mente”—le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de
los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti
mismo”. (Mt 22, 37-39). Retomemos la idea de la jerarquización, del
discernimiento: ¿Qué es lo primero y qué es lo segundo? ¿Qué es lo más
importante?
¿Qué
es entonces lo problemático y polémico de esta perícopa? Los que quieren
desconectar y/o amputar uno de los dos mandamientos. Miremos de esos riesgos
los que mencionaba Martini:
·
Uno de los abusos típicos… es el de querer derivar de esta
página una especie de teología del ateísmo. Se dice: estos no han conocido a
Dios, pero han hecho el bien; por tanto, no es necesario conocer a Dios, son
suficientes las obras. Así se tiene una teología
del ateísmo que me parece totalmente contraria al sentido de todo el
Evangelio de Mateo.
·
… es una página de la que se podía abusar en el sentido de
un total desprecio por el hombre, porque parecería decir: lo importante es
hacer algo por Cristo, el hombre es solamente un medio para hacer algo por
Cristo; por consiguiente, de esta página se podría sacar un docetismo a la inversa, es decir, lo que
importa es la relación con Cristo, el prójimo es solamente un medio, una
transparencia… nos saldríamos totalmente del camino, porque el Evangelio tiene
un respeto fundamental por la persona humana, que no es sólo una “plataforma”
para ir a Dios, sino que en sí mismo es un ser digno de ser servido y amado.
·
Si tomáramos esta página con un criterio de interpretación
analítica moderna, se crearían muchas otras dificultades. Por ejemplo, una
dificultad que desconcierta, sobre todo para una mentalidad acostumbrada al
pensamiento paulino, es que aquí se habla
sólo de obras. Parece que basta sólo hacer obras, mientras Pablo nos dice
que lo que cuenta es la fe, las obras no valen nada, porque el hombre no es
capaz de hacer obras buenas.
·
El trozo tampoco quiere ser un catálogo completo de todas
las obras sujetas a juicio, como si fueran solamente las obras de misericordia
corporales, dejando todas las otras páginas de Mateo que recomiendan la
misericordia, el perdón, la oración en el silencio y en el escondimiento. Sería
equivocado sacar de este trozo una especie de catálogo exclusivo de cosas por
hacer para salvarse, que en fin de cuentas serían sólo los actos de
misericordia corporal.[8]
Este
trozo es fundamento y es principio porque da dos zancadas infinitas: De lo
teológico llega a lo escatológico y de lo escatológico a lo ético: «La ética se
basa en la escatología. El hombre es tal porque obra razonablemente, por un fin
que se desea… El fin del hombre es llegar a ser como Dios. El error de Adán no
es querer llegar a ser como Él (Gn 3, 5), sino el no saber quién es Él. Se
llega a ser como Dios amando porque Él es amor… el juicio final, como todo el discurso escatológico, nos remite del
futuro al presente.»[9] Las obras que muchas veces
llamamos “buenas” no lo son en sí mismas porque se hicieron por la fama y la
apariencia, o por cosechar votos, o por lograr una exención de impuestos. Las
obras alcanzaran el estatus de buenas obras cuando se hagan por entera
gratuidad, por acogida al hermano, porque en el otro me duele Dios. Estas obras
son valiosas porque se hacen conforme al amor de Dios, a su mayor Gloria.
«Los
poderes de este mundo han desvalorizado al ser humano. Se gastan millones en la
carrera armamentista; se derrochan millones en investigaciones científicas y
espaciales (que no es nada malo en sí): sin embargo, millones de niños y otros
seres humanos se mueren de hambre o carecen de vestido. Los sistemas sociales,
políticos y económicos son injustos: mientras unos pocos tienen casi todo, la
mayoría necesita lo mínimo. Millones de seres humanos se ven sometidos y obligados
a emigrar en busca de mejores niveles de vida. Situación que les acarrea
persecución, marginación, desprecio y hasta muerte. Faltan muchos hospitales
que puedan atender digna y humanamente a tantos enfermos; las instituciones
religiosas, estatales y organizaciones no gubernamentales no alcanzan a ofrecer
su generosidad frente a todos los niños desnutridos, de la calle, abandonados,
discapacitados, ante tanto joven esclavo de la droga, del alcohol, de la
violencia; ante tanto anciano marginado porque es viejo. No solamente falta el
pan, también la oportunidad de saber, de capacitarse. No nos alcanzaría el
papel para escribir cuanto falta para construir el reino.»[10]
«¡Cada
uno de los otros es siempre el Otro! … porque el mismo Señor se hizo nuestro
prójimo y está siempre con nosotros (28,20) bajo la señal del hijo del hombre
(24, 30), la del crucificado que tiene el rostro de todos los pobres de la
tierra. Él está siempre con nosotros, presente entre todos los crucificados,
sacramento de salvación para el mundo. El amor que tenemos al otro es amor a
Dios: me realizo como hijo si vivo como hermano.»[11] Entender, entonces la
Realeza-Divina es como mirar las Formas Consagradas, en ellas está –ahora-
Presente su Cuerpo, su alma, su Sangre y su Divinidad; en el Rey –escondido
tras el rostro de uno de estos, ἐλάχιστος [elachistos] los más débiles (los
mínimos)- está Presente
el Rey, el Dios y Hombre Verdadero.
[1]
Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé
de Bogotá-Colombia 1996. p.24
[2]
Martini, Carlo María. PONER ORDEN EN LA PROPIA VIDA. Ed. San Pablo Santafé de
Bogotá-Colombia 1999. pp. 21-22
[3]
Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MATEO. Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2da re-imp. 2011
p. 558
[4]
Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé
de Bogotá-Colombia 1996. p.25-26
[5] Chigua,
Milton Jordán. PINCELADAS BÍBLICAS DEL EVANGELIO. Ed. San Pablo. Bogotá – Colombia 2009. p 118.
[6] Ibid p. 119
[7] Paoli, Arturo. DIALOGO DE LA
LIBERACIÓN. Ediciones Carlos Lohlé Bs.As.-Argentina 1970 p. 190
[8]
Martini, Carlo María. EVANGELIO ECLESIAL DE SAN MATEO. Ed. San Pablo. Santafé
de Bogotá-Colombia 1996. p.27-29
[9] Fausti, Silvano. Op.Cit. p.556
[10] Chigua, Milton Jordán. Op. Cit. pp.
119-120
[11] Fausti, Silvano. Op.Cit. p.555-556
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