Rm
13, 8-10
ἀγαπάω [agapao] “Amar”
Se
presenta un riesgo de desviarse y perderse cuando concedemos excesiva
importancia a la Ley. Lo que de ninguna manera significa que desechemos la Ley.
La Ley es la Ley, lo que nos enseña resulta extremadamente valioso, muchas veces
se nos ha comparado la Ley con las señales camineras que lo que pretenden es
alertarnos de los riesgos y proponernos consejos para hacer más seguro el
viaje. Pero, eso no puede llevarnos a encerrar la atención exclusivamente en
estas latas apostadas a lo largo de la ruta. El sentido del viaje tiene que
seguir siendo los hermosos paisajes, todos los panoramas, los coloridos, los
lugares remarcables y magníficos, dignos de conservar en la memoria, ¡sí! ¿por
qué no? Tomar aquí y allá algunas fotografías del lugar y que nosotros salgamos
en ella. ¡Nadie hace un viaje para contar cuantas “señales camineras”
encuentra, y procurar aprenderlas de memoria para, luego, recitarlas en orden!
(Ni siquiera un empleado del Ministerio de Carreteras y Señales Camineras). Quizás
pueda organizarse un juego con los chiquillos para que se entretengan y no se
cansen de ir sentados, así como algunos ensayan a ir descubriendo los
restaurantes o contando el número de carros rojos que puedan encontrar al paso.
Pero eso no es lo sustancial.
En
cambio, San Pablo nos dará una recomendación práctica para disfrutar del
“camino” y gozar nuestro “viaje” como Dios manda, y es la práctica del amor,
que es nuestra “única deuda” con el prójimo. Nos presenta una fórmula magistral,
una de esas frases de cajón (un dictum, como se dice en latín) que rige nuestra
“observación”, que nos enseña a mirar y a conducirnos, el más sano consejo que
puede darse a cualquier “viajero”: ¡El Amor no hace mal a su prójimo!
Lo
que nos lleva de nuevo a la idea agustiniana de “Ama y haz lo que quieras”. Es
que la persona que ama de verdad, no infringe ningún Mandamiento; y observemos
esta preciosa síntesis que nos presenta San Pablo: Cualquiera de los otros
mandamientos se resume en esto “Amaras a tu prójimo como a ti mismo”.
Cuando
dice que “cualquiera de los otros”, es porque él acaba de citar 4 que quedan
también incluidos en los que se cumplen cuando se cumple el Mandamiento del
Amor, y fueron: 1) No cometerás adulterio 2) no mataras, 3) no robaras y 4) no
codiciarás.
En
este sentido el verbo Amar no tiene pasado. El “Amor” del que estamos hablando
es el amor a la manera divina, que es “irrevocable”.
Retomando
la temática del viaje, del camino y de las “señales camineras”; creemos que todos
conocemos a esos “aguafiestas” que nada les gusta: o “está haciendo mucho sol”
o “está haciendo mucho frio”; o “es muy lejos”, o “fue muy corto el trayecto”,
o “la comida estaba muy salada”, o “estaba muy picante”, o “estaba desabrida”.
Y es que hay un elemento -que podríamos llamar “subjetivo” en la apreciación
del viaje: es la disponibilidad y la apertura para descubrir el “gusto de
viajar”. Llega un momento, aun cuando no lo digamos que, pasa por nuestra
mente, “este debería haberse quedado en casa, porque ¡nada le gusta!
Ese
“elemento subjetivo” en nuestro caso, es la Apertura al prójimo. Como hemos
insistido, “prójimo” no se es, prójimo es hacerse, es un salirse del “egoísmo”
para acercarse, para hacerse cercano, para empatizar. Ese “aspecto empático”
dimana de la auto-aceptación, del sano amor propio, de una valoración objetiva
de los pros y contras de cada uno de nosotros, aceptando que en medio de
nuestras virtudes tenemos nuestros propios defectos que suelen ser bastantes.
Sin “amarnos a nosotros mismos” estamos como incapacitados para dar a otros lo
que uno no tiene.
Para
deberle a los demás el “amor mutuo”, tenemos que reelaborar nuestro amor propio
que debe ser “moderado y justipreciado” para no caer en la egolatría: Auto-amor
con sentido y proporción.
Sal
112(111), 1b-2. 4-5. 9
Salmo
de la Alianza: La Alianza conlleva bendiciones y maldiciones en el sentido de
las consecuencias que acarrean su cumplimiento o incumplimiento. Este salmo
pertenece a este subgénero. En el co-texto de las Lecturas de hoy, vemos y
resaltamos las bendiciones que se trasportan para quienes cumplen la Ley
pactada en la Alianza. El responsorio lo que nos pide como cumplimento de la
Alianza es aprender y practicar la generosidad teniendo sentimientos
compasivos.
En
los veintidós versos del salmo se enumeran las bienaventuranzas para el hombre
que mucho se deleita en los מִצְוָה [Mitzvá] “Mandamientos” del Señor. Tomamos 4
versos y medio para proclamarlos. Notaremos que la estructura es de prótasis-apódosis:
Dichoso el que teme al Señor y ama de corazón sus Mandatos →
Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del
justo será bendita.
El que es justo, clemente y compasivo →
Brilla en las tinieblas como una luz.
Dichoso el que se apiada y presta →
(sabrá) administrar rectamente sus asuntos.
El que reparte limosna a los pobres→
Su caridad dura por siempre y alzará su frente con dignidad
(o sea, será dignificado).
Cada una de esas acciones caritativas y generosas que
significan el cumplimiento de los Mandatos Celestiales tiene consecuencias en
el Corazón de Dios: será prolífico, será prospero, será amparado contra la
calamidad. Pero el objetivo de fondo es que aprendamos a tener los mismos
sentimientos Misericordiosos que tiene el Señor con nosotros.
El sentido de este Salmo nos enfoca hacia la Doctrina
Social de la Iglesia.
Lc
14, 25-33
Lo
primero que hace Lucas en el Evangelio de hoy es señalarnos que la enseñanza no
está dirigida a un núcleo especial de los seguidores, que no es una enseñanza
para los encargados de x o y misión de la Iglesia; sino que se trata de una
enseñanza general, destinada a todos los que quieran aceptar su Enseñanza, es
una doctrina para toda la “mucha gente” que lo oía.
Explica
un requisito esencial del discipulado: posponer a los que se tienen por más
cercanos, la propia parentela. Ser capaces de “desgarrarse” de los apegos
familiares, para darse con amplitud, con generosidad, con verdadera
consagración a los prójimos.
Muchos
de nosotros empezamos una obra sin calcular si podremos financiarla hasta las
últimas consecuencias. Algo así como
inscribirse en una universidad sin ver si podremos costear los gastos hasta
obtener la titulación. Sucede que a veces una persona empieza a edificar una
“torre” y no calcula todos los materiales y los salarios que tendrá que cubrir,
antes de poder ofertar los apartamentos o las oficinas y, así, recuperar la
inversión.
Así
que antes de proclamarnos “discípulos” miremos si estamos verdaderamente
dispuestos a dar todo lo que se nos exigirá empezando precisamente por nuestros
apegos. Recuerdan a aquel que le decía a Jesús que lo dejara -primero- ir a
enterrar a su padre, y no era que el papá hubiera muerto, sino que asumiría su
“discipulado”, quien sabe cuándo: Era un truco para postergar el seguimiento
ofrecido (Cfr. Lc 9, 59-62).
Hay
un tipo de falsas promesas que en el lenguaje popular llamamos “promesas de
cumbiambero”, pues, la recomendación de la perícopa de hoy es que no ofrezcamos
el “seguimiento” del Señor como promesa de cumbiambero. ¿La vamos a cumplir?
¿sostendremos el compromiso? O ¿En realidad no hemos calculado con precisión en
qué nos estamos metiendo? Quizás con el Impulso y la decisión que tenemos, sólo
nos alcance para poner dos baldosas y el resto de la torre quede sólo en planos…
Y
nos da -aun- otra analogía para que consideremos lo que implica el
“seguimiento”: es la referencia a un guerrero que se lanza a declararle la
guerra a un adversario que tiene un ejército de veinte mil hombres, cuando uno
a duras penas tiene diez mil reclutas, calzados con alpargatas y con muy
escazas municiones y un paupérrimo avituallamiento; …. Más bien, organice
prontamente una delegación de negociadores que pacte con el rival un
armisticio, antes de ir a un suicidio seguro… Lo que negocien estos
embajadores, así sea la más mínima ventaja que puedan pactar, será lucro,
frente a la perdida de la vida por imprevisión.
En
conclusión: Sólo quien se sienta capaz de renunciar a todo lo que tiene está
listo para ofrecerle a Jesús ser Su Discípulo. ¡Los discipulados condicionados,
no valen!
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