Hch 4, 33; 5, 12. 27-33: 12,2
Como se nota esta perícopa está estructurada con fragmentos
tomados de tres capítulos distintos: 4. 5. 12. de los Hechos de los apóstoles.
Del capítulo 4 tomamos la idea del trabajo incesante que los
apóstoles asumieron a su cargo de testimoniar la Resurrección. No era algo
secundario en sus vidas, era algo que obraban con valentía y acompañando la
predicación con “signos y prodigios”.
Luego, se señala -y la manera como está dispuesto dentro de
la perícopa lo convierte en una “razón” para que fueran llevados ante el Sanedrín,
que, queremos reiterar era la Corte Suprema de la ley judía cuya misión
era administrar justicia interpretando y aplicando la Torah, que era el código
referencial en el que apoyaban sus decisiones. Allí se enfoca el interrogatorio
preguntándoles: ¿Si les habían prohibido, por qué -sin embargo- andaban
enseñando en nombre de “ese”? Habían hecho todo lo contrario de lo establecido
en la tal prohibición, ya que no sólo enseñaban la Resurrección, sino que, de
paso, los señalaban a ellos, como los asesinos responsables del crimen de dar
muerte a un Inocente.
Pedro les da una respuesta contundente: La prohibición de predicar
el Santísimo Nombre de Jesús era una disposición humana, por lo tanto ¡no
obligaba! En cambio, la tarea que ellos ejercían y a la que daban cumplimiento,
era una tarea impuesta por Dios; esa si era inaplazable, siendo una comisión
Divina, estaban obligados a satisfacerla porque había pasado a ser el sentido
de sus vidas.
Ellos lo colgaron del madero de la cruz, pero Dios no se
quedó impávido ante tamaña injusticia, sino que lo Resucitó y lo “exaltó” a su
Diestra, lo que significa que lo constituyó Jefe Supremo de la Economía Salvífica,
y con esta acción les entregó -a su Pueblo Elegido- la conversión. La
conversión es el lado esencial de la moneda, pero la otra cara de la moneda es
el perdón de los pecados: ¡ninguna moneda existe con un solo lado!
Esta “moneda” es la Gracia del Espíritu Santo, y la reciben
todos aquellos que le son obedientes.
Las piezas de esta respuesta encajan con total solidez, lo que
hacía de ella una respuesta incontrovertible. ¿Qué opción le quedaba al
Sanedrín? Hoy en día, cuando la historia nos ha dejado ver la corrupción de
tantos y tantos Tribunales Gubernamentales, ya sabemos la respuesta: ¡Segar sus
vidas! ¡Poner en acción sus aparatos sicariales!
La perícopa concluye señalando a una de sus víctimas:
Santiago, el hermano de Juan, al que para distinguirlo del otro Santiago (llamamos
el Mayor), que sucumbió bajo la orden de Herodes Agripa I.
Sal 67(66), 2-3. 5. 7-8
Ese es un salmo de bendición, lleno de gratitud (una
verdadera “acción de Gracias”). El espíritu que anima el salmo es que pide una "Sonrisa
celestial” y se ofrece a hacerse evangelizador como gesto de Gratitud. Es muy interesante
que recurre a la Misericordia de Dios y lo relaciona directamente con la Misión
de proclamar el Santísimo Nombre para que todos los pueblos lleguen a saber dos
cosas esenciales
1) Los
caminos que llevan a Dios.
2) Y que
Dios es un Dios-Salvador.
En la segunda estrofa, da continuidad en la misma línea de
pensamiento: El Señor es Digno de ser conocido allende las fronteras, porque Él
es un Dios-Justo, es un Dios que regenta aplicando la Rectitud en su manera de
Gobernar.
La visión hebrea de la fe la relaciona directamente con el
temor, a Dios se la ama, pero ese Amor conlleva el sentimiento de Temor, Dios
-cuya imagen en la mente de estos pueblos era analogada con la que se tenía de
los reyes de la tierra que con un gesto bastaba para disponer de la vida y la
muerte de sus súbditos. (Hay una predisposición -prácticamente ancestral y
automática- a pensar que Dios es nada más que el rey del Cielo y, también un germen
atávico a identificar a los gobernantes de la tierra como parientes muy
cercanos del Dios Celestial, en muchos
casos, su propio Hijo).
El verso 5, dice más exactamente, canten a Dios, alaben al
que cabalga sobre las nubes. En el verso 7, se traduciría “los rebeldes vivirán
en tierras estériles.
Si Dios tuviera tarjetas de presentación, según este salmo
diría: “Dios de los despreciados”. Todo el salmo está en una atmosfera de
celebración de una Victoria. Y, por su género literario podemos clasificarlo
como una “oda épica”.
La universalidad de este Dios es el tema que inspira el verso
responsorial: “¡Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te
alaben!”. No es Dios exclusivo del pueblo elegido, es un Dios mundial.
Mt 20, 20-28
Es importante
que la autoridad en la Iglesia no la ejerzan según los criterios, evangélicamente
estúpidos, de la vanagloria.
Silvano
Fausti
Las mamás siempre se empeñan en la defensa y el bienestar de
sus hijos. Ellas -sin importar donde tengan que ir, acuden a defenderlos, a “palanquearlos”,
a abogar a su favor. Es -prácticamente lógico- que busquen los mejores puestos
para sus hijos, y no escatiman ningún esfuerzo que pueda propulsarlos. La mujer
del Zebedeo es de esta clase de madres, aprovecha que Jesús se dirige a
Jerusalén para interceptar su paso y venir a pedir que ellos ganen los puestos
de los dos ministros más prestantes del Reino cuando Jesús se siente en su
Trono.
Tal vez nos parezca muy prosaico, inclusive una petición
ingenua; nosotros acostumbrados a espiritualizar a Jesús, instantáneamente lo
visualizamos como un Rey de Arriba, cuando es cierto, y muy cierto, que la mayoría
lo que entendían y esperaban era un Mesías terrenal, un caudillo semejante al
César, a los Emperadores de la época.
Cuando Jesús les pregunta – a lo que para ellos sería
seguramente como el "examen” de admisión al cargo, sí ellos podían beber la
copa que Él iba a beber, ellos se apresuraron a responder afirmativamente:
¡Podemos!
El pecado aquí está en sobrevaluar nuestras capacidades y
talentos. La clave de nuestros sueños y anhelos es el egoísmo, ese es el
líquido que llena toda la piscina de nuestra existencia, es el aire de nuestra
atmosfera, es el riel que encamina todas nuestras aspiraciones: es la cultura
del ¡Usted tiene que ser el mejor! (Tras ese lema subyace el principio ¡todos
los demás tienen que ser “peores”).
Él lo que les pregunta es si podrían sumergirse en el
bautismo de sangre que le aguarda, si serían capaces de asumir el dolor propio
como dolor redentor. Ellos lo que entienden es ¿serían capaces de beber la
bebida muy fina y elegante que beben los reyes en copas de oro?
Recordemos que antes de tener reyes, Dios -por boca de Samuel-
los previno de todos los males que les acarrearía ser gobernados por un rey;
sin embargo, ellos pensaban que esa era la gran solución. Hoy Jesús les repasa
la lista de los inconvenientes que conlleva la realeza como estilo
gubernamental: “Saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los
grandes los oprimen. “No será así entre ustedes: el que quiera ser grande entre
vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros,
que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”.
Aquí resuena la clave de nuestra sublimación: ¡El Servicio!
En vez de mando, dominio y opresión; es el servicio el que nos enaltece, el que
puede llegar a exaltarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario