2Mac
12, 43-45
El
Segundo Libro de los Macabeos tiene 15 capítulos. Los capítulos 10-13 nos
relatan las luchas que se vio obligado a enfrentar Judas Macabeo con los
pueblos circunvecinos.
No
todo eran victorias, y en este Segundo Libro de los Macabeos se nos ofrece la
situación en que muchos soldados habían caído. ¿Qué hizo Judas el “Martillo”?
¿Cómo procedió? ¿A soldado muerto soldado puesto? ¡No! Puso su mente y su
corazón en la idea de la Resurrección. Si él no hubiera creído en la
resurrección, no habría tenido ninguna razón de ser que hubiera hecho una
colecta para ofrecer “sacrificio” en Jerusalén por los caídos.
¿Qué
se pretendía con este sacrificio en el que se gastaron dos mil dracmas? Que
ellos fueran liberados de sus pecados. Este -como lo dice la perícopa-, es un
pensamiento santo y piadoso. Como aquellos habían caído -no por una razón
cualquiera- sino por razones por demás pías, ofreció el Sacrificio para que
pudieran resucitar -supliendo sus pendientes- y pasar a disfrutar la “magnífica
recompensa” a la que estaban destinados.
Sal
130(129), 1-2. 3-4. 5-6ab. 7-8
Este
salmo Gradual, tiene especial valor como sufragio por las almas de los “purgantes”.
La Iglesia puede separarse en tres estamentos:
i.
Los que estamos aquí, en la tierra, aún en la lucha
(Iglesia militante)
ii.
Los que felizmente han pasado a la Presencia del Señor
((Iglesia Triunfante)
iii.
Los que -teniendo aun “cuenticas pendientes”- forman la
Iglesia Purgante, o sea que están haciendo sus trámites para subir de
“estatus”; dependen de nosotros, de nuestros sufragios, porque ellos -cuando
tuvieron su oportunidad, mientras estaban aún en uso de buen servicio en las
filas militantes, no alcanzaron a zanjar deudas. Ellos allá, ya no pueden hacer
nada para su beneficio, pero si pueden interceder por nosotros.
-Por
eso en la primera estrofa pedimos que el Señor esté atento a nuestras súplicas.
-En
la segunda, apelamos a su Misericordia, que siempre disminuye la gravedad de
los daños que causamos y nos cobija con su perdón.
-En
la tercera estrofa, ponemos nuestras manos anhelantes para que el Señor -Tan
Generoso- las llene con sus Bondades y su Clemencia Incomparable.
En
la cuarta estrofa -dirigida a nosotros, su pueblo- nos recuerda no cifrar
nuestras esperanzas en ninguna otra dirección, que nuestros ojos y nuestras
manos, tiendan a Él y sólo a Él. Nada ni nadie más escuchará nuestro grito.
Que
sea nuestra oración, -no egoísta- sino
generosa: oremos por nosotros y por los nuestros, pero recordemos cuantos hay
que -olvidados o sin quien los recuerde- penden de que nuestra solidaridad
projimal, ore también por ellos.
Tantas
cosas que miramos como desgracias, pero la única catástrofe real es el pecado
que nos aparte de Él. El grito, -que mencionamos una y otra vez en el verso
responsorial- es porque, la súplica, no es un clamor a medias tintas, es
nuestra voz que quiere llegar al Señor con todas las fuerzas que Él nos ha
dado, para decir: ¡Señor, sabemos, que todo nuestro ser está en Tus Benditas
Manos!
Jn
11, 17-27
El que cree en mí,
aunque muera vivirá.
Jn 11, 25cd
En
los versos 11, 46-54, se da cuenta como la resurrección de Lázaro fue el
detonante, la gota que derramó la copa, para agudizar la persecución contra
Jesús, tomada la firme decisión de matarlo (Jn 11, 53). La perícopa de hoy
tiene su cara y su sello, nos parece que la moneda ha de verse por las dos
caras:
La
cara: aceptar que Jesús -siendo el Hijo de Dios- tiene autoridad sobre la
muerte y puede sacar de sus garras, inclusive a aquel que ha soportado ya
cuatro días de sus dentelladas.
Marta
reconoce
a) Que Él podría
haberlo sanado su hubiera llegado antes.
b) Que Él puede
pedirle al Padre-Celestial cualquier cosa y Dios se los concederá.
c) Que existe la
Resurrección del “último Día”.
Tres
puntos de altísima teología que para algunos, que nos hacemos llamar fieles, aún
no están tan claros.
El
corazón de la perícopa son los versos 25-26: “Y su médula es “Yo-Soy
la resurrección y la Vida” Al decir “Yo-Soy” nos está dando su Identidad
Divina, y al decir Resurrección y la Vida, está declarando que Él es la
Victoria sobre la muerte.
¿A
qué temían los fariseos? A que, siguiendo esta ola de poder demostrado, los
conversos fueran aumentando, y el séquito de Jesús fuera una masa incontenible,
cosa que los Romanos no iban a permitir, y eso acarrearía la destrucción de
todo el pueblo, y la más afectada sería Jerusalén.
Jesús
para devolver la vida a Lázaro, tendrá que dar la Suya Propia. Los fariseos,
con este “signo” encontraron sólido pretexto para decretar su muerte. “Somos un
pueblo de “viñadores homicidas”, siempre encontraremos un buen pretexto para
arrinconar a Dios y amenazarlo de muerte.
Miremos
atentamente cómo es nuestra religión. Todo nuestro proceso de fe puede quedar
reducido al empeño de lograr que Dios haga lo que queremos. Pero eso sí, ¡que
no se haga su Voluntad!
Lázaro
significa אלעזר :
“él ha ayudado”. ¿a qué ha ayudado?
a) A que los tres (Marta,
María y él mismo) remacharan su fe, con una real comprensión de que iba a
volver a morir, pero que Jesús -verdaderamente- era el dueño de la Vida y que
lo Resucitaría para nunca más morir. Esta experiencia de fe, para los amigos de
Jesús, nos ha trasmitido una clarísima intelección del significado de la
Resurrección: No es guardar la vida biológica, sino librarnos del temor de que
la muerte tenga la palabra definitiva.
b) El sello de la
moneda: Pero también ayudó a Dios a cumplir el Único Sacrificio Salvífico: el Eucarístico.
Lázaro, catalizó el hecho de que Jesús penetrara al Santa Sanctorum, llevando
en sus Manos su Sangre Preciosísima -precio de nuestra Redención- para
presentarla en el Propiciatorio, como lo preveía la liturgia.
Jesús
da la vida, en el doble sentido de a) restituírsela a Lázaro, y b) de entregar
-la suya propia- por todos nosotros.
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