1Mac 1, 10-15. 41-43. 54-57. 62- 64
Esta
semana haremos un cursillo en seis lecciones tomadas del Libro de los Macabeos,
(excepto mañana martes, cuando celebraremos la Presentación de la Santísima
Virgen María y leeremos de la Profecía de Zacarías). El miércoles haremos una
breve visita al Segundo Libro de los Macabeos.
Estos
Libros de los Macabeos, como nos han llegado en griego -aun cuando originalmente
escritos en hebreo, sólo muy fragmentariamente han llegado a nuestras manos- por
eso no tienen lugar en la Tanaj. En cambio, si están incluidos en nuestro canon.
Su redacción fue efectuada por diversos hagiógrafos.
Al
morir Alejandro en el 323 a.C., llamado Magno, el poder del imperio se repartió
entre sus militares allegados y la aristocracia palaciega, la corte formada por
los que lo acompañaban, lo adulaban y trataban de aprovecharse. Más adelante, en el 261 a.C., el poder cayó en
manos de Antíoco que reino hasta su asesinato, ocurrido en el 245 a.C.
Corrió
el tiempo y en el 165 a.C. se sentó en el trono el protagonista de la perícopa
de hoy Antíoco Epífanes (Epífanes quiere decir “que se manifiesta con esplendor”),
aprovecho el surgimiento en Israel de la apostasía de algunos, de un grupo que vendió
su independencia a este “vástago perverso”, promoviendo el pacto con el imperio
seleucida, que promovió la idea que por no pactar y acoger los usos y mañas de
los pueblos vecinos era que les iba mal, empezaron con la idolatría del cuerpo,
del físico, pusieron gimnasios, y entrenaban desnudos; para ocultar su circuncisión
recurrían a estrategias cosméticas, comprando mascaras-de-prepucio. Ahí ya se
nota la perdida de la propia identidad y se deja ver el profundo debilitamiento
y la corrupción que les había sobrevenido. Ocultaban lo que los hacía auténticos.
Entonces,
Antíoco Epífanes hizo el siguiente movimiento, decretó que la religión oficial
era el paganismo, y puso su “ídolo-monigote” en el altar del Templo, para los judíos
que aún no habían caído, esta era una profanación de tono mayor: “la abominación
de la desolación”. Pero, se mantuvieron firmes sin dejarse corromper, guardando
la dieta en sus ingestas para no comer alimentos impuros. Su resistencia rayaba
en morir antes que contaminarse.
Así
progresivamente fueron abandonando las señas de su identidad. Sus pautas
culturales y procuraron copiar descaradamente las perversiones del invasor, lo
que suele suceder, que el invadido, le parece admirable y valioso lo que hacen el
usurpador, y quieren hacer lo mismo, a como dé lugar. Lo que abría las puertas
a cierto margen de aprobación y a una mejor manipulación por parte del tirano
expoliador.
El
invasor no se detuvo y -no solo profanó el Templo de Jerusalén-, sino que en
todas partes fue erigiendo altares a los dioses de Antíoco.
Sal
119(118), 53.61.134.150.155.158
Existe
el acatamiento, y por otra parte, también la subyugación, que es otra cosa. Cuando
se da el sometimiento voluntario uno entrega su aquiescencia; en cambio el
subyugado lo es porque ha sido forzado a llegar a esa situación, no le ha
quedado otra alternativa, tiene que llevar el yugo porque una fuerza opresora
se lo impone.
Imaginemos
una persona totalmente confundida, que no sabe para dónde coger, que no sabe
cómo responder ante cierta situación y que agradecerá mucho a alguien que venga
en su socorro y lo oriente. Será agradable encontrarse con alguien que lo libre
del extravío.
Este
Salmo es una súplica; salmo alefático, pero no por versos sino por estrofas.
Tiene una estrofa entera por cada letra del alefato. Hemos insistido que esta
técnica se usa cuando se quiere dar la sensación que se ha examinado el asunto
completamente, que no ha quedado nada que agregar, se han recorrido todos los
vericuetos temáticos habidos y por haber, hasta agotar el asunto. Aquí, esa temática
es la Ley.
Si
la Ley es un “Armonizante” de las relaciones interpersonales, si lo que quiere
traernos es la “concordia”, y suprimir la violencia, menguando el ánimo retaliativo,
entonces, la Ley es otra cosa muy diferente a un instrumento para impedirnos hacer,
para coartar la libertad y para generar “castigos”. La Ley, hay que saberla
enfocar, para entender que es un Regalo de Dios, que actúa como un verdadero
lubricante social para evitar la fricción al interior de la maquinaria social.
Lo que Dios quiere -en Verdad- es que vivíamos como hermanos. Este salmo, con
sus veintidós estrofas, quiere enseñarnos a mirar la Ley con gratitud, quiere
lubricarlo todo con amor Fraternal: Entonces ¿qué es la Ley? ¡Un tratado de
sinodalidad! ¿A dónde nos lleva? ¡A vivir en Comunión!
La
Ley es el inicio y fundamento de un tratamiento para nuestra ceguera, para que
no veamos en Dios a un déspota, y a nuestros hermanos, en “medios” para llevar
al cumplimiento nuestro egoísmo y la satisfacción de nuestros solos intereses.
Sólo después de poder vivir esto, podremos abrirle nuestra vida al Mesías para
su segunda Venida, ya no a ser Víctima, sino para que sea Glorificado:
Glorificado en nuestras vidas fraternales.
Lc
18, 35-43
Jesús
avanza rumbo a Jerusalén, va llegando a Jericó, y se encuentra a un ciego. Los discípulos
van sinodalmente con Él. Su situación podemos evaluarla en general como un
estado de incomprensión, lo siguen sin entenderlo (será necesarios que Muera y
Resucite para que puedan llegar a “ver”). Uno se va fraguando una idea de lo
que Dios puede hacer con la situación en que vivimos. Y poco a poco le vamos
añadiendo duro y rígido concreto a esa imagen. Sin saber, ni como, ni cuando,
lo que era una idea se vuelve un esquema riguroso y severo que Dios tiene que
seguir: Le hemos planeado la ruta a Dios, con nuestros planes muy estrictos, a
Dios, le damos permiso -solo- de que lo cumpla.
El
plano de esta salvación humanamente fraguada, está en papel cuadriculado, ¡ay
de que Dios se corra un cuadrito¡: ¡queremos que vaya recto, por donde le hemos
trazado!
Pero,
detengámonos un instante: ¿Quiénes somos nosotros en esta perícopa? ¡Los
ciegos! ¿Cierto? Y, ¿a pesar de nuestra ceguera queremos que Él se ajuste a
nuestras ideas de Salvación? ¿Quizás, no sería mejor entregarle el timón y los
frenos al-que-Ve?
Su
proyecto Salvífico no se va a ir a pique porque nosotros demos una “opinión”,
por ejemplo “quiero recobrar la vista”, Él tomará nuestras apreciaciones y las
integrará a la ruta Salvífica, y si es acorde con el Proyecto real, lo “sumará”
como el que “suma un vector”; si la petición está en contravía, la disolverá, la
desvanecerá, pero el Proyectó ¡irá adelante!
¿Cómo
se incorporó este vector -el que aportaba el ciego- al Gran Vector? Jesús se lo
concedió, y él no se opuso al fluir de Jesucristo, siguió la misma ruta, la
misma dirección y sentido (como les gusta decir a los físicos), y -en plena
armonía- uniéndose a la sinodalidad de Jesús, iba gritando glorificación, iba
proclamando su eukaristein, dando gracias por tan prodigioso “milagro”, ¿cómo
no pregonar la grandeza de quien tiene el Poder de devolvernos la vista a nosotros
los “ciegos”?
Lo
que llama intensamente la atención en este relato es que los que decimos que
vemos, no vemos “ni pio”, estamos absolutamente ciegos; por otra parte, el que
está ciego, ¡si ve!, desde el principio distingue que Jesús es el Mesías.
Esto
es así, porque precisamente como decía el Principito: “Solo con el corazón se puede ver
claramente. Lo. esencial es invisible a los ojos”. Tocamos una frontera, casi
que podríamos decir, ¡Qué pesar que tenemos ojos! Los ojos son un “bloqueo”. Tenemos
que pedir a Jesús que derrame su colirio en nuestros ojitos y un bálsamo en el corazón
para que no vayamos a ser de los ingratos, que sólo quieren “sacar su tajada” y
luego ¡ni las gracias dan! (Decimos esto haciendo memoria de los diez leprosos)
Es
fundamental, que el ex-ciego, no sólo lo glorifica, sino que lo “sigue”. Pero
hay más, no sólo lo sigue, sino que su testimonio atrae a otros, que se unen en
alabanza.
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