Ap 7, 2-4.
9-14
En
la esfera de la fe, también hay amarillismo, sensacionalismo, terrorismo
literario, -cosas estas que uno cree están circunscritas a la prensa y el cine.
Sueñan y acarician su anhelo de recibir como regalo un lanzallamas, o en su
defecto unos cuantos galones de Napalm. Personas hay fascinadas con la “lluvia
de fuego”, se frotan las manos con energía -con evidente regocijo ante la
perspectiva- y se saborean la comisura
de la boca, presagiando la catástrofe cósmica; ¿y, lo demás? -no podemos
entender cómo, lo pasan desapercibido.
Hoy
en medio de todo el catastrofismo -vemos que Dios no procederá
indiscriminadamente- Él hará separar muy cuidadosamente los santos de los
opresores, los projimales (ya hemos hablado sobre la condición de “prójimo”: no
se es porque vive al lado, sino porque uno -al ver su dolor o su necesidad- se
acerca a ayudarlo, al acercarse, se hace “prójimo”; no se es prójimo por
accidente, por casualidad, sino porque uno mueve los piecitos para allegarse
allí donde el socorro se precisa),de los crueles, las cabras de las ovejas. No
tocará nada que sea Santo y Puro, para ellos tiene reservada una realidad
soteriológica. Soteriológica está relacionada con la Salvación.
¿Eran
144.000? ¡No! Leamos con cuidado y atención: “… una muchedumbre inmensa, que
nadie podría contar, de toda nación, raza, ´pueblo y lengua, … ”, ¿Por qué
tenemos la manía de reducir las entradas y acaparar los boletos haciendo que
sólo circulen los VIP? Más abajo leemos que “el Señor extenderá su Tienda sobre
ellos” (Ap 7, 15), ahí está pintada la Benevolencia, la Acogida, la Protección,
la Misericordia del Señor que hará su Templo ilimitado, para que quepan todos
los Santos, no sólo los que han sido canonizados.
Así
es, ¡serán Huéspedes del Señor, no sólo los que se hayan peinado con gel! Pero,
ahí saltan muchos para elevar su voz de protesta: «tantos años como llevo sirviéndote,
no te he desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para deleitarme
con mis amigos. Pero llega este “hijo tuyo”, que se ha gastado la herencia con prostitutas,
y le has hecho matar el ternero cebado».
Se
acuerdan que al hijo que “estaba perdido” lo hace vestir, y ponerle sandalias y
recibe de nuevo el anillo-filial; pues miren cuán coherente es el Señor: a
estos que acoge en el Templo de su Amor y su aprobación, les da vestiduras
blancas y los hace -a cada uno- portador de la palma de la victoria. ¿Se
imaginan tamaña alegría? Gritan por siempre -sin quedarse nunca roncos- «La
Victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el Trono del Cordero». ¿Alguien
necesitará que se le recuerde quién es el Cordero de Dios que quita el pecado
del mundo?
¿Qué
merece este Victorioso? ¡Veámoslo:
1. La Alabanza
2. La Gloria
3. La sabiduría
4. Acción de Gracias
5. Honor
6. Poder, y
7. Fuerza.
En
particular, recibirán los sitiales preferenciales aquellos que han lavado y
obtenido la Blancura Suprema, enjuagando sus vestiduras en ¡La Sangre del
Cordero!
A
los que les pesa la consciencia, a los que han hecho flagrante mal, a los
sanguinarios que no han vacilado en martirizar a estos Santos, a esos
desalmados, que les tiemblen las vestiduras desde la capucha hasta el propio
borde de la botamanga. Pero -como reza la sabiduría popular- ¡el que nada debe,
que nada tema!
Sal 24(23),
1-2. 3-4ab. 5-6
Decir: “Venga tu Reino”,
es comprometerse a hacer cualquier cosa para vivir según sus exigencias.
Noël Quesson
No
basta que cantemos, ni que batamos palmas y muy piamente levantemos los brazos
para luego postrarnos. Todo eso queda en nada si no nos esforzamos por vivir
cristianamente: Por ejercer la caridad, por hacer las obras de misericordia,
por portarnos como samaritanos conmovidos que socorremos al que está caído al
borde del camino, mal herido. Su Trono serán nuestras acciones movidas por el
amor a Jesucristo.
La
Nueva Jerusalén es el Reino, ya consumado, llevado a Su Más Alto Grado de
Perfección; de eso es que estamos hablando, por eso hoy tenemos un Salmo del
Reino. Acompañamos el Cordero a posesionarse por toda la Eternidad de su Trono,
en su Palacio. Ahora ya es Rey de Israel, y de todas las naciones y pueblos de
la tierra, del Cosmos entero y de toda criatura. ¡A Él Honor y Gloria y
Majestad! Para Él, todo el bien que quepa en nuestras pobres manos, todas las
sonrisas que puedan animar el desalentado, al descorazonado.
Nuestro
actuar inspirados en el paradigma del Hijo, son los que se constituyen en
Trono, Manto Real, Cetro y Corona; si no fructificamos, no habrá Realeza para
Él, nuestros actos desmentirán la fe que decimos proclamar.
La
primera parte de este salmo habla de los requisitos para acceder al Templo
dignamente: Contesta a la pregunta: ¡Quien puede subir al Monte del Señor? ¿ Quién
puede permanecer en el Templo Santo? Y da los requisitos:
1. Tener manos
inocentes
2. Tener el corazón
puro
3. No ser idolatra.
Esta
tercera condición es, en realidad, una condición múltiple, porque hay un sinfín
de idolatrías.
Aún
hay otra condición que dice mucho e implica más:
4. Ser miembro del
grupo de los que דָּרַשׁ [darash] “buscan”,
“seguir diligentemente”, “le consultan todo” al Señor. En el mismo verso se usa
otro verbo, בָּקַשׁ [baqash]
“lo buscan para rogarle”, “se esfuerzan en hallarlo”.
1Jn
3, 1-3
No
perdamos de vista lo que vimos ayer y anteayer que nos decía San Pablo en la
Carta a los Romanos: Nos hace co-herederos y nos comparte su Gloria, nos “conglorifica”.
En el Salmo de hoy, nos asombramos ante su Misericordia extendida sin
fronteras, y agradecemos su Amor que, nos baña a todos, que podemos bañarnos en
la filiación que Jesús tiene a bien compartirnos.
También
nos recordaba San Pablo en la Primera Lectura de ayer que hemos de afianzarnos
en la “Esperanza”, que cuando Él se manifieste, derramará la Benevolencia de su
Sangre para asimilarnos a Él. Esa Esperanza es una especie de Agua
bautismal-escatológica, que nos asimilará a Él: Todo el que tiene esperanza en
Él se purifica a sí mismo, como Él es puro.
A
tener en cuenta que Juan no usa esta palabra, sino muy rara vez, la única vez
que la encontramos es aquí: ἐλπίδα [elpida] "esperanza", “expectativa
con certeza”, “lo que se espera porque está garantizado”. Hay un testimonio que
avala la “expectativa”, es el Testimonio que está dando aquí Juan, y eso nos
permite mirar al futuro y prever lo que sucederá: recibiremos una “purificación”,
es lo que San Pablo llama -desde sus categorías- “Justificación.
Su
Reino no es de Imposición, sino de Conglorificación. Atendamos al significado
de esta hermosa palabra que implica que Él nos revaloriza, alzándonos del
fango, nos dejará ver cuán preciosos somos a sus Ojos. Por eso estamos llamados
a gozar de la Alegría del Evangelio: Esa es la Buena Nueva. Jesucristo, cuyo “regreso”
aguardamos, nos purifica, y nos lava nuestras manchadas vestiduras en la
blancura de su Sangre.
Mt 5, 1-12ª
Para entender las
bienaventuranzas hay que partir de la ἀπόδοσις
[apódosis],
es decir, de la “promesa” vinculada a cada una de ellas.
Raniero Cantalamessa
Nos
parece imposible. ¿Cómo nos van a invitar a nosotros? ¿De dónde vamos a sacar
para adquirir el smoking? (Porque en el Cine, esos banquetes son con smoking,
pajarita al cuello y llegada en limousine).
Pero
este Banquete Celestial, en la Nueva Jerusalén, ha cambiado la lógica de la
tierra al Cielo. Esta Gloria aquí, es propiedad de los πτωχός [ptochos] “un pobre
que está en la inopia”, no es un pobre que tiene bajos ingresos, sino uno que
tiene que acuclillarse y reducirse a su mínima expresión para pedir, este pobre
es tan miserable que, tiene que mendigar. ¡Ven como se ha revertido la Gloria?
El dueño del Reino es un menesteroso, una persona encorvada en su opresión, gibado
con el sobrepeso que ha soportado toda una vida, por su carencia. Decía San
Agustín: «El verdadero pobre evangélico es el cliente de Dios que ha apostado todo por
Dios, en la fe. En el judaísmo de la época el término “pobre” era prácticamente
sinónimo de santo (hasid) y de devoto».
Hay otra categoría que, sin dilación alguna, ya gozan de
las herencias prometidas, son aquellos que son calumniados, despreciados y
perseguidos por ser fieles a la Causa de Dios.
La palabra μακάριος [makarios] que solemos traducir “bienaventurado”, significa
“la persona que ha alcanzado la dicha de tener para sí, los beneficios que Dios
concede, y que tiene a su favor la alegría que se desprende de tan magna
bendición.
Las otras seis “bienaventuranzas” son promesas para
reclamar en el futuro, son escatológicas, todavía no se pueden hacer efectivas
(prótasis):
1. Los que lloran
2. Los sufridos,
3. Los que tienen
hambre y sed de justicia
4. Los misericordiosos
5. Los limpios de
corazón
6. Los que trabajan
por la paz
Leyéndolas
despacio es como si leyéramos los Evangelio y nos mostraran diversos cuadros de
la vida de Jesús. Es una sinopsis apretada de Jesús que pasó haciendo el Bien. Pero
Jesús es Sacramento del Padre, o sea que -a través de ellas-, nos muestra el
perfil del Padre.
Y.
si nosotros somos imagen del Creador, nos proponen nuestro verdadero perfil, o sea
que son paradigmáticas para nuestra plenificación. Son la única manera de no
incurrir en la inautenticidad. Por otra parte, podemos leer en ellas las pautas
para la sinodalidad, para construir comunidad, y hacer de la fraternidad una oikodome
-valga decir- como un cemento espiritual que consolida nuestras relaciones, los
vínculos interpersonales. Dirigen nuestras miras para apuntarle a las razones
escatológicas de la existencia, al destino final. En fin, nos dan el entramado
de nuestra ortopraxis existencial.
No
son situaciones que debemos procurarnos, son oportunidades que Dios -que
reparte sus Tesoros, según la amplitud de su Corazón- propone (apódosis):
1. Serán consolados
2. Heredarán la tierra
3. Quedaran saciados
4. Alcanzaran
misericordia
5. Verán a Dios.
6. Se llamarán “hijos
de Dios”.
No
hay que salir con una pancarta a gritar. No hay que ponerse en alguna posición
muy extraña y permanecer en absoluta quietud durante tres años. No hay que
rociarse con un bidón de combustible y luego arder en llamas. No es un mantra
para repetir 15 veces diarias. Y lo que es más importante, no se trata de leerlas
mirando desde arriba hacia abajo para denunciar los “pobres diablos que somos”.
No
son consignas de desprecio. Hay que leerlas, de abajo hacia arriba: ¡Mirando el
Crucificado! No son imposibles para reducirnos a la impotencia. ¡Son Gracia! Y,
como Gracia Pura se pueden aceptar. Son afirmaciones acerca de Jesucristo a la
vez que una profecía sobre el “Hombre Nuevo”.
Cuando
decimos Hombre Nuevo queremos decir un retículo cristológico, teológico,
antropológico, soteriológico, eclesiológico, escatológico y moral (no
moralista); Una superación de nuestra condición adámica.
Atención
-permítasenos repetirlo-, hay que mirar de abajo hacia arriba (y no por encima
del hombro): «Los valores se han trastocado. La serie sucesiva de dichas nuevas
se pone en contrapunto de las míseras jerarquías terrestres. Dichosos son los
mansos, los hambrientos, los sedientos de justicia, los misericordiosos. La
novedad saca de quicio. Estas dichas queman como un tizón cuando se coge con
las manos… Nunca fueron tan zarandeadas las clasificaciones oficiales, los
rangos, por obra no de una insurrección, sino bajo el impulso de una alegría
desconocida para los poderosos… Su novedad todavía no ha encontrado lugar en la
tierra»[1]
Cuando
se cumplan, entonces:
1. Dios con nosotros
extenderá su Tienda de Campaña para que al Encuentro entren todos.
2. Desaparecerán
hambre y sed.
3. El sol no producirá
cáncer de piel, sino dulce tibieza y abrigo.
4. El Cordero,
personalmente, nos apacentará
5. Nos conducirá a
remansos de aguas tranquilas.
6. Con sus Tiernas
Manos enjugará toda lágrima.
7. Ya no habrá muerte,
ni pena, ni llanto, ni dolor.
¡Vengan
a ver, al Cordero y su Novia!
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