lunes, 20 de noviembre de 2023

Lunes de la Trigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario



1Mac 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62- 64

Esta semana haremos un cursillo en seis lecciones tomadas del Libro de los Macabeos, (excepto mañana martes, cuando celebraremos la Presentación de la Santísima Virgen María y leeremos de la Profecía de Zacarías). El miércoles haremos una breve visita al Segundo Libro de los Macabeos.

 

Estos Libros de los Macabeos, como nos han llegado en griego -aun cuando originalmente escritos en hebreo, sólo muy fragmentariamente han llegado a nuestras manos- por eso no tienen lugar en la Tanaj. En cambio, si están incluidos en nuestro canon. Su redacción fue efectuada por diversos hagiógrafos.

 

Al morir Alejandro en el 323 a.C., llamado Magno, el poder del imperio se repartió entre sus militares allegados y la aristocracia palaciega, la corte formada por los que lo acompañaban, lo adulaban y trataban de aprovecharse.  Más adelante, en el 261 a.C., el poder cayó en manos de Antíoco que reino hasta su asesinato, ocurrido en el 245 a.C.

 

Corrió el tiempo y en el 165 a.C. se sentó en el trono el protagonista de la perícopa de hoy Antíoco Epífanes (Epífanes quiere decir “que se manifiesta con esplendor”), aprovecho el surgimiento en Israel de la apostasía de algunos, de un grupo que vendió su independencia a este “vástago perverso”, promoviendo el pacto con el imperio seleucida, que promovió la idea que por no pactar y acoger los usos y mañas de los pueblos vecinos era que les iba mal, empezaron con la idolatría del cuerpo, del físico, pusieron gimnasios, y entrenaban desnudos; para ocultar su circuncisión recurrían a estrategias cosméticas, comprando mascaras-de-prepucio. Ahí ya se nota la perdida de la propia identidad y se deja ver el profundo debilitamiento y la corrupción que les había sobrevenido. Ocultaban lo que los hacía auténticos.

 

Entonces, Antíoco Epífanes hizo el siguiente movimiento, decretó que la religión oficial era el paganismo, y puso su “ídolo-monigote” en el altar del Templo, para los judíos que aún no habían caído, esta era una profanación de tono mayor: “la abominación de la desolación”. Pero, se mantuvieron firmes sin dejarse corromper, guardando la dieta en sus ingestas para no comer alimentos impuros. Su resistencia rayaba en morir antes que contaminarse.

 

Así progresivamente fueron abandonando las señas de su identidad. Sus pautas culturales y procuraron copiar descaradamente las perversiones del invasor, lo que suele suceder, que el invadido, le parece admirable y valioso lo que hacen el usurpador, y quieren hacer lo mismo, a como dé lugar. Lo que abría las puertas a cierto margen de aprobación y a una mejor manipulación por parte del tirano expoliador.

 

El invasor no se detuvo y -no solo profanó el Templo de Jerusalén-, sino que en todas partes fue erigiendo altares a los dioses de Antíoco.

 

Sal 119(118), 53.61.134.150.155.158

Existe el acatamiento, y por otra parte, también la subyugación, que es otra cosa. Cuando se da el sometimiento voluntario uno entrega su aquiescencia; en cambio el subyugado lo es porque ha sido forzado a llegar a esa situación, no le ha quedado otra alternativa, tiene que llevar el yugo porque una fuerza opresora se lo impone.

 

Imaginemos una persona totalmente confundida, que no sabe para dónde coger, que no sabe cómo responder ante cierta situación y que agradecerá mucho a alguien que venga en su socorro y lo oriente. Será agradable encontrarse con alguien que lo libre del extravío.

 

Este Salmo es una súplica; salmo alefático, pero no por versos sino por estrofas. Tiene una estrofa entera por cada letra del alefato. Hemos insistido que esta técnica se usa cuando se quiere dar la sensación que se ha examinado el asunto completamente, que no ha quedado nada que agregar, se han recorrido todos los vericuetos temáticos habidos y por haber, hasta agotar el asunto. Aquí, esa temática es la Ley.

 

Si la Ley es un “Armonizante” de las relaciones interpersonales, si lo que quiere traernos es la “concordia”, y suprimir la violencia, menguando el ánimo retaliativo, entonces, la Ley es otra cosa muy diferente a un instrumento para impedirnos hacer, para coartar la libertad y para generar “castigos”. La Ley, hay que saberla enfocar, para entender que es un Regalo de Dios, que actúa como un verdadero lubricante social para evitar la fricción al interior de la maquinaria social. Lo que Dios quiere -en Verdad- es que vivíamos como hermanos. Este salmo, con sus veintidós estrofas, quiere enseñarnos a mirar la Ley con gratitud, quiere lubricarlo todo con amor Fraternal: Entonces ¿qué es la Ley? ¡Un tratado de sinodalidad! ¿A dónde nos lleva? ¡A vivir en Comunión!

 


La Ley es el inicio y fundamento de un tratamiento para nuestra ceguera, para que no veamos en Dios a un déspota, y a nuestros hermanos, en “medios” para llevar al cumplimiento nuestro egoísmo y la satisfacción de nuestros solos intereses. Sólo después de poder vivir esto, podremos abrirle nuestra vida al Mesías para su segunda Venida, ya no a ser Víctima, sino para que sea Glorificado: Glorificado en nuestras vidas fraternales.

 

Lc 18, 35-43



Jesús avanza rumbo a Jerusalén, va llegando a Jericó, y se encuentra a un ciego. Los discípulos van sinodalmente con Él. Su situación podemos evaluarla en general como un estado de incomprensión, lo siguen sin entenderlo (será necesarios que Muera y Resucite para que puedan llegar a “ver”). Uno se va fraguando una idea de lo que Dios puede hacer con la situación en que vivimos. Y poco a poco le vamos añadiendo duro y rígido concreto a esa imagen. Sin saber, ni como, ni cuando, lo que era una idea se vuelve un esquema riguroso y severo que Dios tiene que seguir: Le hemos planeado la ruta a Dios, con nuestros planes muy estrictos, a Dios, le damos permiso -solo- de que lo cumpla.

 

El plano de esta salvación humanamente fraguada, está en papel cuadriculado, ¡ay de que Dios se corra un cuadrito¡: ¡queremos que vaya recto, por donde le hemos trazado!

 

Pero, detengámonos un instante: ¿Quiénes somos nosotros en esta perícopa? ¡Los ciegos! ¿Cierto? Y, ¿a pesar de nuestra ceguera queremos que Él se ajuste a nuestras ideas de Salvación? ¿Quizás, no sería mejor entregarle el timón y los frenos al-que-Ve?

 

Su proyecto Salvífico no se va a ir a pique porque nosotros demos una “opinión”, por ejemplo “quiero recobrar la vista”, Él tomará nuestras apreciaciones y las integrará a la ruta Salvífica, y si es acorde con el Proyecto real, lo “sumará” como el que “suma un vector”; si la petición está en contravía, la disolverá, la desvanecerá, pero el Proyectó ¡irá adelante!

 

¿Cómo se incorporó este vector -el que aportaba el ciego- al Gran Vector? Jesús se lo concedió, y él no se opuso al fluir de Jesucristo, siguió la misma ruta, la misma dirección y sentido (como les gusta decir a los físicos), y -en plena armonía- uniéndose a la sinodalidad de Jesús, iba gritando glorificación, iba proclamando su eukaristein, dando gracias por tan prodigioso “milagro”, ¿cómo no pregonar la grandeza de quien tiene el Poder de devolvernos la vista a nosotros los “ciegos”?

 

Lo que llama intensamente la atención en este relato es que los que decimos que vemos, no vemos “ni pio”, estamos absolutamente ciegos; por otra parte, el que está ciego, ¡si ve!, desde el principio distingue que Jesús es el Mesías.

 

Esto es así, porque precisamente como decía el Principito:Solo con el corazón se puede ver claramente. Lo. esencial es invisible a los ojos”. Tocamos una frontera, casi que podríamos decir, ¡Qué pesar que tenemos ojos! Los ojos son un “bloqueo”. Tenemos que pedir a Jesús que derrame su colirio en nuestros ojitos y un bálsamo en el corazón para que no vayamos a ser de los ingratos, que sólo quieren “sacar su tajada” y luego ¡ni las gracias dan! (Decimos esto haciendo memoria de los diez leprosos)

 

Es fundamental, que el ex-ciego, no sólo lo glorifica, sino que lo “sigue”. Pero hay más, no sólo lo sigue, sino que su testimonio atrae a otros, que se unen en alabanza. 

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