Jl
4, 12-21
Sólo
nuestras Biblias se distribuyen así, con el capítulo 3 formado con solo 5
versos, y el capítulo 4 con 21 versículos; en otras ediciones, el profeta se
silencia después de Jl 3,21.
Con
esta Lectura de hoy, del Profeta Joel, vamos a apartarnos del estudio de los
profetas y pasaremos -la semana próxima XXVIII del tiempo ordinario, ciclo
impar- al estudio de las Cartas Paulinas y deuteropaulinas (que se suelen o se
solían presentar como originales del Apóstol de los gentiles, pero que la
investigación ha probado poco razonable atribuírselas) -que nos ocupará, lo que
resta de este año Litúrgico-; con una que otra excepción, al celebrar la
memoria de algún Santo, como por ejemplo, la recordación de Santa Laura Montoya
-el 21 de octubre-, que tiene por Primera Lectura, un texto de Jeremías.
Que
sabor tan esperanzador y tan reconfortante, realmente -aún con su estilo
apocalíptico- es una perícopa “consoladora”. Como algo coincidencial, se trata
del Valle de Josafat -que es llamado, aquí, con el nombre: “Valle de la
Decisión”, algunas traducciones ponen “Valle de la Poda”. Previamente se ha
predicho que allí -llegado el Día del Señor- YHWH los reunirá y desde su
Tribunal, los someterá a Juicio y su suerte quedará echada. No se hará por
medio de debates acusatorios y defensivos, sino que cada cual aportará las
“constancias” y las “evidencias”, pondrá la vida -como decidió vivirla- y
colocada en la “Balanza”, casi que automáticamente se verá, lo que marque la
“manecilla”. Allí se dan -como marco circunstancial-, una serie de fenómenos
tectónicos inconfundibles -preámbulo y aviso de hallarse en una sesión
apocalíptica:
a) Se oscurecerán el
Sol, la Luna y las estrellas.
b) Rugirá el Señor en
Sion, gritará en Jerusalén
c) Temblaran los
Cielos y la Tierra.
d) Abrigará a su pueblo
y será refugio para los Israelitas.
e) Las montañas y las
colinas rezumarán vino y leche.
f) De la Casa del
Señor brotará una Fuente que regará el Valle de Sitín
g) Egipto y Edón -los
que se ensañaron con Judá- serán una desolación y un desierto solitario,
respectivamente.
Los
versos 9-10 van en contrahílo de lo profetizado por Isaías quien auguraba
trasformar las espadas en arados y las lanzas en podaderas. Aquí, por el
contrario, encontramos una convocatoria a la “guerra santa”.
En
cambio, Judá y Jerusalén -voz consoladora para el pueblo judío- estarán
pobladas para siempre. Esta profecía concluye vaticinando derramamiento
vengativo de sangre para los que violentaron a los judíos.
Sal
97(96), 1-2. 5-6. 11-12
Con
una ágil pincelada el salmista pinta al Señor ejerciendo Justicia desde Su
Tribunal: en la tierra hay alegría, por todos los rincones del planeta hay
jolgorio. El Señor que es indescifrable e incomprensible para los humanos,
permanece envuelto en ese misterio que lo esconde como “nube y tiniebla”; pero
-se alcanza a notar que- los cimientos de su Trono son la Justicia y el
Derecho.
Es
un salmo del Reino, por eso, Él está en su Trono-Tribunal. Se reitera la
universalidad de la convocatoria, todos llamados, todos están invitados. Se
realiza su Realeza, precisamente apelándolo como Rey, como Santísimo, como
Altísimo Señor. ¡Su Real Majestad!
Toda
la tierra y todos sus elementos y sus potencias se dan cita. Hasta las montañas,
se derriten como cera, porque la Fuerza del Señor es Fuego de Forja que funde.
Delante de Él van los Querubines, la tierra toda tiembla, el cosmos se
estremece. El orbe deslumbra bañado en relámpagos.
El
amanecer contiene Luz de “alegría” y gozo para los “justos”. Los que se han
mantenido fieles, regocíjense en la celebración de su Santo Nombre.
Así
como la mujer de Lot quedó como terrón de sal, así seran petrificados los que
idolatran estatuas. Las deidades paganas, terminarán -ellas también-, dando
culto al Verdadero Dios, y se derretirán para poderse postrar
Que
entren en Alianza todos los Justos de la tierra; no herirán a nadie, su oficio
será hacerse coral de Paz que Alabe y Bendiga tanta Bondad como derrocha cin nosotros el
Dios de Justicia, el Dios Amado.
Lc
11, 27-28
Normalmente
extendemos nuestros halagos y nuestro reconocimiento a los parientes cercanos
de cualquier triunfador, de cualquier exitoso, del que ganó el concurso, del
que fue electo, del designado a la gerencia. También, a su paso, se escuchó la
voz de una mujer que decidió halagar a María por ese Hijo que conduciría a tantos
a Magnificar el Santísimo Nombre.
Aprovecha
Jesús para plantear y fundar un nuevo enfoque. No hay que bendecir los lazos de
carne y sangre; hay que considerar otro esquema de hacerse pariente, de ser
cercano, hay otros vínculos más fuertes, que unen más, que nos consolidan
definitivamente como “familiares”.
Enseñando
esta nueva genealogía que Él quiere establecer, señala que -cuando se habla de
Dios- el Verdadero parentesco es el del acatamiento de la Voluntad del Señor.
Imagínense ustedes sí después de “comerlo” como Pan Venido de los Cielos, no
nos asimilará a Él, haciendo que nuestro ADN espiritual, quede marcado y entre
a transformarse en lazo de Carne y Sangre.
Ser
madre o padre de tal o cual hijo es un adorno que retribuye la hija o el hijo,
pero explorándolo más a fondo, es un regalo Celestial. Uno cuando mucho, podrá
envanecerse del buen ejemplo que le ha dado o de los costos que pagó en la
institución donde desarrolló sus habilidades. Pero lo que uno hace con lo que
se ha recibido, tiene -como merito- haberlo aclimatado en nuestra vida y a
nuestras condiciones personales y el haber superado las dificultades y
tropiezos que pudieron surgir para alcanzar la meta.
Pasemos
a pensar -en un mundo dónde nos cuesta tanto escuchar, donde el egoísmo es tan
recalcitrante que nos vuelve totalmente impermeables al otro -evidenciado, por
ejemplo, en la atención que podemos darle al televisor, al teléfono, mientras
que el “prójimo” es invisible e inaudible. Si no podemos “escuchar” -que una y
otra vez acentuamos que es mucho más que oír, porque esto último queda en un
plano de superficialidad; mientras que la escucha, es la capacidad de trasladar
los mensajes hasta el centro de nuestro propio corazón, y allí, atesorarlo- ese
entrenamiento no lo hemos incorporado; nuestra cultura no educa para la
“competencia de la escucha”, por el contrario, queremos que todo se diga, se
haga, se enseñe, se produzca con un efecto circense de espectacularidad; hasta
el límite que el “docente” debe aprender a ser “contorsionista” para desatar la atención y el interés del “dicente”. Luego, decimos: ¡es que la Misa es tan
aburrida! ¡con razón a los jóvenes no les gusta! Por favor, padre, ¿no podría
usted iniciar la predicación en una motoneta haciendo algunas acrobacias que
despierten a su público?
Y
a Jesús, ¿qué le decimos? ¡Basta, basta ya de parábolas! ¡Queremos imágenes con
efectos especiales! No tanto bla-bla-bla. Nos gustaría verte dar un salto
triple; no creeríamos en Ti, pero te aplaudiríamos tres minutos, para después olvidarte.
Cuántos
venimos muy honestamente a aconsejarle a Jesús que contrate unos asesores de
imagen que promuevan su campaña, porque -nos parece que es urgente que- "cambie
de “imagen”.
Si
uno se pone a “contemplar” a Jesús y quiere asumir una actitud de honesto
discipulado, no tiene que preguntarse cuál es la técnica y la mezcla exacta de
palabras y gestos para poder obrar un milagro; tiene que aprender a “escuchar”,
como Él hace siempre respecto de su Padre. La materia esencial del cristianismo
está en el equilibrio entre Escucha y Projimidad.
Aún
hay más. La Escucha, es el paso primario de la Projimidad. Si aprendo a
escuchar, no mucho después estaré obrando con la más sincera “projimidad”. Hay
muy poco que podamos hacer para lograr la maduración espiritual, pero hay algo
que -modestamente- nos hará progresar y
nos pondrá a disposición la “escala de Jacob”, y esa es, la escucha, de Dios y
del prójimo.
Hoy,
en la perícopa leída, Jesús parece estarnos diciendo: «¿sabéis por qué Mi
santísima Madre es paradigma de la Iglesia? porque ¡todo cuanto escuchó y todo
cuanto escucha, va primero a su Corazón, y allí lo atesora!”.
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