martes, 30 de julio de 2024

Martes de la Décimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario


 

Jr 14, 17-22

El profeta mira hacia todas partes, y en todas partes descubre la situación tan dura que se está viviendo. Jeremías se deshace en llanto, no es un espectador indiferente, no se alegra de los sin sabores que están pasando sus paisanos, no les echa en cara su responsabilidad por la situación; se conduele, no puede pasar indolente. Decimos que Dios es el novio, y el pueblo es la novia: Jeremías dice que es una doncella y está sufriendo de una dolorosa herida.

 

A través de su mirada contemplamos el panorama:

a)    En el campo, ve muertos caídos a filo de espada

b)    En la ciudad, la gente se está muriendo de hambre

c)    Profetas y sacerdotes quedan convertidos en vagabundos.

 

Adolorido y compadecido, interroga a Dios, para algo es su amigo y su Portavoz:

a)    ¿De dónde le sale el rechazo por Judá?

b)    ¿Le da asco Sion?

c)    ¿Por qué ha permitido que la espada se clavara en sus carnes?

d)    Estaban dispuestos a recibir tiempos de paz y en cambio sobreviene tiempos de malestar.

e)    Esperaban ser sanados y -por el- contrario- lo que sobreviene es la turbación.

 

A estas alturas ya conocemos esa debilidad de Dios frente a nuestro arrepentimiento, así que el profeta pasa a asumir la culpa, dice que han pecado.

 

Y, como un magnifico abogado, le da rezones convenientes para que los perdone

a)    Por Su Altísimo Nombre

b)    Por el prestigio de Su Glorioso Trono

c)    Porque a Él nunca se le pierde de la Memoria la Alianza que pactó con su Pueblo-elegido.

 

Jeremías, además trae a cuento que Dios les ha probado que:

a)    Nadie, sino sólo Él gobierna la lluvia y previene la sequía

b)    Que los cielos no producen la lluvia si El Señor no les da la orden.

c)    Porque sólo Él puede satisfacer nuestras esperanzas.

d)    Porque Dios es el Único Creador de todo lo que existe.

 

Como se ve, estamos ante una pieza forense, nos parece estar oyendo al abogado defensor pronunciando el Discurso de Cierre, el “alegato final”.

 

Sal 79(78), 8.9.11 y 13

Este es un salmo de súplica. En medio de una situación tan fuerte y dura, tan rigurosa y cruda, el salmista se refiere al pueblo de Dios como si fuera una viña y le ruega que lo restituya a su plena lozanía.

 

En la primera estrofa ve las acciones de la generación de los padres, la generación previa, como la culpable de tantas desgracias y suplica que no sea la generación presente la que tenga que cargar las culpas de sus predecesores.

 

>la segunda estrofa pide el perdón de los pecados y presenta como justificación -ya que no tienen una propia- la honra y el honor del Nombre Tres Veces Santo.

 

Pide que el Señor se deje tocar y el pueblo alcance la compasión, para que Dios active su Brazo Poderoso, en defensa de este pueblo, que sabe perfectamente que son un rebañito de Divina Propiedad, que son ovejitas de ese redil que necesita ser salvado. Y, garantiza que, si Dios lo salva, la gratitud será duradera y por todos los siglos cantará sus Alabanzas.

 

El eje de este salmo, es no tener nada que presentar como tributo de redención y lo Único que podría llegar a salvarlos es el Señor, porque Él es Misericordiosos, y cantar loas a su Nombre es prenda de Expiación.

 

Mt 13, 36-46



La Iglesia en algunas partes es simbolizada por la Barca, porque al principio se congregaban en la playa y Jesús les hablaba desde esa Barca; otro punto de convocatoria de la Iglesia (los convocados) era la “Casa”, que alguien ofrecía para alojar sus Asambleas en las que se ofrecía la “Fracción del Pan”.

 

Al iniciar la perícopa de hoy, Jesús deja a los “simpatizantes” (la gente), y se retira para irse a una “asamblea discipular”. ¿Cuál es el tema de la convocatoria en la Asamblea de hoy? ¡La parábola de la cizaña en el campo!

 

Cuando se compara un solo asunto con alguna realidad, para explicarla, nos hallamos ante una “parábola” propiamente dicha. Pero cunado toda una serie sirve de referencia para hablar de otra serie, estamos ante una “alegoría”.

 

Hoy tenemos una de esas series: el que siembra la buena semilla / el campo / la buena semilla / la cizaña / el enemigo / la cosecha /los segadores. Una serie de siete elementos. Y cada uno de ellos representa y tiene su par en la otra serie, a la que llamaremos el Reino.

 

El arte de construir una buena alegoría (lo buena que sea depende de lo mucho que aclare las relaciones de la segunda serie), aquí, la imagen referente es un “sembradío”, y la imagen referenciada es el Reino, en un momento dado muy preciso: “al final de los tiempos”. Uno hablaría de una excelente alegoría, porque partiendo de algo muy conocido, llega a descifrar algo que es absolutamente desconocido: La realidad escatológica.

 

Lo más sano de este paralelismo es que no pretende incurrir en el “terror” como arma de proselitismo.

 

Todo el mundo sabe cuál es la relación básica que enlaza uno con otro los 7 elementos de referencia. Para enriquecer la interpretación, lo que hace Jesús es resaltar algunos de los vínculos que se darán en la “serie escatológica”.

 

El sembrador de Buena Semilla …………….. El Hijo del hombre

El campo ……………………………………….. el mundo

La buena semilla ……………………………… Los ciudadanos del reino

La cizaña ………………………………………. Los partidarios del Maligno

El sembrador enemigo ……………………….. El maligno

La cosecha …………………………………….. El final de los tiempos

Los segadores ………………………………… Los ángeles

 

Aclaraciones complementarias, que enriquecen la decodificación de la alegoría son:

a)    ¿Qué se hace con la cizaña? Se corta y se echa al fuego.

b)    Y, ¿cuál será el destino de la cizaña’: padecerán el dolor del fuego que se clava en sus carnes: llorarán y rechinarán los dientes

c)    ¿Qué pasará con los Ciudadanos del Reino? Brillaran como el sol en el Reino del Padre

 

No faltará el que quiera hacerse “de la vista gorda” (los que alegan que no ven bien porque tiene inflamados los ojos). No pasa nada, no necesitan los ojos, porque la alegoría no es para verla. ¡Basta que tenga oídos!

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