Rm 6, 12-18
Nuestra
incorporación en la fe -agua purificadora que vamos a buscar a la “Pila
Bautismal”- muchas veces la asumimos como el cumplimiento de un rito, así que
una vez pasada la “ceremonia” se deja atrás, se vuelve como algo olvidado, que
nada implica, y lo cierto es que es todo lo contrario, allí es donde todo
“empieza”, es a partir de ese momento que, en la fuente bautismal adquirimos
una “vida nueva”. Esa vida nueva podría explicarse con el signo de “la
vestidura blanca”, se ha vestido de blanco y ¡ya, estuvo! ¡no! Es ahora que hay
que cuidar la vestidura blanca, no podemos ni ensuciarla, ni dejarla
deteriorar, para eso están los padres y padrinos. No se puede proceder -como
muchas veces hacemos-, ¡quitarle el vestido blanco y guardarlo! Evidentemente,
en el lenguaje de la fe, la vestidura blanca nos permite visualizar la “pureza”
de la que está revestido el catecúmeno, esa “limpieza espiritual”, esa
“santidad”, no es un puro anhelo, sino que la ha infundido en él “La Voz del
Señor que ha resonado” (significado propio de la palabra catecúmeno), sobre el
bautizado.
Hay
un facilismo “ingenuo”, del que muchas veces, nosotros mismos somos
responsables, porque aparentemos que el rito lo es todo; no basta “no pecar”,
es indispensable estructurar en la persona el andamiaje de la fe, donde un
lugar esencial es el cultivo de una vida virtuosa, repleta de hermosas
fragancias, del ejercicio de las obras de misericordia, de bellas y buenas
acciones, esta vida nueva se sustenta en ese andamiaje; no lo reduzcamos a
aprender oraciones -lo cual no es malo, al contrario, es buenísimo, pero
oraciones sin vida virtuosa y sin la fragancia de un ambiente de pureza, de
noble corazón, de relaciones fraternales, de consciencia de ser ciudadanos del
país de la fe, ¡no es nada! Por eso, decimos aquí, la vida de la fe no se puede
reducir a dar las páginas del catecismo, la familia toda, unirá esfuerzos para
que, a la obra de Dios, que se hace Presente en el Sacramento, corresponda, el
aporte humano, nuestra respuesta. El cultivo de los valores del Evangelio
tendrá que ser la atmosfera espiritual en la que se mueva y respire el
bautizado.
En
la Pila Bautismal, se rompen las cadenas que nos atan al Pecado, y se abra la
Puerta del Templo donde “voluntariamente” ingresamos y nos hacemos ἐδουλώθητε τῇ δικαιοσύνῃ
[edulodete te dicaiosyne] “esclavos de la justicia”, “férreamente
sujetos a lo que el Tribunal falló como lo correcto”, el “bien”. (Rm 6, 18). Al
optar por el Sacramento del Bautismo, afrontamos la disyuntiva: aceptaremos
obedecer al pecado -que nos lleva a la muerte- o bien, aceptaremos la Voz que
va a resonar al ser bautizados y que nos reconoce como hijos -que nos conduce a
la justicia- valga decir, a lo que Dios ha aprobado como Bueno.
La concupiscencia (=intenso deseo); no es que
el hombre, tenga una “natural inclinación al mal”, como si el ser humano optara
por cargarle los huevos al Malo y ayudárselos a empollar; lo que pasa es que el
Malo se apoya en lo “apetitoso” del fruto, y lo maquilla para hacer que la boca
salive. Cuando uno se da cuenta que ha sido liberado, que ahora ya no está
condenado a dejarse llevar por esa concupiscencia, que por mucho que nos lo
proclame la publicidad, somos capaces de dejar de la do la “seducción” que
ejercen los frutos prohibidos.
¿Cuál es la reacción de quien se siente libre
para rechazar la tentación? Entregarse al servicio de lo que a Dios place,
querer escuchar su Voz, aceptar sus Enseñanzas, dejarnos guiar para hacernos
“instrumentos de la Justicia”. Esa Victoria, es Gracia. Por esa Gracia le
cortamos el combustible al pecado y concluye su vil reinado. Los invitamos a
complotar para derrocar a este infeliz Tirano.
Sal
124(123), 1b-3. 4-6. 7-8
Es
un salmo Gradual. Gradual es también el proceso que San Pablo nos está
desgranando en su escrito a los Romanos, gradualidad que nos va llevando del
pecado a la libertad, por medio de una nave que tiene dos alas: la Gracia y la
Justicia. Este acenso al Templo, en su fase final tiene por lo menos un
referente histórico en el regreso de Babilonia a la Tierra de Israel. Nos
asombra cómo el Señor ha cortado las cadenas de la opresión y el destierro,
como se ha valido de Ciro para volvernos del Exilio y reconstruirnos. Nos ha
dado alas para hacer el largo tramo de regreso y nos congrega frente a la
Misión reconstructiva. Levantar el Templo que había sido profanado: “¿No saben
que son Templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno
destruye el Templo de Dios, Dios lo destruirá a él. El Templo de Dios es
sagrado, y ese Templo son ustedes. (1Cor 3, 16s)
¡Si
no fuera por el Amparo Fiel del Señor, allá seguiríamos! Y los enemigos nos
estarían asando vivos a fuego lento, para devorarnos. Y, como una inundación, o
como una avalancha, nos habrían atropellado fango y lodo, y habríamos quedado sepultados,
solo con la cabeza por fuera para presenciar el triste final que nos habíamos
acarreado nosotros mismos.
¡No
fue alguna clase de coincidencia, no fue el azar! No fue algún descuido de los
opresores y carceleros lo que dio paso a nuestra huida. Fue el Señor, que con
sus propios Poderosos Dedos desarmó las trampas y descorrió la falleba de la
jaula. Cuando el Señor sonrió y nos hizo el Guiño, ¡escapamos!
¿Qué
enseñanza aprendimos? Que, ante el apremio del enemigo y el acoso de los
adversarios, hemos de poner en nuestros labios el Santo Nombre de Dios, que Él
nos entregó, como garantía de ser por siempre nuestro Auxilio. Al socorrernos
con su Auxilio y Sacrificarse por nosotros, nos ha sacralizado como a un Templo
donde se ofrece el holocausto Purísimo de la Fidelidad, así podemos llamarnos
“fieles”.
Lc
12, 39-48
μακάριος [Makarios] “Bienaventurado”
A quien se le dio
mucho, se le pedirá mucho; al que mucho se le confió, más se le exigirá.
Lc 12, 48defg
Continúa
enseñándonos Jesús a estar permanentemente atentos, siempre en guardia, nunca
descuidados, nunca desentendernos de la malicia del Enemigo, sino vigilantes,
como un centinela en su atalaya (la palabra atalaya proviene del árabe
"atalayi" que significa los centinelas, la palabra ha pasado a ser el
nombre de la torre desde donde hacen su guardia los centinelas). El Señor nos
está hablando de “preparación”, hay que estar preparados y tener
bien llenas las reservas de aceite para alimentar la lámpara, hasta la Segunda
Venida.
Una
de las estratagemas que le hemos detectado al Maligno y que él gusta de
implementar con frecuencia es el desprestigio de Dios. Y, ha hecho de su
supuesta “tardanza”, una de las demostraciones más efectivas para clavarnos sus
zarpas. Dios es libérrimo, se ha atado solamente a sus promesas; en lo demás ha
conservado su más amplia libertad, por ejemplo, para tardarse, si eso tiene a
bien. No dijo en ningún caso que su regreso sería, digamos, por ejemplo, en el
año 100 de su nacimiento. La fe está sentada en el Trono de la Espera; Parusía
con fecha fija, mataría la oportunidad de creer desafiando el tiempo incierto
en el que practicamos
a) No pegarle a los
criados y criadas
b) No comer y no beber
absteniéndonos de la glotonería y la ebriedad
c) Y, repartiéndoles -a
todos- sus respectivas raciones en el momento indicado
Es
un encargo que hemos recibido del Señor, nuestra vigilancia y nuestro estado
siempre alerta, es el de un “comisionado” a quien se le ha puesto en funciones
de administrador, no manejamos una riqueza propia, no somos dueños del tiempo,
se nos da tiempo para que responsablemente asumamos la “mayordomía” encargada. Haciendo,
de esta manera, méritos para recibir la herencia anhelada de su Amor. Nos ha
entregado esta bienaventuranza, que encierra en sí, la promesa de su Justicia.
El
Señor viene “pronto”, pero ¿cómo podemos traducir en lengua humana el
significado de la palabra “pronto” dicha por los Labios Divinos?
Sobre
nosotros pesa tamaña responsabilidad, porque no a muchos se les ha revelado la
Mística de los Relojes Celestiales, con su Misericordioso tic-tac, Clemente con
generaciones y generaciones que gracias a la que muchos llaman “tardanza”, ven
en el fondo de sus vidas, Las Puertas Abiertas de la Eternidad.
Decimos
מרנאתא Marana Tha, pero no para apremiarte, ¡oh Señor! sino para
Proclamarte.
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