sábado, 21 de octubre de 2023

Sábado de la Vigésimo Octava Semana del Tiempo Ordinario

 


Jr 31, 1-7

Dios nos habla por su Palabra, toda la Escritura es un dialogo con Él. Esa comunicación no se puede diagnosticar como un les digo, ya les dije, ustedes verán. ¡No! Esa conversación es un acompañamiento, es sinodalidad, es el proceso de construcción y afianzamiento de una amistad que, para que se pueda estabilizar ha requerido de la comprensión, de la Misericordia, del perdón constantes del Señor. Esa Amistad se ha estructurado bajo la fórmula de una Alianza. La Alianza es -como el estipe lo es en la cruz- la columna vertebral. Pero la columna vertebral, para dar flexibilidad al cuerpo Místico, no es una “varilla” rígida; es en cambio, una pieza articulada de “vertebras”.

 

Tratemos de ver cómo son las diversas vertebras que dan movilidad a esta vertebración en el Libro de Jeremías: Son como seis vertebras, a saber:

1.    Los oráculos proferidos a Israel, tanto a Judá, como a Jerusalén. “Seré el Dios de todas las tribus”.

2.    El conjunto de los oráculos dirigidos a las naciones, a la gentilidad.

3.    Luego las profecías de la consolación.

4.    Asomo autobiográfico del profeta

5.    Nuevamente, oráculos adversativos a las gentes.

6.    La vida de Jeremías llega a su fin.

 

La perícopa de hoy está tomada del aparte 3. Que podría descomponerse como sigue:

a)    La autenticidad de Jeremías.

b)    Mensaje a los desterrados

c)    La consolación -propiamente dicha- que abarca 30,1 – 31,40

d)    Retoques de la profecía consoladora.

e)    Varios.

 

¿Cómo se estructura la consolación? Reposa sobre 4 pilares.

1)    Volver de la deportación en Babilonia significa -cruzar de nuevo el desierto, un Nuevo Éxodo. “Encontró mi favor en el desierto el pueblo que escapó de la espada”.

2)    El Amor del Señor es Eterno: “Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi Misericordia para contigo”.

3)    Confíen en la reconstrucción tanto en Efraín, como en Samaria, volverán a gozar de sus viñedos: “Volverás a plantar viñas allá por los montes de Samaría; los plantarán y vendimiaran”.

4)    La recordación de la era Davídica y su reinado de esplendor y abundancia, vendrán a constituirse en meta del sueño ideal, del anhelo de culminar en una era de ostentación Mesiánica; es un sueño que habrá que trabajar y forjar con paciencia y confianza: “En marcha, vayamos a Sion, donde está el Señor nuestro Dios”.  

 

En el verso 31, 4 encontramos una palabra curiosa תֹּף [tofe] “adufe”, es como una especie de pandereta, no, digamos mejor, un tambor plancheto, cuadrado, se sujeta con los pulgares de ambas manos y se tamborilea con los otros 8 dedos, se puede tocar mientras se camina o se baila con él.

 

Estas vertebras dan forma y revelan una armoniosa espalda, «gaudium reditus», van gozosos, cantan, bailan, hay regocijo, tocan sus tamboriles-panderetas: Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas”.

 

Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b

Se trata del penúltimo salmo del salterio. Es un himno. Dios-Padre es Protector, da Victorias inesperadas a su pueblo, con esas agradables sorpresas alienta a Su Pueblo, y edifica con solidez sus esperanzas. Esta gratitud es la que -aquí se expresa en salmo-, y allí con palmoteos de adufe, danzas, y cánticos festivos y danzarines.

 

No ha madurado lo suficiente para sacudirse los ánimos vengativos y clamar al Cielo por desquite. Pasa revista a la historia y se ve a sí mismo como un pueblo de humildes, que han sido golpeados una y otra vez. Se perciben los acordes nacionalistas, mientras los labios se silencian impotentes para extender la fraternidad y hacer de la victoria un fruto solidario de la humanidad entera. Sólo así se alcanzará el Reinado del Rey que es Padre de todos, y que nos convida a la sinodalidad trasnacional. Ese es Su Pueblo, un pueblo que ha borrado todas las fronteras que hasta ayer nos separaban en los mapas, trazando el dibujo de las ambiciones, las envidias, la arrogancia y la prepotencia; más que demarcaciones útiles, se esconden tras ellas los intereses mezquinos y los diseños y planos de las armas sofisticadas de la mortandad, la metralla y la bazuca.  Así se da pábulo al reinado de la Maldad que el profeta prevé desmontado por la Victoria del Creador, siempre Creador de vida, nunca derrotado por las armas asesinas.

 

Flp 4, 4-9

 


En el Segundo Viaje Misionero de Pablo, fundó esta Iglesia, había llegado allí con Silas y Timoteo, era la primera comunidad de Europa Oriental. Como recordamos, esta comunidad auxilió económicamente a Pablo y le envió -con la mediación de Epafrodito- el fruto de una colecta que Pablo les agradeció enormemente, y cuya gratitud está resaltada aquí, en esta carta.

 

Uno ve, en esta perícopa de Filipenses, un desmentir a la parte rencorosa del salmo. Filipenses, habla de paz y -no cualquier paz, sino la Paz de Dios. Esa Paz es una constelación de valores muy cristianos, a saber:

a)    Verdad

b)    Nobleza

c)    Justicia,

d)    Pureza

e)    Amabilidad

f)     Digna de loas

g)    Virtuoso

 

¿De dónde sale este elenco? Del estilo de evangelización que practica Pablo. Este elenco de valores cristianos son los que evoca Pablo a Evodia y a Sintique para que se pongan de acuerdo y superen sus diferencias. Es un llamado a corregir los desencuentros y aprender la sinodalidad. Y ¿qué era lo que las oponía?: las ganas de ser reconocidas, elogiadas, era un enfrentamiento por el poder sobre la comunidad.

 

A que no adivinan ¿qué había en Filipos que los hacía muy famosos en aquel entonces -en la época paulina- a nivel internacional? Un cerrado patrioterismo nacionalista. Y, precisamente Pablo les pide que abandonen esta actitud nada cristiana y procuren enmarcar sus vidas en el estilo del pensamiento cristiano. Los llama pues a una Metanoia.

 

El corazón de esta carta palpita con los acordes del Abajamiento de Jesús, que practicó su Kénosis; ese despojamiento lo ha aprendido Pablo de Jesús y dice que por su Amor ha aceptado perderlo todo, y que todo lo tiene por σκύβαλον [esquibalón] “basura”, más precisamente “lavazas”, “sobras de comida, ya descompuesta” que solían usarse para alimentar cerdos, y que a veces se tiraba a los perros, puede significar también “estiércol”. (Cfr. Flp 3, 8) Esa humillación, ese nivel de anonadamiento, son expresión de una sencillez llevada al límite. Opuesto radicalmente a los valores que pujaban en los intestinos de la comunidad, y que la envenenaban con su influencia.

 

El Reino de Dios, es -en realidad- y así se los muestra Pablo, la apoteosis del que aceptó una muerte de cruz. Y Él es el verdadero Rey, Rey de reyes, el que detenta el Señorío: Su Divina Majestad. No esperamos tanto ser raptados, cuanto la Segunda Venida, estos argumentos de discipulado fiel que pone San Pablo sobre la mesa, hablan de esa Venida y de nuestro modesto aporte, conforme vivamos con férrea lealtad a la herencia que el Señor nos entrega.

 

Mt 11, 25-30

Rebeldes profesionales, por sospecha.



Abba es una palabra infantil, ya ustedes lo habrán oído cientos de veces, que es la forma tierna y de desmedida confianza con la que el niño llama a su papá, una aproximación a su traducción es “papito”, “papi”. Nuestra gran sabiduría no consiste en el conocimiento de una profunda teología alambicada; por el contrario, lo único que necesitamos saber es practicar el mismo abajamiento que nos enseñó Jesús, e invocarlo llamándolo precisamente Abba.

Puede que aquí en la vida terrenal alguien pueda conocer muy bien al papá, mejor que el hijo, puede que un gran amigo, un compañero de estudios, su esposa, o su propia madre lo conozcan muy bien, y muy a fondo. En cambio, Jesús, que es el Único que ha visto al Padre, ha estado en su Presencia por toda la Eternidad, y es su Amado y lo Ama con una intercompenetración inimaginable, puede con toda razón decir que nadie conoce al Padre como lo conoce Él y que nadie conoce a su Hijo, como lo conoce Su Padre-Dios.

Pero, ese Conocimiento no se cierra en hermetismo, no tiene ninguna relación ni parecido con el conocimiento-envidioso, no quiere acaparar; todo lo contrario, lo quiere compartir. Así que el Hijo, lo quiere dar y Él elige a quienes dárselo, y elige a muchos. (Pensemos que manda llamar en los cruces de los caminos a todos los que quieran venir) (Cfr, Mt 22, 9).

Nuestra “ciencia” atraviesa el requisito de la verbalización, mientras que los “sabios de verdad” llevan la experiencia en su corazón como si fuera una zarza que arde sin consumirse. Manejan una teología des-palabrada, que se fundamenta en la experiencia de su amor más alto que las nubes, y más brillante que el sol. Esto quizás explique porque las apariciones suelen preferir a los pastores y a los niños, con su sencillez, su simplicidad y su capacidad de depender, de confiar, de entregarse, de poner todo en las Manos del Padre. Tomaremos aquí un breve relato de una revelación que Dios hizo a Santa Laura de Jesús Montoya Upegui:

 

«Iba con las hormigas hasta el árbol que deshojaban y volvía con ellas al hormiguero. Les quitaba la carga y me complacía en ayudarlas llevándoles las hojitas hasta la entrada de la mansión de tierra… ¡fui como herida por un rayo, no sé decir más! Aquel rayo fue un conocimiento de Dios y de sus grandezas, tan hondo, tan magnífico, tan amoroso, que hoy, después de tanto estudiar y aprender no sé más de Dios, como lo supe entonces. ¿Cómo fue esto? Imposible decirlo. Supe que había Dios, como lo sé ahora, y más intensamente. Lo sentí por un largo rato, sin saber cómo sentía, ni lo que sentía, ni poder hablar […] Lloré mucho rato de alegría, de opresión amorosa, y grité. Miraba de nuevo el hormiguero, y sentía en él a Dios, con una ternura desconocida. Volvía los ojos al cielo y gritaba como loca. Lloraba porque no lo veía y gritaba más. Siempre el amor se convierte en dolor. Este casi me mata.»

 

Trato de llevar a mi pobre corazón la experiencia de la Santa, y lo único que me sale es una leve intelección de esta frase que hemos leído hoy en el verso 11, 25: “Yo te bendigo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños”.

 

Muchos quieren predicar el Evangelio y cumplir su apostolado infundiendo miedo al seguimiento, mostrándolo como algo sólo alcanzable por súper-hombres, quieren desalentarnos porque -muy en el fondo- están enamorados del dios castigador, del dios que sólo concederá felicidad a los que hayan sido torturados: “…cargan a los hombres con cargas difíciles de llevar, que ellos ni siquiera tocan con uno de sus dedos” (Cfr. Lc 11,46) Y bastaría ,mirar el hormiguero con esa mirada dulce e ingenua de Santa Laura para gritar desesperados por la revelación, pero querer más, porque el corazón está hambriento y tiene sed de Ti, Señor Dios mío.

 

El yugo -que en este caso sólo puede ser llamado así metafóricamente hablando, es la acogida de la Ley-sin-rebelión. La Ley para el rebelde es peor que el peso muerto, frena, carga, obstaculiza. Se imaginan el ave que rechazara su condición alada, que considerara un castigo poderse remontar por el aire; un ave que madrugara cada mañana aperezada de ir por el sustento o de piar, porque no le ve caso. Podemos siquiera concebir un planeta o cualquier cuerpo espacial, fastidiado por las leyes que rigen su movimiento, y que hoy, muy a las tres de la tarde -hora de Bogotá- decidiera escaparse de esas ecuaciones y -sólo por variar, hiciera otra cosa.

 

El ser humano -ahí está el fruto de la expulsión del Paraíso- es la única criatura que tiene empachos contra la ley, y se mortifica con ella. Le fastidia hasta el tuétano, que una función pueda prever su estado posible a una hora determinada-por ejemplo. Para él, eso se llama esclavitud. Sólo por ser impredecible se da de cabeza contra la cornisa.

 

Si permitiera que el fluido natural lo llevara como el bebé se deja llevar de su madre, no le importaría nada dejarse llevar por la Voluntad Divina, y descubrir que detrás de ella el impulso que lo arrastra es un raudal de Amor. ¡Qué feliz viviría!

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