Rm 6, 19-23
Ya
hemos señalado algo que es medular a nuestra comprensión de la fe: el don no
puede recibirse con la mentalidad de una “paga”, sólo es “don” cuando se da,
gratuitamente; lo que se recibe gratuitamente es lo que desinteresadamente se
ha regalado. Es decir, no podemos tratar de “comprar” la vida eterna. Este
principio es duro de asimilar en el seno de una sociedad que ve todo a través
de la lente “comercial”. ¿Cuántas veces nos descubrimos -inclusive a nosotros
mismos- tratando de “comprarle a Dios un Don, con Novenas, con Rosarios, etc.?
¿Cuántas veces no planteamos a Dios un “canje” para obtener cierto resultado,
proponemos “permutarlo” por una peregrinación”?
¿Quiere
decir que no hay que ofrecer Rosarios, hacer novenas y peregrinar? ¡Claro que sí!
¡Estas son devociones maravillosas! Pero, no se pueden plantear como recursos
para maniatar a Dios, para obligarlo, para suprimir su Libertad. Nuestra
actitud ante el Señor demanda que tengamos en el proscenio de nuestro corazón,
la clara consciencia de que ¡Dios es Libérrimo! Ante todo, decir “que se haga
Su Santísima Voluntad”. De esta manera, nuestras súplicas al Cielo quedan
proporcionadamente bien planteadas.
¿Queremos
salir de compras? Pues, San Pablo nos explica que hay algo que sí se puede
comprar, es la muerte. Solo hay que hacer un adecuado cambio de divisas, en una
casa de cambio, cambiar el dinero por pecado, con pecado se puede comprar-pagar
la muerte. (No la muerte biológica, sino la muerte de nuestra vida-espiritual).
Un
corolario que se desprende de esto, sería: Si Dios es libérrimo, y nosotros
somos hijos de Dios, sus criaturas, debemos esforzarnos por alcanzar ser, según
su imagen-y-semejanza, también “tan libres como nuestra condición humana lo
permita”.
Hay
una excepción, podemos esclavizarnos de la libertad. Es sólo una paradoja para
hacer resaltar, hasta qué punto, para ser hijos de Dios, requerimos la
condición de no-ser-esclavos. Por eso nos sacó de Egipto, por eso nos trajo de
Babilonia, por eso va -con Su Poderoso Brazo- deshaciendo todas las diásporas que
nos desintegran: Para vencer la disgregación nos convoca a ser Iglesia, y como
Iglesia, a caminar en sinodalidad.
Sal 1, 1-2.
3.4 y 6
Perenne /
Caduco
¿Qué
quiere decir “sólo podemos ser esclavos de la libertad”? Quiere decir, y
este Salmo de hoy nos contesta: “No pactar con los impíos”. No que no podamos
hablar con ellos, lo que no se puede es cohonestar con su “impiedad”.
En
música nos damos cuenta que el pentagrama abre con la clave. La clave nos
indica cómo debemos leer las líneas y los espacios, las notas que se han
dispuesto en el pentagrama. Aquí pasa otro tanto: el primer Salmo del salterio,
parece ser la clave para decodificar los demás. También podemos compararlo con
el computador y decir que, si ignoramos el “password” nos estará bloqueado el
acceso.
El
Salmo 1 es un Salmo de la Alianza. Y eso es muy claro, toda nuestra relación
con Dios está especificada por este signo: el signo de la Alianza. Ahora bien,
la Alianza podría compendiarse en el lema: “Yo será su Dios y ustedes serán mi
pueblo”. Los que saben de música, dicen que los dos puntos que van después de
la clave, definen cuál es la línea que se llama fa o que se llama sol, o se
llama do. Para nosotros, los dos puntos son la primera palabra del salmo. אַ֥שְֽׁרֵי־ [ash-re]
“Bienaventurado”, “Dichoso”, lo interpretamos como: “con lo que se dice a
continuación, sabrán ustedes cual es la manera de coger el Cielo a dos manos”.
Ya habíamos mencionado -en otro momento- que este salmo-clave tiene tres
facetas: el “justo”, el “impío”, “Dios respecto del uno y del otro”.
Lo
que viene de Dios es “gratuito” (por favor, no vayamos a mal interpretar, lo
que viene con una idea de pago-contra-entrega); se supone, por ejemplo, que, si
a uno le regalan un suéter, es para que lo use, y para que lo use como suéter,
y no como bloqueo para tapar un espacio de la ventana -pongamos por caso, o
como cama para el gato-otro caso. Así, si Dios nos da la bienaventuranza de
saber cómo mantener una sana relación con Él que redunde en felicidad y dicha, seguro
que Él espera que hagamos caso de no pactar con el impío. ¿Nos damos a
entender?
Leyendo
un poco entre línea, encontramos en el salmo la palpable intranquilidad del
impío, su desvelo constante por acrecentar su impiedad, se alcanza a traslucir
ese afán, semejante al del drogadicto, que anhela desesperadamente la siguiente
dosis. Cuál es el perfil del “justo”, no es un cínico, ni un “estoico”, es una
persona rodeada de tranquilidad, (ojo no es un indiferente), pero ante toda
situación encontrará un espacio de serenidad.
El
salmo no entra a devanar los altibajos en la vida de cada uno justo/impío, pero
eso sí: revela el desenlace que tendrá cada cual. Para el justo, está siempre el
amparo fiel de Dios, para el impío, la cosa acaba mal. Sin darle más vueltas.
La
imperturbabilidad del “justo” se sintetiza en la cercanía de la acequia, que le
garantiza tener siempre su follaje reverdecido y cargar frutos generosos en
cada estación. Esta acequia es la Ley del Señor, no para tenerla por ahí, como
contrapeso para que sus hojas no salgan a volar, sino para usarla como
sustancia fundamental de su meditación, porque -aun cuando ustedes no lo
crean-, los árboles plantados al borde de la acequia “meditan”, llenan todo su
tiempo acariciando -cómo linfa nutricia- la Palabra de Dios. Así atesoran en su
tronco y tallos, la תּוֹרָה [Torah] “Ley”.
Lc 12, 49-53
Nos
gusta tener a Jesús, sentadito, muy juicioso, bien peinado, bien hablado; o,
por el contrario, nos incomoda cuando se sale del libreto y resulta hablando
con prostitutas o dejándose enjugar los pies con el cabello de una desconocida.
En ciertos episodios de su vida, -como el de hoy- hay quienes procuran sacar
provecho del cuadro presentado para, por ejemplo, argumentar y desfigurar el Mensaje
de Jesús, este es un manoseo.
En
verdad, no debería desconcertarnos tanto el fuego que él ha venido a prender en
la tierra; ya cuando se le Presentó a Moisés era “un fuego que ardía sin consumir
la zarza”; cuando guiaba al pueblo escogido de noche, en su travesía por el
desierto, era una Columna de Fuego; cuando los dos de Emaús lo encontraron -sin
poderlo reconocer- de todas maneras sentían, al escuchar sus explicaciones de
las Escrituras, que era como un fuego que les ardía en el corazón; y, cuando se
volcó sobre los Discípulos a los cincuenta días de su Resurrección, era como
Lenguas de Fuego. ¡Queremos que la llamarada de su Amor, barra con todo, y que
el fuego purificador de su Amor haga su Obra!”
De
esta figura ígnea, pasamos a otra hídrica, nos habla de un bautismo que se
prepara a recibir, y, algunas notas de su anuncio, -como la angustia que padece
mientras llega esa hora, nos dejan entrever que este bautismo es el bautismo de
su Pasión, Crucifixión y Muerte: Bautismo hemático.
En
el tercer signo, hace alusión a la Paz, Paz que ahora que lo pensamos no es esa
paz melcochuda, almibarada, de telenovela romántica; su Paz entraña “división”,
y no es una división que se da al otro lado del mundo, sino una división que
toca a cada discípulo-misionero en su propio tuétano: su propia familia. Parece
decir que habrá siempre los que apoyan, pero también un bando opositor- la
diferencia numérica de las dos camarillas no es suficientemente enorme y
rotunda, para resolver por “mayoría”: enfrentará a padres/hijos, madres /
hijas, suegras / nueras. ¡Es cierto, los contradictores más recalcitrantes son
los de adentro! ¡Barnizan sus tanques y metrallas con color rosa suave, los
decoran con florecitas, y en la parte alta nubes y pajaritos!
Nos
sorprende mucho que Dios haya hablado en su Hijo, y, sin embargo, la división
se presente. Se da la tensión entre facciones y, el Mensaje de Dios, permanece
desoído. Él dice Shema, pero somos un pueblo sordo para la Conversión. Él ha
venido a traer ese fuego, desea que arda, pero, no es un incendiario
profesional, no entiende nada de acelerantes… Sólo inicia el fuego de las
lamparitas para iluminar a los santos.
Lo
cierto es que la Buena Nueva no es una simple siembra, es una que causa y
desata mucha hostilidad. ¿por qué?, ¿no debería ser un mensaje de muy positiva
acogida? Pues, no hay que ser un historiador muy experto para descubrir que,
siempre están los que sienten amenazadas su prebendas y canonjías. Esos -a la
manera de Herodes- no vacilaran en la masacre, con tal de poder garantizar que
todo siga como venía, para que sus jugosas entradas no se vayan a detener.
¡Estos apelan -sin duda alguna- a la paz de los cementerios!
Jesús,
ya lo sabemos, consolida la Paz, al precio de su propia sangre. ¡No hará
esperar ese bautismo!
😊🙏 Gracias 🙏
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