Zac
8, 20-23
Como
lo habíamos comentado previamente, hoy tendremos la tercera Lectura del Libro
del Profeta Zacarías. Recordaran que dijimos que el Libro de Zacarías podía
descomponerse en un primer y un segundo Zacarías. La perícopa que tenemos hoy,
concluye la parte del proto-Zacarías.
Jerusalén
-en la profecía- llegará a ser un polo de atracción. Jerusalén -una vez más lo
decimos- Ciudad-de-la-Paz, Ciudad-Sagrada, no se refiere a un geo-topos, no es
un lugar del mapamundi; es un lugar del mapa espiritual, donde se congregan
-palabra que significa “reúne las ovejas”- donde la “fuerza” atractiva radica
en la Comunión de la fe. Pero, la profecía no espera que se congreguen
-discriminatoriamente- los judíos, aspira que se unan y “comulguen” los
pobladores de distintos lugares y ciudades, y -aún más- que se inviten, que se
llamen unos a otros, que nos hagamos sentir convidados -no rechazados- unos a
otros. Es una gran obra de fraternidad y solidaridad que podrá redundar en
frutos de Paz.
Me
parece muy curioso y una verdadera imagen ilustrativa de un elemento de esta
profecía, cómo van a veces los “pequeñuelos” del Jardín Infantil- sujetándose
en fila, del delantal del compañerito que va delante, encadenados todos, para
no perder la “continuidad”-. La profecía prevé que los “gentiles” vendrán a
sujetarse de la ropa de los “creyentes” para hacerse “remolcar” y no
extraviarse, en su Camino hacia la Sede de la espiritualidad Universal.
Hay
en eso mucha expresividad del llamado que como Iglesia estamos llamados a cumplir.
Sin embargo, ¿cuántas veces, cargados de ira, nos sacudimos del compañero que
viene prendido a nuestro “delantal”? Fastidiados, porque no queremos ser los
“alambres” conductores de esa bellísima “simpatía” que nos atrae hacia Jesús.
Lo que expresamos es fastidio porque perdemos de vista la fraternidad que como
hijos del mismo Padre- nos une. No acertamos a llevarlos hacia Ese Polo de
Atracción.
La
semana pasada, -de lunes a miércoles, exploramos algo del Libro de Esdras.
Mañana y pasado mañana, daremos -apenas un vistazo- al Libro de Nehemías.
Sal
87(86), 1b-3. 4-5. 6-7
Estos
Salmos se refieren al Templo de YHWH, Palacio donde mora Dios en Jerusalén, por
eso se les designa “Canticos de Sion”, no son himnos destinados a cierto
momento cultual, aun cuando algunos estudiosos piensan que servían para
celebrar -y enmarcaban la dicha- de la Fiesta de las Cabañas, que recordemos,
evocaban la marcha en Éxodo, a través del Desierto. Precisamente -y muy
paradojalmente- los pueblos que de manera más atroz bombardearon con su
paganismo a los Israelitas, son los que vienen pegados “al delantal” de cada
hebreo, subiendo hacia Sion, “el polo de atracción”: Egipto, Babilonia,
Filistea, Etiopía y Tiro.
Este
emplazamiento de Fe, no ha sido erigido por la decisión de hombres, ha sido el
Señor quien ha cimentado la Ciudad Santa. Es el Señor mismo quien la ha
preferido y así lo declara la primera estrofa de la perícopa. Hay -sin embargo-
que contemplar el espíritu que mueve esa atracción: No es por imposición sino
por atracción. No suben forzados, ¡suben enamorados!
Todos
tendrán su registro de nacimiento (bautismo), no por constricción, sino porque
han ido convencidos, porque han oído, de muchísimas voces y de muy plurales
bocas que de allí mana la dicha y que la fuente de las danzas corre como una
inundación de amor y solidaridad de Justicia y de Paz, manando de Ella. La Mano
de Dios los inscribirá -Personalmente- en el Libro de la Vida.
Entonces,
sin egoísmos, sin envidias, sin competitividad, brotará de la Fuente el gran
“Nosotros”, y los corazones lanzarán gozosos la Alabanza: ¡Dios está con
nosotros!
Lc
9, 51-56
Entre
los que se opusieron a la reconstrucción del Templo después del destierro en
Babilonia, estaban los Samaritanos. Es muy especial que, Jesús los ve con otros
ojos, y muchas veces los pinta con pinceladas tan especiales de aceptación,
como en la Parábola del Samaritano, o en su charla -al borde del pozo- con la
Samaritana. Ellos llegaron a ser de los primeros en aceptar la “convocatoria” y
acoger con su escucha a los apóstoles. Se puede equiparar el rechazo samaritano
con aquel de sus paisanos que le bloquearon para obrar allí más milagros. En
general, cualquiera que tuviera “pinta” de ir hacia Jerusalén, era forzado a
desvío.
Jesús,
inicia una fase de acogida de “su hora” porque “se completaron los días en que
iba a ser llevado al Cielo”; sus acciones se han encadenado de tal manera que
lo conducen a un desenlace digámoslo así, inevitable. Jesús, no por eso, evade
las consecuencias de su coherencia. Entiende el encadenamiento lógico de su
proceder y lo que su Anuncio ha desatado; Jesús sabe que su Enseñanza es el
fulminante que en muchos pechos va detonando ansia asesina. Históricamente
hablando -esta alternativa caínica- del asesinato como salida a una situación
que para alguien es inadmisible, podríamos verla como una de las más socorridas
y frecuentadas: hay que matar al que no acepta nuestra posición, el premio para
quien nos contradice debe ser un sepulcro. ¿Hará el miedo que Jesús desista de
la comisión que su Padre Celestial depositó en sus Manos? ¿Se acomodará Jesús a
lo que quieren que diga, o -por el contrario- sostendrá su Palabra?
¿Son,
por supuesto, los adversarios de Jesús los que encuentran como solución
práctica, matar a su contradictor? ¡Seguramente sólo a sus enemigos les
encantaría teñirse las manos de rojo!
Ah,
pero para nuestra sorpresa, el propósito de algunos de los suyos apunta en la
misma dirección: ¡Son Santiago y Juan, los que piden autorización para abrir e
inaugurar las cajas de misiles que han recibido más recientemente! O, piden
permiso para usar sus radios intercomunicadores para ordenar que se desate el
bombardeo. Jesús les responde con gran claridad, pero tantos de nosotros no
hemos llegado allí, -todavía- en nuestra
muy juiciosa lectura bíblica.
La
convocatoria nos congrega para ser discípulos-misioneros, especialmente, este
mes de octubre está destinado -como Iglesia- para animarnos y concienciarnos de
esta responsabilidad. Hoy, apenas 3 de octubre -o sea, iniciando el mes-
recibimos este elemento clave de la Enseñanza Cristiana: Uno no tiene que
dilatar el inicio de su obra misionera de evangelización hasta que sea un
“escriba” experto en Escrituras. Pero, una cosa hay que decir, hasta que no
hayamos pasado por la perícopa de hoy, y la hayamos “digerido”, y llevado al
corazón -como hacía María Santísima- no estaremos aún listos para esparcir la
Semilla.
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