Rm
10, 9-18
La
salvación depende de dos factores
a) Aceptar que Jesús
es mucho más que un hombre, es un hombre, pero además es El Señor.
b) A Jesús lo mataron
en la cruz, pero Dios no permitió que la muerte dijera la última palabra; Dios
mismo pronuncio la Palabra Final y Decisiva: Resurrección.
Que
uno atesore en su corazón la fe, sin dejarla salir, es como tener una oruga
adentro, dormida. Esta -en esa fase- apenas “justificado”. Pero cuando se
pronuncia y se exterioriza, se vuelve activa, comunicante, expande su efecto
Resurreccional: se vuelve Salvación.
Nosotros
hemos introducido aquí un punto y aparte. No lo hace así San Pablo en Romanos,
sino que él, sin suspensión de la continuidad, pasa a anunciar que todo tipo de
fronteras y diques de contención se revientan; ya no hay barreras
discriminatorias, la que era la condición sine qua non para ser del pueblo de
Dios, queda diluida, y pasa a convertirse en una generalización: No hay
distinción entre judío y griego porque Uno mismo es el Señor de todos y Él es
Generoso con todos los que pronuncian su Santísimo Nombre. La Salvación es una
Fuente abundante que se diría inagotable.
¿Cuál
es el problema de la “privatización” de la fe? Que la fe se queda allí,
inmóvil, encarcelada en la jaula de la “individualidad”, reducida e impotente.
La parábola con respecto a la metamorfosis de la mariposa se valida con mayor
rigor, puesto que clausurada en la cárcel del ego, se queda infructuosa y
anulada: nace con las alas atrofiadas, ¡no puede volar!
a) Para creer
es necesario que nos alcance la Revelación
b) La Revelación se
vehiculiza por medio de la proclamación
c) Quien va a
proclamar si no hay quien los envíe: del latín “inviare”, poner en camino.
d) La proclamación
siembra las semillas de la fe y -cuando germinan- entonces llegamos a creer
e) Solo creyendo se
puede producir la invocación (epíclesis).
El
apóstol, en el contexto de la fe, tiene los pies más hermosos que quepa
imaginar, porque son los pies del que va recorriendo todo el surco y poniendo
en él las semillas.
Las
parábolas del sembrador nos han enseñado que poner la semilla en tierra no lo
es todo, que hay tierras ásperas, abrojosas, que a veces la semilla se la
llevan los pájaros, y a veces las quema la intensa resolana.
¿Hay
rincones donde la voz del apóstol no ha llegado? ¿Hay, todavía, territorios
silvestres y agrestes, donde no ha resonado aún -así sea sólo entre las
piedras- la voz de algún Enviado? La tarea está por completarse. No podemos
desentendernos de aquellos sitios que -por la razón que sea- no conocen todavía
a Jesús, no han oído pronunciar su Santo Nombre.
Pero
allí donde se ha llegado, ¿han aceptado todos la Feliz Noticia? Hay ciegos, hay
sordos, hay personas que no hablan este idioma, personas que sólo conocen la
dureza o sólo aceptan la divinidad según una limitada y tradicional
presentación.
Hay
que trabajar y hacer realidad la consigna que propone el Salmo: A toda la
tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Que nadie
pueda decir: ¡No me lo han Presentado!
Sal
19(18), 2-3. 4-5
Hay
que anunciarles a las piedras, a las paredes, a las arenas del desierto, a los
arboles de los bosques y a las olas del mar, sería inútil y un autoengaño
esperar que medios mecánicos se ocuparan.
Hay algo en la voz humana que es la única capaz de hacer esta labor.
A
veces hemos creído que podemos juntar muchedumbres para agilizar la labor
misionera, llenar estadios y llegar a la vastísima teleaudiencia, para lograr
la eficiencia de la “producción en serie”, y adaptarla al anuncio evangélico.
Decimos que hay que usar todos los medios habidos y por haber, y no lo vamos a
contradecir. Pero de cierto que -en este campo, el “tú a tú” tiene una vigencia
incomprensible y una eficacia que ningún otro medio ha probado.
Pero,
en la segunda estrofa hay otra pauta que bien vale la pena pasar a considerar:
dice que, sin pronunciar palabra, sin rasgar el silencio, el pregón cumple su
cometido: ¿quiere esto decir que la evangelización -que según San Juan Pablo II
debe buscar ser nueva en métodos, nueva en expresión y nueva en ardor, debe
buscar los canales de la acción más y mejor que los discursivos… ¡Meditémoslo
muy seriamente!
Pero
el objetivo se propone claro y contundente: “A toda la tierra alcance su
pregón”.
Mt
4, 18-22
Este
Evangelio quiere hoy cuestionar los apegos, las rutinas, y proponernos la
disponibilidad. Pero también contiene un elemento de definición relacional que
dice de la cercanía personal, de ese “tú a tú” que se desplaza en el pentagrama
del amor.
Llama
por parejas, el significado del “par” nos dice mucho: ya desde el Génesis
tenemos aquella pauta: “No conviene que el hombre esté solo”. Pero tampoco
responde a la tarea específica, los densos equipos de muchos miembros, donde
unos entraban a otros en la vía y se les convierten en rémoras. Entonces el andar
se hace pesado, los equipos se vuelven grupos de debate y nichos de
incomprensión
Prioriza
aquí lo que más necesita: hombres expertos en la pesca. La pesca siempre
requiere paciencia, espera, resistencia a la frustración, la comprensión que no
todos creerán, que habrá días en que no se recoja nada, o sólo muy poco. No
sufre de inmediatismo y no puede garantizar la abundancia. (También habrá
jornadas consagradas sólo a repasar el copo).
Nosotros
decimos que Jesús es trasparencia del Padre, pues los pescadores que lo
siguieron, abandonando todo lo que usualmente hacían, irán poco a poco
entendiendo que, en Él, les habla el Padre. Abandonan su Padre biológico para
irse detrás del Padre Espiritual.
Siguiendo
la reflexión que iniciamos en el salmo, Jesús no les enseña con la Palabra,
sino con la vida.
Muchas veces se llama a Pedro por su nombre en arameo, Kefas, que significa “piedra”, “cabeza”, “el que va a la cabeza”, pero también “cabezota”, “cabeza dura”: Cuántos de nosotros hemos sido así en el ejercicio del apostolado? Y, ¡cuánta paciencia nos ha mostrado Jesús!
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