sábado, 11 de noviembre de 2023

Sábado de la Trigésimo Primera Semana del Tiempo Ordinario

 



Rm 16, 3-9. 16. 22-27

Ἰησοῦ Χριστοῦ, δόξα εἰς τοὺς αἰῶνας τῶν αἰώνων· ἀμήν. “Para Jesucristo, la Gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

 

Hoy concluimos nuestro ciclo de Lecturas sobre el Libro de los Romanos. Y, la perícopa lo que nos da -como fórmula de despedida- es la enumeración de una serie de saludos a los conocidos de Pablo en Roma. No hay que perder de vista que -a la fecha en que dicto el Libro- él aún no había visitado la Ciudad. Y todo lo que plantea en su escrito, se fundamenta precisamente en el perfil de la Comunidad Cristiana de Roma que le había llegado por medio de estos conocidos suyos, que -cuando lo iban visitando- le iban reportando como se desarrollaba aquel enclave de fe, y los altibajos que tenía.

 

Por su saludo a Áquila y Prisca –quienes Pablo había conocido en Corintio y que eran, como él, tejedores y fabricantes de tiendas de campaña-  sabemos que en su casa se reunía una de las Comunidades Cristianas de Roma.

 

Se echa de notar, que San Pablo tiene una visión no federal de cada Iglesia en sus diversos enclaves, sino unitaria. Al saludarlos y recordarlos, presenta ese sentido de unidad fraterna, de sinodalidad y compañerismo, amistad que se reforzaba y se fortalecía en los padecimientos que su persistencia en la fe les exigía. No es un saludo para unos por acá y para otros por allá. Este profundo sentido de sinodalidad que se manifiesta aquí, nos educa y nos corrige, en el sentido de superar el agudo individualismo sobre el que se ha construido nuestra sociedad y que nos ha contaminado como Iglesia. Es un saludo que se expande como por vasos comunicantes, conformando un “beso-santo” que los enlaza en el Amor de Cristo Jesús. No pensamos -de ninguna manera- que San Pablo quisiera despreciar las fisuras que seguramente podían existir, sino que les resta importancia prefiriendo realzar lo que los unía y los solidificaba, la Centralidad del Amor de Jesucristo.


 

Como dijimos al principio de la Lectura de esta “carta”, se deja ver que San Pablo tiene un amanuense a quien le dicta y aquí se lo nombra, se trata de Tercio, quien aprovecha el renglón de los saludos para incorporar el suyo propio. A continuación, se menciona a Gayo, quien era el anfitrión de Pablo en Corintio.

 

San Pablo concluye mostrando como hubo una gradualidad en la mostración y revelación del Misterio de la Fe, que por siglos se mantuvo silenciado, y sólo posteriormente empezó a manifestarse por los profetas, a través de las Escrituras, llegando a la Cumbre de su exposición con Jesucristo, Gloria de Dios trasparentada en la Carne a los hombres. El culmen de esta doxología nos habla de la eternidad del Hijo: ¡Gloria al Santísimo Hijo, por todos los siglos de los siglos! Formula semítica “por las edades de las edades” que habrá de traducirse “por toda la Eternidad”.    

 

Sal 145(144), 2-3. 4-5. 10-11

Para el pueblo judío este es un Salmo cotidiano, y ellos, así cl cumplen. Es un salmo donde cada verso empieza con una de las letras del alefato que se van tomando ordenadamente. Se nutre del vocabulario de alabanza. Es un salmo de la categoría de Salmos de la Alianza, donde se reconoce la descomunal talla del Aliado, y cómo está adornado de la Misericordia más excelente.  Allí se nos descubre que ese Magnífico aliado es un Rey, pero no un rey que se pone -él y lo suyos- primeros, y únicos, para tomar todas las ventajas del reinado para sí. En cambio, este rey, lo pone todo primero para sus gobernados, procurando equipararlos a todos , a cuyo propósito, atiende primero a los que están más afectados, a los más dolidos y maltratados: Él pone de primeras a los menos para que estén en condiciones de paridad con los que ya -de por sí- han sido socorridos. Por eso -y así lo dirá el Salmo- “da su mano a todos los que caen- y ayuda a levantarse -a todos los que están postrados”.

 

De sus 22 versos tomamos seis para estructurar la perícopa de hoy, con tres estrofas -cada una formada por un dístico:

 

1ª estrofa: el Salmista propone bendecir el Nombre del Señor -recordemos que el nombre representa la totalidad del ser- todos los días, y hay un por qué el Señor es Grande, con una Grandeza incalculable, por eso toda alabanza es muy merecida.

 

2ª estrofa: Una generación empieza la corriente de alabanzas, y se la trasmiten a las sucesivas; alaban su gloria y, el salmista- continua esa tradición.

 

3ª estrofa: Los fieles y todas las criaturas lo alaben, que ensalcen su Gloria, que proclamen sus Proezas.

 

Siempre que llegamos a este salmo, nos sorprende y alegra que el Salmista no pide nada para sí, interrumpe ese egoísmo de hacer de la oración un fluir de peticiones interesadas, egocéntricas. En este caso al Salmista solo le interesa la alabanza. Se extasía ante la Grandeza de su Dios y se embriaga al verlo y reconocerlo tan Grande y tan Misericordioso.

 

El responsorio otra vez elimina y silencia todo interés la loa, se concentra en el Santo Nombre para bendecirlo; desaparece, se anula, se borra y sólo es una voz que reconoce la Magnanimidad de este Dios-y-Rey.

 

Lc 16, 9-15



No se oculta la profundidad e intensidad del compromiso del discipulado, y no se pierde oportunidad para destacar y darle todo su realce a la plenitud de la Misericordia manifestada en la opción preferencial de Jesús por los “menores”, “por los más pequeños”. Son como dos polos de tensión que sostienen el eje Misericordioso del Señor, dándole sentido a la vocación que nos hace para trabajar por el Reino.

 

Aquí, se explica -y en eso se centra la primera parte de la perícopa en darnos elementos claves para entender la parábola del “administrador deshonesto” que leímos ayer. Dice que podemos hacer piruetas con los “monedas de mentiras” que se nos dan aquí, solamente si cuando se nos entreguen las “monedas de verdad” las empleamos en obras de Justicia. Pero, si no somos fieles con lo ajeno, ¿seremos fieles con lo propio? Si aquí no hemos sido honestos en dar buen uso a los recursos, ¿irá Dios a entregarnos los Bienes Celestiales, sabiendo que nuestros antecedentes, nada bueno prometen?

 

Si en los “campos de entrenamiento” favorecemos a los poderosos, ¿Quién nos va a creer que algún día iremos a cuidar de los que tantos menesteres tienen? ¿Podemos darnos el lujo de pensar que el dolor y las penurias de los que sufren pueden descuidarse y aplazarse para, quien sabe cuándo?

 

Si caemos fácilmente en la idolatría de Mamón, ¿podremos llegar a liberarnos de tal condicionamiento para volvernos desprendidos y generosos?

 


Creemos que podemos tener cada pie en una barca. Lo que aquí nos viene a decir Jesús es que ¡Nadie puede! Esa dicotomía es un imposible. Si uno tiene dos amos distintos, amará a uno y aborrecerá al otro. No falta el que nos argumenta que se pueden hacer unas maniobras “inteligentes” para tenerlos contentos a ambos. Pero, a poco de meditarlo, nos damos cuenta de la profunda verdad que detenta Jesús: se trata de dos amos tan diferentes y cada uno tan celoso e intransigente respecto de lo que le pide el otro, que ni siquiera se podrá suscribir un breve armisticio que se sostenga.

 

Hay quienes cuelgan sus vistosas propagandas y sus muy iluminadas marquesinas anunciando su propia “justicia”, pero, eso no engaña a Dios, que conoce lo que se cocina en lo profundo de nuestro corazón y en su trastienda.

 

Sabemos de sobra que entre el auditorio siempre están mezclados los fariseos, y que estos, al oír la enseñanza, se burlan. No se burlan porque la Enseñanza sea equivocada; se burlan para ver si pueden engañar a los ingenuos, y hacerles creer que con “astutas triquiñuelas” dicen que, perfectamente, se pueden tener “dos amos” y contentarlos a ambos. Y nos ofrecen becas en -no sabemos qué clase de facultad- donde aprenderemos a maniobrar y lograremos titularnos como profesionales de la  hipocresía, y ni ellos mismos se lo creen.

 

Y nos dicen que, de verdad, verdad, es posible; que sólo hay que cometer insignificantes “infidelidades”, pecadillos tan veniales, mentirillas piadosas, y lo sostienen, mientras caemos en la trampa. La disyuntiva es clara: o fieles o injustos, aquí no existen los términos medios.

 

 ¿Quiénes nos admiraran cuando repartimos recibos falsos afectando lo que legítimamente corresponde al Señor? No negarán que este no es un administrador descuidado; es, sobre todo, un administrador deshonesto que merece ninguna admiración. Los que nos aplauden por eso, serán los injustos, que quieren reclutarnos para acarrearnos -como ellos se la han granjeado- la perdición.

 

Se mienten a sí mismos, pensando que, si muchos caen al fondo del abismo, por mayoría tendrán razón. Pero la ética real, no funciona por número de votos. Aun cuando la abrumadora mayoría digan que eso es, si es falso, seguirá siendo simulación y engaño. Lo único sorprendente al voltear a mirar al tal administrador es ¿Por qué no somos “astutos” para ganar y acumular tesoros allí donde la polilla y el orín no los corroen?

 

¡Eso es lo que lo deja a uno atónito!

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