viernes, 24 de noviembre de 2023

Viernes de la Trigésimo Tercera Semana del Tiempo Ordinario

 




1Mac 4, 36-37. 52-59

Ya hemos contado la profanación del Templo por parte de Antíoco y su dictadura que se hacía sentir en lo que más afectaba al pueblo judío: su fe, y el punto álgido sobre el que hacía presión, la fe, las normas de pureza ritual, en particular a los alimentos considerados impuros y haber desacralizado el Templo poniendo una estatua de Zeus en el Altar de los sacrificios.

 

Ayer, dejamos a Matatías dando inicio a una resistencia contra el agresor-profanador, y generando una guerrilla como respuesta, mecanismo para mantenerse en la fe, firmes, “sin torcer ni a derecha ni a izquierda”. Está guerrilla fue golpeando aquí y allá, y fue debilitando al imperialista atropellador, ganando terreno y probando y contrastando su poder de lucha, desmoralizando y acobardando al enemigo.

 

Algo que encontramos a cada paso, es la fe como soporte y fortaleza en la lucha. Cada acción era ofrecida al Señor, reconociendo que no eran ellos los que alcanzaban las victorias, sino el Señor mismo que combatía a su lado. Y, cuando la situación en la lucha desigual, era más apremiante, ellos invocaban al Señor, con la seguridad que Él los atendía y golpeaba por ellos. Aun cuando las tropas de los extranjeros y sus recursos técnico-bélicos fueran muy superiores, no se amedrentaban, pues confiaban en que sus ruegos siempre eran escuchados por la Fidelidad Divina.

 

Sus acciones estaban puestas a la Sombre del Señor que era su verdadero Adalid y Líder; y el referente histórico, recordando como Dios los había asistido cuando los sacó de Egipto y los llevó por el desierto y los condujo a la conquista de los territorios cananeos, estaba muy presente en su memoria -probando que un pueblo debe conservar y atesorar sus recuerdos como basamento de su estructura- y, enseñándonos que una de las caras de la fe es la זכרון [Zikaron] “memoria”. Téngase en cuenta que Jesús, al instituir la Eucaristía, nos enseñó este aspecto del sacramento, que es banquete, es sacrificio, paro además es memorial: “Haced esto en memoria de mí”, este aspecto anamnético de la Eucaristía contextualiza el Sacramento en la Existencia del Hijo, que se da en el marco de la “Eternidad”, que es la verdadera metafísica de la Presencia-Real.

 

Si no se cuida este aspecto “memorial” de la historia -en particular de la bíblica- se terminará cayendo en tenerlos como una colección de cuentos, quizás adecuados para adormecer niños propios para leérselos al llevarlos a la cama; historias pintorescas que pronto se olvidan y cuyo único valor consiste en generar héroes religiosos -no muy diferentes de los héroes cinematográficos y televisivos-; que no en dar a conocer, trasmitir y conservar verdaderamente la Alianza.

 

Un paso necesario y lógico era -alcanzadas estas victorias y habiendo hecho retroceder al enemigo-, era “purificar el Templo”, por así decirlo, re-sacralizarlo. El antiguo Altar que había sido profanado, no existía ritual alguno capaz de volverlo a sacralizar, así que lo que hicieron fue demoler el anterior, y levantar uno nuevo.

 

La celebración -es decir la congregación para festejar el resurgimiento de su Fe- se revistió de la magnificencia que estampaba en la memoria la recordación del significado del Templo en el conjunto de la vida y la cultura del este pueblo. No sólo cantar, bailar y beber y una lectura desatenta de la Palabra, sino una atenta y muy devota meditación de lo que había pasado, a la luz de la Escritura. Postrarse, adorar, alabar e impregnar la fiesta con el aroma de religiosidad más intenso.

Judas Macabeo, instauró la celebración anual, en esta fecha, la celebración de חנוכה [Janucá], que algunos traducen por “inauguración”, pero que verdaderamente significa “re-dedicación”. También llamada “Fiesta de las Luces”, o “Festival de las Luminarias”, dura -como nos lo informa la perícopa- ocho días, Este año Hanukkah comienza el 18 de diciembre y termina el 26 de diciembre (obsérvese el parentesco con nuestro Novenario de Aguinaldos).

 

Sal 1Cron 29, 10bc. 11abc. 11d-12a. 12bcd

Este no es propiamente un Salmo. Tiene un valor hímnico y se ha tomado del Primer Libro de las Crónicas. El Primer Libro de las Crónicas tiene 29 capítulos, es decir, que este Salmo está construido con fragmentos tomados de este último capítulo.

 

El último capítulo del Primer Libro de las Crónicas podría dividirse como sigue:

1)    Donde David invita a apoyar a Salomón con donativos y ofrendas para el Templo vv. 1-9

2)    La oración final de David, oración de Bendición y de invitación a ofrecer sacrificios. vv. 10-22

3)    Se señala que Salomón se sentó -como sucesor- en el Trono de David, su padre. vv. 23-25

4)    Se resume en una pincelada gorda, la vida de David y se enuncia su muerte. vv. 26-30.

 

Se echa de notar que el Salmo de hoy se estructuró con fragmentos de la oración de David.

 

Lo primero que hace es Bendecir al Señor. Y declarar la perdurabilidad de esa bendición.

 

Luego, lo declara Dueño y Señor de toda la Creación, descubriéndonos que a Él le pertenecen la Grandeza, el Poder, la Gloria, el Esplendor, y la Majestad.

 

Luego, al mirar su Frente, descubre en Ella la corona, símbolo de su Realeza, A Él le pertenece la Soberanía, de Él dimana toda riqueza y toda Gloria.

 

Su Reinado no se limita a cierto territorio, sino que su Reinado es un Reinado Universal.

 

Lc 19, 45-48



Acabamos de ver a Jesús llorar porque no nos damos cuenta que es el Tiempo de su Visita. En diciembre, y durante el Adviento, vamos a la Iglesia, hacemos la Novena y nos damos regalos. Pero gran parte de la celebración se hace de espaldas al verdadero Protagonista, solemos olvidar que lo que motiva la Navidad es Su Nacimiento.

 

¿Por qué la celebración gira en torno a la Iglesia? La edificación que solemos llamar iglesia es un espacio, donde nos damos cita para congregarnos en torno al Recién Nacido. Pero lo que no podemos descuidar es que la verdadera Iglesia es el conjunto de las personas bautizadas que entienden y viven la dicha del nacimiento.

 

La perícopa de hoy, debemos entenderla como una Janucá, esta vez no protagonizada por Judas Macabeo, sino por el propio Jesús. Lo primero que hace Él, es arrojar a los profanadores, y resignificar que el Templo no es para otra cosa, es un espacio donde se congregan los “adoradores” para reconocer a Dios como el Señor de sus vidas. Celebrar no es visitar un lugar, sino cobrar consciencia que están presentes todos los de nuestra “familia en la fe”, es un “entrar en comunión”, es un ejercicio de la más celebrativa sinodalidad. Vamos allí a encontrarnos todos los que tenemos la misma fe, las mismas Esperanzas y una misma Caridad-Ágape.

 

Jesús no puede nacer en una “cueva de bandidos”, no puede darse la Segunda Venida en el contexto de una sociedad que lo llama a Él “Príncipe de la Paz” y -por el otro lado- impulsa el armamentismo y declara guerras aquí y acullá, tejiendo embustes para justificarla.

 

Observemos qué hacen los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo: nos dicen por favor, váyanse a su Iglesia, canten muchos villancicos, y no se metan en estas cosas que ustedes no entienden. Eso hacen y dicen los “importantes”. ¿El común que hace? Estamos pendientes de Jesús y lo escuchamos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario