1Mac
6, 1-13
Por
lejos, por ocultos que se encuentren, aquellos que se ponen contra Dios
terminan por encontrarse con Él, y terminan por descubrir en su consciencia el
mal que han sembrado. Hay quienes, ni siquiera al final, logran situarse
coherentemente y siguen parapetándose en las disculpas de las presiones, del
callejón sin salida de sus vidas que los obligó a actuar como lo hicieron, pero
no tiene que esperar tanto para ver que hubo opciones, que hubo alternativas,
que nada es tan inevitable para llevar a alguien a la maldad, a la crueldad, al
saqueo y al hurto; que no hay manera de justificar el atropello y la violencia;
no es tan tarde que uno se da cuenta que debió caminar por los caminos de la
Justicia y el derecho, y siempre hay ese momento reflexivo de darse cuenta que
no tenía ninguna “obligación” de ser parte de una maquinaria de ignominia cuyo
único pretexto -sinceramente hablando- era el egoísmo y la decisión de sacar a
Dios de la propia vida por pura “rebeldía”.
Antíoco
se da cuenta que algunos éxitos lo llevaron a creerse el ombligo del cosmos, y
que se habituó a vivir así, haciendo de las suyas, tratando de apoderarse de
las riquezas que otros habían reunido, a veces con un legítimo sentido patrio. Uno
ve el ánimo expoliador de Antíoco que iba y venía y se paseaba por toda la
tierra conocida de ese entonces, incluso allende las fronteras de su hegemonía,
por ejemplo, cuando se dirigió a territorio de los Ptolomeos, que dominaban la
región de Egipto y la zona africana que a ellos tocaba; ¿y que era lo que iba
buscando?, apoderarse de lo “ajeno”. En esta perícopa se nos muestra paseándose
a sus anchas por la región del norte, al sureste de los Montes Zagros y Persis
(o sea, la región occidental del antiguo Reino de Elam). Allí se dirigía su
voracidad sin pensar que los regionales estaban prevenidos y salieron a oponer
resistencia, y le ofrecieron duro combate, hasta el punto de obligarlo a
devolverse.
Había
comisionado a uno de sus “generales para que invadiera a Judea, pues, los hebreos rechazaron al
general Lisias, comisionado para esta invasión, sacándolo en desbandada. Y era
que los Macabeos se habían fortalecido con sus victorias, se habían hecho
duchos en el combate, habían adquirido pertrechos y armas suficientes para
rechazar al usurpador, y se sentían sólidamente acompañados por el Señor que
era la Cabeza de su Ejército. Esto fue un durísimo golpe en el talón de Aquiles
de la arrogancia y prepotencia de Antíoco: Le sobrevino la desmoralización y
con ella, la melancolía y la depresión severa.
Ese
fue su fin, sumido en honda nostalgia, reconociendo su alevosía, arrepentido
del mal innecesario que había sembrado, y de la mucha ignominia que pesaba en
su conciencia, apagó su vida, mordido por terribles dolores estomacales
carcomido por la enfermedad que somatizaba su fétida consciencia.
De
esta manera nos graduamos de nuestro breve curso sobre los Libros de los
Macabeos. La semana entrante, tendremos un cursillo de cinco lecciones, sobre
la Profecía de Daniel, que se verá interrumpido el jueves 30, cuando
celebraremos al Apóstol Andrés y tendremos las Lecturas propias de esta fiesta,
con una Primera Lectura tomada de Romanos.
Y
así terminará nuestro estudio Bíblico de las Primeras Lecturas de este ciclo
impar. E iniciaremos el ciclo litúrgico 2024 saludando el Adviento.
Sal
9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19
El
cordón medular que atraviesa de parte a parte este salmo es un ruego para
detener a los agresores de la fe, a los torturadores, a sus verdugos. Aquí la
figura del infiel pagano, del profanador constante, del mancillador del Templo
está descrita con la figura del preso que diseñó e instalo una jaula donde él
mismo vino a caer preso.
Los
paganos y su sequito, la corte de los idolatras será juzgada, porque son
sembradores de terror, porque se les mostró la Divinidad verdadera del Creador,
pero ellos prefirieron vivir enclaustrados en sus humanos límites y desconocer
a YHWH.
La
perícopa de hoy empieza con una voz de gratitud, es un agradecimiento que ocupa
todo el ser del Salmista. El hagiógrafo es un revestimiento de la voz del
Profeta, que proclama su oráculo.
En
la segunda estrofa reconoce -poniendo en sus ojos la imagen del enemigo
derrotado, y en la memoria la lealtad que le adeuda- porque el enemigo sucumbió, ante la Fuerza Incontenible de Dios.
Los
que no creen y no aceptan al Señor son los pueblos -aquí nombrados con la voz גוֹיִ֑ם [goyim]
“naciones extranjeras”; pero con esta palabra que sugiere un enjambre de langostas
destructivas- hundidos en la fosa con el pie trabado en la trampa. En cambio,
Dios no descuida jamás a sus elegidos: sus pobres, la esperanza de los
humildes.
Sus
pequeñuelos se gozan y hallan solaz en la Salvación que viene de Dios.
Lc
20, 27-40
Los
interlocutores son los saduceos, se trata de un grupo humano acomodado,
poseedores de la tierra, o por lo menos, terratenientes que usufructuaban de
ella, que vienen a plantearle a Jesús el tema del levirato, según el cual, una
viuda sin hijos debía contraer nupcias con su cuñado, hermano de su esposo
fallecido, La viuda no tenía ningún derecho a casarse fuera de la familia.
Había que buscar, de alguna manera, que esta mujer perpetuara el nombre del
fallecido, en el hijo que tuviera.
Pero
evidentemente, el relato pasa -por razones hiperbólicas- al dominio de la pura
fantasía, porque son 7 hermanos, los cuales, uno tras otro mueren, sin tener
descendencia, y luego, -donde más se hace evidente que el interés era hacer
incurrir a Jesús en alguna respuesta que pudieran mostrarse como abandono de la
ley mosaica, para así, denunciar a Jesús como blasfemo- y tener pretexto para
darle muerte.
Aquí,
Jesús revela tener un conocimiento directo de lo que ocurría al otro lado de la
muerte. Verdaderamente a la cuestión planteada sólo podía contestar alguien que
hubiera estado más allá de la muerte y hubiera regresado.
Jesús
es consciente que en la otra vida es innecesario el matrimonio porque allá no
hay muerte, y entonces no es necesario engendrar prole, si no es necesario
tener hijos, quiere decir que, en el Paraíso Celestial, los hombres y las
mujeres no se casan -carentes de apetitos carnales “no tiene que tomar esposa”,
así que la viuda del ejemplo, no tendrá que ir ante algún tribunal de lo contencioso-conyugal
para dirimir a cuál de los siete se le asignará.
Es
interesante mirar hacia las conclusiones que saca Jesús de la oración
pronunciada por Dios al hablarle a Moisés: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac,
Dios de Jacob”. Si los llama, es porque aún viven, porque si estuvieran
muertos, significaría que Dios puede ser el Dios de cadáveres. ¡Esto es
absurdo! ¡Dios es Dios de vivos, y no de muertos!
Los
escribas -mayoritariamente del partido fariseo- intervinieron allí, porque
ellos si eran partidarios de la resurrección y la adoptaban como elemento de su
fe; interrumpieron para apoyar a Jesús, alabando su argumento y la lógica con
la que lo exponía. Obligando así a los saduceos a abandonar el campo de
disputa. Nadie se atrevió a hacerle otra pregunta.
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