1Mac
4, 36-37. 52-59
Ya
hemos contado la profanación del Templo por parte de Antíoco y su dictadura que
se hacía sentir en lo que más afectaba al pueblo judío: su fe, y el punto álgido
sobre el que hacía presión, la fe, las normas de pureza ritual, en particular a
los alimentos considerados impuros y haber desacralizado el Templo poniendo una
estatua de Zeus en el Altar de los sacrificios.
Ayer,
dejamos a Matatías dando inicio a una resistencia contra el agresor-profanador,
y generando una guerrilla como respuesta, mecanismo para mantenerse en la fe,
firmes, “sin torcer ni a derecha ni a izquierda”. Está guerrilla fue golpeando aquí
y allá, y fue debilitando al imperialista atropellador, ganando terreno y probando
y contrastando su poder de lucha, desmoralizando y acobardando al enemigo.
Algo
que encontramos a cada paso, es la fe como soporte y fortaleza en la lucha.
Cada acción era ofrecida al Señor, reconociendo que no eran ellos los que
alcanzaban las victorias, sino el Señor mismo que combatía a su lado. Y, cuando
la situación en la lucha desigual, era más apremiante, ellos invocaban al
Señor, con la seguridad que Él los atendía y golpeaba por ellos. Aun cuando las
tropas de los extranjeros y sus recursos técnico-bélicos fueran muy superiores,
no se amedrentaban, pues confiaban en que sus ruegos siempre eran escuchados
por la Fidelidad Divina.
Sus
acciones estaban puestas a la Sombre del Señor que era su verdadero Adalid y Líder;
y el referente histórico, recordando como Dios los había asistido cuando los
sacó de Egipto y los llevó por el desierto y los condujo a la conquista de los
territorios cananeos, estaba muy presente en su memoria -probando que un pueblo
debe conservar y atesorar sus recuerdos como basamento de su estructura- y, enseñándonos
que una de las caras de la fe es la זכרון [Zikaron]
“memoria”. Téngase en cuenta que Jesús, al instituir la Eucaristía, nos enseñó
este aspecto del sacramento, que es banquete, es sacrificio, paro además es
memorial: “Haced esto en memoria de mí”, este aspecto anamnético de la
Eucaristía contextualiza el Sacramento en la Existencia del Hijo, que se da en
el marco de la “Eternidad”, que es la verdadera metafísica de la Presencia-Real.
Si
no se cuida este aspecto “memorial” de la historia -en particular de la
bíblica- se terminará cayendo en tenerlos como una colección de cuentos, quizás
adecuados para adormecer niños propios para leérselos al llevarlos a la cama;
historias pintorescas que pronto se olvidan y cuyo único valor consiste en generar
héroes religiosos -no muy diferentes de los héroes cinematográficos y
televisivos-; que no en dar a conocer, trasmitir y conservar verdaderamente la
Alianza.
Un
paso necesario y lógico era -alcanzadas estas victorias y habiendo hecho
retroceder al enemigo-, era “purificar el Templo”, por así decirlo, re-sacralizarlo.
El antiguo Altar que había sido profanado, no existía ritual alguno capaz de
volverlo a sacralizar, así que lo que hicieron fue demoler el anterior, y
levantar uno nuevo.
La
celebración -es decir la congregación para festejar el resurgimiento de su Fe-
se revistió de la magnificencia que estampaba en la memoria la recordación del
significado del Templo en el conjunto de la vida y la cultura del este pueblo. No
sólo cantar, bailar y beber y una lectura desatenta de la Palabra, sino una
atenta y muy devota meditación de lo que había pasado, a la luz de la
Escritura. Postrarse, adorar, alabar e impregnar la fiesta con el aroma de
religiosidad más intenso.
Judas
Macabeo, instauró la celebración anual, en esta fecha, la celebración de חנוכה [Janucá],
que algunos traducen por “inauguración”, pero que verdaderamente significa “re-dedicación”.
También llamada “Fiesta de las Luces”, o “Festival de las Luminarias”, dura -como
nos lo informa la perícopa- ocho días, Este año Hanukkah comienza el 18 de
diciembre y termina el 26 de diciembre (obsérvese el parentesco con nuestro
Novenario de Aguinaldos).
Sal
1Cron 29, 10bc. 11abc. 11d-12a. 12bcd
Este
no es propiamente un Salmo. Tiene un valor hímnico y se ha tomado del Primer Libro
de las Crónicas. El Primer Libro de las Crónicas tiene 29 capítulos, es decir,
que este Salmo está construido con fragmentos tomados de este último capítulo.
El
último capítulo del Primer Libro de las Crónicas podría dividirse como sigue:
1) Donde David invita
a apoyar a Salomón con donativos y ofrendas para el Templo vv. 1-9
2) La oración final de
David, oración de Bendición y de invitación a ofrecer sacrificios. vv. 10-22
3) Se señala que Salomón
se sentó -como sucesor- en el Trono de David, su padre. vv. 23-25
4) Se resume en una pincelada
gorda, la vida de David y se enuncia su muerte. vv. 26-30.
Se
echa de notar que el Salmo de hoy se estructuró con fragmentos de la oración de
David.
Lo
primero que hace es Bendecir al Señor. Y declarar la perdurabilidad de esa
bendición.
Luego,
lo declara Dueño y Señor de toda la Creación, descubriéndonos que a Él le
pertenecen la Grandeza, el Poder, la Gloria, el Esplendor, y la Majestad.
Luego,
al mirar su Frente, descubre en Ella la corona, símbolo de su Realeza, A Él le
pertenece la Soberanía, de Él dimana toda riqueza y toda Gloria.
Su
Reinado no se limita a cierto territorio, sino que su Reinado es un Reinado
Universal.
Lc
19, 45-48
Acabamos
de ver a Jesús llorar porque no nos damos cuenta que es el Tiempo
de su Visita. En diciembre, y durante el Adviento, vamos a la Iglesia, hacemos
la Novena y nos damos regalos. Pero gran parte de la celebración se hace de
espaldas al verdadero Protagonista, solemos olvidar que lo que motiva la Navidad
es Su Nacimiento.
¿Por
qué la celebración gira en torno a la Iglesia? La edificación que solemos
llamar iglesia es un espacio, donde nos damos cita para congregarnos en torno
al Recién Nacido. Pero lo que no podemos descuidar es que la verdadera Iglesia
es el conjunto de las personas bautizadas que entienden y viven la dicha del
nacimiento.
La
perícopa de hoy, debemos entenderla como una Janucá, esta vez no protagonizada
por Judas Macabeo, sino por el propio Jesús. Lo primero que hace Él, es arrojar
a los profanadores, y resignificar que el Templo no es para otra cosa, es un
espacio donde se congregan los “adoradores” para reconocer a Dios como el Señor
de sus vidas. Celebrar no es visitar un lugar, sino cobrar consciencia que
están presentes todos los de nuestra “familia en la fe”, es un “entrar en
comunión”, es un ejercicio de la más celebrativa sinodalidad. Vamos allí a
encontrarnos todos los que tenemos la misma fe, las mismas Esperanzas y una
misma Caridad-Ágape.
Jesús
no puede nacer en una “cueva de bandidos”, no puede darse la Segunda Venida en
el contexto de una sociedad que lo llama a Él “Príncipe de la Paz” y -por el
otro lado- impulsa el armamentismo y declara guerras aquí y acullá, tejiendo
embustes para justificarla.
Observemos
qué hacen los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo: nos
dicen por favor, váyanse a su Iglesia, canten muchos villancicos, y no se metan
en estas cosas que ustedes no entienden. Eso hacen y dicen los “importantes”. ¿El
común que hace? Estamos pendientes de Jesús y lo escuchamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario